Varicela: causas, síntomas y tratamiento

La varicela es una enfermedad extremadamente contagiosa que suele afectar a niños y que aparece por la infección de la piel por parte del virus varicela-zóster. Veamos su naturaleza.

Varicela

Los virus son las estructuras más pequeñas de la naturaleza. Son tan simples que ni siquiera reúnen las características necesarias para ser considerados “seres vivos” en el sentido estricto de la palabra. Pero es precisamente en esta sencillez que radica su éxito parasitario.

Y es que los virus han determinado, determinan y determinarán nuestra historia. Día a día, estamos luchando contra estructuras nanométricas que “viven” por y para infectar nuestro cuerpo. Y de entre todos, hay algunos que han conseguido instaurarse en el mundo y formar parte, nos guste o no, de la sociedad en la que vivimos.

Uno de ellos es, sin duda, el virus responsable de la varicela, una enfermedad vírica especialmente frecuente en niños que, si bien suele superarse sin mayores complicaciones, hay veces en las que sus complicaciones pueden resultar un verdadero peligro.

Teniendo en cuenta que no tiene cura y que, dadas las características que analizaremos en el artículo de hoy, es responsable de más de 4 millones de hospitalizaciones y 4.200 muertes anualmente en todo el mundo, la prevención a través de la vacunación se hace imprescindible.

¿Qué es la varicela?

La varicela es una enfermedad vírica causada por el virus varicela-zóster, un patógeno de la familia Herpesviridae responsable tanto de la varicela (en niños, adolescentes y jóvenes adultos) como del herpes zóster (en adultos y ancianos). En el caso concreto de la varicela, el virus infecta las células de la piel, causando la sintomatología propia de la patología.

Estamos ante una enfermedad extremadamente contagiosa que suele afectar a los niños, pues después del primer contacto, desarrollamos una inmunidad contra este virus que, en la mayoría de casos, suele durar de por vida.

De hecho, antes de que la vacuna entrara en circulación, los estudios epidemiológicos demostraban que, al llegar a los 29 años, el 95,5% ya tenía anticuerpos contra el virus. Es decir, casi toda la población había sufrido la varicela una vez y tenía inmunidad.

Sea como sea, como bien sabemos, la varicela se manifiesta con la aparición de erupciones en la piel y de ampollas llenas de líquido, dos condiciones que provocan el típico picazón de la enfermedad, además de otros signos clínicos que comentaremos más adelante.

Como sucede con el resto de enfermedades víricas, no existe un tratamiento específico para combatir la enfermedad. En otras palabras, la varicela no tiene cura. Por ello, pese a que pueden administrarse algunos fármacos para controlar la sintomatología, lo mejor es prevenir su aparición.

Y la única estrategia efectiva para prevenir el contagio es la vacunación. Vacunarse contra la varicela es muy importante, pues a pesar de que sea generalmente una enfermedad leve que no preocupa demasiado, en algunos casos puede derivar en complicaciones graves.

Causas

La causa de padecer varicela es sufrir una infección por el virus varicela-zóster sin tener inmunidad frente a él. Como ya hemos comentado, el virus en cuestión infecta las células de la piel y provoca el desarrollo de los síntomas típicos. Pero, ¿cómo llega al cuerpo? ¿Cómo nos infecta?

El virus de la varicela se transmite entre personas de distintas maneras, siendo la población de menores de 10 años la que registra una mayor incidencia. Una de ellas es por contacto directo con el sarpullido de una persona enferma, pues las partículas víricas presentes en la piel pueden desplazarse hasta la persona sana y causar en ella la infección.

Y otra es a través del aire. Y es que las partículas víricas también están presentes en las gotículas respiratorias que la persona enferma emite al ambiente al toser, estornudar o simplemente hablar. En este contexto, la persona sana puede inhalar estas gotas y permitir la entrada del virus a su organismo.

Paralelamente y en relación con la anterior, el virus también puede contagiarse por contacto indirecto, lo que significa que, después de que las gotículas respiratorias de una persona enferma se depositen en una superficie, si una persona sana entra en contacto con ella y se lleva las manos a la boca o a la nariz, puede también permitir la entrada del virus.

Esta diversidad de formas de transmisión (todas ellas muy eficaces) hacen de la varicela la sexta enfermedad más contagiosa del mundo. Solo está superada por la gastroenteritis víricas, la malaria, el sarampión, la tos ferina y la parotiditis.

Y es que la varicela presenta un ritmo reproductivo básico (R0) de 8, lo que significa que una persona infectada tiene el potencial de contagiar la enfermedad a ocho personas sanas. Para poner en perspectiva esta alta capacidad de contagio, tengamos en cuenta que el R0 del resfriado común, célebre por su facilidad de transmisión, es más bajo: de 6.

Ahora bien, ¿todo el mundo tiene el mismo riesgo de sufrir la enfermedad? No. Ni mucho menos. De hecho, si has sufrido ya la varicela o estás vacunado contra ella, el riesgo de padecerla es prácticamente nulo. Y si la sufres, será siempre una forma mucho más leve con simplemente el sarpullido como síntoma.

En este sentido, el principal factor de riesgo es no estar vacunado o no haber pasado la enfermedad. De ahí que se recomiende vacunar a todos los niños contra la varicela. Si tenemos inmunidad (nuestro cuerpo tiene anticuerpos contra el virus varicela-zóster) no sufriremos la infección o, como mucho, pasaremos por una forma leve de la enfermedad.

Síntomas

Los síntomas suelen aparecer entre 10 y 21 días después de la exposición al virus. Y pasamos a ser contagiosos aproximadamente 2 días antes de la aparición de los mismos. El signo clínico más evidente es la aparición de un sarpullido que va pasando por distintas fases.

Al principio, consiste en pápulas rojas o rosadas, es decir, bultos elevados en la piel que van brotando durante unos días. Paralelamente, un día después de que surjan estas pápulas, aparecen las vesículas, que son pequeñas ampollas (aparecen entre 250 y 500 por todo el cuerpo) llenas de líquido que se van rompiendo y drenando. Y ya al final, estas vesículas rotas se convierten en costras que requieren de varios días para aparecer. Y siempre que no se infecten por bacterias, no dejarán marcas en la piel.

Pero la erupción no es el único signo clínico. Después de, aproximadamente, dos días tras la aparición de las pápulas, surgen otros síntomas como fiebre (buscar atención médica si está por encima de 38,9 °C), malestar general, debilidad, cansancio, pérdida de apetito, dolor de estómago y dolor de cabeza, además de, evidentemente, la picazón asociada al sarpullido.

En la mayoría de niños, siempre que estén sanos, los problemas terminan aquí. Pero en un pequeño porcentaje de los casos, la infección puede derivar en complicaciones graves que son importantes de conocer.

Complicaciones

Como hemos dicho, la varicela suele ser una enfermedad leve que se supera por sí sola en un máximo de 10 días. Aun así, hay riesgo de que la patología derive en complicaciones graves que explican que, a nivel mundial, la varicela siga siendo responsable de más de 4 millones de hospitalizaciones y de 4.200 muertes.

En niños con un sistema inmune comprometido, es posible que la varicela provoque las siguientes complicaciones: neumonía, infecciones bacterianas (se aprovechan de la debilitación) en piel, huesos, articulaciones e incluso sangre (una condición muy grave), encefalitis (inflamación del cerebro), deshidratación y, en casos extremos, la muerte.

En general, los niños y personas inmunodeprimidas, las embarazadas, los fumadores son los que tienen un riesgo más elevado de que la varicela derive en estas potencialmente fatales complicaciones clínicas.

Tratamiento

Como sucede con todas las enfermedades víricas, no existe un tratamiento específico contra la varicela. No hay cura porque, al estar causada por un virus, no puedes matar a algo que, técnicamente, no está vivo. Hay que esperar a que el cuerpo resuelva la enfermedad por sí solo.

Y en la inmensa mayoría de casos, lo hará después de entre 5 y 10 días sin mayores complicaciones. Lo único que puede recetar el médico es un antihistamínico para aliviar la picazón. Pero más allá de esto, no hay ningún otro tratamiento. Hay que dejar que la varicela siga su curso y que el sistema inmune combata la enfermedad.

Ahora bien, si hay riesgo de complicaciones o directamente ya se están sufriendo estos síntomas más graves, es posible que haya que recurrir a medicamentos antivirales como el Aciclovir, el Privigen y el Valtrex, aunque su efectividad es limitada y no pueden recetarse en todos los pacientes.

Por ello, más que centrarnos en cómo se trata, es importante recordar que la varicela puede prevenirse a través de la vacunación. La vacuna contra la varicela concede inmunidad de por vida (hay probabilidades de sufrirla, pero siempre será una forma muy leve sin ningún riesgo de padecer complicaciones graves) y se debería administrar a todos los niños.

Es perfectamente segura y se administra en dos dosis: una entre los 12-15 meses de edad y la otra entre los 4-6 años. Es cierto que la mayoría de niños pasarían por una forma leve de la enfermedad, pero la única manera de evitar que las personas susceptibles puedan ver su vida en peligro es fomentar la vacunación. Las vacunas son nuestro único escudo ante este y otros patógenos.

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