Nociceptores: características, tipos y funciones

Los nociceptores son las neuronas especializadas en detectar estímulos mecánicos, físicos o químicos que pueden dañar al organismo y que activan la experimentación del dolor.

Nociceptores

Estamos acostumbrados a vivir con él. Ya sea por golpearnos con algo, quemarnos al cocinar, cortarnos, mordernos la lengua, fracturarnos un hueso… El dolor forma parte de nuestra vida. Y aunque sea una de las sensaciones más desagradables que se puedan experimentar, es una estrategia de supervivencia.

El dolor es un mecanismo común en todos los animales con un sistema nervioso bien desarrollado que nos garantiza que huiremos rápidamente de algo que nos hace daño. El dolor es un aviso de nuestro cuerpo de que algo puede comprometer nuestra salud ósea.

Es un “grito de socorro” para forzarnos a separarnos de aquello que nos duele. Y, como todo lo que sucede en nuestro organismo, está controlado por la química. Y es que la experimentación del dolor es posible gracias a que el sistema nervioso permite que todas las regiones del cuerpo comuniquen con el cerebro, que es nuestro centro de mandos.

En este contexto, los nociceptores son unas neuronas especializadas tanto en detectar estímulos dañinos para nuestra integridad física como en transmitirlos al cerebro, que procesará la información y nos hará experimentar el dolor. En el artículo de hoy hablaremos acerca de estos nociceptores, detallando sus características, funciones y los distintos tipos que hay.

¿Qué es el dolor y qué papel tiene el sistema nervioso?

Definir qué es el dolor es complicado. Todos sabemos lo que es pero es difícil expresarlo con palabras. De todos modos, puede considerarse como una sensación desagradable y muy intensa en un punto concreto de nuestra anatomía que nos hace focalizar toda nuestra atención en esa región.

Como hemos dicho, el dolor es la herramienta que tiene nuestro organismo de alertarnos de que algún órgano o tejido de nuestro cuerpo ha sido dañado y que tendríamos que actuar para solucionar la lesión, ya sea curándonos, protegiendo la zona o huyendo de aquello que nos está haciendo daño. El problema es que muchas veces no podemos hacer nada más que esperar que el propio cuerpo repare el daño.

Sea como sea, el dolor es una sensación. Y como tal, nace en el cerebro. Pero, ¿cómo es posible que nazca en el cerebro si el daño es en otro lugar? Porque disponemos de una “máquina” increíble conocida como sistema nervioso, que es la red de telecomunicaciones de nuestro cuerpo.

El sistema nervioso es una “autopista” de miles de millones de neuronas que comunican todas las regiones de nuestro cuerpo con el cerebro, que es el centro de mandos. Estas neuronas pueden especializarse en muchas funciones distintas: hacer llegar la información de los sentidos (vista, olfato, gusto, tacto y oído), mantener las funciones vitales estables, almacenar recuerdos, permitir la locomoción…

Y este sentido del tacto nos va a ser útil para entender cómo funcionan los mecanismos del dolor. La piel tiene terminaciones nerviosas muy especializadas, es decir, unas neuronas con la capacidad de captar variaciones en la presión. Después, estas neuronas (porque las neuronas no están solo en el cerebro, sino por todo el cuerpo) transmiten la información hacia la médula espinal y de ahí hasta el cerebro, donde se decodifica la señal eléctrica y se experimenta la sensación del tacto.

Es decir, en la piel es donde las neuronas generan un impulso eléctrico donde está escrito todo lo que el cerebro necesita para experimentar la sensación. Pero el tacto en sí, por irónico que parezca, está en el cerebro. En la piel solo se captan estímulos.

Y con el dolor, sucede lo mismo. Y es que prácticamente todos nuestros órganos y tejidos, tanto los internos como los externos, disponen de unas células muy concretas especializadas en desarrollar una función: la nocicepción, que es la emisión de señales de dolor en dirección al cerebro.

¿Qué son los nociceptores?

Los nociceptores son las neuronas especializadas en la nocicepción. Y ahora explicaremos qué es exactamente esto, aunque si se ha entendido lo del sentido del tacto, todo es mucho más sencillo. Como hemos dicho, nuestros órganos y tejidos internos y externos disponen de unas células especializadas en emitir señales de dolor.

Estas células son los nociceptores, unas neuronas que actúan como receptores sensoriales de forma similar al sentido del tacto, aunque con diferencias importantes. Estos nociceptores son neuronas que también perciben variaciones en los parámetros de presión, pero no están únicamente en la piel ni esta presión es lo único que detectan.

Los nociceptores son las únicas neuronas con la capacidad de responder a estímulos que están lesionando un tejido u órgano de nuestro cuerpo. En este sentido, los nociceptores se activan única y exclusivamente cuando detectan que algún parámetro está llegando a unos límites en los que se puede dañar nuestro organismo o cuando algunas hormonas los estimulan. Y veremos ahora los dos casos.

En primer lugar, su activación puede ser de forma directa mediante la detección de estímulos dañinos. Los nociceptores pasan de estar “dormidos” a activarse cuando detectan que la presión encima de un tejido u órgano es más alta de la que este puede soportar (algo nos golpea muy fuerte el brazo), la temperatura es demasiado alta (nos quemamos al cocinar) o demasiado baja (se nos congelan los dedos de las manos), hay sustancias tóxicas que pueden dañarnos (nos cae una sustancia ácida en la piel), etc.

En segundo lugar, y algo de lo que derivan muchos problemas de salud que cursan con dolor crónico, su activación puede ser indirecta, es decir, sin que haya un estímulo externo que realmente dañe el cuerpo. Y es que hormonas y neurotransmisores como la histamina, la acetilcolina, la taquicinina y los péptidos opioides, entre otros, también pueden activar los nociceptores.

En condiciones normales, cuando la producción de estas hormonas es la correcta, es muy útil para conseguir que la percepción de dolor sea adecuada. El problema es que cuando hay problemas en la síntesis de estas hormonas, es posible que los mecanismos del dolor se enciendan cuando realmente no hay ningún daño. Estas hormonas, si su producción se desregula, pueden hacer que sintamos dolor incluso cuando no hay lesión alguna en nuestro cuerpo. La fibromialgia, una enfermedad que cursa con dolor general en el cuerpo, es el claro ejemplo de esto.

Sea como sea, lo importante es que cuando los nociceptores se activan, es decir, se cargan eléctricamente con el mensaje de “hay algo dañado”, se enciende una cascada de reacciones que se conoce como nocicepción, la cual hemos mencionado anteriormente.

Esta nocicepción es el proceso por el cual, cuando un nociceptor se activa, esta información viaja a lo largo del sistema nervioso hasta llegar al cerebro. Una vez ahí, este procesa la información y nos hace experimentar el dolor en sí, con el objetivo de que nos alejemos de aquello que nos está haciendo daño o que hagamos algo para tratar la lesión.

A lo largo de este recorrido, la información viaja a través de miles de millones de neuronas, las cuales se van “pasando” la información gracias a unas moléculas conocidas como neurotransmisores, que hacen que este grito de socorro llegue al cerebro en cuestión de milésimas de segundo. Gracias a esto, cuando nos quemamos, por ejemplo, quitamos la mano rápidamente como acto reflejo.

Los ocho tipos de nociceptores

Ya hemos analizado por qué surge el dolor, cómo llega hasta el cerebro y qué son y cómo se activan los nociceptores. A continuación veremos los principales tipos de nociceptores que existen, pues no todos son iguales ni están especializados en activarse ante los estímulos dañinos del mismo modo.

Según el motivo de su activación

Es bien sabido que no siempre experimentamos dolor con la misma intensidad ni por el mismo motivo. Y es que los nociceptores pueden ser de distintos tipos en función de cuál sea el estímulo que lleva a su activación.

1. Nociceptores térmicos

Los nociceptores térmicos son los que se activan cuando la temperatura es demasiado alta (por encima de los 40 ºC) o demasiado baja (por debajo de los 5 ºC). Todo lo que esté fuera de estos márgenes empezará a activar los receptores del dolor, con una intensidad que será mayor conforme más aumente (o baje) la temperatura. Cuando nos abrasamos la piel con algo que quema, estos son los nociceptores que se activan.

2. Nociceptores mecánicos

Los nociceptores mecánicos son los que se activan cuando hay un incremento demasiado alto de presión en alguna región del cuerpo. Es el más vinculado al sentido del tacto. Cuanto más dañino sea el estímulo, mayor será la intensidad de la activación. Los cortes, golpes, fracturas… Son las lesiones que más comúnmente activan estos receptores de dolor.

3. Nociceptores químicos

Los nociceptores químicos son los que se activan por la presencia de distintas hormonas y neurotransmisores, aunque también lo hacen cuando hay sustancias tóxicas (tanto en el interior como en el exterior del cuerpo) que pueden dañarnos. El ácido encima de la piel o el picante en la boca son dos ejemplos de situaciones en las que se activan estos receptores del dolor.

4. Nociceptores silenciosos

Los nociceptores silenciosos son aquellos que se activan no cuando se sufre el estímulo dañino, sino después. Es decir, son los receptores del dolor que se activan debido a las secuelas que deja la lesión, generalmente de carácter inflamatorio.

5. Nociceptores polimodales

Los nociceptores polimodales, como su propio nombre indica, son los receptores de dolor que pueden responder a muchos estímulos diferentes. Estos nociceptores polimodales pueden captar estímulos tanto térmicos como químicos, así como mecánicos. Los receptores de las encías son un claro ejemplo de esto, pues un mismo receptor puede activarse ante cortes (mecánico), comida demasiado caliente (térmico) o alimentos muy picantes (químico).

Según su localización

Los nociceptores también pueden clasificarse en función del lugar del cuerpo en el que se encuentran. Y lo analizamos a continuación. Por lo tanto, aquí no importa la función ni el motivo por el que se activan, sino dónde están localizados.

1. Nociceptores cutáneos

Los nociceptores cutáneos son los que se encuentran localizados en la piel. Son los más estudiados debido a su accesibilidad y a que son los que mejor pueden codificar la sensación de dolor dependiendo de la intensidad del estímulo, ya sea químico, mecánico o térmico.

2. Nociceptores musculares y articulares

Los nociceptores musculares y articulares son los que se encuentran en las regiones internas del cuerpo, comunicando tanto con músculos como articulaciones. Los estímulos que captan son mecánicos, aunque también suelen activarse por las reacciones inflamatorias.

3. Nociceptores viscerales

Los nociceptores viscerales son los receptores de dolor vinculados a los órganos internos, incluyendo el corazón, los pulmones, los testículos, el útero, los intestinos, el estómago, etc. Son los menos estudiados y, a la vez, los más complejos. Sea como sea, cuando experimentamos un dolor que no es ni en la piel (parte externa) ni en los músculos ni articulaciones, es porque algún órgano interno está dañado o sufre alguna lesión, ya sea de carácter químico, mecánico o térmico.

De todos modos, la modulación de la percepción del dolor en función de la intensidad del estímulo no es tan exacta como en los cutáneos.

Referencias bibliográficas

  • Romera, E., Perena, M.J., Perena, M.F., Rodrigo, M.D. (2000) “Neurofisiología del dolor”. Revista de la Sociedad Española del Dolor.
  • Dublin, A.E., Patapoutian, A. (2010) “Nociceptors: the sensors of the pain pathway”. The Journal of Clinical Investigation.
  • Smith, E.J., Lewin, G.R. (2009) “Nociceptors: A phylogenetic view”. Journal of Comparative Physiology.
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