Fibromialgia: causas, síntomas y tratamiento

Esta enfermedad se manifiesta con un dolor generalizado en los músculos y articulaciones del cuerpo ya que el cerebro pierde la capacidad de procesar correctamente las señales de dolor.

Fibromialgia

La fibromialgia es una enfermedad reumática muy frecuente que afecta a más del 6% de la población mundial, con unas manifestaciones y síntomas que van desde leves hasta severos, pudiendo incluso comprometer la calidad de vida y el correcto desempeño de los afectados.

Por causas que siguen desconocidas, es una enfermedad mucho más frecuente en mujeres. De hecho, se estima que más del 75% de los casos que se diagnostican son el sexo femenino. En hombres, la incidencia está en el 0’2%.

Se trata de una enfermedad que sigue sin cura y que se manifiesta con un dolor muscular y esquelético generalizado, lo que suele ir ligado a una constante incomodidad, debilidad, fatiga, dolor de cabeza, problemas para dormir y alteraciones en el estado de ánimo.

Dada su elevada incidencia, especialmente entre mujeres, y a la afectación a la salud tanto física como emocional que tiene, es importante conocer la naturaleza de esta enfermedad. Por ello, en el artículo de hoy hablaremos sobre la fibromialgia, tanto de sus causas como sus síntomas, así como los tratamientos disponibles.

¿Qué es la Fibromialgia?

La fibromialgia es un trastorno que forma parte de las enfermedades reumáticas o reumatológicas, es decir, todas aquellas patologías que afectan a uno (o varios) componentes del aparato locomotor: articulaciones, músculos, tendones, huesos… Y que comparten el nexo en común de que se manifiestan con dolor.

En el caso de la fibromialgia, esta enfermedad consiste en que, debido a una afectación al modo en el que el cerebro procesa las señales de dolor, la persona experimenta dolor en varios músculos y articulaciones del cuerpo sin que haya ningún problema anatómico o fisiológico en estas estructuras.

Es decir, sin tener ninguna lesión o daño en los músculos o huesos, el cerebro envía las señales propias del dolor, por lo que lo experimentamos como si realmente hubiera algún problema en el aparato locomotor. Pero todo viene de la mente.

Todavía no se sabe con certeza qué ocurre en el cerebro para llegar a tener esta alteración en la percepción del dolor, igual que sigue sin estar claro por qué afecta más a mujeres. De todos modos, lo que se sabe es que estos episodios de dolores más o menos violentos en músculos y articulaciones suelen surgir después de traumatismos o de la vivencia de situaciones emocionalmente muy estresantes.

Como hemos dicho, no hay cura, pues se trata de un trastorno de origen neurológico, es decir, del sistema nervioso. De todos modos, sí que hay fármacos y tratamientos que ayudan a la persona a convivir con esta enfermedad y que consiguen que el dolor no interfiera en su calidad de vida. Incluso en ocasiones, los cambios en el estilo de vida pueden marcar la diferencia.

Causas

No está clara la razón por la que el cerebro estimula la sensación de dolor en músculos y articulaciones cuando no hay ningún problema en estas estructuras. De todos modos, se cree que las neuronas involucradas en la percepción del dolor se vuelven más sensibles, por lo que al menor estímulo, “disparan” una reacción desproporcionada.

También hay un aumento en la producción de los neurotransmisores del dolor, es decir, las moléculas que se producen cuando el cerebro percibe dolor y que hace que se traduzca con manifestaciones físicas.

Y aunque no conozcamos los detonantes de estos desajustes neurológicos, lo que sí sabemos es que la aparición de la fibromialgia es un proceso complejo en el que están involucrados distintos factores. Y es que el componente genético es muy importante, pues todo apunta a que habría algunas mutaciones en determinados genes que nos harían más susceptibles de padecerla. Esto se apoya en el hecho de que se observa una cierta heredabilidad de este trastorno de padres a hijos.

Pero no solo es importante el factor genético. El ambiente también juega un papel clave, pues se ha visto que, al menos las manifestaciones clínicas, suelen aparecer después de un traumatismo físico, estrés psicológico o incluso a raíz de algunas infecciones.

Por lo tanto, la fibromialgia está “escondida” en nuestros genes hasta que un detonante activa las reacciones que llevan a sufrir este dolor generalizado en todo el cuerpo. De igual modo, hay factores de riesgo, especialmente ser mujer, tener antecedentes familiares de fibromialgia y sufrir otras enfermedades reumatológicas y/o neurológicas.

Síntomas

El principal síntoma de la fibromialgia es el dolor, un dolor generalizado en ambos lados del cuerpo tanto por encima como por debajo de la cintura y que no suele ser agudo. De hecho, el dolor se define como leve aunque constante e incómodo. En episodios que pueden durar hasta tres meses, la persona siente dolor en los músculos y articulaciones de todo su organismo.

Y aunque de por sí esto ya es grave, el verdadero problema llega con las implicaciones que esto tiene en la salud física y emocional. Y es que las personas con fibromialgia suelen sentirse débiles, cansadas y fatigas durante todo el día. Esto es, en parte, por el propio decaimiento físico del dolor pero también por los problemas de sueño vinculados, pues el dolor puede hacer que sea difícil conciliar el sueño o que la persona se despierte a media noche y no pueda llegar a tener un sueño profundo y reparador.

Estos problemas para dormir y el propio dolor hacen que, ya a corto plazo, haya dolor de cabeza, problemas para concentrarse, dificultades para rendir en el trabajo, afectaciones al estado de ánimo, irritabilidad, conflictos con otras personas, problemas digestivos… Todo esto puede derivar en complicaciones graves que sí que ponen en verdadero peligro la salud física y psicológica de la persona: ansiedad, depresión e incluso enfermedades cardiovasculares.

Diagnóstico

Antes, la fibromialgia se diagnosticaba mediante un examen físico en el que el médico presionaba algunos puntos del cuerpo para ver si al paciente le dolían o no. Hoy en día, que sabemos que esta enfermedad no es debida a ninguna lesión de carácter físico sino a un trastorno neurológico por el que el cerebro procesa mal las señales de dolor, ya no se realiza este examen físico.

Cuando una persona cumple con la sintomatología anteriormente mencionada, básicamente con el dolor leve, constante y molesto en la mayoría de músculos y articulaciones del cuerpo, se realiza un análisis de sangre en el que no se busca detectar la fibromialgia, sino descartar otras enfermedades que cursan con unos signos clínicos similares.

Y es que no hay una prueba de detección propia de la fibromialgia. No pueden verse señales de ella en la sangre ni haciendo técnicas de resonancia magnética, pues está causada por un desajuste en las neurotransmisiones cerebrales.

De todos modos, si se descarta la artritis, la esclerosis múltiple, los trastornos endocrinos de la glándula tiroides, la depresión y la ansiedad (que pueden ser complicaciones derivadas de la enfermedad, pero no la causa del dolor), el lupus eritematoso sistémico, etc, y otros trastornos reumáticos, neurológicos y de salud mental, la única explicación que puede quedar a esos síntomas es la fibromialgia, por lo que se confirmará el diagnóstico y se empezarán los tratamientos.

Tratamiento

No hay cura para la fibromialgia, pues es una enfermedad neurológica y, a día de hoy, no disponemos de formas de curar estos trastornos del sistema nervioso. De todos modos, sí que hay fármacos que ayudan a aliviar el dolor y, por lo tanto, reducir el impacto en la vida diaria de la persona y el riesgo de desarrollar las complicaciones más graves.

Pero estos medicamentos, debido a sus efectos secundarios, solo se recetan como último recurso. Antes, hay que probar si la fisioterapia y, sobre todo, los cambios en el estilo de vida pueden ayudar a frenar el progreso de la enfermedad y a que la persona pueda desempeñarse con normalidad durante el día a día.

Por ello, las sesiones con un fisioterapeuta pueden ser de gran utilidad para reducir el dolor mediante ejercicios corporales. De igual modo, una persona con fibromialgia debe cuidar sus hábitos de vida como el que más. Llevar una dieta sana y equilibrada, hacer deporte casi a diario, intentar maximizar las posibilidades de dormir bien pese al dolor, reducir el estrés, hacer meditación y yoga, acudir al psicólogo si se considera necesario… Todo esto cuida nuestra mente y cuerpo, por lo que la enfermedad tiene un impacto mucho menor.

En ocasiones, las personas que siguen estos consejos ven reducido al mínimo el impacto que la fibromialgia tiene en su día a día, tanto en el ámbito laboral como personal. De todos modos, hay casos más severos en los que estos cambios en los hábitos de vida no son suficientes y hay que recurrir a la terapia farmacológica.

Afortunadamente, las personas con fibromialgia tienen a su disposición medicamentos que, si bien no curan la enfermedad, hacen que los síntomas prácticamente desaparezcan. Incluso los analgésicos de venta libre pueden ser de gran ayuda. Pero cuando el médico lo considere necesario, puede recetar otros fármacos más potentes, como los antidepresivos, analgésicos más fuertes o los anticonvulsivos.

Por lo tanto, sea como sea, cambiando los hábitos de vida o recurriendo a los medicamentos, la fibromialgia no tiene por qué poner en peligro nuestra salud física ni emocional. No puede curarse, pero sí tratarse.

Referencias bibliográficas

  • American College of Rheumatology. (2013) “Rheumatic Diseases in America: The Problem. The Impact. The Answers”. SimpleTasks.
  • Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. (2011) “Fibromialgia”. Gobierno de España.
  • Bellato, E., Marini, E., Castoldi, F. et al (2012) “Fibromyalgia Syndrome: Etiology, Pathogenesis, Diagnosis, and Treatment”. Pain Research and Treatment.
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