Padres emocionalmente ausentes: 6 consecuencias en nuestra vida

Sufrir la ausencia emocional de un padre o madre es una experiencia muy dolorosa que a veces deja una huella visible en nuestra vida adulta.

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En una situación ideal, los padres actúan como figuras que proporcionan amor, sostén y protección a sus hijos. Sin embargo, la realidad muchas veces se aleja bastante de lo esperado. Hay muchos padres y madres que, aunque pueden estar presentes de forma física, muestran una gran distancia emocional respecto de sus hijos. Es decir, no se implican en ellos para crear sintonía y conexión, lo que se traduce en un vínculo débil o de mala calidad.

Cuando esta situación se observa en sólo uno de los progenitores, es frecuente que el otro asuma un papel sobreprotector por el cual trata de compensar dicha ausencia. Al fin y al cabo, el padre o madre que queda a cargo de la crianza por sí solo es quien debe tomar las riendas del cuidado emocional del niño o niña. Sin embargo, los intentos por reparar el daño por parte del progenitor implicado no impiden que aparezca una herida emocional en el hijo. Crecer con una figura materna o paterna que no puede o quiere implicarse afectivamente duele y deja un vacío que no puede llenarse con otras personas.

El apego inseguro con uno de los progenitores hace que el niño o niña se sienta inseguro y desconfiado. Esta experiencia relacional fallida le hace sentir abandonado, poco importante y no merecedor de amor. Esta herida también se hará notable en la edad adulta, pues no hay unas bases adecuadas que permitan establecer relaciones seguras y saludables con los demás. Por ello, no sorprende que los hijos en esta tesitura tengan mayor riesgo de sufrir diversos problemas psicológicos.

¿Qué entendemos por padres emocionalmente ausentes?

A continuación, vamos a comentar qué características poseen los padres emocionalmente ausentes, es decir, aquellos que no se involucran a nivel afectivo con sus hijos.

1. Ignora las necesidades emocionales de los hijos

Los progenitores emocionalmente ausentes suelen actuar de acuerdo a sus propias necesidades, ignorando por completo la responsabilidad afectiva que tienen con sus hijos. Las emociones del niño/a quedan en un segundo plano y ni siquiera se tienen en consideración. Esto hace que los hijos carezcan del apoyo que necesitan para entender sus emociones y regularse, pues esa figura de apego no está sintonizando con ellos.

3. No participa en la educación de los hijos

Los padres ausentes tampoco participan activamente en la educación de los hijos. Aunque en algunos casos pueden proporcionar sustento económico, no colaboran en el establecimiento de normas y límites ni tampoco muestran interés por las inquietudes y necesidades del niño/a. Sencillamente, no crea un espacio compartido de crianza ya que sólo aporta apoyo material.

En consecuencia, el otro progenitor es quien acaba por afrontar la educación en solitario. En algunas ocasiones, el padre ausente puede entrar en escena cuando le viene en gana, muchas veces con el deseo de contradecir las normas impuestas por el otro progenitor. En definitiva, no colabora en la educación de manera constante sino que hace intervenciones esporádicas que confunden más si cabe al hijo.

3. Muestra inmadurez emocional

Los padres emocionalmente ausentes suelen mostrar mucha inmadurez afectiva. Actúan como si su hijo fuese una carga impuesta y carecen del talante necesario para tomar decisiones acerca de su crianza y educación.

4. Es inaccesible

Los padres emocionalmente ausentes suelen mostrarse marcadamente inaccesibles. Pasan poco tiempo en casa, demasiadas horas en el trabajo o siempre pendientes de cualquier otra cosa que no sean sus hijos. Algunos progenitores tratan de cumplir su papel a duras penas escribiendo whatsapps o haciendo llamadas. Sin embargo, los hijos necesitan sentir a sus figuras de apego físicamente cerca, de manera que puedan acceder a ellas para recibir amor y protección.

5. Es irresponsable

Los padres emocionalmente ausentes no cumplen con sus responsabilidades como progenitores. En el mejor de los casos, aportan un sustento económico. Sin embargo, en otros ni siquiera hay apoyo material. Sencillamente, no afrontan su papel como padres y hacen “bomba de humo”. Esto es especialmente frecuente cuando se produce un divorcio o separación en la pareja.

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Las 6 consecuencias de haber crecido con padres emocionalmente ausentes

Como venimos comentando, crecer con un progenitor ausente es algo que deja una huella en el corazón. Por ello, no sorprende que los niños que han vivido este tipo de ausencia en su infancia corran más riesgo de sufrir determinadas consecuencias psicológicas.

1. Dificultad para vincular con otras personas

Como venimos comentando, vivir una experiencia de vinculación fallida con uno de los padres es algo muy doloroso para cualquier niño. Esto hace que, en algunos casos, los hijos se conviertan en adultos con gran dificultad para vincularse con otras personas. Las primeras relaciones de apego que formamos en la vida no son determinantes, pero sí que influyen notablemente en nuestra capacidad para amar, confiar y formar lazos de intimidad. Si alguien que debería habernos cuidado nos falla, es esperable que en la adultez seamos más distantes y desconfiados. Sencillamente, no hemos tenido un modelo de vinculación sano y por ello siempre hay de fondo un temor a ser de nuevo abandonados.

2. Trastornos psicopatológicos

Haber sido criados por padres incapaces de sintonizar con nuestras emociones es una experiencia devastadora. En los casos más severos, es posible que la persona desarrolle siendo adulta diversos trastornos psicopatológicos graves como el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). Este tipo de problemáticas suelen resultar de la confluencia de diversos factores de riesgo, aunque el haber sido emocionalmente abandonados es uno de los más relevantes. Las personas que sufren TLP muestran una marcada disregulación emocional que va acompañada de fenómenos como las autolesiones, los intentos de suicidio o la dificultad para vincular de forma saludable con otras personas.

3. Baja autoestima

Como venimos comentando, crecer con la ausencia de un padre o madre incapaz de involucrarse afectivamente hace que nos sintamos abandonados, poco importantes o merecedores de amor. Asumimos que no valemos nada y que nos merecemos lo que nos ha pasado. En definitiva, nuestra autoestima se ve claramente dañada. Esto hace que, además, se produzca mucha mayor vulnerabilidad a las relaciones inestables e incluso abusivas. Como creemos que nadie nos va a querer por lo que somos, nos conformamos con cualquier persona que nos da algo de afecto, incluso cuando nos maltrata o abusa de nuestra persona.

4. Adicciones

Los hijos de padres emocionalmente distantes pueden buscar formas de escapar del dolor que les produce sentirse rechazados. Esto hace que, siendo adolescentes y adultos, sean un blanco fácil para caer en las adicciones de todo tipo. Aferrarnos a una sustancia o experiencia puede llevarnos a una gratificación momentánea que nos hace olvidar el malestar de forma temporal. Sin embargo, a medio y largo plazo las adicciones no hacen más que destrozar la salud y la vida de quien las sufre.

5. Desesperanza

Cuando contamos con padres emocionalmente implicados, aprendemos que el mundo es un lugar seguro y confiable. Sabemos que, ante cualquier inconveniente, podemos ampararnos en ellos y estar a salvo. Sin embargo, los hijos de padres ausentes han vivido un profundo fracaso emocional, han sentido en primera persona el abandono. Por ello, aprenden demasiado pronto que el mundo es hostil y que nadie es confiable.

6. Ambivalencia hacia el progenitor ausente

Cuando una figura importante para nosotros como es un progenitor nos ha fallado, es posible que aparezcan sentimientos contradictorios. La persona puede sentir ambivalencia hacia ese padre/madre, lo que produce mucha confusión. En realidad, es natural que haya emociones entremezcladas. Por un lado, se trata de alguien muy significativo a nivel afectivo. Sin embargo, por otro ha sido alguien que nos ha ocasionado mucho dolor. Entender y validar esta ambivalencia es clave, pues son muchos los hijos de padres emocionalmente ausentes que sienten culpa por vivir esta tesitura. En estos casos, contar con el acompañamiento de un psicólogo puede ser de gran ayuda para trabajar esta cuestión.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca del dolor emocional que produce el haber vivido la ausencia emocional de un progenitor. En una situación ideal, los padres deben actuar como figuras de amor, apoyo y afecto. Sin embargo, esto no siempre es así. Muchas veces, los adultos que deberían cuidar y proteger están físicamente presentes, pero no se involucran a nivel afectivo con el niño/a. El hijo que vive esta experiencia siente indudablemente un gran abandono y puede llegar a interiorizar que no merece ser querido. Incluso cuando el otro progenitor asume el papel de compensar el daño, la herida está ahí y no debe ser ignorada.

En estos casos, especialmente cuando no se ha contado con apoyo profesional, haber vivido la ausencia emocional de un padre o madre deja una huella que puede ocasionar consecuencias importantes en la salud mental. Esto se traduce en la aparición de diversos trastornos psicopatológicos, la ambivalencia hacia ese progenitor ausente, la baja autoestima o la dificultad para poder formar vínculos afectivos con otras personas y confiar. En algunos casos, también pueden aparecer problemas de adicciones e incluso un sentimiento de profunda desesperanza hacia la vida. Contar con el apoyo de un profesional de la psicología puede ayudar a elaborar este dolor y gestionarlo.

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