Castigo físico en niños: 9 razones para no usarlo jamás

El castigo físico es una estrategia no sólo ineficaz a la hora de educar, sino dañina para el bienestar emocional de los hijos. Merma la autoestima, rompe el vínculo paternofilial y no permite aprender conductas alternativas.

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Todos hemos oído que, a la hora de educar, no hay nada más eficaz que un cachete a tiempo. Lo cierto es que, por desgracia, muchas personas siguen manteniendo la creencia de que poner límites a los hijos requiere necesariamente el uso de la violencia física. Esto tiene un sentido, y es que todos hemos sido niños antes que padres.

Por ello, a la hora de criar aplicamos muchas veces las mismas estrategias que se utilizaron con nosotros. Sin embargo, como sociedad es esencial reflexionar acerca de estas herencias intergeneracionales y darnos cuenta de que educar en clave positiva es posible. Aunque el castigo físico ya no se encuentra tan normalizado como antes, la realidad es que hace tan sólo unos años los azotes eran algo habitual en la crianza de los más pequeños.

Sin embargo, las investigaciones acerca de esta cuestión indican que el castigo físico no sólo es ineficaz para modelar una conducta adecuada, sino que además provoca daños importantes en el desarrollo emocional de los niños. Si quieres conocer las razones por las que emplear el castigo físico nunca es una buena idea, sigue leyendo, porque hablaremos de todas ellas.

¿Qué entendemos por castigo físico?

El castigo físico puede cobrar muchas formas. Definir a qué nos referimos es importante, ya que muchos progenitores creen que un cachete no puede considerarse violencia. Es decir, se cree que sólo hablamos de medios violentos cuando se producen palizas o daños más graves. Sin embargo, en el momento en el que ponemos a nuestros hijos la mano encima estamos llevando a cabo un castigo de tipo físico.

Lo que sabemos a día de hoy es que el castigo hace mucho daño y no enseña nada. Educar por este camino sirve para cortar la conducta en el momento, pero no para enseñar por qué ese comportamiento es inadecuado y cuál sería la forma alternativa de hacer las cosas. Los niños que son criados de esta forma normalizan la violencia y el hecho de que la persona que más quieren les pueda dañar. También tienden a cesar la conducta cuando está quien castiga, pero enseguida la replican en su ausencia. Añadido a todo esto, interiorizan que merecen un trato así, lo que puede mermar su autoestima.

9 razones para no usar jamás el castigo físico

A continuación, hablaremos acerca de las principales razones para no usar jamás el castigo físico.

1. Ofrece un modelo de conducta inadecuado

Los niños aprenden por observación, siendo sus padres su principal modelo de referencia. Si ellos recurren a medios violentos para educar, los pequeños tenderán a normalizar este tipo de comportamiento y no dudarán en replicarlo. Los padres deben ser ejemplo de buena conducta, de manejo de emociones y conflictos. Si el método empleado es el de dar un cachete, estaremos diciendo poco acerca de cómo es adecuado comportarse en escenarios difíciles. En el futuro más o menos próximo, el hijo podrá recurrir a la agresividad como reacción ante diferencias o problemas.

2. Se educa en la dimensión del miedo

Al dar un cachete, muchos padres creen que están educando bien porque generan “respeto”. Cortan la conducta en el momento y asumen que esto es sinónimo de que han disciplinado a los hijos bien. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Cuando se emplea el castigo físico lo que se hace es infundir miedo, no respeto. Los niños no entienden realmente por qué no pueden comportarse de cierta forma, simplemente lo evitan porque saben que si lo hacen recibirán una consecuencia negativa.

Al infundir miedo en los hijos, el vínculo con ellos también se quiebra. Dejan de confiar en sus progenitores porque observan que ellos pueden dañarles. Es así que, en edades más avanzadas, optan por reprimir lo que sienten o piensan, evitando compartir detalles de ellos y lo que hacen por temor a un castigo. Educar e infundir respeto en los hijos no tiene nada que ver con el miedo. Es posible poner límites firmes sin que esto suponga menoscabar las emociones y la seguridad de los niños.

3. Merma la autoestima

El castigo físico también es una amenaza a la autoestima de los niños. Cuando se educa mediante esta estrategia, los hijos asumen que merecen ser tratados de esta manera, se sienten dañados, frustrados y poco valiosos.

4. No ofrece alternativas

El castigo físico puede cortar la conducta en el momento y mostrar que es errónea. Sin embargo, no ayuda a que los niños reflexionen sobre por qué está mal y qué comportamientos alternativos podrían ponerse en marcha. Así, el castigo físico es además de inadecuado, ineficiente, ya que no da la oportunidad de aprender y mejorar. El niño siente miedo pero está perdido porque no se le indica qué puede hacer la próxima vez.

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5. Daña la relación entre padres e hijos

Como ya adelantamos anteriormente, el castigo es un medio inadecuado porque destruye el vínculo entre padres e hijos. El idioma de la violencia no permite que haya comprensión, diálogo, sintonía. El progenitor deja de ser una fuente de seguridad y se convierte en una figura que genera miedo. Por ello, cuando el castigo físico es algo recurrente, es esperable que los lazos se vean perjudicados. El clima de la crianza se enturbia, se cruzan líneas que no se deberían traspasar.

6. Reduce la autonomía de los hijos

Educar debe tener como fin dar herramientas a los hijos que les permitan aprender a comportarse de manera ajustada. Cuando se castiga de forma física no se está creando un espacio de aprendizaje, lo único que se hace es generar daño emocional. Por ello, se impide a los hijos convertirse en personas autónomas, con capacidad reflexiva y estrategias propias para regular su conducta. Aprenden a guiarse por las consecuencias que se les imponen del exterior, nada más.

7. Despierta emociones como la rabia y la frustración

Los hijos educados bajo el castigo físico experimentan emociones como la rabia o la frustración. Estas emociones no se pueden devolver a quien castiga en el momento, por lo que suelen brotar hacia otras personas e incluso hacia los objetos. Se acumulan esos sentimientos difíciles como una olla a presión, lo que favorece un mal comportamiento en distintos escenarios y un estado emocional dañado. En definitiva, con el castigo físico se hace a los niños más violentos y agresivos.

8. Altera el desarrollo cerebral

El castigo físico altera el desarrollo cerebral de los más pequeños. En concreto impide el adecuado desarrollo de la corteza prefrontal, una estructura del cerebro clave para el manejo de los impulsos, la planificación, la concentración… lo que la hace esencial para lograr un comportamiento ajustado y exitoso en el ámbito académico y social.

9. Aumenta el riesgo de psicopatologías

Los niños educados mediante el castigo físico corren mayor riesgo de desarrollar trastornos psicopatológicos, como la depresión o la ansiedad.

Crianza respetuosa: una forma alternativa de hacer las cosas

La crianza respetuosa es una forma de educar a los hijos que se basa en una visión diferente, donde no se busca someter a los hijos a las normas y el control adultos por la fuerza. En su lugar, se enfatiza la importancia de entender el mundo emocional de los pequeños, brindarles un trato respetuoso y modelar su personalidad y comportamiento acorde a normas y valores con cierto margen de libertad. Se busca que los niños aprendan a comportarse de forma responsable y amable entendiendo el sentido de ello, sin que se produzca una obediencia superficial que sólo busca evitar un castigo.

Desde la crianza respetuosa se rechaza el uso de medios como la violencia física o el uso de premios y castigos. Se entiende que el empleo de estas estrategias provoca más inconvenientes que beneficios, de manera que se buscan caminos nuevos. En definitiva, se trata de toda una filosofía que busca educar en el amor, el respeto y la coherencia. La crianza respetuosa se sustenta sobre una serie de principios esenciales:

  • Amor incondicional: La filosofía de este tipo de crianza se basa en un sentimiento de amor hacia los hijos que no entiende de condiciones. Se ama y acepta a los pequeños al margen de lo que hacen o consiguen. Los padres no buscan que cambie como es, que sea lo que ellos quieren ni fuerzan que logre unas expectativas irreales. Por supuesto, tampoco niegan su afecto y atención bajo ninguna circunstancia. El amor es firme e innegociable con independencia de todo lo demás.

  • Empatía: La empatía es otro pilar importante en la crianza respetuosa. Esta se define como la capacidad para conectar con las emociones de otras personas. Los progenitores que crían desde este modelo tratan de acercarse a sus hijos desde la comprensión y el entendimiento, tratando de ponerse en su piel y acompañarlos cuando aparecen emociones difíciles. Los padres ayudan a los hijos a lidiar con sus estados internos y, sobre todo, procuran validarlos de forma que el niño aprenda a abrazar lo que siente con independencia de su valencia. La empatía se transmite no sólo a través de las palabras, sino también mediante el lenguaje no verbal. Se habla a los hijos desde el cariño, con voz serena y calmada, tratando de ayudarles a regularse porque ellos solos no pueden hacerlo.

  • Igualdad: La igualdad es otro principio de la crianza respetuosa. Los padres escuchan la voz de sus hijos y saben que el hecho de ser un niño no hace que sus emociones, pensamientos y opiniones sean menos valiosas. Esto hace que la crianza sea, en efecto, más respetuosa, porque el niño sabe que lo que tiene que decir es importante y puede expresarlo con naturalidad. Lejos de pisar su criterio, se le tiene en consideración y se le anima a manifestarlo.

  • Respeto: El respeto es otro principio esencial en el marco de la crianza respetuosa. Los padres tratan con total respeto a sus hijos, sin emitir palabras o actos hirientes que menoscaben su autoestima y su bienestar emocional. Con independencia del comportamiento del pequeño, las actuaciones de los progenitores siempre se llevan a cabo con tacto y consideración hacia el menor y sus derechos. Lejos de ser un entorno enfocado en las necesidades y deseos de los adultos, se entiende que tanto padres como hijos deben estar bien para que la crianza sea satisfactoria.

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