El duelo de la no maternidad: ¿qué es y cómo gestionarlo?

Las mujeres que desean ser madres y no pueden lograrlo por distintas razones deben transitar un duelo por la no maternidad. Este proceso es doloroso y requiere de gran comprensión y apoyo por parte del entorno.

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Vivimos en un mundo de apariencias, en el que la imagen proyectada hacia los demás no refleja en absoluto la realidad de nuestra vida. Respecto a la maternidad, es común que muchas mujeres muestren al mundo su felicidad cuando dan la bienvenida a sus bebés. Sin embargo, pocas hablan abiertamente de sus experiencias más dolorosas, como la vivencia de abortos o la infertilidad.

Paradójicamente, las dificultades a la hora de concebir son cada vez más comunes en la actualidad. Así, muchas parejas pueden ver truncado su deseo de tener hijos por diversas razones. Por otro lado, hay quienes a pesar de ser fértiles no logran encontrar una pareja junto a la que formar una familia y tampoco desean tener hijos en solitario. En definitiva, hay diversos obstáculos que pueden impedir cumplir ese sueño de ser madre o padre.

Tampoco podemos pasar por alto la enorme presión a la que las mujeres se ven sometidas en relación con la maternidad. A medida que se aproximan a la edad promedio, muchas notan una enorme losa invisible sobre ellas. Comentarios, insinuaciones y miradas que señalan que deben apresurarse a tener hijos, pues de lo contrario estarán condenadas a ser personas infelices e incompletas.

Cuando una mujer desea ser madre pero no puede conseguirlo por la razón que sea, se produce lo que se conoce como el duelo de la no maternidad. Aunque siempre se habla de duelo en relación a la muerte, lo cierto es que esta respuesta emocional surge ante todo tipo de pérdidas. En definitiva, renunciar al rol de madre es una pérdida importante que genera un enorme dolor. En este artículo hablaremos acerca del duelo de la no maternidad y sus implicaciones.

¿Qué es el duelo de la no maternidad?

El duelo de la no maternidad es un tipo de reacción emocional que aparece cuando una mujer no puede materializar su deseo de convertirse en madre. Se trata de un duelo muy invisibilizado, lo que hace que muchas personas lo vivan en silencio debido a la vergüenza y la culpa que sienten al respecto. Normalmente, antes de llegar a este momento de duelo, la mujer ha venido pasando por un momento de enorme estrés y desgaste emocional. Tras meses intentando lograr la gestación e incluso recurriendo a tratamientos de fertilidad, se da cuenta de que no es posible convertirse en madre.

El duelo se inicia tras un camino de mucha incertidumbre y emociones entremezcladas. Esto ocasiona un dolor muy intenso, ya que el no poder vivir la maternidad transforma el proyecto de vida de esa persona. A esto se debe añadir el papel de la sociedad y el entorno, que muchas veces no hace más que ejercer más daño sobre la mujer. La presión social, las expectativas y la invalidación son una constante que puede hacer de este escenario algo insufrible.

Este camino de duelo obliga a la mujer a reinventarse, conocerse y encontrar de nuevo sentido a la vida renunciando a esa faceta de su persona. Aunque duela al inicio, no poder ser madre no tiene por qué significar que la vida será un fracaso. Tras la tormenta, es posible encontrar luz con mucho trabajo de aceptación.

Además del duelo en sí mismo, es evidente que, cuando se viene de haber pasado por tratamientos de fertilidad, hay secuelas emocionales y físicas. Esta experiencia obliga a la mujer y a su pareja (si la hay) a vivir poniendo la concepción como centro de la vida. Por ello, el protagonismo de la maternidad se hace aún más potente y esto ocasiona miedo y ansiedad.

Terminar este camino de miedo, dudas y sufrimiento sin el resultado que se había ansiado tanto deja un sinsabor muy difícil de sobrellevar. ¿Qué hacer tras una lucha que no ha dado frutos? ¿Cómo enfocar la vida cuando el centro que la marcaba se ha diluido? ¿Se puede ser feliz renunciando a lo que más se quería? Todos estos interrogantes pueden dar lugar a un estado de bloqueo por el que la mujer puede sentirse perdida y desorientada. Toca cambiar el rumbo, ordenar valores y prioridades y recuperarse a sí misma tras haberlo intentado todo.

Soltar y aceptar es un ejercicio muy difícil, pero no imposible. Aceptar no significa resignarse, sino tomar la vida como viene, aprendiendo a convivir con las emociones difíciles sin tratar de reprimirlas, negarlas, ocultarlas. Tras este punto de inflexión vital, la mujer necesita encontrar una brújula que le devuelva el rumbo y le permita recuperar las ganas de vivir desde otro prisma. Esa brújula son, en última instancia, sus valores. Aquello que le mueve y que le importa más allá de lo superficial.

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El duelo invisible: presión social e invalidación

El duelo por la no maternidad es frecuentemente definido como el duelo invisible. Un duelo que afecta a muchas mujeres en el mundo y sobre el cuál pocas hablan. El dolor que se lleva en soledad y en silencio siempre se hace más grande. La mujer vive su realidad sin contar con apoyo ni referencias, lo que hace que el camino sea aún más oscuro y difícil de transitar.

Para más inri, muchas de las que se atreven a contarlo y abrirse con su entorno se encuentran con respuestas carentes de empatía y sensibilidad. Frases vacías que lejos de consolar caen en la invalidación y la minimización del dolor. Esto reside en la creencia de que algo que nunca ha existido no puede doler. Como no hay bebé, es imposible que se pueda sentir nada. Sin embargo, el dolor es real porque las expectativas son poderosas. Nuestros proyectos de vida e ilusiones son reales aunque no se puedan tocar, por lo que renunciar a ellos y ver como se rompen es algo muy difícil de asimilar.

No cabe duda de que en todo este escenario también es clave la presión social depositada sobre las mujeres. De ellas se espera que se conviertan en madres, porque de lo contrario no son suficientes, no son personas completas. Se entiende que una mujer que no gesta no puede ser una mujer de verdad. Por ello, la incapacidad para cumplir este rol es un ataque directo a la autoestima de las mujeres.

Además del dolor por no cumplir con su deseo, lidian con un enorme sentimiento de insuficiencia por no haber sido todo lo que se espera de ellas. Por todo ello, se hace fundamental romper tabúes y hablar de este duelo con naturalidad. Aprender a validar este duelo y escuchar a las mujeres sin juzgarlas es un primer paso para ayudar a quienes viven esta realidad.

¿Qué sucede en el duelo de la no maternidad?

Las mujeres que lidian con este tipo de duelo experimentan todo tipo de emociones y sentimientos:

  • Inferioridad: Las mujeres que no pueden ser madres suelen sentirse inferiores. Ven dañada su autoestima y perciben que no son personas completas o válidas por no cumplir ese rol en sus vidas. En definitiva, se sienten menos mujeres que el resto.

  • Culpa: La culpa es la eterna compañera en estos casos. Aunque la mujer no tenga ninguna responsabilidad sobre su incapacidad para ser madre, puede pensar que de alguna manera hizo algo mal para estar en esta situación. Nuestra mente puede llegar a ser muy irracional ante situaciones difíciles de asimilar, rellenando los vacíos de información con suposiciones alejadas de la realidad.

  • Ansiedad y depresión: No poder convertirse en madre es una enorme fuente de angustia. Esto hace que aparezca sintomatología ansiosa y depresiva ante una realidad que choca de pleno con las expectativas que se tenían.

  • Problemas de pareja: La infertilidad en las parejas puede atentar contra la dinámica de la relación. La mujer desea ser madre y teme que no poder le haga menos valiosa o merecedora de cariño por parte del compañero sentimental.

  • Dificultades sexuales: El no poder concebir puede despertar desinterés hacia el sexo, reducir el deseo y generar problemas en el plano de la sexualidad.

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Cómo acompañar a una mujer que lidia con el duelo de la no maternidad

Si tienes cerca de ti a una mujer que lidia con este tipo de duelo, es posible que tengas dudas acerca de cómo actuar. Nadie nos enseña a consolar y sostener en momentos dolorosos y esto hace que, de forma inintencionada, a veces hagamos más daño sobre el daño. Es aconsejable que sigas pautas como las siguientes:

  • De entrada, debes saber que nada eliminará su dolor. No tienes que apagar ningún fuego, simplemente acompañar desde el respeto. Puedes mostrar tu apoyo con preguntas genuinas y sencillas como un “¿Necesitas algo?”

  • Evita dar consejos no pedidos o frases vacías. En momentos de dolor es mejor el silencio a una palabra desafortunada. No rellenes el silencio si no tienes nada que decir. Las frases hechas sólo minimizan el dolor y hieren más a la persona. No sabes lo que está pasando ni puedes imaginar su sufrimiento, así que no caigas en el clásico “Sé por lo que estás pasando, sé cómo te sientes”. En su lugar, puedes decir algo como: “No puedo imaginar tu dolor, pero estoy aquí para acompañarte, no estás sola”.

  • Valida sus emociones. No le hagas sentir que exagera, que lo que siente está mal o que hay alguien peor y por ello no tiene derecho a quejarse. Simplemente valida sus emociones y permite que las exteriorice con naturalidad. Dale un espacio de desahogo.

  • Sé prudente en tus preguntas. Evita hacer preguntas a cualquier persona acerca de su fertilidad. No preguntes para cuándo los niños ni pronuncies el típico “se te va a pasar el arroz”. La reproducción de otros no es asunto tuyo, se trata de algo privado. No sabes por lo que puede estar pasando esa persona o pareja, así que ten cautela.

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