John Darley: Biografía y resumen de sus aportes a la Psicología

John Darley fue un psicólogo estadounidense conocido por elaborar junto a Bibb Latané la Teoría de la Difusión de la Responsabilidad. Esta propuesta de psicología social explica de forma científica por qué a veces inhibimos nuestra conducta de ayuda.

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A lo largo de la historia de la psicología han sido muchas las grandes figuras que han destacado gracias a aportaciones brillantes que han tenido importantes implicaciones para la sociedad.

John M. Darley (3 de abril de 1938 - 31 de agosto de 2018) fue un importante psicólogo social estadounidense que se hizo ampliamente conocido por describir junto al también psicólogo Bibb Latané el llamado efecto espectador. Gracias a su teoría ambos describieron el curioso fenómeno de la difusión de la responsabilidad en los grupos sociales, que supuso toda una revolución en el campo de las ciencias del comportamiento.

Aunque comentaremos de forma detallada en qué consiste este interesante efecto y el contexto en el que este comenzó a ser estudiado, en este artículo también hablaremos acerca de la vida y faceta más personal de este célebre psicólogo.

Biografía de John M. Darley (1938 - 2018)

John M. Darley nació el 3 de abril de 1938 en Minneapolis, Minnesota. Su padre, John G. Darley, era psicólogo y esto animó a Darley hijo a seguir sus pasos en esta disciplina. Así, logró licenciarse con honores en Psicología por el Swarthmore College en 1960, obteniendo posteriormente un doctorado en Relaciones Sociales por la Universidad de Harvard en 1965 y obteniendo una beca de mérito nacional.

Tras obtener su doctorado, consiguió publicar su primer artículo respecto a por qué las personas deciden o no ayudar en situaciones de emergencia. Añadido a esto, Darley también ejerció como profesor asistente en la Universidad de Nueva York entre los años 1964 y 1968. Ya en 1968, Darley ocupó el puesto de profesor asociado de Psicología y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton, siendo ascendido a titular en 1972 y permaneciendo allí como docente hasta el final de su carrera.

Entre sus méritos destacó el haber desarrollado junto a sus colegas Joel Cooper y Edward E. Jones el programa de psicología social experimental más sólido de su país. Entre los años 1980 y 1985 Darley fue presidente del departamento de Psicología de Princeton. Durante la última década de su carrera, también formó parte del departamento de Psicología de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de Princeton. Finalmente, se retiró de Princeton en 2012 con el estatus de emérito.

Además de su trabajo junto a Latané, Darley ha publicado otros cientos de artículos sobre diversos temas psicológicos relacionados con la conducta de ayuda. No obstante, esta no fue en absoluto su única línea de investigación. El estadounidense también realizó esfuerzos por aplicar la psicología al ámbito de la ingeniería con el fin de conservar la energía y favorecer el medio ambiente. También trabajó con algunos colegas en cuestiones relacionadas con la economía.

Además, también se enfocó en modificar el sistema legal, con el fin de cambiar el sistema reformatorio e introducir en él estrategias de carácter psicológico. Su carrera ha sido indiscutiblemente brillante y es por ello que ha sido galardonado con infinidad de premios, como una beca Guggenheim o un premio de la Sociedad de Psicología Experimental.

En el año 2000 ocupó el puesto de presidente en la American Psychological Society. Además, ha realizado trabajos de revisión y edición en distintas revistas de psicología. Incluso, en algunos momentos ha llegado a aparecer en medios televisivos para hablar acerca de su trabajo como psicólogo. Tras una vida llena de logros, Darley falleció el 31 de agosto de 2018, dejando a su viuda, Genevieve Pere, a sus dos hijas y sus tres nietos.

El efecto espectador

El estudio del efecto espectador comenzó a plantearse a raíz de un escalofriante suceso que tuvo lugar en 1964 en Nueva York, ocupando las portadas de todos los periódicos. Este fue el asesinato de Kitty Genovese, una joven de 29 años que fue asesinada durante la madrugada cuando regresaba del trabajo. Eran las tres y Kitty aparcó su coche cerca del edificio donde vivía.

Allí, el agresor la acuchilló en la espalda varias veces. La víctima comenzó a gritar, de manera que uno de los vecinos escuchó su voz, limitándose a asomarse a la ventana y gritar al asesino para ahuyentarlo. Sin embargo, no llegó a acudir al escenario ni llamó a la policía. El asesino se alejó (solo temporalmente), mientras que la víctima se arrastraba hasta su edificio malherida.

Tan solo unos minutos después, cuando la joven había logrado llegar a la puerta de su edificio, el asesino repitió de nuevo el ataque inicial y volvió a apuñalarla, mientras ella gritaba sin parar. Con la joven aún viva, este la violó y le robó el dinero que llevaba encima. El lapso de tiempo desde el inicio del crimen hasta que Kitty falleció fue una media hora.

Durante este tiempo, nadie del vecindario se dignó a intervenir y sólo uno de ellos llegó a llamar a la policía, a pesar de que varias personas habían oído los gritos. Cabe señalar que ha existido controversia respecto a las variaciones observadas entre los registros oficiales y la información difundida por los periódicos en cuanto al número real de testigos que hubo. No obstante, lo importante aquí es cuestionarnos por qué aún habiendo varios vecinos que oyeron el crimen, nadie acudió a socorrer a Kitty y sólo uno de ellos dio aviso a las autoridades.

Este crimen fue la representación extrema de hasta qué punto las personas podemos dejarnos llevar por la difusión de la responsabilidad cuando formamos parte de un grupo social amplio. Aunque la víctima se encuentre agonizando o pidiendo ayuda de manera desesperada, en nosotros se desencadenan una serie de mecanismos psicológicos que pueden inhibir nuestra conducta de ayuda.

Así, son muchas las veces que no actuamos a pesar de sospechar que alguien está sufriendo violencia por parte de sus padres o de su pareja. De igual manera, tardamos en responder (si es que respondemos) cuando de pronto alguien solicita ayuda siempre que estamos acompañados de más personas. ¿Dónde queda entonces nuestra humanidad? ¿Somos malas personas y por eso no ayudamos a quien lo necesita? ¿Qué nos bloquea tanto a la hora de actuar en favor del otro?

Precisamente estas cuestiones son las que se plantearon Darley y Latané tras lo sucedido a Kitty Genovese. Su curiosidad sobre qué pudo haber pasado para que un vecindario entero permaneciera impasible ante el horror les llevó a elaborar la hoy más que conocida Teoría de la Difusión de la Responsabilidad (1968). En ella, ambos autores dieron una explicación científica a por qué podemos no ofrecer nuestra ayuda a pesar de saber que alguien la necesita imperiosamente.

Ambos autores repararon en que quizá el número de personas involucradas en la escena podría tener algo que ver con nuestra mayor o menor disposición a ayudar. Así, sus investigaciones les permitieron confirmar que, a mayor número de personas que creemos pueden estar presentes, menos responsables nos sentimos. Así, tendemos a ignorar situaciones que se dan en la vía pública o en entornos multitudinarios en mucha mayor medida que en lugares donde apenas hay movimiento de personas. De acuerdo con este mecanismo psicológico que condiciona nuestra toma de decisiones, podemos convertirnos sin quererlo en cómplices de crímenes, injusticias…

Los trabajos de ambos autores también permitieron conocer otros factores que pueden modular nuestra conducta de ayuda. Así, además del número de testigos también podemos vernos condicionados por la semejanza que guardamos con la víctima. A mayor parecido, más probable es que tendamos nuestra mano para ayudar. En cambio, cuando la víctima pertenece a un colectivo del que nos sentimos alejados, podemos ser menos proclives a intervenir.

Además, también hacemos un rápido balance de costes y beneficios, de manera que nos planteamos si podemos sufrir pérdidas al ofrecer la ayuda, si podemos salir perjudicados o dañados… Esta tendencia se ha visto reforzada en los últimos años, pues nuestra sociedad se ha tornado en una cada vez más individualista y menos proclive a pensar en el otro antes que en uno mismo.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de John Darley, un psicólogo estadounidense ampliamente conocido por sus trabajos junto a Bibb Latané en relación a la difusión de la responsabilidad a la hora de brindar ayuda a otros individuos. Este psicólogo social se caracterizó por tener muchos intereses pioneros en su disciplina, tales como relacionar la ciencia del comportamiento con la sostenibilidad y el medio ambiente o la búsqueda de un sistema penitenciario más eficiente y basado en estrategias psicológicas.

Aunque toda su carrera fue brillante y estuvo repleta de logros y reconocimientos, su Teoría de la Difusión de la Responsabilidad fue una de las más impactantes del pasado siglo. Este planteamiento permitió abrir un debate y una profunda reflexión sobre nuestra humanidad y capacidad para ayudar a quien lo necesita. Lejos de quedarse en lo superficial o atribuir el no ayudar a cuestiones morales como ser una buena/mala persona, ambos autores decidieron abordar el fenómeno desde una mirada científica, pudiendo así identificar aquellas variables que modulan nuestra conducta de ayuda.

Como seres sociales que somos, la presencia de los demás tiene mucho que ver con nuestra predisposición a ayudar. Así, cuando nos encontramos inmersos en grupos sociales grandes, tendemos a sentirnos menos responsables respecto a la situación de emergencia, por lo que tendemos a permanecer impasibles.

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