¿Qué es una Tormenta Solar? Causas y efectos

Una tormenta solar o tormenta geomagnética es una perturbación en la magnetosfera terrestre a causa de una eyección de masa coronal del Sol. De suceder en la actualidad, esta podría tener consecuencias devastadoras para nuestra civilización.

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El Sol es nuestra estrella madre. La estrella que nos ha dado y nos sigue dando la energía necesaria para que la vida en la Tierra sea posible. Pero no debemos olvidar que el Sol, igual que el resto de estrellas, es un inmenso reactor nuclear en cuyo núcleo el hidrógeno sufre un proceso de fusión nuclear que lleva a la formación de helio.

Este proceso requiere de unas temperaturas y presiones altísimas que solo pueden conseguirse en el interior de las estrellas y que hace que el Sol sea un monstruo que muchas veces desencadena su furia. En momentos de gran actividad, el Sol puede desprender una onda de radiación y viento solar que se conoce como eyección de masa coronal.

Es como si el Sol arrojara al espacio una parte de sí mismo. Esta eyección de masa coronal es muy peligrosa ya que, de estar orientada con la Tierra y de llegar a nuestro planeta, puede desencadenar lo que se conoce como tormenta solar o tormenta geomagnética, una perturbación temporal de la magnetosfera terrestre que, de ocurrir en la actualidad, podría dañar todos los circuitos eléctricos del mundo.

Desde la era de las comunicaciones, una tormenta solar así no ha ocurrido. Pero los expertos alertan de que cada año hay un riesgo notable de que una eyección de masa coronal del Sol llegue hasta nuestro planeta, algo que tendría unas consecuencias que podrían ser devastadoras e implicar, incluso, una caída de la civilización tal y como la conocemos. Y en el artículo de hoy nos vamos a sumergir en la naturaleza de estas tormentas solares.

El Evento Carrington: descubriendo la furia de Helios

En la mitología griega, Helios es la personificación del Sol. Un Dios hábil en controlar la luz que, igual la estrella que nos ha dado y sigue dando vida, puede entrar en furia. Pero no fue hasta mediados del siglo XIX que nos dimos cuenta de que el Sol, nuestra estrella madre, tenía también el poder de derrumbar nuestra civilización.

Era el 28 de agosto del año 1859. El mundo alza la vista al cielo para presenciar un suceso que parecía propio de un relato de fantasía. En prácticamente cualquier lugar del mundo podían observarse auroras boreales. Cortinas de luz que cubrieron la práctica totalidad del cielo. Pero este espectáculo de luces escondía un oscuro origen.

Un secreto que mostró su cara oculta cuando el telégrafo, que había empezado a implantarse en 1843 en Estados Unidos, dejó de funcionar. Todos los cables sufrieron cortocircuitos que provocaron numerosos incendios y la caída de toda la red de comunicación. Y no fue difícil relacionar ambos sucesos. Todas las pistas conducían a un mismo lugar: el Sol.

Y fue así como Richard Carrington, astrónomo inglés, observó la superficie solar para darse cuenta de que, en efecto, había unos extraños estallidos de luz blanca. El astrónomo acababa de descubrir las erupciones solares. Y aquel suceso ocurrido en 1859, bautizado en honor a su nombre como evento Carrington, fue y sigue siendo la interacción más violenta entre la actividad solar y la Tierra desde que tenemos registros.

El evento Carrington es, a día de hoy, poco más que una anécdota, pues sus implicaciones fueron menores. Pero, ¿qué pasaría si, en un mundo que en menos de 200 años después se ha convertido en un lugar totalmente dependiente de la electricidad, una erupción solar azotara la tierra? Pues, en pocas palabras, podría ser el fin de la civilización tal y como la conocemos.

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¿Qué efectos tendría hoy una tormenta solar?

Antes de empezar, queremos dejar claro que vamos a crear una hipotética situación ambientada en un futuro ficticio. Lo hemos ambientado en el año 2029 por simples motivos creativos. No significa que haya indicios de que ese año haya una tormenta solar. Habiendo dicho esto, empecemos con nuestro relato acerca de qué ocurriría si hubiera una tormenta solar.

28 de septiembre de 2029. Un equipo de astrónomos está a punto de descubrir algo que puede cambiar el mundo para siempre. Los científicos del Centro de Predicción del Clima Espacial, en Boulder, Colorado, detectan una explosión solar. Se acaba de producir una fulguración solar, una liberación súbita e intensa de radiación electromagnética en la cromosfera del Sol, calentando el plasma a decenas de millones de grados hasta que se produce una eyección de masa coronal.

El Sol acaba de eyectar plasma al espacio a una velocidad de más de 1.500.000 kilómetros por hora. Y a diferencia de todas las otras veces, la fatalidad se ha puesto de nuestra contra. Esta vez, igual que en 1859, vamos a recibir el impacto de una onda de radiación y viento solar. La humanidad va a enfrentar su mayor tormenta solar de la historia reciente. Y no hay nada que hacer. En 17 horas, este pedazo de Sol va a llegar hasta nosotros.

Cuando lo hace, la eyección de masa coronal impacta contra el campo magnético de la Tierra y se desencadena la gran tormenta solar. No vemos nada. Es una amenaza invisible. Pero mientras el mundo contempla un espectáculo de auroras boreales por todos los lugares del planeta, la civilización está a pocos instantes de caer.

La atmósfera, debido a las partículas de alta energía, se electrificará, momento en el que absolutamente todos los cables de las líneas de electricidad se fundirán y explotarán por la sobrecarga. Un apagón global. En un abrir y cerrar de ojos, el pilar de nuestra civilización moderna, la electricidad, se ha derrumbado.

Y sin ella, desaparece la comunicación. Dejamos de tener acceso a la energía. Los transportes dejan de funcionar. Los sistemas para mantener la comida en buen estado dejan de ser útiles. Los sistemas de suministro de agua se cortan. El abastecimiento de combustible se detiene porque mucho de él se mueve por tuberías que dependen de la electricidad. Dejas de tener acceso a tu dinero porque todo el sistema financiero se apoya en la electricidad. La civilización ha caído. Piensa en todo aquello que depende de la electricidad y que es importante en tu vida.

Un mundo sin electricidad es un mundo que derivaría en la más absoluta anarquía y que nos obligaría a volver a nuestros orígenes para encontrar agua y cazar para sobrevivir. Habría que empezar de cero. Todos nuestros cimientos que, falsamente creemos que son tan sólidos, se apoyan en algo como la electricidad. Y basta con una erupción solar para que todo nuestro sistema económico, financiero y social se venga abajo.

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¿Podemos hacer algo para prevenir sus efectos?

Los científicos llevan años alertando de que la amenaza de una erupción solar es seria y más probable de lo que se piensa. Así, a principios de los años 2000, el congreso de los Estados Unidos dictaminó unas pautas para hacer frente y protegernos de ello. Sabemos qué debemos hacer. Pero para un país como Estados Unidos, un proyecto para proteger a los transformadores eléctricos podría llegar a costar más de 30.000 millones de dólares.

Se han desarrollado equipos que pueden evitar que las líneas de alta tensión se fundan tras una tormenta solar, pero la inmensa mayoría de compañías eléctricas son empresas privadas, no instituciones públicas. Y estas corporaciones, por mucho que sean alertadas, no van a gastar tales cantidades de dinero en algo que, por desgracia, consideramos un escenario de ficción.

Porque no ha ocurrido desde que dependemos de la electricidad. Pero cada año hay una probabilidad del 1% de que ocurra. Esperemos, por el bien de todos, que no debamos buscar responsables. Pero, por desgracia, el tiempo está en nuestra contra. Y el Sol, con su furia, también.

Porque no debemos olvidar que el Sol, pese a ser la estrella que nos ha dado y que nos sigue dando vida, es un inmenso reactor nuclear. Y que toda nuestra civilización, tan dependiente de una efímera tecnología, está a merced de que haya un momento de inusual actividad solar que derive en una eyección de masa coronal.

Debemos tener en cuenta, eso sí, que para que los efectos fueran como los descritos, el campo magnético de la Tierra tendría que estar orientado al sur. Entonces sí que la onda sería peligrosa y habría daños en los circuitos eléctricos, transformadores y sistemas de comunicación, además de que habría una reducción transitoria del campo magnético terrestre.

En cambio, si el campo magnético estuviera orientado al norte, la radiación y el viento solar simplemente rebotarían en la magnetosfera, sin mayores daños. Son, por tanto, muchos factores y casualidades que deben reunirse. Pero la naturaleza nos ha demostrado ya muchas veces que el azar puede ponerse en nuestra contra muy rápidamente.

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