Bocio: causas, síntomas y tratamiento

El bocio es un crecimiento anómalo de la glándula tiroides asociado a alteraciones en la síntesis de hormonas tiroideas generalmente a causa de una deficiencia de yodo en la dieta. Un análisis de sus bases clínicas.

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La glándula tiroides es una estructura de unos 5 cm y un peso de 30 gramos que, localizada en el cuello, tiene un papel esencial no solo dentro del sistema endocrino, sino para el mantenimiento de un correcto estado de salud general. Su principal función es producir y liberar las hormonas tiroideas, que son básicamente la tiroxina (T4) y la triyodotironina (T3).

Estas hormonas tienen una enorme influencia en el índice metabólico, es decir, en la velocidad a la que ocurren los procesos metabólicos del organismo. Y es que además de regular la cantidad de oxígeno que usan las células, también coordinan la producción de proteínas. Una tiroides sana, aquella que produce las hormonas tiroideas cuándo y cómo se necesita, regula correctamente el metabolismo de todo el cuerpo.

Así, la tiroides nos ayuda a tener niveles altos de energía durante el día y bajos por la noche, a mantener un correcto desarrollo y crecimiento corporal, a estimular la quema de grasas, a regular nuestro reloj biológico, a propiciar una correcta salud del sistema nervioso, a mantener la piel saludable, a asimilar nutrientes esenciales, etc.

Por desgracia, como cualquier órgano del cuerpo, la glándula tiroides es susceptible de sufrir alteraciones fisiológicas que pueden afectar a la liberación de estas hormonas. Y una de las condiciones clínicas más relevantes a la hora de determinar que la tiroides está funcionando incorrectamente es el bocio, una hinchazón del cuello por un agrandamiento de la tiroides. Y en el artículo de hoy, de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a indagar en sus bases clínicas.

¿Qué es el bocio?

El bocio es una condición clínica descrita como una hinchazón del cuello a causa de un agrandamiento anómalo de la glándula tiroides. Se trata de un crecimiento de la glándula asociada a trastornos endocrinos en los que se están produciendo cantidades incorrectas de hormonas tiroideas, generalmente a causa de una deficiencia de yodo en la dieta.

Del latín bocĭa, que significa bola o bulto, el bocio es un trastorno del que hay conocimiento desde hace muchos siglos. De hecho, los médicos chinos de la dinastía Yang, en el siglo VII, ya trataron con éxito esta condición mediante la administración en pacientes de glándula tiroidea rica en yodo de animales como cerdos y ovejas en forma cruda, consumiéndose en pastillas o como polvo.

En este sentido, el bocio se trata, en un 90% de los casos, de una consecuencia de la deficiencia de yodo en la dieta. Y puede definirse como un agrandamiento general de la tiroides o como el resultado del crecimiento celular irregular en la tiroides que genera la aparición de uno o más bultos conocidos como nódulos.

Y si bien es cierto que normalmente el bocio está asociado a una producción baja (hipotiroidismo) o excesiva (hipertiroidismo) de hormonas tiroideas, lo cierto es que este también puede ser normofuncionante, es decir, con una producción normal de tiroxina y triyodotironina. Por regla general, muchas veces el único síntoma es la aparición de un bulto en el cuello.

Pero en determinados casos, si el crecimiento de la tiroides es importante, pueden aparecer otros síntomas ligados a la compresión sobre órganos y tejidos vecinos como los nervios, la tráquea o el esófago, además de problemas en el metabolismo por la afectación endocrina sobre la síntesis de hormonas tiroideas. Destacar también que, por lo general, no se trata de un tumor ni de cáncer.

Por ello, en los casos donde el bocio es leve y el agrandamiento no es suficiente como para acarrear problemas físicos o endocrinos, muchas veces no se necesita tratamiento. Pero cuando sí hay complicaciones, se puede optar por un tratamiento farmacológico, quirúrgico o con yodo radiactivo, dependiendo de las necesidades, que da buenos resultados.

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Causas del bocio

El bocio surge como consecuencia de aquellos factores que alteran la fisiología de la glándula tiroides. Sin embargo, la causa principal es más que conocida. Hasta el 90% de los casos se deben a una deficiencia de yodo en la dieta. Y es que el yodo es esencial para que el organismo pueda producir las hormonas tiroideas.

Si no ingerimos el suficiente yodo (mineral presente en la sal, cereales, lácteos, pescados, mariscos, etc), la producción de hormonas tiroideas disminuye y, para intentar revertir esta situación, la tiroides se agranda para intentar captar todo el yodo que pueda y así, pese a la deficiencia, poder producir las cantidades necesarias de hormonas.

De todos modos y pese a que a nivel mundial esta deficiencia de yodo sea la principal causa, lo cierto es que en los países donde añadimos sal a los alimentos, es muy poco probable que lleguemos a tener una deficiencia de yodo así. Por ello, en estos países los casos suelen responder a otras causas.

En este sentido, el bocio también puede estar causado por trastornos autoinmunitarios (el sistema inmune, por un error genético, ataca a las células de la glándula tiroides, como en la enfermedad de Hashimoto o la enfermedad de Graves), el tabaquismo, las infecciones, el consumo de determinados medicamentos, el embarazo (la gonadotropina es una hormona producida en el embarazo que puede inducir un agrandamiento de la tiroides por hiperactividad de la misma), la aparición de nódulos benignos o, en algunos casos, cáncer de tiroides, el décimo cáncer más común del mundo (con 567.000 nuevos casos diagnosticados anualmente en el mundo) que, eso sí, cuenta con una tasa de supervivencia de casi el 100%.

En relación a los factores de riesgo, si bien cualquier persona puede desarrollar bocio, hay algunas situaciones que incrementan las probabilidades: seguir una dieta pobre en yodo (esto no es problema en países desarrollados), ser mujer (la probabilidad es más alta en mujeres, con una incidencia que puede llegar a ser del 60% en mujeres de más de 60 años), tener más de 40 años, tener antecedentes familiares de bocio, estar embarazada, estar en la menopausia, estar medicado y haber pasado con un tratamiento de radioterapia en cuello o pecho.

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Síntomas

Normalmente, más allá de la hinchazón en la base del cuello, el bocio no presenta sintomatología. Y es que no es una enfermedad como tal. Que haya signos clínicos asociados o no dependerá tanto de si el agrandamiento obstaculiza la funcionalidad de estructuras vecinas como de si la fisiología de la glándula tiroides está afectada.

Por un lado, en caso de que el bocio esté relacionado a una excesiva producción de hormonas tiroideas, habrá síntomas propios del hipertiroidismo: aceleración del ritmo cardíaco, sudoración excesiva, insomnio, irritabilidad, tendencia a la ansiedad, nerviosismo, piel delgada, sensibilidad al calor, fragilidad del cabello, alteraciones en la menstruación, incremento de la frecuencia de deposiciones, incremento del apetito, pérdida inexplicable de peso y dificultades para subirlo, fatiga, etc.

Por otro lado, en caso de que el bocio esté relacionado a una insuficiente producción de hormonas tiroideas, habrá síntomas propios del hipotiroidismo: aumento inexplicable de peso, sensibilidad al frío, hinchazón del rostro, disminución del ritmo cardíaco, deficiencias en la memoria, ronquera, rigidez muscular, estreñimiento, tendencia a tener problemas de colesterol alto, somnolencia, dolor articular, etc.

Por último, en caso de que el agrandamiento sea suficientemente severo como para provocar compresión sobre órganos y tejidos vecinos, estaremos ante un caso de bocio obstructivo en el que, por contacto con los nervios, tráquea o esófago, pueden aparecer ronquidos, tos, afonía, ronquera, dolor e incluso dificultades para tragar o para respirar, especialmente cuando se hace un esfuerzo físico.

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Tratamiento

Como hemos dicho, el bocio no es una enfermedad en sí misma. Por ello, por regla general los casos de bocio tanto difuso como nodular no suelen necesitar tratamiento, más allá de un control médico regular para analizar cómo progresa el agrandamiento. Por tanto, el bocio normalmente no requiere de ningún abordaje terapéutico.

Esto siempre y cuando el bocio sea normofuncionante. Es decir, que no esté ligado a afectaciones en la producción de hormonas tiroideas ni haya una compresión ni obstrucción patológica de las estructuras vecinas. En estos casos, como sí pueden haber síntomas e incluso complicaciones médicas, sí que puede ser necesario el tratamiento.

En caso de que el bocio esté asociado a un hipotiroidismo patológico, el tratamiento, que será de por vida, consiste en la administración de medicamentos (el más importante y usado es el Eutirox) que, una vez circulando en sangre, realizan la función de las hormonas tiroideas que no se están produciendo o liberando con normalidad.

En caso de que el bocio esté asociado a un hipertiroidismo patológico, el tratamiento dependerá del paciente y sus necesidades, pero la primera alternativa es la terapia farmacológica, con medicamentos antitiroideos que bloqueas la función de las hormonas o limitan su síntesis. Pero si esto no es suficiente, entran en juego otras opciones como el tratamiento con yodo radiactivo e incluso una extirpación quirúrgica de la glándula tiroides. Ambas situaciones, eso sí, derivan en un hipotirodismo crónico que deberá ser tratado como hemos visto anteriormente.

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