¿Qué es el catéter doble J? Usos y características

Colocar una sonda para drenar la orina desde los riñones hasta la vejiga puede ser la única solución a algunas enfermedades urológicas.

Cateter doble J

La colocación del catéter doble J es un procedimiento quirúrgico que se realiza para drenar adecuadamente los riñones en caso de que haya una obstrucción de los uréteres, los conductos que comunican los riñones con la vejiga.

Su colocación suele ser de carácter temporal, de entre 1 y 3 meses, para resolver problemas de salud tales como cálculos renales que obstruyen los uréteres o enfermedades renales y urológicas diversas que han derivado en complicaciones graves.

Esta técnica suele solucionar estas patologías urológicas de forma efectiva, aunque hay que tener claro en qué casos está recomendada, pues como en cualquier operación de este tipo, hay algunos riesgos asociados a su práctica.

Por ello, en el artículo de hoy hablaremos sobre la implantación de esta sonda, detallando tanto los problemas de salud que pueden requerirla como los peligros que corre la persona que se expone a esta operación.

¿Qué es el catéter doble J?

El catéter doble J es una sonda de calibre muy fino que se introduce en el interior de los uréteres, los conductos que comunican los riñones con la vejiga, la estructura donde se almacena la orina para su posterior micción.

Esta sonda se implanta para garantizar el flujo correcto de la orina desde los riñones hasta la vejiga cuando hay enfermedades o situaciones puntuales que pueden dificultar esta función. Su implantación solo es de tiempo indefinido en raros casos; lo más habitual es que la sonda permanezca en los uréteres durante 1-3 meses, tiempo suficiente para resolver la enfermedad urológica de fondo.

De todos modos, se reserva normalmente como última opción, pues hay algunos riesgos asociados a su implantación que veremos más adelante, como por ejemplo infecciones urinarias, formación de cálculos renales, perforaciones de los uréteres…

¿Cuándo se implanta?

El catéter doble J se implanta cuando el organismo no es capaz de hacer llegar la orina desde los riñones hasta la vejiga, una situación peligrosa que debe ser solucionada inmediatamente para evitar problemas de salud graves.

Las principales situaciones que comprometen el paso de la orina a través de los uréteres son la obstrucción a causa de cálculos renales demasiado grandes y distintas enfermedades renales y/o urológicas.

Obstrucción de los uréteres por cálculos renales

Los cálculos renales, popularmente conocidos como “piedras en el riñón”, son unos depósitos duros de minerales que se forman dentro de los riñones como consecuencia de la cristalización de algunos componentes de la orina.

La deshidratación, el exceso de proteínas, sal y azúcar en la dieta y sufrir distintas enfermedades digestivas suelen estar detrás de la mayoría de casos. Si son pequeños, pueden ser eliminados por la micción, aunque a veces pueda ser muy doloroso.

Sin embargo, hay veces que debido a su gran tamaño, quedan obstruidos en los uréteres, provocando así no solo mucho dolor, sino también dificultando el paso de la orina a través de estos. Ante esta situación, es posible que sea necesario introducir el catéter doble J, cuya implantación puede servir para eliminar el cálculo, fragmentarlo en trozos más pequeños que puedan ser eliminados con la micción o ayudar a aplicar ondas de choque cuyas vibraciones rompen la “piedra”.

Enfermedades renales y urológicas

Los uréteres son sensibles de padecer distintas patologías, algunas de ellas congénitas y otras debidas a lesiones u otras enfermedades. Sea como sea, los uréteres pueden sufrir distintos trastornos que dificulten el flujo de la orina a través de ellos, en cuyo caso es posible que sea necesaria la implantación del catéter doble J.

Algunas personas, de nacimiento, tienen dos uréteres conectados al mismo riñón, cuando en condiciones normales debería haber solo un uréter por cada riñón. El problema de esto es que normalmente uno de los dos está en mal estado, lo que puede dificultar el paso de la orina.

Debido tanto a razones genéticas como por traumatismos, es posible que los uréteres sufran anomalías en su morfología e incluso que desarrollen hernias, situaciones que bloquean el flujo de orina y pueden causar un reflujo de esta hacia los riñones, situación bastante grave.

La formación de tumores en estas regiones, inflamaciones de las paredes de los uréteres a causa de infecciones, endometriosis en las mujeres, casos muy graves de estreñimiento… Todas estas situaciones pueden derivar en una obstrucción de los uréteres sin la necesidad de que se formen cálculos renales.

De igual modo, los riñones pueden sufrir distintas enfermedades que derivan en dificultades para que la orina llegue a la vejiga. En este caso, la implantación de un catéter doble J también puede ser una opción para revertir el problema.

La hidronefrosis unilateral es una condición en la que se acumula orina en los riñones debido a distintos trastornos renales. Dependiendo de la causa de fondo, el catéter doble J puede volver a recuperar el flujo normal de orina hacia la vejiga.

Riesgos de su implantación

Implantar un catéter en los uréteres se trata de una operación quirúrgica bastante invasiva, por lo que evidentemente hay riesgos asociados a su realización. A continuación presentamos algunos de los más frecuentes.

La complicación más común y que, de hecho, sucede en prácticamente todas las personas que se someten a esta intervención es que hay reflujos de orina hacia el riñón, una situación que puede causar molestias importantes en la zona de los riñones. También incrementa el riesgo de que se formen cálculos renales.

Las infecciones urinarias son una de las complicaciones más frecuentes, pues se introduce un dispositivo que, por muchas normas higiénicas que se sigan, siempre hay riesgo de que permita la entrada de distintas bacterias patogénicas. De todos modos, aunque surjan en cerca del 20% de casos, los tratamientos con antibióticos suelen ser efectivos.

Es posible también que la implantación no se dé de manera correcta, que no se quede en la posición exacta o que el propio catéter contribuya a la obstrucción de los uréteres. En este caso, habrá que volver a realizar la operación o decantarse por realizar otras técnicas quirúrgicas.

Las perforaciones de los uréteres a causa de la sonda o la rotura de esta son situaciones poco comunes pero existe el riesgo de que sucedan. Dejando a un lado esto, es perfectamente normal notar algunas molestias en la zona donde se encuentra el catéter.

La hematuria, que consiste en la presencia de sangre en la orina, es una complicación común e incluso en algunos casos puede ser lo suficientemente abundante como para requerir de una transfusión sanguínea.

La mayor complicación es que la técnica salga mal y que sea imposible retirar el catéter, en cuyo caso será necesario realizar una cirugía abierta para extraerlo. De todos modos, esto sucede en muy pocos casos.

¿Cómo reducir el riesgo de complicaciones?

La implantación de un catéter doble J puede ser la mejor opción para resolver problemas renales y urológicos que imposibiliten o dificulten la micción. De todos modos, hemos visto que su realización está vinculada a distintos riesgos, por lo que es importante no solo tomar conciencia de ellos, sino también saber qué podemos hacer para aumentar las probabilidades de que este tratamiento sea lo más efectivo posible.

Para reducir el riesgo de infecciones, es importante limpiar muy bien todos los días la zona por la que ha entrado la sonda. De este modo, se reduce al máximo el riesgo de sufrir enfermedades urológicas, una de las complicaciones más comunes y a la vez molestas.

Beber mucha agua para mantenerse hidratado y moderar el consumo de proteínas, sal y azúcar en la dieta es una de las mejores maneras de reducir las probabilidades de que se formen piedras en el riñón, otra de las complicaciones más frecuentes.

Es importante también solicitar atención médica tan buen punto se observen las siguientes situaciones: fiebre, escalofríos, espasmos musculares en la zona donde se ha implantado, formación de úlceras en la zona cercana al lugar de la implantación, olor fuerte y/o turbidez en la orina, sangre en la orina, problemas durante la micción, dolor inusual en la zona, etc.

De este modo, podrá recibir la atención médica necesaria para evitar la aparición o el progreso de las complicaciones anteriormente mencionadas. El médico valorará la situación y optará por extraer la sonda en caso de que haya riesgos o bien se iniciará un tratamiento con antibióticos para combatir las posibles infecciones.

Pero, ¿siempre se implanta un catéter doble J?

En el artículo de hoy nos hemos centrado en este tipo de sonda, que es la que se implanta cuando la obstrucción sucede en los uréteres, es decir, la orina no fluye desde los riñones hasta la vejiga. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta no es la condición más frecuente. Lo más común en cuanto a obstrucciones urológicas es que estas sucedan en la uretra, que es el conducto que comunica la vejiga con el exterior.

En estos casos no se implanta un catéter doble J, sino un catéter simple. Se trata de una operación menos invasiva y la sonda debe permanecer en la uretra muy poco tiempo. El trastorno se resuelve más rápido y el riesgo de complicaciones es menor que en el catéter doble J.

Referencias bibliográficas

  • Dirks, J., Remuzzi, G., Horton, S. et al (2006) “Diseases of the Kidney and the Urinary System”. Oxford University Press.
  • Urology Care Foundation. (2015) “Kidney Stones: A Patient Guide”. Urology Health.
  • Gonzalo Rodríguez, V., Rivero Martínez, M.D., Trueba Arguiñarena, F.J. (2008) “Empleo del catéter doble J para la prevención de las complicaciones urológicas en el trasplante renal”. Actas Urológicas Españolas.
  • Palacios Jiménez, P. (2014) “ Colocar o no catéter doble J, una disquisición de lo teórico a lo práctico”. Revista Cubana de Urología.
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