¿Qué es la Dark Web? Origen y bases informáticas

El Internet Oscuro es aquella parte de la Deep Web a la cual solo se puede acceder a partir de un software específico donde el anonimato absoluto ha permitido la expansión del cibercrimen. Un viaje a sus orígenes, implicaciones y futuro.

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Bangkok, Tailandia. 5 de julio de 2017. Las autoridades tailandesas, en cooperación con el FBI, detienen en su casa a Alexandre Cazes, un joven canadiense al que, en una operación internacional con el nombre en clave de Bayonet, estaban buscando desde hacía años. Y por fin, habían dado con él. Este joven de 26 años estaba operando, desde su habitación, uno de los negocios clandestinos más fructíferos del planeta.

Alexandre, bajo el nombre en clave de alpha02, era el administrador de AlphaBay, un mercado online que facturaba más de 500 millones de dólares al año y que, en aquel momento, contaba con unos 200.000 usuarios y medio millón de productos enlistados entre los que se encontraban drogas, armas, documentos oficiales falsos, pornografía infantil y cualquier contenido material o audiovisual ilegal en cualquier país del mundo.

En cuanto lo atraparon y dispusieron de las claves, en una rueda de prensa en Washington liderada por Jeff Sessions, ex fiscal general de los Estados Unidos, el FBI comunicó al mundo que habían conseguido cerrar AlphaBay. Pero cuando unos días después Alexandre Cazes fue descubierto muerto en una prisión de Tailandia por causa de, aparentemente, suicidio, todo empezó a volverse más oscuro.

¿Cómo pudo un chico de 26 años llegar a poseer un patrimonio de 20 millones de dólares dirigiendo, desde su casa y con un simple portátil, un negocio de compra-venta de bienes ilegales que consiguió operar a nivel internacional durante tres años facturando cientos de millones de dólares anuales burlando todas las acciones de los principales sistemas de inteligencia del mundo? La respuesta es muy simple y muy compleja a la vez.

Alexandre Cazes y su multimillonario negocio ilegal estaban escondidos en el anonimato que ofrecen las profundidades más oscuras de Internet. Todo este mercado se movía a través de las entrañas de la red, a través de sistemas que permiten brindar al usuario total privacidad.

Una privacidad que ha sido, sigue y seguirá siendo usada, por desgracia, para conformar el que seguramente es el pozo más tenebroso que nos ha dejado nuestro irrefrenable progreso tecnológico. La maldición de la era digital. AlphaBay era el mercado más grande de la famosa Dark Web. Y en el artículo de hoy y, como siempre, de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a indagar en la parte real (y desmentir todas las leyendas urbanas) de este Internet oscuro.

Viaje a las profundidades de Internet

Es una evidencia que Internet ha cambiado por completo el mundo en el que vivimos. El modo en el que nos comunicamos. El modo en el que aprendemos. El modo en el que nos entretenemos. El modo en el que comprendemos qué ocurre en el mundo. El modo en el que entramos en contacto con culturas y personas que, si bien hubo un tiempo en el que parecían pertenecer a otro mundo, hoy podemos sentirlas cerca dentro de esta civilización globalizada que hemos creado.

Cada minuto que pasa, 95 millones de fotos son publicadas en Instagram, 500.000 comentarios son publicados en Facebook, 300 horas de contenido son subidas a Youtube, 500.000 snapchats son enviados y 70 millones de mensajes son enviados a través de Whatsapp. Internet se ha convertido en la especie dominante del planeta. En menos de 50 años, Internet ha dejado de ser una mera fantasía a dominar la sociedad en la que vivimos.

Nos ha traído lo mejor y lo peor. Nos ha permitido acceder a toda la información imaginable para nutrirnos de todo el conocimiento humano a un solo clic de distancia. Nos ha abierto las puertas a romper las fronteras entre personas para comunicarnos con cualquier ser humano del planeta. Ha alzado carreras dando voz a personas que, sin Internet, no hubieran conseguido encontrar su sitio en el mundo. Ha fomentado la aparición de nuevos empleos y oportunidades de trabajo. Nos ha hecho sentirnos más unidos y conectados que nunca. Nos ha brindado la oportunidad de difundir nuestras propias ideas y contenidos…

Pero toda moneda tiene su cruz. No todo lo que reluce es oro. Internet también ha creado un mundo de falsedades. Un mundo en el que estamos constantemente sometidos a inputs de información que nos bombardean a todas horas, que nos impiden ser capaces muchas veces de encontrar la línea entre la verdad y la mentira y que nos llevan a vivir más sumergidos en el mundo digital que en el real. El estrés, las inseguridades personales, la difusión de fake news, el ciberacoso… El lado negativo de Internet es extenso, pero nada de lo que hemos mencionado puede compararse con la verdadera maldición de la era digital.

Porque silenciado y oculto, en las profundidades de la red se esconde todo un mundo donde se usa el absoluto anonimato para dar vía libre a la criminalidad y a la parte más oscura de la naturaleza humana. Un lugar donde todo vale. Un lugar rodeado de sensacionalismo y leyendas urbanas que se ha convertido en todo un fenómeno mediático del que, aun así, hay muchas concepciones erróneas.

Hablamos de la Dark Web, aquella parte de la deep web a la cual solo puede accederse a través de softwares específicos y que brinda un absoluto anonimato bajo el cual muchas personas se esconden no solo para comercializar con drogas, armas ilegales, documentos de identidad o pasaportes falsos, sino para dar rienda suelta a sus más oscuros deseos. Pero para comprender la naturaleza de la Dark Web, debemos retroceder unos años en el pasado. Hasta el propio origen de Internet.

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El origen de todo: el nacimiento de la World Wide Web

Agosto de 1962. Joseph Carl Robnett Licklider, informático estadounidense considerado una de las figuras más importantes de la historia de la ciencia computacional, plantea una idea revolucionaria que, como siempre, fue considerada una simple fantasía. Que los ordenadores, que hasta aquel entonces eran unidades individuales que simplemente realizaban tareas informáticas muy sencillas, pudieran hablar entre ellos.

Pero la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa, más conocida por su acrónimo DARPA, una agencia del departamento de defensa de los Estados Unidos, vio en esta idea el siguiente paso en la evolución tecnológica de la humanidad. Y fue así como nació ARPANET, una red de computadoras que representó el preludio de Internet.

ARPANET pretendía ser un medio de comunicación entre las distintas instituciones académicas del país para así estimular y facilitar la investigación científica. Así, en 1969, se envió el primer mensaje a través de esta red precursora de Internet, el cual fue enviado desde un ordenador de la Universidad de California hasta la Universidad de Stanford, separadas por 560 km.

El mensaje enviado fue una sola palabra que, seguramente, nos resulte familiar: LOGIN. Eso sí, solo consiguieron enviar LO antes de que el sistema crasheara. Pero no importó. Acaban de demostrar que los ordenadores podían comunicarse entre ellos. Y la historia estaba a punto de cambiar para siempre. Solo era cuestión de tiempo.

Estábamos ya en la década de los años 70. Hay muchos ordenadores en muchos sitios, pero estos son como máquinas solitarias que no pueden comunicarse entre ellas, pues el sistema usado tenía todavía muchas lagunas computacionales. Pero en este contexto, Vinton Cerf y Robert E. Kahn, científicos de la computación estadounidense, desarrollan el modelo TCP/IP, un protocolo que describe el conjunto de guías para permitir que un equipo se comunique con una red.

Una vez integrado en ARPANET, este protocolo permitía que la información fuera segmentada en lo que llamamos paquetes para así ser enviados de un sitio a otro. La tecnología funcionaba y empezamos a conocer ese sistema de comunicación intercomputacional como Internet. Este sistema fue expandiéndose lenta pero continuamente.

Para el año 1984, había 1.000 computadoras conectadas en el mundo. Para 1987, 10.000. Para 1989, 100.000. Cada vez éramos capaces de enviar más información entre más lugares. Pero nos habíamos quedado ahí. Internet era simplemente una herramienta de mensajería. De momento, no veíamos nada más allá de la posibilidad de enviar mails.

Hasta que llegó Tim Berners-Lee, científico de la computación británico, que vio en Internet algo mucho más poderoso. Quería hacer de él un lugar no solo para enviar información, sino para almacenarla. Su voluntad era la de crear algo que permitiera a la gente, en cualquier parte del mundo, compartir información y tener acceso a ella a través de páginas que tuvieran una localización específica dentro de Internet. Y sobra decir que lo consiguió.

Era el año 1991 y la World Wide Web acaba de nacer. Un sistema que permite transmitir textos a través de enlaces de página web, gestionando información compartida por Internet y permitiendo a los usuarios navegar a voluntad por una red de nodos. La conectividad explota, el mundo se da cuenta del poder de Internet y al año siguiente ya había más de un millón de ordenadores conectados.

El mundo cambió ese 6 de agosto de 1991 en el que Tim Berners-Lee anuncia la creación de esta aplicación dentro de Internet que permitía que el contenido y la información se almacenara en páginas web. El resto es historia. Pero ya en aquel momento, nos dimos cuenta de algo. Internet no se había creado para ser privada. Por la simple naturaleza de la conectividad a Internet, todo podía ser rastreado desde el mensajero hasta el destinatario.

Y creer que las grandes potencias iban a usar un sistema susceptible de ser interceptado por países enemigos es pecar de inocencia. Y Estados Unidos, como de costumbre, no tardó en abordar este problema de la privacidad.

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Tim Berners-Lee.

Estados Unidos, TOR y la maldición de la privacidad

Mediados de los años 90. Internet, con su World Wide Web, está creciendo a un ritmo exponencial, obligando a las naciones a adaptarse a esta tecnología de la comunicación pero también a enfrentar los problemas que la prácticamente nula privacidad estaba exponiendo. Por ello, Estados Unidos quiso desarrollar un sistema que protegiera sus comunicaciones.

Así, en un proyecto del Laboratorio de Investigación Naval de Estados Unidos, el matemático estadounidense Paul Syverson y los científicos de la computación Michael Reed y David Goldshlag empiezan a trabajar en algo llamado Onion Routing, un sistema de comunicación a través de Internet donde se protegen los datos enviados cubriéndolos de varias capas de encriptación (como una cebolla, de ahí el nombre) donde el mensaje original se encuentra en la región más interna.

Cada punto intermedio solo sabe de dónde viene y hacia dónde va el mensaje, pero no sabe nada de su contenido. En lugar de hablar directamente con la página web que se quiere visitar, primero se habla con un intermediario, que va a hablar con otro intermediario, que va a hablar con otro intermediario… Y así sucesivamente.

Los científicos estadounidenses vieron que su sistema funcionaba. La absoluta privacidad en Internet era posible. Y fue así como, en el año 2002 nació TOR, siglas de The Onion Routing, un software que permite esta comunicación anónima a través de Internet en el que, en lugar de usar el Internet no encriptado, el tráfico pasaba a través de una red superpuesta. Estados Unidos había desarrollado una forma de conseguir privacidad absoluta para sus comunicaciones.

Pero rápidamente se dieron cuenta de algo. ¿De qué servía el anonimato si solo ellos podían ser anónimos? Para ocultarse en Internet, debían haber millones de personas usando su software. Y fue así como, en una acción que cambiaría para siempre la historia de Internet, el departamento de defensa de los Estados Unidos lanzó TOR al público. Bajo la promesa de total privacidad en la red, cualquier persona del mundo tuvo acceso a este software. Estados Unidos acababa de liberar a la bestia.

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Surface, Deep y Dark Web: ¿quién es quién?

TOR había sido ideado como un sistema para comunicarse de forma anónima y brindando una privacidad que los softwares normales de navegación web no podían ofrecer. Pero fue solo cuestión de tiempo que las personas se dieran cuenta de las posibilidades oscuras que ofrecía. TOR abría la puerta a un nuevo mundo dentro de Internet.

Pero para entenderlo mejor, debemos hablar de cómo se divide Internet. La parte de Internet que usamos a diario es la surface web, que representa el 4% de todo el contenido que existe en la red. Wikipedia, amazon, periódicos digitales, Facebook… Todo aquel contenido no encriptado y que está indexado en los motores de búsqueda, es surface web. En otras palabras, si puedes encontrarlo en Google, es surface web.

Bajo esta red superficial y con un grado más de protección y privacidad se encuentra la Deep web. La red profunda, que representa el 96% de todo el contenido que existe en Internet, simplemente se refiere a todo aquello que no está indexado en los motores de búsqueda. Todas aquellas páginas protegidas por contraseña es la red profunda, pues no todo el mundo tiene acceso.

Las cuentas bancarias de particulares o de corporaciones, historiales médicos, bases de datos de empresas, contenidos de pago como Netflix, cuentas de redes sociales bajo contraseña… Todo esto es, técnicamente, Deep Web. Es como la surface web pero con un poco más de secretismo. Ahora bien, en la parte más profunda de esta deep web se esconde un pequeño pozo donde se encuentran las webs encriptadas para esconder su existencia, sin direcciones IP para ser prácticamente irreconocibles y cuyo acceso solo es posible a través de softwares que enmascaran la identidad del usuario.

Esta parte de Internet es lo que se conoce como Dark Web y que puede entenderse como el conjunto de redes oscuras o darknets. Existen muchas darknets distintas, cada una accediendo a través de un software determinado. Pero, como es evidente por lo que hemos comentado, la más grande es, con diferencia, TOR. Y es ahora cuando entenderemos por qué su liberación al público supuso la gran maldición de la era digital.

Millones de personas empezaron a utilizar TOR para navegar por la surface web sin miedo a los sistemas de vigilancia. Y se estima que, actualmente, en 2022, de los dos millones de usuarios diarios de TOR, el 97% utilizan este software solo para esto. Pero… ¿qué pasa con ese 3%? Bueno. Ese porcentaje está usando TOR para acceder a la Dark Web.

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¿Qué es la Dark Web?

La Dark Web es el conjunto de Dark Nets que se encuentran dentro de la Deep Web, siendo así el conjunto de webs encriptadas para esconder su existencia y sin direcciones IP para ser prácticamente irreconocibles. Existen muchas dark nets distintas, pero la más utilizada es, sin lugar a dudas, TOR. Así que para entenderlo, podemos considerar la Dark Web o Internet oscuro como aquella porción de la red accesible solo a través del software TOR.

Como decimos, una vez descargas TOR, que no es, por si alguien lo había pensado, en absoluto ilegal, puedes usarlo como si se tratara de un navegador común. TOR no es la Dark Web. Lo que hace que la Dark Web exista dentro de TOR es la existencia de los conocidos como hidden services, o servicios secretos.

Unas páginas web a las que solo se puede acceder a través de TOR donde no hay dominios normales. Los links son caracteres random con la particularidad de terminar en .onion. Todas estás páginas conforman la Dark Net de TOR, las cuales, junto a las otras redes oscuras de softwares de encriptación similares, constituyen la Dark Web.

Las estimaciones indican que hay unas 30.000 webs terminadas en .onion, unas páginas que no son rastreables y dentro de las cuales los usuarios se esconden en el más absoluto anonimato. Y de estas, hay entre 1.000 y 5.000 que, ahora sí, esconden el lado más oscuro de Internet. Páginas que dan acceso a contenido absolutamente ilegal. En esta región de Internet, donde los usuarios se esconden en el anonimato, todo vale. TOR te oculta por completo. Ninguna agencia puede saber de dónde viene o hacia dónde va la información. No hay límites.

En la Dark Web hay una terrorífica libertad para cometer crímenes. No hay nada que impida que cualquier persona con el suficiente dinero y el suficiente tiempo, haga lo que quiera. El negocio más grande y que mueve mayores cantidades de dinero es el de la droga, accediendo a mercados online como Silk Road o AlphaBay que han movido miles de millones de dólares. Pero, por desgracia, la droga no es lo único que se esconde en la Dark Web.

La segunda industria más grande es la de los asesinos a sueldo, con páginas que, en un simple clic y una transacción, te permiten contratar, con una tarifa que varía dependiendo de quién sea el blanco pero que puede ser de apenas 5.000 dólares, a una persona que va a asesinar a quien te plazca. Del mismo modo, puedes comprar diplomas, pasaportes, armas, documentos de identidad, tarjetas de crédito robadas, historiales médicos por 50 dólares, órganos, información confidencial e incluso seres humanos para su explotación… Todo el comercio ilegal se está moviendo a la Dark Web.

Y es aquí cuando entra un personaje en escena: las criptomonedas. Todas las transacciones realizadas en la Dark Web se realizan mediante criptomonedas, especialmente Bitcoin, pues con estas divisas, a diferencia de las convencionales, su tecnología Blockchain hace que sea imposible rastrear dichas transacciones. No hay forma de conocer los movimientos de activos para llegar a la persona. Cualquiera puede enviar millones de dólares en Bitcoin a otra parte del mundo sin que nadie se dé cuenta.

Navegas de forma anónima y comercializas sin dejar huella. De la combinación entre TOR y las criptomonedas nace la tormenta perfecta para el cibercrimen. En 2011, Silk Road fue el primer mercado en usar criptomonedas como única forma de pago aceptada, siendo así el detonante para que cientos de páginas similares copiaran el modelo. En ese momento, un Bitcoin tenía un valor de menos de un dólar. A día de hoy, su valor es de más de 40.000 dólares. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Pero hay incluso más oscuridad dentro de la Dark Web. Hay páginas de pornografía infantil cuyos nombres, evidentemente, no vamos a decir, que tienen más de 200.000 usuarios. Al mismo tiempo, existen foros donde pederastas hablan de cómo violan, matan y secuestran niños, dándose consejos entre ellos; foros de neonazis; páginas con vídeos de torturas a personas y animales; contenido de canibalismo; archivos descargables con diseños que permiten imprimir armas en casa si se tiene una impresora 3D; páginas de contenido satánico; páginas de reclutamiento de terroristas donde estas organizaciones planifican atentados…

Incluso existen las conocidas como Red Rooms, unas páginas de livestream donde se emite en directo la imagen de una persona siendo torturada o asesinada para el entretenimiento de los espectadores, los cuales pueden, si envían dinero, dar instrucciones de lo que quieren que se les haga a la víctima. Es el pozo más oscuro de Internet. Una selva donde personas enfermas se esconden bajo la capa del anonimato para cometer atrocidades y saciar sus más perversos deseos.

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La lucha entre la luz y la oscuridad: ¿cuál es el futuro de la Dark Web?

TOR fue un proyecto del departamento de defensa de los Estados Unidos, así que ante ese escenario cualquier persona se pregunta que por qué no terminan con este proyecto. Todos los países del mundo están luchando a ciegas contra un cibercrimen que está apoderándose de Internet en lugar de atacar al origen del problema y cerrar TOR. Pero no es tan sencillo.

Estados Unidos jamás cerrará TOR. Ellos lo crearon y necesitan la absoluta privacidad que este ofrece para sus actividades anónimas. Y para ello, necesitan que haya cientos de miles de usuarios usando el software. Todas las atrocidades que se cometan en la Dark Web representan, simplemente, un coste que están dispuestos a pagar.

Además, solo cuando la libertad se ha convertido en algo que ni siquiera valoramos el anonimato se convierte en un arma. En lugares donde no eres libre de ser quien eres, que exista algo como TOR, que te brinde anonimato, es algo que puede cambiar tu vida. En occidente, vemos la Dark Web como un lugar oscuro. Pero en países menos afortunados, es precisamente el único lugar seguro en el infierno en el que viven.

La privacidad que ofrece la Dark Web permite que personas que viven en regímenes opresores puedan ser ellas mismas y hablar libremente, que las organizaciones que promueven revueltas sociales puedan intercambiar información de forma segura, que los activistas del movimiento LGTB en países africanos y de Oriente Medio puedan dar a conocer al mundo la situación horrible en la que viven y, en definitiva, que encuentren, en este anonimato absoluto en las profundidades de Internet, una razón para seguir viviendo.

Nada es blanco o negro y la batalla por la privacidad la perdimos hace mucho tiempo. Tenemos que redefinir el concepto de la misma. Porque la Dark Web no es maligna, quien tiene maldad son las personas. Y sin demanda, no habrá oferta. No debemos silenciar la verdad de lo que está ocurriendo en las profundidades de Internet, pero tampoco jugar con el sensacionalismo.

Internet se ha convertido en una maldición. Y hay quien dice que toda posible civilización del Universo se autodestruye como consecuencia de su propio progreso tecnológico. Veremos si estamos a las puertas del inicio de nuestro fin. Por ahora, solo hay una cosa clara. Que la Dark Web, como todo en la vida, es una escala de grises; y que, al fin y al cabo, por muy avanzados que seamos y por mucho que haya cambiado el mundo, todo se reduce a la misma historia de siempre: la lucha entre la luz y la oscuridad.

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