Absceso Dental: causas, síntomas y tratamiento

Los abscesos dentales son acumulaciones de pus en los dientes a causa de una infección bacteriana que pueden derivar en severas complicaciones, requiriendo de un drenaje como forma de tratamiento. Una descripción de sus bases clínicas.

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Los dientes son estructuras altamente mineralizadas ricas en calcio y fósforo, dos minerales que hacen que sean los órganos más duros del cuerpo humano. Pero además de esta mineralización externa, los dientes están formados por estructuras más blandas que hacen posible la irrigación tanto nerviosa como sanguínea para dar a las células del tejido el oxígeno y nutrientes que necesitan.

Así pues, los dientes son estructuras duras y de color blanco que se encuentran fijadas en la cavidad oral gracias a un anclaje a los huesos maxilares. Empezando a desarrollarse desde el nacimiento, en la edad adulta tenemos un total de 32 dientes que cumplen con funciones muy importantes no solo en la digestión por la trituración de alimentos, sino en la comunicación oral.

El problema es que esta complejidad morfológica y fisiológica, sumada a que la boca reúne las condiciones idóneas de presencia de alimentos, humedad, exposición al ambiente y temperatura para que los microorganismos proliferen, hacen que los dientes sean uno de los órganos más susceptibles del cuerpo a pasar por procesos infecciosos.

Y en este contexto, una de las patologías más problemáticas son los conocidos como abscesos dentales, unas acumulaciones de pus en los dientes a causa de una infección bacteriana que pueden derivar en severas complicaciones si no se da el tratamiento adecuado. Así, en el artículo de hoy y de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a analizar sus bases clínicas.

¿Qué son los abscesos dentales?

Los abscesos dentales son acumulaciones de pus en los dientes a causa de una infección bacteriana. Se trata, pues, de material infectado en el centro de un diente por la colonización de bacterias patógenas. Esta situación puede derivar en complicaciones severas, por lo que el tratamiento a través de un drenaje de este pus es esencial.

Los abscesos dentales pueden producirse a raíz de una caries, pero también cuando el diente se astilla, se rompe o sufre cualquier tipo de lesión que haga que aparezcan aberturas en el esmalte dental que permitan el ingreso de bacterias en el centro del diente, es decir, en la pulpa.

Esta infección bacteriana es lo que, por la respuesta inmunitaria, estimula la acumulación de pus y la dolorosa (con un dolor continuo que no se detiene) inflamación de los tejidos internos del diente, con una sintomatología que va empeorando a medida que progresa la infección, pudiendo llegar a destruir el tejido interno del diente.

Así, los abscesos dentales pueden derivar en complicaciones graves e incluso potencialmente mortales. Sin tratamiento, pueden ocasionar pérdida del diente e incluso una infección de la sangre (una situación peligrosa que puede ser letal) o diseminación a otros órganos del cuerpo, causando neumonía, abscesos cerebrales o inflamación del corazón.

Por ello, el tratamiento es absolutamente esencial, que tendrá el objetivo de curar la infección, prevenir complicaciones y preservar el diente. Así, la administración de antibióticos, el drenaje del pus e incluso una extracción del diente son las terapias que más habitualmente se realizan, recordando que algunas personas deben ser hospitalizadas.

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Causas abscesos dentales

Los abscesos dentales aparecen porque las bacterias colonizan la pulpa del diente, que es básicamente el núcleo del mismo. A diferencia de la dentina y el esmalte, la pulpa es un tejido blando en el que se encuentran los nervios y vasos sanguíneos del diente. Su función es la de dar sensibilidad y renovar las células del resto del diente para que este mantenga su funcionalidad.

Tiene mucha más sensibilidad que el esmalte (la parte más externa del diente y la estructura más dura del cuerpo humano) y que la dentina (justo por debajo del esmalte, tiene una constitución similar al hueso), por lo que una infección en esta región provoca un dolor que es casi insoportable, como veremos después cuando analicemos los síntomas.

Ahora bien, ¿cómo llegan las bacterias hasta esta parte tan interna del diente? Por un lado, puede ocurrir por una evolución de una caries dental no tratada, es decir, por una perforación de los dientes por una colonización bacteriana que, si bien empieza en el esmalte, puede ir avanzando hasta que las bacterias llegan a la pulpa.

Por otro lado, la llegada a esta parte interna del diente puede ocurrir sin una asociación a caries dentales, pues las bacterias pueden ingresar directamente a la pulpa dental si el diente se rompe, se astilla o si sufre cualquier lesión que ponga a la pulpa en contacto directo con el medio externo, momento en el que las bacterias patógenas pueden realizar la colonización de forma directa.

Sea como sea la vía de infección, cuando las bacterias crecen y la respuesta inmune en el interior del diente se desencadena, aparece la inflamación dolorosa y la acumulación de pus que constituyen un cuadro de absceso dental. Cualquier persona puede sufrir esta patología, pero es evidente que hay determinados factores de riesgo que incrementan su probabilidad de ocurrencia.

Así, una mala higiene dental, seguir una alimentación muy rica en azúcares (estos nutrientes son los predilectos para las bacterias) y tener la boca seca son situaciones que incrementan el riesgo de sufrir caries y, por tanto, tener esta complicación del absceso dental. Dicho esto, veamos cuáles son los síntomas y complicaciones de este trastorno.

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Síntomas y complicaciones

Los síntomas de un absceso dental están relacionados con la acumulación de pus y la inflamación de la pulpa dental causadas por la proliferación de bacterias en el interior del diente, con una sintomatología que, sin tratamiento, va empeorando hasta que el dolor es casi insoportable y aparecen complicas potencialmente mortales.

El dolor continuo, agudo, pulsátil o punzante que no se detiene es el principal síntoma, que viene acompañado de dolores de muelas, dolores que se proyectan hasta la mandíbula, el cuello o la oreja, fiebre, sensibilidad a la presión, sensibilidad al frío y al calor, dificultad para tragar o respirar, inflamación de los ganglios linfáticos del cuello, aparición repentina de un sarpullido lleno de líquido salino en el diente, malestar general, sabor amargo en la boca, área mandibular inflamada, hinchazón de la encía…

Ante cualquiera de estos síntomas, es importante buscar atención médica, especialmente si hay fiebre alta e inflamación del rostro, pues pueden indicar que la infección es grave e incluso que ha proliferado más allá del diente, llegando al tejido circundante e incluso a regiones más alejadas del cuerpo, en cuyo caso el riesgo de complicaciones severas es más alto.

Sin tratamiento, un absceso dental puede derivar en complicaciones graves como una pérdida del diente, propagación de la infección a los huesos de la mandíbula, propagación de la infección al tejido blando circundante, diseminación a otros órganos y tejidos (pudiendo ocasionar neumonías, inflamaciones del corazón o abscesos cerebrales) e incluso una septicemia, es decir, una infección de la sangre que pone en serio peligro la vida del paciente.

Como vemos, los abscesos sin tratamiento pueden empeorar y llevar a complicaciones potencialmente mortales. Pero cuando el tratamiento es el adecuado y llega en el momento justo, a menudo el diente se puede salvar y la infección remite antes de ocasionar daños mayores. Veamos, pues, cuál es el tratamiento de un absceso dental.

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Tratamiento

El diagnóstico de un absceso dental consiste en una exploración física de los síntomas y del estado de salud del diente y del área circundante, aunque se pueden hacer radiografías o tomografías computarizadas para evaluar la magnitud de la infección y a identificar la ubicación exacta del absceso. Aun así, detectarlo no es difícil.

Una vez diagnosticado el absceso dental, el dentista iniciará el tratamiento, que tiene el objetivo de curar la infección y, en la medida de lo posible, salvar el diente. El pronóstico del tratamiento y las expectativas de mejoría dependerá de cuándo el paciente haya acudido a buscar atención médica, pues el diagnóstico precoz es esencial.

Si la infección está limitada a la región del absceso, es posible que no sean necesarios los antibióticos, pues el dentista puede realizar un pequeño corte en el absceso y realizar un drenaje del pus para posteriormente lavar la zona con una solución salina. Drenar la acumulación de material infectado es una de las prioridades.

En ocasiones, para maximizar la eliminación de la infección y salvar el diente, puede realizarse un tratamiento de conducto, que consiste en perforar la pieza dental y eliminar el tejido de la pulpa afectado para, con el pus drenado, sellar la cámara de la pulpa. Si el diente se cuida, esta pieza puede durar en buenas condiciones toda la vida.

Ahora bien, hay veces en las que, si la infección ha progresado mucho y los daños tisulares son graves, el diente no puede salvarse. En tal caso, el dentista realizará una extracción de la pieza dental y drenará el absceso. Del mismo modo, si ha habido diseminación de la infección, es probable que haya que recetar antibióticos.

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