Fiebre de Lassa: causas, síntomas y tratamiento

La fiebre de Lassa es una enfermedad zoonótica que causa una fiebre hemorrágica vírica aguda potencialmente grave. Un análisis de las bases clínicas de esta infección endémica de África Occidental.

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Los animales pueden transmitir todo tipo de patógenos. Y uno de los principales problemas es que animales infectados pueden parecer perfectamente sanos, pero si por distintas vías se da un salto al ser humano, puede ocurrir un contagio y posterior desarrollo de una infección en la que, como la bacteria o virus o en cuestión no está adaptada a nuestro organismo, aparecen unos síntomas potencialmente graves.

Estas patologías en las que se da un salto de un animal a un humano se conocen como enfermedades zoonóticas o zoonosis, que son todas aquellas infecciones que afectan a humanos en la que el patógeno en cuestión se transmite desde una especie animal hasta una persona. Se estima que 6 de cada 10 veces que enfermamos por causa infecciosa es porque un animal nos ha transmitido un patógeno.

Existen muchas enfermedades zoonóticas distintas, como por ejemplo la rabia, la enfermedad por arañazo de gato, la enfermedad de Lyme, la tiña, la campilobacteriosis, la sarna, la salmonelosis, la malaria, la fiebre amarilla, la gripe aviar, etc, pero hay una que, si bien no es demasiado conocida en occidente, sí que es un grave problema en zonas de África donde es endémica. Hablamos de la Fiebre de Lassa.

Tratándose de una fiebre hemorrágica vírica aguda potencialmente grave, la Fiebre de Lassa es una enfermedad zoonótica endémica en diversas regiones de África Occidental que, en uno de cada cinco pacientes, cursa con síntomas severos. Y en el artículo de hoy, de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a analizar las causas, síntomas y tratamiento de la Fiebre de Lassa.

¿Qué es la Fiebre de Lassa?

La fiebre de Lassa es una enfermedad zoonótica endémica de África Occidental que provoca una fiebre hemorrágica viral aguda potencialmente grave. Se trata de una patología causada por una infección por Arenavirus, que afecta a distintos sistemas del organismo y que puede resultar letal, por lo que es necesario un tratamiento con ribavirina por vía intravenosa.

Descrita por primera vez en la década de los 50, la fiebre de Lassa debe su nombre a que el primer caso se dio en Lassa, Nigeria. El virus no se aisló hasta 1969 y hasta el día de hoy se han informado de brotes en, además de Nigeria, Liberia, Sierra Leona, Ghana, Benin, Togo y Liberia, además de un total de 2.009 casos importados a Europa y otros a Estados Unidos.

De todos modos, se trata de una enfermedad endémica en estos países de África Occidental, mostrando una especial incidencia estacional entre febrero y finales de marzo. A pesar de que todavía hay dudas, se estima con alta probabilidad que el reservorio natural del virus sea Mastomys natalensis, una especie de roedor que vive cerca de las viviendas humanas y que es conocido como rata común africana.

Así pues, se trata de una zoonosis en la que el contagio se da por contacto directo con este animal o por contacto indirecto con superficies contaminadas con excrementos del mismo, aunque también existe el contagio entre personas, motivo por el que toda aquella persona infectada debe someterse a medidas de aislamiento.

A pesar de que se trate de una fiebre hemorrágica, no siempre cursa con sintomatología grave. Pero en uno de cada cinco pacientes sí que tiene un progreso severo, siendo especialmente peligrosa en mujeres embarazadas. Por todo ello, teniendo en cuenta que hay más de 300.000 casos en las zonas endémicas, a continuación vamos a analizar sus causas, sintomatología y tratamiento.

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Causas de la fiebre de Lassa

La fiebre de Lassa es una enfermedad ocasionada por una infección por el virus Lassa, un virus de ARN de la familia Arenaviridae. Un virus cuyo reservorio natural es, muy probablemente, Mastomys natalensis o rata común africana, por lo que se trata de una zoonosis que, como hemos dicho, es endémica en África Occidental.

La infección se produce por contacto directo con el roedor (por los aerosoles generados, siendo así de vía aérea) o por contacto indirecto con superficies u objetos contaminados con sus excrementos, orina o saliva. Además, existe también una transmisión persona a persona mediante el contacto directo con la sangre o con otros fluidos corporales, como el semen o la orina.

Cada año se producen unos 300.000 casos de Fiebre Lassa en África Occidental, con un total de entre 5.000 y 20.000 muertes anuales. Aun así, teniendo en cuenta que hasta el 55% de la población de las regiones endémicas presenta anticuerpos, se estima que la cifra real de infecciones sea mucho mayor, es decir, que muchos casos cursen de forma asintomática.

Como hemos señalado, la fiebre de Lassa es una enfermedad endémica en Benin, Nigeria, Guinea, Liberia, Ghana, Malí y Sierra Leona, donde se presentan casos durante todo el año, con un especial repunte estacional entre febrero y finales de marzo.

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Síntomas

La fiebre de Lassa presenta un periodo de incubación de entre 5 y 16 días, aunque oscila entre los 2 y los 21 días. Se estima, sin embargo, que un número importante de los casos podrían ser asintomáticos. De todos modos, cuando cursa con sintomatología, la gravedad de los signos clínicos varía mucho entre pacientes.

Sea como sea, por regla general, la enfermedad empieza manifestándose como una gripe, con síntomas como fiebre alta, malestar general, debilidad, dolor de cabeza, inflamación de garganta y tos, pudiendo aparecer también diarrea, náuseas y vómitos. Posteriormente y con un progreso más gradual, puede aparecer sordera, dolor articular y conjuntivitis.

Ahora bien, en un 15-20% de los pacientes la enfermedad puede progresar hasta dar una sintomatología propia de una fiebre hemorrágica (como lo es el ébola y la fiebre amarilla), con síntomas graves tales como hemorragias bucales, nasales, vaginales, oculares y gastrointestinales, hipotensión, tumefacción facial, derrames pulmonares, convulsiones, desorientaciones, temblores e incluso coma.

Se estima que la tasa de letalidad global es del 1%, pudiendo llegar al 15% en pacientes hospitalizados e incluso al 80% en mujeres embarazadas en el tercer trimestre de gestación. En los casos en los que la enfermedad es fatal, la muerte suele llegar después de unos 14 días desde el inicio de los síntomas.

El 25% de los que sobreviven suelen presentar sordera, aunque la mitad de ellos la suelen recuperar, al menos parcialmente, después de 1-3 meses. Durante esta recuperación es común que, por la afectación sistémica del virus, aparezcan problemas como caída del cabello, trastornos en la marcha y ceguera transitoria.

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Tratamiento

Como al principio de la enfermedad los síntomas de la fiebre de Lassa son muy inespecíficos y pueden confundirse con otras patologías, su diagnóstico clínico es complicado. Además, incluso cuando surgen los síntomas más graves, puede confundirse con otras fiebres hemorrágicas como el ébola o la fiebre amarilla.

Por ello, su diagnóstico requiere de pruebas específicas y de análisis que solo están disponibles en laboratorios especializados, precisamente de complicado acceso en los países donde la fiebre de Lassa es endémica, en regiones de África Occidental.

Deben solicitarse un hepatograma, un análisis de orina y un hemograma completo para analizar el estado sistémico del paciente, pero la prueba de detección más rápida para determinar la infección por el virus es una PCR, que junto con identificación de anticuerpos en el paciente (tanto contra el virus como viendo un aumento de 4 veces el nivel de anticuerpos IgG), permite confirmar el diagnóstico de la fiebre de Lassa.

En esta PCR (reacción en cadena de la polimerasa de la retrotranscriptasa) se puede detectar el material genético del virus en sangre, pero no olvidemos que este puede transmitirse por los fluidos corporales, por lo que las muestras, por su peligrosidad, deben manejarse siguiendo un estricto protocolo de bioseguridad. Esto es difícil de asegurar en los países en los que es endémica, por su falta de recursos sanitarios.

Sea como sea, y recordando que no hay vacuna contra el virus y que más allá de la buena higiene comunitaria (algo prácticamente imposible de asegurar en los pueblos donde la enfermedad es endémica) no hay prevención posible, todo depende del tratamiento, el cual se realiza a través de un antivírico.

La ribavirina es un antivírico que parece ser eficaz en el tratamiento de la fiebre de Lassa, especialmente si se administra al inicio de los síntomas, concretamente los primeros seis días. Así, además de dar un tratamiento de apoyo con reposición de electrolitos (y para las mujeres embarazadas, la inducción del aborto para reducir el riesgo de muerte materna), se realiza un tratamiento con ribavirina inoculada por vía intravenosa en distintas dosis durante un total de 11 días.

Gracias a este tratamiento, útil especialmente cuando se diagnostica la enfermedad a tiempo antes de que aparezcan las complicaciones más graves, se logra una reducción de la mortalidad de hasta 10 veces. Por desgracia, al tratarse de una enfermedad endémica de África Occidental, no todo el mundo tiene acceso a estos tan necesarios recursos sanitarios.

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