Los 3 parásitos que inducen al suicidio: ¿cómo lo hacen?

Aunque parezca sacado de una película de terror, en la naturaleza existen patógenos capaces de hacer que los animales se suiciden.

Microorganismos suicidio

Virus que anulan nuestro sistema inmunológico, bacterias que se alimentan de nuestro cerebro, hongos que deforman el rostro… Estamos expuestos a enfermedades horribles que parecen propias de una cinta de terror. Y es que la naturaleza suele superar a la ficción.

La vida siempre se abre camino, y un parásito hará cualquier cosa para completar su ciclo de vida y dar la mayor descendencia posible. Cueste lo que cueste. Y esto pasa, incluso, por hacer que el animal al que ha infectado se suicide.

Hay parásitos capaces de influir tan enormemente en el comportamiento de su hospedador que pueden hacer que este se quite la vida, pues así el patógeno obtendrá un beneficio.

Y esto no es ciencia ficción, esto sucede en la naturaleza. En este artículo veremos algunos casos reales de parásitos capaces de inducir al suicidio.

Los parásitos: ¿qué son y cuántos existen?

A grandes rasgos, un parásito es un organismo que vive en el interior de otro ser vivo (o a veces en su superficie) y que crece y se reproduce a expensas de este. El hospedador no recibe ningún beneficio de ser parasitado. Es más, generalmente el parásito, mientras utiliza a este organismo para reproducirse en su interior, le provoca daños.

Es similar a una infección, pero en este caso no viene provocada por bacterias, virus ni hongos. Los parásitos más comunes son organismos como los protozoos (seres unicelulares microscópicos que parasitan a otros, como el que provoca la malaria), los helmintos (similares a los gusanos, como por ejemplo las tenias) y los ectoparásitos (artrópodos que se adhieren a la piel, como las garrapatas).

El 100% de las especies de animales y plantas son susceptibles de ser parasitados y, de hecho, el 50% de todos los organismos de la Tierra serán parasitados en algún momento de su vida. Esto nos incluye a nosotros, pues hay más de 300 especies de parásitos que pueden afectarnos.

Se estima que existan más de 2 millones de especies distintas de parásitos en todo el mundo. Con esta extrema diversidad y abundancia, no es de extrañar que las distintas especies hayan tenido que adaptarse de las formas más extrañas que se nos ocurran.

¿Qué provocan los parásitos en su hospedador?

Como cualquier ser vivo, un parásito tiene el único objetivo de dar la mayor descendencia posible para asegurar un buen futuro para su especie. En la persecución de este fin, hará todo lo que pueda, aunque ello implique causarle graves daños al organismo que parasita.

Por regla general, a lo largo de su vida, un parásito debe infectar a dos hospedadores, por lo que tiene que encontrar la manera de saltar del uno al otro. Las etapas juveniles del parásito suelen crecer en un hospedador intermediario hasta que llegan a un punto que, para seguir su desarrollo, deben emigrar al siguiente hospedador: el definitivo. En este hospedador definitivo es donde se logra la madurez sexual y donde se reproduce.

Esto es importante tenerlo en cuenta porque para el parásito no siempre es sencillo pasar del hospedador intermediario al definitivo, por lo que tiene que diseñar estrategias para potenciar el acercamiento entre los dos hospedadores.

Así, los parásitos han desarrollado estrategias para completar su ciclo de vida de la manera más eficiente posible: alterar los patrones de migración de los hospedadores para que entren en contacto entre ellos, cambiar su morfología, alterar su tasa de reproducción…

Los parásitos que inducen al suicidio

Y hay una técnica más para completar su ciclo de vida. Una de las maneras más eficientes de llegar al hospedador definitivo es que este se coma al intermediario. Como el parásito se encuentra en el intermediario, si consigue hacer que el definitivo lo ingiera, él llegará al interior del definitivo, completando así su ciclo.

¿La mejor manera de hacer que esto ocurra? Induciendo que el intermediario busque al definitivo para ser devorado. En otras palabras, haciendo que se suicide.

Por lo tanto, sí que pueden existir microorganismos que inducen al suicidio. Aunque no haya casos en humanos, veremos que en la naturaleza sí ocurre.

1. Hormigas que buscan ser comidas por las vacas

Dendriticum

“Dicrocoelium dendriticum” es un trematodo, es decir, un gusano que actúa como parásito. Su ciclo es muy complejo, pero se puede resumir en que la fase juvenil se desarrolla en las hormigas y la adulta en los rumiantes, generalmente vacas.

Como la fase juvenil no puede infectar del mismo modo que lo hace una bacteria o un virus, tuvo que idear una estrategia para llegar a los intestinos de los rumiantes y así desarrollar su fase adulta. El patógeno descubrió que la mejor manera para lograrlo era infectando primero a las hormigas, ya que cuando los rumiantes están pastando, ingieren algunas de ellas de forma accidental.

Sin embargo, simplemente esperando que por azar alguna hormiga sea comida por una vaca, las posibilidades de supervivencia del parásito son muy bajas. Tenía que encontrar una manera más eficiente para que las hormigas llegaran al intestino de los rumiantes, y él con ellas. Y lo consiguió.

La larva de este gusano es ingerida por las hormigas de forma accidental ya que se encuentra enganchada en las babas que dejan los caracoles al desplazarse. Cuando las hormigas entran en contacto con la mucosa, ingieren estas larvas. Una vez dentro de las hormigas, el parásito es capaz de desplazarse al cerebro de estas.

Cuando ha llegado al cerebro, el parásito empieza a producir una serie de toxinas que alteran de forma radical el comportamiento de la hormiga, convirtiéndola en una especie de “zombie”. El gusano es capaz de controlar su sistema nervioso para que ella actúe a su voluntad.

Así, el parásito hace que la hormiga infectada se separe del grupo y la obliga a subir a la superficie de las plantas que los rumiantes suelen comer. Una vez ahí, hace que la hormiga se detenga y espere su muerte. Finalmente, sin oponer resistencia alguna, la hormiga deja que el rumiante la coma.

El parásito, haciendo que la hormiga se suicide, ha conseguido su objetivo: llegar al intestino de los rumiantes para completar así su ciclo de vida.

2. Peces que buscan ser capturados por gaviotas

“Cardiocephaloides longicollis” es otro trematodo parásito que también induce a su hospedador al suicidio pero en este caso el hospedador intermediario son distintas especies de peces y el definitivo son las gaviotas.

Pese a tenerlo más sencillo que el anterior caso ya que la depredación de peces por parte de las gaviotas se da de forma activa e intencionada, el parásito suele tenerlo complicado en ecosistemas acuáticos de aguas profundas, ya que la mayoría de peces no están disponibles para que las gaviotas los capturen. El parásito tenía que desarrollar una estrategia para aumentar la eficacia.

Los parásitos son transportados por las heces en el agua, permitiendo así que lleguen a los peces. Una vez dentro de ellos, las larvas migran al cerebro del pez y se enquistan. Los parásitos se van acumulando en su cerebro hasta que son capaces de afectar al comportamiento del pez.

Una vez pueden controlar al animal, hacen que el pez marche de las aguas profundas y se desplace a la superficie, aumentando las probabilidades de que sea depredado por una gaviota. En definitiva, el parásito es capaz de hacer que el pez suba a aguas menos profundas en busca de su muerte.

Cuando la gaviota ha devorado al pez, el parásito ya puede desarrollarse en su interior y completar así su ciclo de vida.

Es importante tener en cuenta que con la pesca estamos aumentando la prevalencia de este parásito, ya que cuando se descarta el pescado (que puede tener larvas enquistadas en el cerebro) y se lanza de nuevo al mar, las gaviotas tienen a su disposición muchos peces que pueden transmitirle el parásito.

3. Saltamontes que saltan al agua para ahogarse

“Spinochordodes tellinii” es un parásito nematodo (también similar a un gusano) con un ciclo de vida que representa un reto para él mismo.

La fase adulta de este parásito vive en el agua sin necesidad de infectar a ningún organismo, pues es capaz de reproducirse de forma libre en el medio. Sin embargo, la fase juvenil tiene que desarrollarse en el interior de un saltamontes, dentro del cual llega a convertirse en un adulto.

¿Por qué supone un reto? Porque sus dos fases de vida ocurren en ecosistemas distintos: tierra y agua. Además, de abandonar el cuerpo del saltamontes en tierra, jamás llegaría al agua, lo que condenaría a la especie a la extinción.

La única manera de completar su ciclo de vida es consiguiendo que el saltamontes llegue al agua. En condiciones normales esto es muy complicado que suceda, por lo que el parásito ha tenido que desarrollar una técnica sorprendente y cruel a partes iguales: hacer que el saltamontes se ahoge “voluntariamente”.

Las larvas llegan al saltamontes cuando beben agua infectada por estas. Una vez dentro del insecto, empieza a producir una serie de sustancias químicas que alteran su sistema nervioso, lo que permite al parásito apoderarse de sus funciones motoras.

Cuando ya domina su comportamiento, hace que el saltamontes se desplace a un medio acuático y salte al agua, donde inevitablemente se ahoga. Una vez el insecto ha muerto, el parásito sale del cuerpo de este y viaja por el agua en busca de una pareja con la que reproducirse.

Referencias bibliográficas

  • Zabala Martín-Gil, I., Justel Pérez, J.P., Cuadros González, J. (2007) “Seudoparasitismo por Dicrocoelium dendriticum”. Atención Primaria.
  • Born Torrijos, A., Sibylle Holzer, A., Raga, J.A., Shira van Beest, G. (2017) “Description of embryonic development and ultrastructure in miracidia of Cardiocephaloides longicollis (Digenea, Strigeidae) in relation to active host finding strategy in a marine environment”. Journal of Morphology.
  • Biron, D.G., Marché, L., Ponton, F. et al (2005) “Behavioural manipulation in a grasshopper harbouring hairworm: a proteomics approach”. Proceedings: Biological Sciences.
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