Líquido cefalorraquídeo: qué es, funciones y características

Esta sustancia incolora recubre nuestro cerebro y médula espinal, protegiendo y asegurando la integridad del sistema nervioso central, el cual es muy sensible a golpes, cambios de presión y alteraciones químicas.

Líquido cefalorraquídeo

Movernos, pensar, hablar, mantener en funcionamiento los órganos vitales, experimentar sensaciones… Todos los procesos imaginables que somos capaces de realizar son posibles gracias al sistema nervioso central, el verdadero “centro de mandos” de nuestro cuerpo.

Compuesto por el cerebro y la médula espinal, el sistema nervioso central coordina todas las respuestas que el organismo debe generar de acuerdo a cómo cambia el medio exterior y a cómo cambiamos nosotros mismos por dentro.

El cerebro se encarga de generar todas las respuestas en forma de impulsos eléctricos y la médula espinal los conduce hasta los distintos nervios del cuerpo, que posteriormente se ramifican para abarcar todo el organismo. Vista su importancia, es evidente que daños en el sistema nervioso central tienen consecuencias fatales. No es de extrañar que sean los órganos más protegidos del cuerpo.

Por ello, disponemos de distintas estructuras diseñadas por y para un único propósito: proteger al sistema nervioso central. Y una de ellas es el líquido cefalorraquídeo, una sustancia que el organismo genera para proteger, nutrir y mantener saludables tanto al cerebro como a la médula espinal. En el artículo de hoy analizaremos qué es este líquido y cuáles son sus funciones.

¿Qué es el líquido cefalorraquídeo?

El líquido cefalorraquídeo es una sustancia similar al plasma sanguíneo en el sentido que es un medio líquido encargado tanto de transportar nutrientes como de recoger las sustancias de desecho para su posterior eliminación del cuerpo. De todos modos, en este caso es incoloro y no fluye por los vasos sanguíneos tradicionales.

El líquido cefalorraquídeo fluye por el conocido como espacio subaracnoideo, una capa que se encuentra entre las meninges. Estas meninges son unas membranas de tejido conectivo que recubren todo el sistema nervioso central, formando una especie de envoltura que cumple con, además de la protección mecánica, la función de hacer llegar el líquido cefalorraquídeo a todas las células del cerebro y la médula espinal.

En lo que respecta a su composición, el líquido cefalorraquídeo es básicamente agua con distintos elementos disueltos en ella. Destaca su contenido más bajo de proteínas respecto a la sangre, además de por la ausencia de pigmentos hemoglobínicos, cosa que explica que no sea rojo como la sangre.

El líquido cefalorraquídeo es rico en glucosa (el “combustible” del cerebro), vitaminas, hormonas, aminoácidos, ácidos nucleicos, electrolitos, glóbulos blancos… Todos estos componentes permiten tanto que el líquido cefalorraquídeo cumpla con sus funciones como que todas las estructuras del sistema nervioso central estén siempre bien oxigenadas y nutridas.

Y es que aunque después profundizaremos en ello, el líquido cefalorraquídeo es imprescindible para proteger el cerebro y la médula espinal de golpes, mantener la presión interna estable, nutrir a las células del sistema nervioso central, transportar hormonas, desechar residuos y, en definitiva, garantizar que nuestro “centro de mandos” funcione adecuadamente. Porque cuando hay problemas en el sistema nervioso central, las consecuencias son fatales, incluyendo parálisis e incluso la muerte.

¿Qué ciclo sigue?

El líquido cefalorraquídeo tiene una esperanza de vida de entre 3 y 4 horas. Su vida es relativamente corta porque hay que garantizar que absolutamente siempre esté en buenas condiciones, porque sino es posible que no cumpla adecuadamente con sus funciones. Sea como sea, el organismo consigue que a todas horas, un adulto tenga unos 150 mililitros de este líquido fluyendo por las meninges.

Para producirlo, el cuerpo utiliza el propio plasma sanguíneo, que pasa por una serie de cambios químicos para conseguir la composición necesaria. Esta conversión y consecuente formación del líquido cefalorraquídeo ocurre en los plexos coroideos, unas estructuras localizadas en los ventrículos laterales del cerebro que consisten en una red de vasos sanguíneos con unas células encargadas de tomar la sangre del torrente sanguíneo y formar, a partir de ella, el líquido cefalorraquídeo.

Pero en este momento, el líquido cefalorraquídeo todavía no está donde debe estar. Tiene que llegar al espacio subaracnoideo que comentábamos anteriormente para así poder fluir por todo el sistema nervioso central.

Por ello, el líquido cefalorraquídeo generado en esta región del cerebro es recogido por el conocido como orificio de Magendie y por los orificios de Luschka que, en su conjunto, funcionan como una frontera entre los ventrículos del cerebro y las meninges. Estas estructuras se abren para permitir la entrada constante de líquido cefalorraquídeo a las meninges.

Una vez el líquido ha pasado esta frontera, ya llega al espacio subaracnoideo, el cual se encuentra en la región media de las meninges. Y es que recordemos que nuestro sistema nervioso está recubierto por tres meninges (duramadre, aracnoides y piamadre). Pues bien, el líquido cefalorraquídeo fluye por la zona intermedia entre la aracnoides y la piamadre, donde tiene una “autopista” para llegar a todas las regiones del sistema nervioso. Todo el cerebro y toda la médula espinal deben estar recubiertas por este líquido.

Después de estas 3-4 horas, el líquido cefalorraquídeo debe abandonar la circulación, porque los plexos coroideos contínuamente están generando más líquido y enviándolo al espacio subaracnoideo, por lo que el “viejo” debe darle paso al “joven”.

Y la forma de retirar de la circulación el líquido cefalorraquídeo es a través de la conocida como barrera aracnoidea, que es la zona de contacto entre la duramadre (la meninge más externa) y la aracnoides. Es en esta zona donde los vasos sanguíneos de la duramadre entran en contacto con el líquido cefalorraquídeo. Cuando llega al final de su vida, los vasos sanguíneos de la duramadre “absorben” el líquido y lo retiran de la circulación por el espacio subaracnoideo. De este modo, se cierra el ciclo.

Cuando hay problemas en esta barrera aracnoidea y no se puede retirar el líquido cefalorraquídeo de forma eficiente, pueden surgir patologías como la hidrocefalia comunicante, una enfermedad en la que se acumula líquido cefalorraquídeo en el cráneo, algo que puede llegar a ser grave.

¿Cuáles son sus funciones principales?

El líquido cefalorraquídeo es más importante de lo que parece. Que podamos sentir todo lo que sentimos, tanto a nivel físico como emocional, y que nuestros órganos vitales nos mantengan con vida es gracias al sistema nervioso central. Y para que este sistema nervioso central esté en un buen estado de salud, el líquido cefalorraquídeo es imprescindible.

Por lo tanto, sin él no podríamos vivir. A continuación presentamos las principales funciones que el líquido cefalorraquídeo desempeña mientras fluye por las meninges y recubre el cerebro y la médula espinal.

1. Nutrición del sistema nervioso central

Igual que hace la sangre a través de las arterias con prácticamente todos los órganos y tejidos del cuerpo, el líquido cefalorraquídeo es el medio encargado de hacer llegar el oxígeno y los nutrientes a las células del cerebro y la médula espinal. Permite que el sistema nervioso central se alimente y respire.

2. Mantenimiento de la presión interna

El cerebro y la médula espinal son muy sensibles a los cambios de presión. Y es que si bien la protección mecánica frente a golpes y traumatismos es más responsabilidad de las meninges en sí, el líquido cefalorraquídeo es muy importante para garantizar que la presión dentro del sistema nervioso central sea siempre la misma, independientemente de los cambios que haya en el exterior.

3. Regulación de la homeostasis

Del mismo modo que hace con la presión a un nivel más físico, el líquido cefalorraquídeo también se encarga de garantizar que las concentraciones de los distintos elementos químicos dentro del cerebro y la médula espinal sea siempre la misma. El término de homeostasis hace referencia a que el líquido cefalorraquídeo hace llegar unas sustancias en unas cantidades más o menos grandes en función de las características del medio. De este modo, el cerebro y la médula espinal no sufren las consecuencias de las alteraciones que hay fuera. Viven en su “burbuja”.

4. Eliminación de sustancias de desecho

Igual que pasa en la sangre con las venas, el líquido cefalorraquídeo también recoge las sustancias de desecho generadas por las células después de que estas respiren y también todos aquellos posibles tóxicos que haya en el sistema nervioso central y se los “lleva consigo” cuando es eliminado de la circulación a través de la barrera aracnoidea. Es decir, atrapa todo aquello que pueda ser dañino y lo envía fuera de las meninges para que sea eliminado del organismo.

5. Flotación del cerebro

El cerebro es un órgano que pesa, de media, 1’3 kilogramos. El hecho de que no notemos su peso y que esté constantemente lubricado y sin darse golpes con el propio cráneo es gracias al líquido cefalorraquídeo. Al recubrirlo, esta sustancia consigue que el cerebro esté constantemente “flotando”, es decir, reduce la sensación de peso y asegura que, a pesar de nuestros movimientos, esté siempre en la misma posición.

6. Acción del sistema inmunitario

El sistema nervioso central también es susceptible de sufrir ataques por parte de bacterias, virus e incluso hongos y parásitos. A pesar de ser una estructura semicerrada, también puede ser infectado, como es el caso de una meningitis. Si sufrimos pocas infecciones en el cerebro y la médula espinal es gracias no solo a que esté bastante aislado, sino a que por el líquido cefalorraquídeo fluyen también células inmunitarias que van “patrullando” las meninges en busca de patógenos y eliminándolos en caso de que hayan conseguido llegar.

7. Transporte de hormonas

Para asegurar un correcto desarrollo y funcionalidad tanto del cerebro como de la médula espinal es imprescindible que estos reciban las hormonas necesarias y en las cantidades justas. De lo contrario, es imposible que estas estructuras maduren y se mantengan en un buen estado de salud. De nuevo, es el líquido cefalorraquídeo el encargado de hacer llegar a todas las regiones del sistema nervioso central las hormonas necesarias.

Referencias bibliográficas

  • Batarfi, M., Valasek, P., Krejci, E. et al (2017) “The development and origins of vertebrate meninges”. Biological Communications.
  • Pérez Neri, I., Aguirre Espinosa, A.C. (2015) “Dinámica del líquido cefalorraquídeo y barrera hematoencefálica”. Archivos de Neurociencias, 20(1).
  • Pollay, M. (2010) “The function and structure of the cerebrospinal fluid outflow system”. Cerebrospinal Fluid Research, 7(1).
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