24 cuentos latinoamericanos cortos (e inspiradores)

Un viaje a través de la historia y de las diferentes culturas latinoamericanas para descubrir los cuentos que han inspirado a generaciones. Narraciones cortas que esconden poderosas moralejas.

Cuentos latinoamericanos cortos

Un cuento es una forma de expresión narrativa con una complejidad en estructura y contenido inferior a una novela y que está basada en una narración breve, basada o no en hechos reales, en la que unos pocos personajes componen una trama que pretende generar emociones en el lector y, sobre todo, transmitir una enseñanza en forma de moraleja.

El contenido del cuento no está ligado, al menos directamente, a los pensamientos del autor, sino que se recurre a la imaginación para desarrollar historias en las que, haciendo uso de un lenguaje principalmente descriptivo (pueden haber también diálogos), se sigue la mítica estructura de introducción, nudo y desenlace, teniendo, en un conflicto concreto, el eje central de la trama.

Cada cultura ha tenido, históricamente, sus propios cuentos. Pero lo que está claro es que el continente americano se han desarrollado, a lo largo del tiempo, algunos de los cuentos más inspiradores de toda la historia. Las culturas latinoamericanas tienen cuentos que han inspirado a decenas de generaciones a través de estas narraciones cortas que esconden moralejas muy poderosas e historias asombrosas.

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¿Cuáles los mejores cuentos cortos de Latinoamérica?

Así pues, en el artículo de hoy y con el objetivo de rendir homenaje a la literatura latinoamericana y de que puedas descubrir cuentos para cualquier tipo de público, presentaremos algunos (sabemos que nos dejaremos fantásticas obras por el camino) de los mejores cuentos de Latinoamérica cortos. Empecemos.

1. Duelo (Alfonso Reyes)

Alfonso Reyes (1889 - 1959) nació en Ciudad de México fue un importante poeta, ensayista, narrador y diplomático mexicano. Es considerado como uno de los mejores ensayistas de la literatura hispanoamericana y uno de los máximos exponentes de la narrativa de México. Uno de sus cuentos más famosos es “Duelo”:

De uno a otro extremo de la Cámara, grita el diputado aristócrata:

- ¡Dese usted por abofeteado!

Y el demócrata, encogiéndose de hombros, le contesta:

- ¡Dese usted por muerto en duelo!

2. El dinosaurio (Augusto Monterroso)

El cuento corto más corto de la literatura universal. Augusto Monterroso (1921 - 2003) fue un escritor hondureño exiliado en México que es considerado como uno de los maestros de la minificción. Su microcuento más famoso es “El dinosaurio”. Solo siete palabras de narración:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

3. Aguafuerte (Rubén Darío)

Rubén Darío (1867 - 1916) fue un poeta, diplomático y periodista nicaragüense que se considera como el máximo representante del modernismo literario en lengua española. De hecho, se le conoce como “el príncipe de las letras castellanas”. Su cuento “Aguafuerte”, narra lo siguiente:

De una casa cercana salía un ruido metálico y acompasado. En un recinto estrecho, entre paredes llenas de hollín, negras, muy negras, trabajaban unos hombres en la forja. Uno movía el fuelle que resoplaba, haciendo crepitar el carbón, lanzando torbellinos de chispas y llamas como lenguas pálidas, áureas, azulejas, resplandecientes.

*Al brillo del fuego en que se enrojecían largas barras de hierro, se miraban los rostros de los obreros con un reflejo trémulo. Tres yunques ensamblados en toscas armazones resistían el batir de los machos que aplastaban el metal candente, haciendo saltar una lluvia enrojecida. Los forjadores vestían camisas de lana de cuellos abiertos y largos delantales de cuero. *

Acanzábaseles a ver el pescuezo gordo y el principio del pecho velludo, y salían de las mangas holgadas los brazos gigantescos, donde, como en los de Anteo, parecían los músculos redondas piedras de las que deslavan y pulen los torrentes. En aquella negrura de caverna, al resplandor de las llamaradas, tenían tallas de cíclopes.

A un lado, una ventanilla dejaba pasar apenas un haz de rayos de sol. A la entrada de la forja, como en un marco oscuro, una muchacha blanca comía uvas. Y sobre aquel fondo de hollín y de carbón, sus hombros delicados y tersos que estaban desnudos hacían resaltar su bello color de lis, con un casi imperceptible tono dorado.

4. Un paciente en disminución (Macedonio Fernández)

Macedonio Fernández (1874 - 1952) fue un escritor, filósofo y abogado argentino que, tras fallecer en la ciudad de Buenos Aires, dejó un legado literario que ejerció una enorme influencia en la posterior literatura argentina. Su obra más célebre es la novela experimental y póstuma “Museo de la Novela de la Eterna”, pero uno de sus cuentos, “Un paciente en disminución”, es también muy reconocido:

El señor Ga había sido tan asiduo, tan dócil y prolongado paciente del doctor Terapéutica que ahora ya era sólo un pie. Extirpados sucesivamente los dientes, las amígdalas, el estómago, un riñón, un pulmón, el bazo, el colon, ahora llegaba el valet del señor Ga a llamar al doctor Terapéutica para que atendiera el pie del señor Ga, que lo mandaba llamar.

El doctor Terapéutica examinó detenidamente el pie y “meneando con grave modo” la cabeza resolvió:

- Hay demasiado pie, con razón se siente mal: le trazaré el corte necesario, a un cirujano.

5. Los besos (Juan Carlos Onetti)

Juan Carlos Onetti (1909 - 1994) fue un escritor uruguayo que es considerado como uno de los narradores más importantes no solo de la historia de Uruguay, sino de la literatura hispanoamericana. Tras fallecer en Madrid, dejó un legado imborrable. Y uno de sus cuentos más célebres es “Los besos”:

Los había conocido y extrañado de su madre. Besaba en las dos mejillas o en la mano, a toda mujer indiferente que le presentaran, había respetado el rito prostibulario que prohibía unir las bocas; novias, mujeres, le habían besado con lenguas en la garganta y se habían detenido, sabias y escrupulosas, para besarle el miembro. Saliva, calor y deslices, como debe ser.

Después, la sorpresiva entrada de la mujer, desconocida, atravesando la herradura de dolientes, esposa e hijos, amigos llorones suspirantes.

Se acercó, impávida, la muy puta, la muy atrevida, para besarle la frialdad de la frente, por encima del borde del ataúd, dejando entre la horizontalidad de las tres arrugas, una pequeña mancha carmín.

6. El drama del desencantado (Gabriel García Márquez)

Gabriel García Márquez (1927 - 2014) fue un escritor y periodista colombiano que, siendo conocido como Gabo, pasó a la historia de la literatura hispanoamericana por sus novelas y cuentos, que le hicieron merecedor del Premio Nobel de Literatura. Entre sus noveles más famosas se encuentran “Cien años de soledad”, “El amor en los tiempos de cólera” o “Crónica de una muerte anunciada”. Y en lo que respecta a cuentos cortos, destaca, sobre todo, “El drama del desencantado”:

…el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.

7. Amor 77 (Julio Cortázar)

Julio Cortázar (1914 - 1984) fue un escritor argentino y traductor para la UNESCO que fue perseguido por la dictadura militar de su país, motivo por el que se estableció en Francia, donde desarrollaría gran parte de sus obras. Uno de sus cuentos más célebres es “Amor 77”, un microrelato surrealista que logra transmitir, en dos líneas, la complejidad de una historia de amor:

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten y, así progresivamente, van volviendo a ser lo que no son.

8. Lámparas de hojalata (Álvaro Mutis)

Álvaro Mutis (1923 - 2013) fue un novelista y poeta colombiano que vivió en México desde su juventud hasta el día de su muerte. En la literatura contemporánea, es considerado como uno de los escritores más relevantes, ganando multitud de premios a lo largo de su carrera. Uno de sus cuentos más célebres es “Lámparas de hojalata”:

Mi labor consiste en limpiar cuidadosamente las lámparas de hojalata con las cuales los señores del lugar salen de noche a cazar el zorro en los cafetales. Lo deslumbran al enfrentarle súbitamente estos complejos artefactos, hediondos a petróleo y a hollín, que se oscurecen en seguida por obra de la llama que, en un instante, enceguece los amarillos ojos de la bestia.

Nunca he oído quejarse a estos animales. Mueren siempre presas del atónito espanto que les causa esta luz inesperada y gratuita. Miran por última vez a sus verdugos como quien se encuentra con los dioses al doblar una esquina. Mi tarea, mi destino, es mantener siempre brillante y listo este grotesco latón para su nocturna y breve función venatoria. ¡Y yo que soñaba ser algún día laborioso viajero por tierras de fiebre y aventura!

9. La jirafa (Juan José Arreola)

Juan José Arreola (1918 - 2001) fue un escritor y académico mexicano que escribió textos que combinan la poesía, el cuento y el ensayo, siempre con características muy propias de su estilo como son la brevedad y la ironía. Uno de sus cuentos más célebres es “La jirafa”:

Al darse cuenta de que había puesto demasiado altos los frutos de un árbol predilecto, Dios no tuvo más remedio que alargar el cuello de la jirafa.

Cuadrúpedos de cabeza volátil, las jirafas quisieron ir por encima de su realidad corporal y entraron resueltamente al reino de las desproporciones. Hubo que resolver para ellas algunos problemas biológicos que más parecen de ingeniería y de mecánica: un circuito nervioso de doce metros de largo; una sangre que se eleva contra la ley de la gravedad mediante un corazón que funciona como bomba de pozo profundo; y todavía, a estas alturas, una lengua eyéctil que va más arriba, sobrepasando con veinte centímetros el alcance de los belfos para roer los pimpollos como una lima de acero.

Con todos sus derroches de técnica, que complican extraordinariamente su galope y sus amores, la jirafa representa mejor que nadie los devaneos del espíritu: busca en las alturas lo que otros encuentran al ras del suelo.

Pero como finalmente tiene que inclinarse de vez en cuando para beber el agua común, se ve obligada a desarrollar su acrobacia al revés. Y se pone entonces al nivel de los burros.

10. Alguien soñará (Jorge Luis Borges)

Jorge Luis Borges (1899 - 1986) fue un escritor, poeta y ensayista argentino cuya obra destacó especialmente por sus cuentos. Ha pasado a la historia como un personaje clave de la literatura no solo hispana, sino universal. Se considera que el realismo mágico nace a partir de su obra, que tuvo una enorme influencia en la literatura hispanoamericana. Uno de sus cuentos más famosos es “Alguien soñará”:

¿Qué soñará el indescifrable futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don Quijote sin dejar su aldea y sus libros. Soñará que una víspera de Ulises puede ser más pródiga que el poema que narra sus trabajos. Soñará generaciones humanas que no reconocerán el nombre de Ulises. Soñará sueños más precisos que la vigilia de hoy. Soñará que podremos hacer milagros y que no los haremos, porque será más real imaginarlos. Soñará mundos tan intensos que la voz de una sola de sus aves podría matarte. Soñará que el olvido y la memoria pueden ser actos voluntarios, no agresiones o dádivas del azar. Soñará que veremos con todo el cuerpo, como quería Milton desde la sombra de esos tiernos orbes, los ojos. Soñará un mundo sin la máquina y sin esa doliente máquina, el cuerpo. La vida no es un sueño pero puede llegar a ser un sueño, escribe Novalis.

11. Soledad (Álvaro Mutis)

Nos volvemos a encontrar con Álvaro Mutis, el novelista y poeta colombiano. A modo de curiosidad, cuando murió en 2013 a los 90 años de edad y a causa de una enfermedad respiratoria, su mujer esparció sus cenizas en el río Coello, lugar donde el escritor había pasado parte de su infancia. Otro de sus cuentos más famosos es “Soledad”:

En mitad de la selva, en la más oscura noche de los grandes árboles, rodeado del húmedo silencio esparcido por las vastas hojas del banano silvestre, conoció el Gaviero el miedo de sus miserias más secretas, el pavor de un gran vacío que le acechaba tras sus años llenos de historias y de paisajes. Toda la noche permaneció el Gaviero en dolorosa vigilia, esperando, temiendo el derrumbe de su ser, su naufragio en las girantes aguas de la demencia.

De estas amargas horas de insomnio le quedó al Gaviero una secreta herida de la que manaba en ocasiones la tenue linfa de un miedo secreto e innombrable. La algarabía de las cacatúas que cruzaban en bandadas la rosada extensión del alba, lo devolvió al mundo de sus semejantes y tornó a poner en sus manos las usuales herramientas del hombre. Ni el amor, ni la desdicha, ni la esperanza, ni la ira volvieron a ser los mismos para él después de su aterradora vigilia en la mojada y nocturna soledad de la selva.

12. El espíritu nuevo (Leopoldo Lugones)

Leopoldo Lugones (1874 - 1938) fue un escritor, periodista, poeta, político y narrador argentino y uno de los máximos representantes del modernismo en lengua castellana. Sus cuentos hicieron que se convirtiera en uno de los padres de la literatura fantástica y de ciencia ficción en Argentina. De ellos, nosotros queremos rescatar “El espíritu nuevo”:

En un barrio mal afamado de Jafa, cierto discípulo anónimo de Jesús disputaba con las cortesanas.

- La Magdalena se ha enamorado del rabí - dijo una.

- Su amor es divino - replicó el hombre.

- ¿Divino?… ¿Me negarás que adora sus cabellos blondos, sus ojos profundos, su sangre real, su saber misterioso, su dominio sobre las gentes; su belleza, en fin?

- No cabe duda; pero lo ama sin esperanza, y por esto es divino su amor.

13. La sirena del bosque (Ciro Alegría)

Ciro Alegría (1909 - 1967) fue un escritor, periodista y político peruano considerado como uno de los máximos exponentes de la conocida como narrativa indigenista, aquella que se centra en la opresión de los indígenas y que da a conocer tal situación a través de la literatura. Uno de sus cuentos más famosos es “La sirena del bosque”:

El árbol llamado lupuna, uno de los más originalmente hermosos de la selva amazónica, “tiene madre”. Los indios selváticos dicen así del árbol al que creen poseído por un espíritu o habitado por un ser viviente. Disfrutan de tal privilegio los árboles bellos o raros. La lupuna es uno de los más altos del bosque amazónico, tiene un ramaje gallardo y su tallo, de color gris plomizo, está guarnecido en la parte inferior por una especie de aletas triangulares. La lupuna despierta interés a primera vista y en conjunto, al contemplarlo, produce una sensación de extraña belleza. Como “tiene madre”, los indios no cortan a la lupuna. Las hachas y machetes de la tala abatirán porciones de bosque para levantar aldeas, o limpiar campos de siembra de yuca y plátanos, o abrir caminos. La lupuna quedará señoreando. Y de todos modos, así no hay roza, sobresaldrá en el bosque por su altura y particular conformación. Se hace ver.

Para los indios cocamas, la “madre” de la lupuna, el ser que habita dicho árbol, es una mujer blanca, rubia y singularmente hermosa. En las noches de luna, ella sube por el corazón del árbol hasta lo alto de la copa, sale a dejarse iluminar por la luz esplendente y canta. Sobre el océano vegetal que forman las copas de los árboles, la hermosa derrama su voz clara y alta, singularmente melodiosa, llenando la solemne amplitud de la selva. Los hombres y los animales que la escuchan, quedan como hechizados. El mismo bosque puede aquietar sus ramas para oírla.

Los viejos cocamas previenen a los mozos contra el embrujo de tal voz. Quien la escuche, no debe ir hacia la mujer que la entona, porque no regresará nunca. Unos dicen que muere esperando alcanzar a la hermosa y otros que ella los convierte en árbol. Cualquiera que fuese su destino, ningún joven cocama que siguió a la voz fascinante, soñando con ganar a la bella, regresó jamás.

Es aquella mujer, que sale de la lupuna, la sirena del bosque. Lo mejor que puede hacerse es escuchar con recogimiento, en alguna noche de luna, su hermoso canto próximo y distante.

14. Arriad el foque (Ana María Shua)

Ana María Shua (1951 - actualidad) es una escritora argentina cuyos cuentos y microrrelatos forman parte de antologías en todo el mundo, pues sus obras han sido traducidas a quince idiomas distintos. Ganadora de multitud de premios, es una de las figuras de la literatura de Argentina más importantes. Uno de sus cuentos más famosos es “Arriad el foque”:

¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario nos vamos a pique sin remedio.

15. Episodio del enemigo (Jorge Luis Borges)

Volvemos a hablar de Jorge Luis Borges, el famoso escritor de cuentos argentino. Otro de sus microrrelatos más conocidos es el “Episodio del enemigo”:

Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Se ayudaba con un bastón, con un torpe bastón que en sus viejas manos no podía ser un arma sino un báculo. Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta. Miré, no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un tanto anómalo ahí, ya que no sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave. Temí que el hombre se desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón, que no volví a ver, y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginado muchas veces, pero solo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al último retrato de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde.

Me incliné sobre él para que me oyera.

-Uno cree que los años pasan para uno -le dije-, pero pasan también para los demás. Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido.

Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba y yo sentí que era un revólver.

Me dijo entonces con voz firme:

-Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Le tengo ahora a mi merced y no soy misericordioso.

Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y solo las palabras podían salvarme. Atiné a decir:

-En verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón.

-Precisamente porque ya no soy aquel niño -me replicó- tengo que matarlo. No se trata de una venganza, sino de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges, son meras estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya no puede hacer nada.

-Puedo hacer una cosa -le contesté.

-¿Cuál? -me preguntó.

-Despertarme.

Y así lo hice.*

16. La honda de David (Augusto Monterroso)

Volvemos con otra obra de Augusto Monterroso, el escritor hondureño y genio de la microficción. Un cuento que rescatamos es “La honda de David”:

Había una vez un niño llamado David N., cuya puntería y habilidad en el manejo de la resortera despertaba tanta envidia y admiración en sus amigos de la vecindad y de la escuela, que veían en él -y así lo comentaban entre ellos cuando sus padres no podían escucharlos- un nuevo David.

Pasó el tiempo.

Cansado del tedioso tiro al blanco que practicaba disparando sus guijarros contra latas vacías o pedazos de botella, David descubrió que era mucho más divertido ejercer contra los pájaros la habilidad con que Dios lo había dotado, de modo que de ahí en adelante la emprendió con todos los que se ponían a su alcance, en especial contra Pardillos, Alondras, Ruiseñores y Jilgueros, cuyos cuerpecitos sangrantes caían suavemente sobre la hierba, con el corazón agitado aún por el susto y la violencia de la pedrada.

David corría jubiloso hacia ellos y los enterraba cristianamente.

Cuando los padres de David se enteraron de esta costumbre de su buen hijo se alarmaron mucho, le dijeron que qué era aquello, y afearon su conducta en términos tan ásperos y convincentes que, con lágrimas en los ojos, él reconoció su culpa, se arrepintió sincero y durante mucho tiempo se aplicó a disparar exclusivamente sobre los otros niños.

Dedicado años después a la milicia, en la Segunda Guerra Mundial David fue ascendido a general y condecorado con las cruces más altas por matar él solo a treinta y seis hombres, y más tarde degradado y fusilado por dejar escapar con vida una Paloma mensajera del enemigo.

17. El adivino (Jorge Luis Borges)

Un cuento más de Jorge Luis Borges, el escritor de mini relatos de Argentina. Otro cuento que destacamos de su obra es “El adivino”, uno de los relatos más cortos de la literatura hispanoamericana:

En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidato responde que será reprobado…

18. Una de dos (Juan José Arreola)

Volvemos a hablar de Juan José Arreola, el escritor y ensayista mexicano cuya obra se basó principalmente en la brevedad y el uso de la ironía como recurso literario. Otro cuento corto que destacamos de este autor es “Una de dos”:

Yo también he luchado con el ángel. Desdichadamente para mí, el ángel era un personaje fuerte, maduro y repulsivo, con bata de boxeador.

Poco antes habíamos estado vomitando, cada uno por su lado, en el cuarto de baño. Porque el banquete, más bien la juerga, fue de lo peor. En casa me esperaba la familia: un pasado remoto.

Inmediatamente después de su proposición, el hombre comenzó a estrangularme de modo decisivo. La lucha, más bien la defensa, se desarrolló para mí como un rápido y múltiple análisis reflexivo. Calculé en un instante todas las posibilidades de pérdida y salvación, apostando a vida o sueño, dividiéndome entre ceder y morir, aplazando el resultado de aquella operación metafísica y muscular.

Me desaté por fin de la pesadilla como el ilusionista que deshace sus ligaduras de momia y sale del cofre blindado. Pero llevo todavía en el cuello las huellas mortales que me dejaron las manos de mi rival. Y en la conciencia, la certidumbre de que sólo disfruto una tregua, el remordimiento de haber ganado un episodio banal en la batalla irremisiblemente perdida.

19. El murciélago (Eduardo Galeano)

Eduardo Galeano (1940 - 2015) fue un escritor y periodista uruguayo que es considerado como uno de los más influyentes autores de la izquierda latinoamericana. Su obra combina ficción, documental, historia, política y periodismo y algunas de sus novelas más conocidas han sido traducidas a más de veinte idiomas. Su cuento más famoso es “El murciélago”:

*Cuando era el tiempo muy niño todavía, no había en el mundo bicho más feo que el murciélago. El murciélago subió al cielo en busca de Dios. Le dijo: Estoy harto de ser horroroso. Dame plumas de colores. No. Le dijo: Dame plumas, por favor, que me muero de frío. A Dios no le había sobrado ninguna pluma. Cada ave te dará una- decidió. Así obtuvo el murciélago la pluma blanca de la paloma y la verde del papagayo. La tornasolada pluma del colibrí y la rosada del flamenco, la roja del penacho del cardenal y la pluma azul de la espalda del Martín pescador, la pluma de arcilla del ala de águila y la pluma del sol que arde en el pecho del tucán. *

El murciélago, frondoso de colores y suavidades, paseaba entre la tierra y las nubes. Por donde iba, quedaba alegre el aire y las aves mudas de admiración. Dicen los pueblos zapotecas que el arco iris nació del eco de su vuelo. La vanidad le hinchó el pecho. Miraba con desdén y comentaba ofendiendo. Se reunieron las aves. Juntas volaron hacia Dios. El murciélago se burla de nosotras – se quejaron -. Y además sentimos frío por las plumas que nos faltan. Al día siguiente, cuando el murciélago agitó las alas en pleno vuelo, quedó súbitamente desnudo. Una lluvia de plumas cayó sobre la tierra. Él anda buscándolas todavía. Ciego y feo, enemigo de la luz, vive escondido en las cuevas. Sale a perseguir las plumas perdidas cuando ha caído la noche; y vuela muy veloz, sin detenerse nunca, porque le da vergüenza que lo vean.

20. Literatura (Julio Torri)

Julio Torri (1889 - 1970) fue un escritor, abogado y maestro mexicano que se convirtió en miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Se trata de uno de los escritores mexicanos más relevantes y, en lo que se refiere a cuentos que escribió, nosotros queremos rescatar “Literatura”:

El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida màs que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros, pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los jilgueros de su mujer, y poblada en esos instantes de albatros y grandes aves marinas los cielos sombríos y empavorecedores.

La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. Y al describir las olas en que se mecían cadáveres y mástiles rojos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural.

21. La cola (Guillermo Samperio)

Guillermo Samperio (1948 - 2016) fue un escritor mexicano que publicó más de 50 novelas a lo largo de su carrera y que dedicó 30 años de su vida a impartir talleres de literatura en México y en el extranjero. También escribió cuentos, de entre los que queremos destacar “La cola”:

Esa noche de estreno, fuera del cine, a partir de la taquilla la gente ha ido formando una fila desordenada que desciende las escalinatas y se alarga sobre la acera, junto a la pared, pasa frente al puesto de dulces y el de revistas, y periódicos, extensa culebra de mil cabezas, víbora ondulante de colores diversos vestida de suéteres y chamarras, nauyaca inquieta que se contorsiona a lo largo de la calle y da vuelta en la esquina, boa enorme que mueve su cuerpo ansioso azotando la banqueta, invadiendo la calle, enrollada a los automóviles, interrumpiendo el tráfico, trepando por el muro, sobre las cornisas, adelgazándose en el aire, su cola de cascabel introduciéndose por una ventana del segundo piso, a espaldas de una mujer linda, que toma un café melancólico ante una mesa redonda, mujer que escucha solitaria el rumor del gentío en la calle y percibe un fino cascabeleo que rompe de pronto su aire de pesadumbre, lo abrillanta y le ayuda a cobrar una débil luz de alegría, recuerda entonces aquellos días de felicidad y de amor, de sensualidad nocturna y manos sobre su cuerpo firme y bien formado, abre paulatinamente las piernas, se acaricia el pubis que ya está húmedo, se quita lentamente las pantimedias, la pantaleta, y permite que la punta de la cola, enredada en una pata de la silla y erecta bajo la mesa, la posea.

22. Instrucciones para llorar (Julio Cortázar)

Volvemos a hablar de Julio Cortázar, el escritor y traductor argentino que fue perseguido por la dictadura de su país. Otro cuento de su carrera que queremos destacar es “Instrucciones para llorar”:

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

23. El tren demasiado largo (Alejandro Dolina)

Alejandro Dolina (1944 - actualidad) es un escritor, músico, actor y conductor de radio y televisión argentino que es conocido internacionalmente por sus obras literarias y su célebre programa de radio “La venganza será terrible”. En su papel como escritor, queremos destacar “El tren demasiado largo”, uno de sus cuentos más famosas:

Las autoridades del ferrocarril han armado un tren colosal. Lo forman miles y miles de vagones. El furgón está contra los patagolpes de la estación Once y la locomotora al fin del ramal de Ingeniero Luiggi. Su destino es la inmovilidad. Nadie sabe si todavía no ha partido o si ya ha llegado.

Se trata de un tren inservible.

Más que prevenir contra los espantos, el Catálogo de Horrores atrae hacia ellos.

Éste que escribe halla infinitamente más pavorosas las implacables descripciones cósmicas de los manuales de divulgación. Difícilmente la fantasía puede concebir entidades más crueles que ese Universo indiferente e impenetrable que a nadie saluda.

No hay nada peor que la nada.

24. Exilio (Héctor Oesterheld)

Héctor Oesterheld (1919 - 1977) fue un escritor y guionista de historietas argentino que destacó por sus novelas y breves relatos de ciencia ficción. Entre estos cuentos, nosotros hemos querido rescatar, y ya para finalizar este artículo, “Exilio”:

Nunca se vio en Gelo nada tan cómico.

Salió de entre el roto metal con paso vacilante, movió la boca, desde el principio nos hizo reír con esas piernas largas, esos dos ojos de pupilas tan increíblemente redondas.

Le dimos brubas, y limas, y kialas.

Pero no quiso recibirlas, fíjate, ni siquiera aceptó las kialas, fue tan cómico verlo rechazar todo que las risas de la multitud se oyeron hasta el valle vecino.

Pronto se corrió la voz de que estaba entre nosotros, de todas partes vinieron a verlo, él apareció cada vez más ridículo, siempre rechazando las kialas, la risa de cuantos lo miraban era tan vasta como una tempestad en el mar.

Pasaron los días, de las antípodas trajeron margas, lo mismo, no quiso verlas, fue para retorcerse de risa.

Pero lo mejor de todo fue el final: se acostó en la colina, de cara a las estrellas, se quedó quieto, la respiración se le fue debilitando, cuando dejó de respirar tenía los ojos llenos de agua. ¡Sí, no querrás creerlo, pero los ojos se le llenaron de agua, d-e a-g-u-a, como lo oyes!

Nunca, nunca se vio en Gelo nada tan cómico.

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