Los 7 tipos de planetas (y sus características)

Se han descubierto 4.284 exoplanetas, lo que ha permitido hacer una clasificación de los distintos mundos del Universo de acuerdo a su tamaño y propiedades físicas y químicas.

Tipos planetas

El Universo es inmensamente grande. Con una extensión de más de 150.000 millones de años luz (es el tiempo que tardaríamos en atravesarlo viajando a la velocidad de la luz, que es de 300.000 kilómetros por segundo), alberga cerca de 2 millones de millones de galaxias.

Y pongamos que una galaxia estándar, como podría ser nuestra galaxia, ya puede ser el hogar de 400.000 millones de estrellas. Y teniendo en cuenta que cada una de ellas tiene, como mínimo y de acuerdo a las estimaciones, un planeta orbitando a su alrededor, estamos hablando de que en el Universo habría cuatrillones de planetas.

Esto no solo nos hace ver que es prácticamente imposible que estemos solos en el Cosmos (de hecho, 1 de cada 5 estrellas parecidas al Sol tiene planetas potencialmente habitables), sino que implica que hay una variedad de mundos inmensa, pues cada uno de ellos es único.

Sin embargo, los astrónomos han conseguido, estudiando los 4.284 planetas que, a día que se escribe este artículo (5 de octubre de 2020), se han descubierto, clasificarlos todos dentro de grupos concretos. Y esto es lo que presentaremos hoy. Además de definir exactamente qué es un planeta, veremos qué tipos hay.

¿Qué es un planeta?

Un planeta es un objeto celeste que orbita alrededor de una estrella y que tiene suficiente masa como para que su propia gravedad le otorgue una forma esférica (o similar, pues la propia rotación hace que se deformen) pero no tanta como para que en el núcleo se inicien reacciones de fusión nuclear, como sí pasa en las estrellas, por lo que no emite luz propia.

Sin embargo, con esta definición, ¿por qué los asteroides no son planetas? ¿Y por qué Plutón dejó de ser considerado uno? Porque además de girar alrededor de una estrella, tener forma prácticamente esférica y no emitir luz propia, hay otra condición: que haya despejado la zona de su órbita.

Es decir, para que un cuerpo celeste sea considerado como planeta, la “autopista” que sigue alrededor de su estrella tiene que estar limpia, en el sentido que no se encuentre con otros objetos que afecten a su trayectoria. Si el cuerpo celeste en cuestión no es suficientemente grande, no conseguirá despejar su órbita. Si lo consigue y cumple con las anteriores condiciones, sí que es un planeta.

¿Cómo se forman?

En lo que se refiere a cómo se forman, la cosa todavía no está del todo clara. Sin embargo, sí que se sabe que es precisamente en esta formación que radica la clave para comprender la naturaleza de los distintos tipos de planetas que veremos más adelante.

Para entenderlo, debemos desplazarnos hasta las nebulosas. Estas nebulosas son regiones interestelares (no están afectadas por la gravedad de ninguna estrella) con diámetros de cientos de años luz y que están formadas por gases y polvo cósmico. Una nebulosa es, por lo tanto, una gigantesca (estamos hablando de millones de millones de km de extensión) nube de gas y polvo.

Hubo un momento en el que nuestro Sistema Solar (hace más de 4.500 millones de años) era una nebulosa. De hecho, todas las estrellas y, por lo tanto, los planetas, fueron en algún momento gas y polvo flotando por el espacio.

Sin embargo, llega un momento en que las partículas de gas y polvo de la nebulosa, al no estar afectadas por fuerzas de gravedad externas, se atraen entre ellas. Y esta atracción es mayor en el centro de la nube, por lo que las partículas se van juntando hasta dar lugar a regiones más condensadas que atraen, por la gravedad, a más partículas.

Después de millones de años, este punto empieza a estar muy comprimido y a temperaturas y presiones muy altas. Se está formando una estrella en el centro de la nebulosa. Cuando esta estrella ya se ha formado, queda un disco de polvo y gas orbitando a su alrededor.

Este disco va girando y aplanándose hasta que las partículas de gas y polvo pasan por el mismo proceso de atracción. Van colisionando unas con otras hasta que la gravedad se encarga de formar cuerpos masivos, procedentes de este disco, que son los planetas.

Dependiendo de cuál fuera la proporción de gas y de polvo (sólido), estaremos ante un tipo concreto de planeta. En función de esto, de su distancia a la estrella y del tamaño, se realiza la clasificación que veremos a continuación.

¿Qué tipos de planetas existen?

Habiendo entendido qué es un planeta (y qué no lo es) y cómo se forman, podemos ya analizar los distintos tipos. Nuestro Sistema Solar es hogar de “solo” 8 planetas, pero ya podemos ver representantes de varios grupos.

Como venimos comentando, a día de hoy se han descubierto 4.284 planetas fuera de nuestro Sistema Solar. Pese a ser una cifra muy baja teniendo en cuenta todos los que hay en nuestra galaxia (por no decir en el Universo), ya ha sido suficiente para ver que todos pueden entrar en alguno de los siguientes tipos.

1. Planetas rocosos

También conocido como telúrico, un planeta rocoso es aquel que tiene una superficie rocosa y, por lo tanto, sólida. Tienen una alta densidad, lo que permite deducir que son también pequeños (nuestro mundo tiene 12.742 km de diámetro). La Tierra, al igual que Marte, Venus y Mercurio son ejemplos. Los planetas cercanos a sus estrellas son, por lo general, de naturaleza rocosa.

Esto se explica, de nuevo, por cómo se forman los planetas. Y es que las partículas sólidas, durante la formación de los sistemas de estrellas, eran más fácilmente atraídas hacia el centro de la nebulosa, por lo que los discos cercanos a ellas tenían más partículas sólidas que gaseosas.

Planeta rocoso
Proxima b, un planeta rocoso que orbita alrededor de la estrella más cercana a nuestro Sistema Solar y que es sorprendentemente similar a la Tierra.

2. Gigantes gaseosos

Estos planetas reciben este nombre porque, básicamente, son gigantes y están compuestos enteramente de gas (a excepción del núcleo). En este sentido, los gigantes gaseosos son planetas que no tienen una superficie rocosa ni de hielo.

Están compuestos en un 90% de hidrógeno y helio, de forma muy similar a las estrellas. De hecho, normalmente se conocen también como “estrellas fallidas”, pues reúnen todas las características de una estrella, a excepción de la más importante. Y es que su masa no llega a ser suficientemente grande como para que en el núcleo sucedan reacciones de fusión nuclear. Debido a la gravedad que generan, eso sí, suelen tener discos de polvo a su alrededor y muchos satélites orbitando.

Al no tener una superficie sólida, al atravesar sus nubes (azotadas por vientos increíblemente fuertes), se llegaría directamente al núcleo, el cual se cree que tiene unas presiones y temperaturas mucho más altas que las de los planetas rocosos. Si el núcleo de la Tierra está a 6.700 °C, el de estos gigantes de gas está a 20.000 °C.

Tienen una densidad mucho menor, pero son mucho más grandes. De hecho, Júpiter, un claro ejemplo de ello (además de Saturno), tiene un diámetro de 139.820 km (en contraposición a los 12.732 km de la Tierra).

La mayoría de exoplanetas descubiertos son de este tipo, aunque no se sabe si es porque realmente son los más comunes en el Universo o porque simplemente, por su tamaño, son más fácilmente detectables que los rocosos.

Gigante-gaseoso
Júpiter.

3. Gigantes de hielo

Los gigantes de hielo son muy similares a los gaseosos, pero cambian en un aspecto clave. Su composición de hidrógeno y helio es de solo el 10% (a diferencia de los de gas, que era del 90%), por lo que la mayor parte de su masa está formada por elementos más pesados como el nitrógeno, el oxígeno, el carbono o el azufre. Siguen sin tener una superficie rocosa.

Debido a esta composición, adquieren densidades mayores, por lo que, pese a no ser tan pequeños como los sólidos, están a medio camino entre estos y los gaseosos. Neptuno, un claro ejemplo de este tipo (el otro es Urano), tiene un diámetro de 24.622 km.

Tienen temperaturas del orden de -218 °C, lo que hace que sus compuestos (además del agua) estén por debajo de su punto de congelación, cosa que hace que estén hechos de forma prácticamente entera de amonio, agua y metano en forma sólida, congelada.

Gigante hielo
Neptuno.

4. Planetas enanos

Los planetas enanos están en la frontera entre lo que realmente es un planeta y lo que es “simplemente” un satélite. Como venimos diciendo, orbitan alrededor de una estrella (y no de otro planeta como los satélites), tienen una masa suficiente como para mantener una forma esférica y no emiten luz propia, pero no cumplen con la condición de despejar su órbita.

Esto se debe a su pequeña masa, pues no es suficiente para “limpiar” su recorrido de otros cuerpos celestes. Es el claro caso de Plutón, el cual, con sus 2.376 km de diámetro, es demasiado pequeño como para ser considerado un planeta.

Planeta enano
Plutón.

5. Planetas océano

Pasamos ya a ver tipos de planetas que no encontramos en nuestro Sistema Solar. Los planetas océano podrían definirse como un tipo de planeta rocoso en el que toda su extensión está cubierta por agua, ya sea en la superficie o por debajo de ella.

La Tierra no es un planeta océano porque, a pesar de ser el único planeta en el que se ha confirmado la existencia de agua líquida, “solo” cubre el 71% de la extensión. Sea como sea, su detección es muy complicada, pues no podemos detectar, por ahora, agua líquida directamente, sino que debemos hacerlo indirectamente a través de la composición de su atmósfera, cosa que se consigue con técnicas de espectrometría. Sea como sea, este tipo de planetas será el pilar en la búsqueda de vida extraterrestre.

Planeta océano
En la película "Interstellar", unos exploradores viajan a un planeta océano con la esperanza de encontrar un nuevo hogar para la humanidad.

6. Planetas interestelares

Por escalofriante que resulte la idea, hay planetas que están condenados a vagar sin rumbo por el espacio durante toda la eternidad. Los planetas interestelares son aquellos (de cualquiera de los tipos que hemos visto antes) que, ya porque fueran eyectados de su órbita o porque se formaran independientemente, no están girando alrededor de ninguna estrella.

No sabemos si es poco frecuente o simplemente que es difícil detectarlos, pero lo cierto es que, por ahora, parece ser un fenómeno muy extraño. Estos planetas realmente sí que orbitan el centro de la galaxia en la que se encuentran, pero al no recibir la energía de ninguna estrella, además de vagar “perdidos”, son mundos increíblemente inhóspitos, con temperaturas cercanas al cero absoluto.

Planeta interestelar
El planeta SIMP, un extraño mundo interestelar con una masa 12 veces más grande que la de Júpiter

7. Enanas marrones

Igual que los planetas enanos estaban a medio camino entre un planeta y un satélite, las enanas marrones están a medio camino entre un gigante gaseoso y una estrella. Como hemos comentado, planetas como Júpiter son estrellas fallidas, pues ni tienen planetas orbitando a su alrededor ni tienen la suficiente masa como para “encender” las reacciones de fusión nuclear.

En este sentido, las enanas marrones, pese a ser una estrella fallida, se han quedado más cerca de serlo. De hecho, se consideran estrellas. Y es que a su alrededor orbitan planetas y sus reacciones de fusión nuclear están al límite, por lo que no brilla demasiado. Sea como sea, le hacemos mención ya que está en la frontera entre planeta y estrella.

Enana marrón planeta
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