Bazo (órgano): características y funciones en el organismo humano

El bazo es un órgano vital para el correcto funcionamiento del sistema inmune, la filtración de la sangre y el almacenamiento de nutrientes.

Bazo

El bazo es conocido por la tendencia a romperse en los accidentes de tráfico. Solo cobra importancia cuando debe extirparse, pero lo cierto es que este órgano está constantemente contribuyendo a que gocemos de un estado de salud óptimo.

Si bien es cierto que es posible vivir sin bazo, este cumple con muchas funciones dentro de nuestro cuerpo, las cuales suelen estar a veces infravaloradas. Forma parte del sistema linfático y, por lo tanto, ayuda a que nuestras defensas funcionen como es debido.

Por ello, en el artículo de hoy recordaremos la importancia del bazo, centrándonos tanto en sus características como sus funciones.

¿Qué es el sistema linfático?

Cuando hablamos de sistema circulatorio, lo más seguro es que nos venga a la cabeza la sangre y los vasos sanguíneos. Pero esta sangre no es el único líquido que fluye por nuestro interior. Tenemos que tener en cuenta que existe el sistema linfático, un conjunto de órganos y tejidos presentes en nuestro cuerpo en el que también hay circulación de líquidos.

El sistema linfático consiste en un aparato de transporte similar al sistema circulatorio, aunque con algunas diferencias. De forma similar a los vasos sanguíneos, este sistema está dotado de otros “canales” que, en este caso, reciben el nombre de vasos linfáticos.

Por estos vasos linfáticos, sin embargo, no circula la sangre, sino que lo que fluye en su interior es la linfa, un líquido transparente distinto a la sangre en su composición, pues no hay glóbulos rojos. Lo que transporta la linfa, por lo tanto, no es el oxígeno, sino algo igual de importante: los glóbulos blancos.

Los glóbulos blancos son los componentes principales del sistema inmune, pues son las células encargadas de reconocer y detectar la presencia de patógenos y de neutralizarlos para que estos no nos infecten y nos causen enfermedades.

Por lo tanto, el sistema linfático es el conjunto de órganos y tejidos que sirven como apoyo y medio de circulación para las células del sistema inmunitario. Además de la linfa y los vasos linfáticos, está compuesto por los ganglios linfáticos (producen glóbulos blancos en mayor cantidad cuando hay una infección), los órganos linfoides primarios (lugares donde maduran los glóbulos blancos) y los órganos linfoides secundarios (donde se inicia la respuesta inmune).

Y aquí es donde llegamos a lo que nos interesa, pues el bazo es el principal órgano linfoide secundario. Es, por lo tanto, de vital importancia para que el sistema inmune pueda iniciar el ataque contra los patógenos que intentan colonizar nuestro cuerpo.

El bazo: características de este órgano

Como hemos dicho, el bazo es pieza vital del sistema linfático y, consecuentemente, del sistema inmune. Lo que significa que juega un papel muy importante en la respuesta que desarrolla nuestro organismo ante el ataque de patógenos, ya sean bacterias, virus, hongos, parásitos…

El bazo es un pequeño órgano situado en el abdomen, justo por debajo del estómago y al lado del páncreas, de unos 10 - 12 centímetros de tamaño. Está conectado con el hígado a través de una red de vasos sanguíneos especial debido a que, como veremos, algunas de sus funciones se complementan con las hepáticas.

Debido a una de sus funciones principales que comentaremos a continuación, el bazo adquiere un color muy rojizo. Por ello, se dice que el bazo está formado por pulpa blanca, en relación a la presencia de la linfa propia de los vasos linfáticos, y por pulpa roja, pues también fluye la sangre en su interior.

El bazo se trata de un órgano que cumple con funciones del sistema inmune y del sistema circulatorio, por lo que su correcto estado es muy importante para que las defensas del organismo funcionen como es debido.

¿Qué funciones tiene el bazo?

A grandes rasgos, el bazo cumple con tres funciones principales: iniciar la respuesta inmune, filtrar la sangre y almacenar nutrientes esenciales. A continuación veremos cada una de estas funciones de forma más detallada.

1. Iniciar la respuesta inmune

Cuando hay una infección, las células del sistema inmune avisan al bazo de la situación presentándole los antígenos propios del patógeno para que este inicie la respuesta inmune de ataque. Una vez el bazo ha reconocido el antígeno, empieza a producir anticuerpos específicos contra él.

Sin esto no se puede desencadenar la cascada de respuestas que llevan a la eliminación del patógeno. Y ahora, para entenderlo, veremos el proceso que sigue.

Todo patógeno, ya sea una bacteria, un virus, un hongo o un parásito, en su superficie tiene algunas moléculas que le son propias. Es decir, cada especie de patógeno tiene lo que vendría a ser una “huella dactilar”. Y en el campo de la inmunología esta huella dactilar recibe el nombre de antígeno.

Y es este antígeno lo que “enciende las alarmas” del sistema inmune. Cuando un patógeno nos infecta por primera vez lo más normal es que nos pongamos enfermos, pues las células del sistema inmunitario nunca se habían topado con este antígeno. Esto explica que los niños caigan enfermos con tanta frecuencia.

Sin embargo, ¿por qué desarrollamos inmunidad a las enfermedades? Conforme nos hacemos mayores nos ponemos enfermos menos veces porque el sistema inmune ha encontrado una forma de actuar rápidamente. Y esto es gracias a los anticuerpos.

Los anticuerpos son unas moléculas específicas de cada antígeno y que, cuando circulan por nuestro cuerpo, avisan a las células del sistema inmune de que ahí hay ese patógeno concreto. De forma similar a lo que sería una llave y una cerradura, el anticuerpo se une específicamente al antígeno y lo “atrapa” para que los glóbulos blancos lleguen rápidamente y el patógeno no tenga tiempo de provocarnos daños.

Dicho de otra manera, los anticuerpos ayudan a que el sistema inmune no vaya a ciegas. A la que tenemos anticuerpos contra un antígeno determinado, ese patógeno no nos hará enfermar. La inmunidad a las enfermedades es gracias a que tenemos una “fábrica” de anticuerpos.

Pero, ¿cuál es esta fábrica? En efecto: el bazo. Es el bazo el que, después de que le presenten los antígenos, empieza a fabricar los anticuerpos específicos para ese patógeno para que toda la respuesta inmune se desencadene adecuadamente y termine con la eliminación del germen.

Por lo tanto, el bazo sería como un “almacén” de anticuerpos que permite que se inicie la respuesta inmune como es debido. Sin él, perdemos la inmunidad a muchas enfermedades distintas.

2. Filtrar la sangre

Otra de las funciones clave del bazo es la de filtrar la sangre. Si bien no la filtra en el sentido de retirar las sustancias tóxicas para su posterior desecho, cosa que sí hacen los riñones y el hígado (de ahí que dijéramos que está estrechamente relacionado con este órgano), lo hace de una manera igual de importante.

La función del bazo en cuanto a la filtración consiste en retirar los glóbulos rojos dañados. Los glóbulos rojos son células imprescindibles para el cuerpo ya que transportan el oxígeno para que les llegue a todas las células del organismo y, además, envían el dióxido de carbono a los pulmones para su eliminación, pues es una sustancia nociva.

Pero como cualquier otro tipo de célula, los glóbulos rojos van dañándose y perdiendo sus propiedades, por lo que tienen que ir renovándose. Pero algo hay que hacer con los glóbulos rojos “viejos”. Y ahí es donde entra en juego el bazo.

La sangre fluye por su interior y cuando detecta que hay algún glóbulo rojo que ha perdido su funcionalidad, lo retira de la circulación sanguínea. Todos estos glóbulos rojos muertos que ha “atrapado” son enviados al hígado para que continúen con el camino de eliminación del cuerpo.

Por lo tanto, el bazo es de vital importancia para controlar y regular la cantidad de células sanguíneas que circulan por nuestro cuerpo, además de asegurarse que las que lo hacen estén en perfectas condiciones.

3. Almacenar nutrientes esenciales

El hierro es uno de los nutrientes más importantes para el cuerpo humano. Nuestro organismo lo necesita para producir la hemoglobina, una proteína imprescindible para que los glóbulos rojos puedan transportar el oxígeno.

Por ello, cuando hay déficit de hierro pueden surgir muchos problemas de salud: cansancio constante, debilidad y fatiga, anemia, pérdida de la capacidad de concentración, pérdida de apetito, problemas de crecimiento, uñas quebradizas, pérdida de fuerza…

El metabolismo del hierro puede sufrir altibajos, pues no siempre introducimos todo el hierro necesario a través de la dieta. Pero, como a veces le damos a nuestro cuerpo más de lo que en un período concreto necesita, el cuerpo ha ideado una forma de coger ese exceso de hierro y guardarlo “para más tarde”.

Y ahí es donde entra en juego el bazo. Este órgano es uno de los principales almacenes de hierro de nuestro cuerpo. El bazo es un depósito muy importante de hierro y guarda reservas de este nutriente esencial para que el cuerpo lo pueda usar en caso de que haya algún déficit.

Pero, ¿se puede vivir sin bazo?

El bazo no es un órgano vital como pueden ser el corazón, el cerebro o los pulmones. Por lo tanto, sí. Se puede vivir sin él. De hecho, cuando este enferma o sufre un traumatismo grave (generalmente en accidentes de tráfico), para evitar que se rompa y la persona muera a causa de una hemorragia interna, se realiza una esplenectomía, que es una extirpación del bazo.

De todos modos, pese a que se puede vivir sin él, hay que tener en cuenta que, vistas sus funciones, la persona que se haya sometido a una esplenectomía tiene más riesgo de sufrir infecciones ya que ha perdido la inmunidad a ellas al no poder producir los anticuerpos en el bazo.

El cuerpo es capaz de contrarrestar la pérdida del bazo y que otros órganos del sistema linfático cumplan con sus funciones de inmunidad, que el hígado pase a realizar las funciones de filtrado de la sangre y que otros órganos almacenen el hierro.

De todos modos, una persona sin bazo, al menos durante los dos primeros años, es muy susceptible de enfermar. Por ello, debe volver a vacunarse contra los principales patógenos que pueden afectarle. Así recupera la inmunidad perdida.

Referencias bibliográficas

  • Cesta, M.F. (2006) “Normal Structure, Function, and Histology of the Spleen”. Toxicologic Pathology.
  • Steiniger, B. (2005) “Spleen”. Encyclopedia of Life Sciences.
  • Larrañaga, N., Espil, G., Oyarzún, A. et al (2014) “No nos olvidemos del bazo: el órgano huérfano”. Revista Argentina de Radiología.
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