Bruxismo: causas, síntomas y tratamiento

El bruxismo es un trastorno en el que la persona, de forma inconsciente y durante el día o la noche, rechina, cruje o aprieta los dientes por movimientos involuntarios de los músculos de la masticación. Un análisis de sus bases clínicas.

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Los dientes son las estructuras más fuertes del cuerpo humano. Incluso más que los huesos. Y no debería sorprendernos, pues los 32 dientes que conforman nuestra dentadura son esenciales no solo para el sistema digestivo, sino para hacer posible la comunicación verbal al tiempo que son un reflejo de nuestra higiene y salud.

En este contexto, los dientes, que son órganos altamente mineralizados ricos en calcio y fósforo, son muy importantes para nuestra salud tanto física como emocional. Pero no debemos olvidar que no son rocas. Son estructuras vivas que, a pesar de su composición externa y de estar fijadas a la cavidad oral gracias a un anclaje a los huesos maxilares, están compuestas por partes susceptibles de ser dañadas.

Como bien sabemos, son muchas las enfermedad y patologías que pueden afectar a la fisiología de los dientes, como por ejemplo las caries, pero hay un trastorno que puede ocasionar daños en los dientes y que generalmente es infravalorado. Estamos hablando del bruxismo. Un trastorno que consiste en rechinar, crujir o apretar los dientes de forma inconsciente.

Pudiendo ocurrir tanto de día como durmiendo de noche, el bruxismo es un trastorno que, si bien no es grave en sí mismo, sí que puede afectar a la salud de los dientes, pero sobre todo es un reflejo de que algo a nivel físico o emocional no está como debería estar. Por ello, en el artículo de hoy y de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a analizar las causas, síntomas y tratamiento del bruxismo.

¿Qué es el bruxismo?

El bruxismo es un trastorno en el que la persona rechina, cruje o aprieta los dientes de forma inconsciente por movimientos involuntarios de los músculos de la masticación. Esto puede suceder tanto de día cuando estamos despiertos (bruxismo diurno) o por la noche mientras estamos durmiendo (bruxismo nocturno), en cuyo caso se considera un trastorno del movimiento relacionado con el sueño.

Y es que en su manifestación nocturna, la más conocida, la persona que sufre bruxismo tiene altas probabilidades de sufrir otros trastornos del sueño, como apnea del sueño, ronquidos e incluso insomnio. Pero por sí mismo, el bruxismo, a pesar de no ser en absoluto una patología grave, sí que puede, en algunos casos, provocar complicaciones como daños en los dientes o dolores de cabeza.

Deslizar o frotar los dientes de atrás hacia adelante uno sobre el otro, crujir o apretarlos. En esto consiste el bruxismo, que se desarrolla por movimientos inconscientes e involuntarios de la musculatura de la masticación. Es un trastorno que afecta a entre un 10% y un 20% de la población, siendo el bruxismo nocturno el más común y complejo, pues es más difícil de controlar y detectar.

Estos movimientos inconscientes, intensos y rítmicos de los músculos de la masticación sobre los dientes cuando no estamos comiendo conforman el bruxismo y son frecuentes en niños. En la infancia y épocas juveniles, no se considera patológico, sino una simple consecuencia del desarrollo natural de la dentición y de los músculos y huesos de la cara.

Sin embargo, este bruxismo debería terminar al alcanzar la segunda década de la vida. Y es que en adultos, se considera un trastorno más “patológico” que sí que puede ocasionar problemas a nivel físico y, además, alertar de que es posible que haya algo a nivel emocional que no esté en su sitio. Por ello, a continuación vamos a analizar sus bases clínicas.

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Causas del bruxismo

Las causas detrás del bruxismo siguen sin estar claras del todo y su origen exacto sigue generando controversia. Aun así, lo que sí sabemos es que el estrés es uno de los principales desencadenantes. Las personas que sufren estrés en su vida suelen somatizar esta afectación psicológica y emocional sobre los músculos de la masticación, haciendo que aparezca el bruxismo tanto en su forma diurna como en su forma nocturna, dependiendo de la persona.

Sabemos que la intensidad del bruxismo en lo que a fuerza y frecuencia se refiere depende de los niveles de estrés a los que está sometida la persona. Así, otros factores emocionales como la ansiedad y sentimientos como la ira y la frustración pueden ser desencadenantes importantes de este bruxismo.

Aun así y pese a que, como hemos dicho, su etiología sigue sin estar clara, hay otros factores de riesgo importantes que, si bien no son causas, sí que incrementan el riesgo de que la persona sufra bruxismo, como, además del estrés, la edad (es más común en gente joven), la personalidad (rasgos como la competitividad, la autoexigencia o la agresividad son factores de riesgo), los antecedentes familiares, el consumo de ciertos medicamentos (los antidepresivos suelen tener el bruxismo como efecto secundario), el tabaquismo, el abuso del alcohol o la cafeína, el consumo de drogas recreativas o sufrir determinadas enfermedades, pues el bruxismo puede ser síntoma de la demencia, del Parkinson, de la enfermedad por reflujo gastroesofágico o del TDAH, entre otros.

Del mismo modo, sabemos que el bruxismo durante el día suele deberse más a componentes emocionales vinculados al estrés y la ansiedad; mientras que el bruxismo nocturno tiende a estar más relacionado con trastornos del sueño, aunque como bien sabemos, estos también pueden tener (además de causas orgánicas) el estrés y otros problemas emocionales como desencadenantes.

Recientemente se ha hablado también de las conocidas como interferencias oclusales, unas alteraciones en los dientes que hacen que no encajen bien entre ellos. Estas puedan hacer que, inconscientemente, el cuerpo intente mejorar estos “engranajes” para que la oclusión sea más eficiente.

Así, el bruxismo podría ser también una estrategia del organismo para intentar que los dientes encajen mejor cuando hay estas interferencias. Pero es un pez que se muerda la cola. Porque lejos de solucionar el problema, intentar ajustar los dientes solo hace que se desgasten más y que cada vez encajen peor.

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Síntomas

El bruxismo consiste en rechinar, crujir o apretar los dientes de forma inconsciente. Esta es la manifestación del trastorno. Pero de estos movimientos involuntarios deriva una sintomatología que, si bien no es grave, sí que puede ocasionar ciertos problemas en la persona que sufre este trastorno, recordando que su intensidad varía mucho entre casos.

En líneas generales, el bruxismo cursa con los siguientes síntomas: sonidos al rechinar los dientes, trastornos del sueño, mayor sensibilidad dental, dolor en los dientes, inflamación de la mandíbula, dolor de oído, sensación de sobrecarga en la musculatura de la masticación, dolor de cabeza, heridas en la parte interna de la mejilla, desgaste del esmalte dental, rigidez de los músculos de la mandíbula, sensación de que la mandíbula se traba o que no se puede abrir o cerrar por completo e incluso, a largo plazo, dientes aplanados, flojos, partidos o fracturados.

De todos modos, más allá de las molestias y en algunos casos implicaciones estéticas, el bruxismo no es un trastorno grave. Aun así, es cierto que en personas que sufren un caso grave y prolongado en el tiempo, el bruxismo puede derivar en complicaciones algo más severas.

Hablamos de daños graves en los dientes, dolores de cabeza crónicos e incapacitantes relacionados con la tensión muscular, dolor de cuello y rostro intenso y afectaciones en las articulaciones temporomandibulares, haciendo que, además de escuchar chasquidos al abrir y cerrar la boca, haya problemas en la masticación. Por ello, especialmente si el bruxismo es nocturno (porque es más difícil de controlar), es importante detectar el problema y abordarlo clínicamente.

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Tratamiento

El objetivo del tratamiento del bruxismo es, además de disminuir el rechinar, crujir y apretar los dientes, reducir el dolor y prevenir el daño dental permanente. Evidentemente, el primer paso es adoptar medidas para reducir el estrés y la ansiedad, algo que cada uno sabrá cómo hacer en su vida recordando que siempre hay la opción de recibir ayuda profesional.

La mayoría de personas no rechinan ni aprietan los dientes lo suficientemente fuerte como para que haya riesgos de complicaciones, por lo que muchas veces, más allá de este control del estrés, no es necesario un tratamiento. Ahora bien, si el problema de bruxismo es más grave, entonces sí que se necesita un abordaje.

El tratamiento suele ser odontológico, con férulas o protectores bucales (diseñados para mantener los dientes separados y evitar que se aprieten al dormir) o, en casos más graves, corrección dental con remodelado de las superficies dentales, en caso de que el desgaste haya sido suficiente como para provocar sensibilidad, dolor o problemas para masticar.

Más allá del enfoque odontológico, puede ser útil, como hemos dicho, el abordaje psicológico (la terapia puede ayudar a manejar el estrés o la ansiedad), además de terapias que ayudan a controlar la actividad muscular de la mandíbula. Del mismo modo y como es evidente, cuando el bruxismo es un síntomas de otra enfermedad, el tratamiento no debe basarse en reducir estos movimientos, sino en corregir la causa que realmente está de fondo.

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