Celiaquía y Salud Mental: ¿cómo se relacionan? (en 3 claves)

La enfermedad celíaca es un desorden sistémico y autoinmune que se caracteriza por una intolerancia permanente al gluten. Los pacientes celíacos pueden ver comprometida su salud mental de diferentes formas, conozcamos cuáles.

Celiaquía y salud mental

La enfermedad celíaca (EC) es un desorden sistémico con base inmunológica, causado por la ingesta de gluten en aquellas personas que cuentan con una predisposición genética. El hecho de que sea una enfermedad sistémica quiere decir que no sólo afecta al aparato digestivo, sino a cualquier función del organismo. Por tanto, más allá de la sintomatología digestiva típicamente asociada a esta condición (diarrea y/o estreñimiento, gases, náuseas, vómitos, borborigmos, acidez, etc.), los pacientes celíacos que no siguen una dieta sin gluten pueden sufrir problemas endocrinos, neurológicos, dermatológicos, reproductivos y psiquiátricos.

¿Qué es la celiaquía?

A diferencia de lo que se suele creer, la manifestación extradigestiva de la enfermedad es más habitual que la digestiva, especialmente en las personas adultas. Se cree que esto ha podido conducir a un marcado infradiagnóstico, fruto del desconocimiento que muchos sanitarios tienen de la enfermedad. De esta forma, aunque las cifras indican que 1 de cada 357 adultos son celíacos, los expertos creen que pueden ser muchos más.

Hace algunos años, se consideraba que la EC era una enfermedad que solo aparecía en la infancia, unos meses después del destete, con una manifestación denominada “clásica” caracterizada por: diarrea crónica, problemas de crecimiento, pérdida de apetito, náuseas y distensión abdominal. Aunque en los últimos años se ha conocido mucho más acerca de la EC y las diferentes presentaciones que puede adoptar más allá del patrón clásico, esta enfermedad ha sido denominada como “el camaleón” de las enfermedades, debido a lo difícil que puede resultar su diagnóstico. Es más que habitual que los celíacos reciban numerosos diagnósticos erróneos y vivan años de síntomas sin explicación conocida antes de saber su condición.

Hemos mencionado que el desencadenante de la enfermedad es la ingesta de gluten, pero, ¿qué es el gluten? El gluten es una proteína presente en algunos cereales, como el trigo, la cebada, el centeno o la espelta. Otros cereales, como la avena, no contienen gluten, pero sí una proteína llamada avenina, cuya estructura es muy parecida. Esto hace que algunos celíacos puedan responder a ella de la misma forma que cuando ingieren un cereal con gluten. Además, es muy frecuente que la avena sea cultivada junto al resto de cereales, por lo que queda “contaminada” de gluten (luego detallaremos qué es esto de la contaminación) y deja de ser apta para el consumo de un celíaco.

Cuando un celíaco consume gluten, este estimula la producción de ciertos anticuerpos por parte de su sistema inmunitario. Estos anticuerpos dañan el revestimiento interno del intestino delgado, lo que contribuye a aplanar las vellosidades del intestino, encargadas de absorber los nutrientes de los alimentos. Por esta razón, aquellos celíacos sin diagnóstico que no han retirado el gluten de su dieta suelen tener déficits nutricionales, siendo especialmente habitual la anemia ferropénica.

Por todo ello, el único tratamiento posible para esta enfermedad es la dieta sin gluten estricta y de por vida. Una dieta sin gluten requiere un esfuerzo considerable, pues esta proteína se encuentra no sólo en los alimentos más evidentes (pan, pasta, pasteles…), sino también en infinidad de productos ultraprocesados. Un celíaco ni siquiera debe consumir trazas de gluten, por lo que deberá tener especial precaución con el fenómeno de la contaminación cruzada.

Celiaquía

Este hace referencia a aquellas situaciones en las que los alimentos libres de gluten se mezclan con otros que sí lo contienen, lo que hace que un producto inicialmente apto para el celíaco deja automáticamente de serlo. Un ejemplo puede ser cortar el pan sin gluten con un cuchillo empleado para cortar el pan con gluten o hervir pasta sin gluten en el mismo agua donde fue cocida la pasta con gluten. La precaución en este sentido es esencial, pues aunque las trazas de gluten no son visibles al ojo humano, son capaces de despertar la temida reacción defensiva del organismo.

Actualmente, el conocimiento acerca de la EC se ha incrementado notablemente. Este aumento de la información ha permitido elaborar protocolos diagnósticos más acertados que permiten detectar muchos más casos que antes. La prueba más fiable y decisiva para diagnosticar EC es la realización de una biopsia duodenal. Esta prueba permite determinar si existe daño en la mucosa y, en su caso, su severidad. No obstante, el profesional sanitario debe sopesar en conjunto todas las pruebas realizadas así como la historia clínica del paciente para establecer una conclusión certera.

Aunque llegar a un diagnóstico de EC puede ser muy complicado por todo lo que hemos comentado, esto no significa que todo sea sencillo una vez conseguido. No podemos olvidar que la EC es una enfermedad crónica, lo que requiere realizar cambios importantes en el estilo de vida que pueden requerir bastante esfuerzo al principio.

Así, tanto antes como después del diagnóstico, las personas celíacas pueden ver comprometida su salud mental debido a todos los cambios e incertidumbre que deben afrontar. Si te interesa conocer más acerca de la EC y su relación con la salud mental, continúa leyendo, porque en este artículo vamos a profundizar al respecto.

¿Cómo se relaciona la enfermedad celíaca y la salud mental?

Como hemos comentado, recibir un diagnóstico de EC no es fácil, pero una vez que se consigue, este también puede ser impactante y difícil al principio, ya que requiere una serie de cambios dietéticos permanentes en los que no sólo debe implicarse el propio paciente, sino también su entorno. Todo ello puede mermar la salud mental de los celíacos de diferentes formas, conozcamos cómo.

1. Malabsorción nutricional

Una de las razones por las que un celíaco puede ver comprometida su salud mental es la malabsorción nutricional característica de los momentos previos al diagnóstico y las primeras fases posteriores a este. Cuando un celíaco consume gluten o lleva poco tiempo realizando la dieta sin gluten, su intestino está dañado y esto dificulta la absorción de los nutrientes, por lo que se pueden producir déficits importantes. Es habitual que en estos momentos los celíacos muestren bajos niveles de vitamina B y D, hierro, zinc y calcio, lo que puede perjudicar el funcionamiento del sistema nervioso, producir confusión mental e incluso deterioro de la memoria.

celiaquía intestinos

2. Vida social sin gluten

La comida no es solo un medio para obtener energía, sino que en torno a ella se configura todo un acto social y cultural. Por ello, un cambio profundo en nuestra dieta tiene, inevitablemente, repercusión a nivel social. Ser celíaco implica tomar precauciones y medidas a la hora de comer en otras casas, restaurantes e incluso cuando se decide viajar. Las opciones sin gluten pueden ser muy limitadas en muchos momentos y puede resultar verdaderamente difícil encontrar un lugar seguro para comer en las mismas condiciones que los demás.

Aunque la planificación y la previsión de las comidas y viajes se normalizan con la práctica, todos estos cambios pueden ser agobiantes al principio. Todo ello puede conducir al celíaco a sentirse como una carga para la familia y los amigos. Es habitual experimentar irritabilidad y enfado en aquellos momentos en los que las limitaciones se hacen más evidentes, ya que se trata de una situación nueva y desconocida que el celíaco tendrá que asimilar con el tiempo.

En algunos casos, la rabia puede aparecer como consecuencia de la privación impuesta de alimentos que antes se consumían. La culpa también puede hacer acto de presencia, por ejemplo cuando se deben comprar productos más caros para el celíaco o cuando otras personas se solidarizan y comen sin gluten para facilitar las cosas.

sin gluten

3. La tardanza en los resultados

Cuando un celíaco inicia la dieta sin gluten, uno de los principales incentivos para continuar es la búsqueda de la mejoría de los síntomas. Sin embargo, esta recuperación no suele ser inmediata, sino que lleva un tiempo. Este período de tiempo es variable y será distinto en función de factores como la severidad del daño intestinal.

Por tanto, el celíaco deberá atravesar un período de tiempo en el que tiene que realizar restricciones importantes en su dieta sin sentir mejoría clínica, lo que puede hacer muy complicada la adherencia a la dieta. Por todo ello, los comienzos en la vida sin gluten requieren cultivar la paciencia y la responsabilidad hacia uno mismo.

Como enfermedad crónica cuyo tratamiento es una dieta, será el propio paciente el que tiene en sus manos el control de la misma. Este ejercicio de responsabilidad sin transgresiones puede ser difícil y para ello es crucial el apoyo del entorno. Ser celíaco puede ser difícil a veces, pero aquí te dejamos algunas pautas que te permitirán llevar de una forma mucho más eficaz y positiva la dieta sin gluten y sus implicaciones:

  • Déjate ayudar: A veces puedes sentir culpa cuando todos tus amigos deben ir al restaurante donde tú puedes comer o cuando las personas de tu entorno deben preparar tu comida con sumo cuidado. Sin embargo, debes recordar que tú no has elegido tener esta enfermedad, sino que es algo que te ha tocado. Por ello, cargar solo con el peso de la dieta puede ser desgastante. Deja que tus seres queridos aprendan y conozcan la enfermedad para que ellos puedan cocinarte y apoyarte.

  • Organízate: Ser celíaco no permite improvisaciones cuando se trata de comer fuera o viajar. Para evitar agobios, procura ser previsor e infórmate respecto a aquellos lugares donde puedes comer con tranquilidad.

  • Contacta con tu asociación: En tu zona seguro que existe una asociación de celíacos. Estos organismos son de gran ayuda, pues proporcionan apoyo, te ayudarán con el seguimiento de la dieta e incluso ofrecen cursos de cocina gluten free.

  • Saca el chef que llevas dentro: Un cambio dietético puede ser la oportunidad perfecta para sacar tu lado cocinillas. Busca recetas que tradicionalmente llevan gluten e intenta adaptarlas para obtener su sabor con sustitutos. Verás como comer sin gluten puede ser delicioso y mucho más fácil de lo que piensas.

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