Herpes zóster (culebrilla): qué es, síntomas, causas y tratamiento

El virus latente varicela zóster (VVZ) es el causante de esta afectación tan común y desagradable.

Herpes Zóster

El herpes zóster es una enfermedad producida por la reactivación del virus latente varicela zóster (VVZ). Esta patología cursa con una sintomatología caracterizada por la aparición de erupciones dolorosas en el lado izquierdo o derecho del torso.

Esta enfermedad está ampliamente relacionada con la varicela, presentación clínica de la infección vírica que más tarde da lugar al zóster o “culebrilla”. Se calcula que afecta al 20 % de la población mundial, y su distribución es cosmopolita sin patrones estacionales.

Debido a la importancia clínica y a las molestias que este virus genera, conocerlo es esencial. A continuación, te presentamos todo lo que tienes que saber sobre el herpes zóster.

Herpes zóster: una enfermedad de origen vírico

Antes de sumergirnos en la sintomatología y el tratamiento, es necesario definir al agente causal de la enfermedad.

Estamos ante el virus varicela zóster (VVZ), un microorganismo perteneciente a la familia de los Alphaherpesvirinae. Se trata de un virus relativamente simple, pues posee una única molécula de ADN bicatenario lineal y está protegido por una cápside icosaédrica de origen proteico. Como ocurre con el resto de virus, este patógeno secuestra el mecanismo de replicación de las células del huésped para multiplicarse a sí mismo.

La distribución del virus en el mundo

Como hemos dicho anteriormente, se calcula que el herpes zóster afecta a un 20 % de la población mundial, sin un patrón de estacionalidad claro (a diferencia de la varicela). Diversos estudios reportan los siguientes datos epidemiológicos:

  • En el año 1995 se calculó que la incidencia de la enfermedad era de 215 pacientes por cada 100.000 personas.
  • Este valor ha aumentado, pues a día de hoy se calcula una incidencia global de 500 casos por cada 100.000 habitantes.
  • Aún así, esta enfermedad está relacionada con la edad, pues sus valores para menores de 15 años es de un enfermo por cada 1.000 jóvenes.
  • En las personas VIH-positivas la cosa cambia, pues observamos una incidencia de 29 personas afectadas por cada 1.000 personas con sida.

Todos estos datos, por mareantes que puedan resultar, se resumen en que la enfermedad es mucho más común en personas de avanzada edad o inmunocomprometidas (como es el caso de los pacientes con SIDA). Tenemos que tener en cuenta que el 90 % de la población de Estados Unidos ha pasado la varicela (es decir, ha estado en contacto previo con el virus VVZ), por lo que el número de pacientes potenciales de herpes zóster es muy alto.

Mecanismo de acción

Después de un cuadro de varicela, el virus VVZ permanece latente en las neuronas de los ganglios de las raíces dorsales, los ganglios autónomos y los nervios craneales. Al parecer, puede alojarse allí durante el resto de la vida del paciente sin generar un cuadro clínico aparente.

Tenemos que comprender que nuestro sistema inmune actúa como una barrera de contención ante diversas patologías. Este es el caso de la infección del virus varicela zóster, pues gracias a nuestras defensas se mantiene a raya en las zonas antes nombradas. Con la edad este sistema inmune se debilita, y el virus encuentra una posibilidad para reactivarse y volver a su ciclo replicativo, manifestando una serie de síntomas que veremos a continuación.

Por ello, el herpes zóster se considera una enfermedad ligada a la edad y al inmunocompromiso. No es coincidencia que solo un 5 % de los casos ocurran en jóvenes menores de 15 años, ni que las personas no vacunadas mayores de 85 años presenten un 50 % de probabilidades de sufrirlo. También parece ser que este virus posee un patrón de infección étnico y por género, pues las mujeres blancas son las más propensas de sufrirlo.

Síntomas del herpes zóster

La sintomatología del herpes zóster es de manifestación variada y compleja. Por ello, vamos a detenernos a explicar en profundidad su cuadro clínico.

1. Pródromo

El herpes zóster se caracteriza por una etapa inicial conocida como pródromo, en la que el paciente siente dolor y parestesia (calor, frío o cosquilleo) en el área afectada antes de que la lesión aparezca.

Este dolor, malestar o sensación cutánea anormal puede ser intermitente o contínuo, y se presenta de cuatro días a dos semanas antes de la aparición de la erupción cutánea.

2. Erupción cutánea

Como hemos mencionado con anterioridad, el síntoma más característico es la aparición de un exantema vesicular doloroso, es decir, una erupción cutánea de color rojizo que suele estar relacionada con episodios de febrícula. Esta “culebrilla” se presenta de forma unilateral y está limitada en áreas de uno a tres dermatomas (áreas inervadas por un solo miembro raquídeo y su ganglio espinal).

Es interesante destacar que en el 50 % de los casos la manifestación clínica del herpes zóster se produce en el tronco del paciente. No suelen aparecer lesiones nuevas en el área afectada tras una semana, pero la duración de esta erupción parece estar correlacionada con la edad del paciente (a más edad más dura). Otro dato relevante es que del 60 al 90 % de los pacientes describen un acuciante dolor neuropático (asociado al sistema somatosensorial) e hipersensibilidad. Este malestar característico se auto resuelve tras varios días.

En el 15 % de los casos, el virus VVZ afecta a la primera división del nervio trigémino, lo que se traduce en la aparición de la erupción cutánea en la frente, alrededor de los ojos y sobre la nariz. Esta variación se conoce cómo “herpes zóster oftálmico” y se considera como la presentación más grave de la enfermedad, pues puede generar daños en los nervios oculares, lo que se traduce en reducción o pérdida total de visión en el paciente.

3. Complicaciones posteriores

Las tasas de complicaciones van del 40 al 80 % de los afectados, pues tenemos que tener en cuenta que la mayoría de pacientes son de avanzada edad o presentan un sistema inmune deprimido. Aún así, la tasa de mortalidad es muy baja, pues estudios calculan que solo de 2 a 3 personas por cada 100.000 enfermos terminan falleciendo por el herpes zóster.

La neuralgia postherpética es la complicación más habitual del herpes zóster, pues hasta un 50 % de las personas que han pasado la enfermedad pueden sufrirla. Este término se define como una continuación del dolor después de haber pasado la enfermedad (alrededor de 90 días). El malestar en el área afectada puede durar desde meses hasta años, lo que dificulta las actividades diarias del paciente y necesidades fisiológicas tan esenciales como el dormir.

Algunos síntomas asociados a la neuralgia postherpética son anorexia, cansancio, fatiga crónica, pérdida de peso e insomnio. No todo se reduce a variables fisiológicas, pues un dolor continuado en el tiempo también puede acarrear efectos emocionales, como la depresión o dificultades en la concentración.

Tratamiento

La terapia con antivirales es recomendable en algunos pacientes de herpes zóster no inmunocomprometidos y en todos los que presentan un sistema inmune debilitado. Fármacos como el aciclovir han sido aprobados por la FDA (agencia del gobierno de Administración de Medicamentos y Alimentos) para el tratamiento de esta enfermedad, por lo que son muy comunes en el ámbito médico.

También se pueden prescribir glucocorticoides como la prednisona , hormonas que reducen el dolor agudo y la inflamación de la erupción cutánea. Aún así, estos fármacos son de uso limitado, pues han de evitarse en pacientes con hipertensión, diabetes mellitus, úlceras pépticas y osteoporosis.

Además, existen vacunas oficiales (como Zostavax) que reducen la probabilidad de contraer la enfermedad, y en el caso de que se produzca, minimizan la duración y la gravedad de la misma. Este método de prevención no es infalible, pues solo pareció funcionar en el 50 % de los casos entre personas mayores y su eficacia no es absoluta.

Por último, también se pueden utilizar antihistamínicos para reducir la inflamación, analgésicos y cremas cutáneas que reducen el picor.

Conclusiones

El herpes zóster es una patología causada por el virus varicela zoster (VVZ), que se produce en un intervalo de tiempo variable tras sufrir la varicela. Esta enfermedad está asociada a una alta morbilidad (grado de afección a la salud general del paciente) y afecta mayoritariamente a personas mayores o pacientes con el sistema inmune comprometido.

Además de ser una patología muy dolorosa, una porción sustancial de los enfermos sufrirán efectos a largo plazo, tales como la neuralgia postherpética narrada previamente.

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