Movimiento Real Food: ¿qué es y qué peligros tiene?

El movimiento real food es un estilo de vida basado en el consumo de alimentos naturales, excluyendo aquellos ultraprocesados o industriales. Aunque es un planteamiento interesante, puede implicar riesgos por su rigidez.

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En los últimos años ha tomado impulso un movimiento en el ámbito de la nutrición conocido como real food. Esta tendencia defiende la alimentación basada en los llamados “alimentos reales”, es decir, productos que han sido mínimamente procesados y preservan su calidad y propiedades naturales. El fin último que persigue es favorecer que la población se alimente de manera más saludable.

Así definida, la tendencia del real food puede parecer interesante. Comer productos con mejor calidad a nivel nutricional no parece en absoluto algo negativo. Por el contrario, podría verse como un movimiento útil para cuidar nuestra salud. El problema radica en que esta tendencia peca de reduccionista, ya que asume que comer es un acto puramente fisiológico y la salud sólo aquella que tiene que ver con los aspectos físicos y biológicos del organismo.

De esta manera, lo que a priori puede ser una buena idea termina por convertirse en una forma de vivir la alimentación desde la rigidez, la culpa y el miedo a cierto tipo de alimentos. En personas que parten de cierta vulnerabilidad, muchos profesionales parecen coincidir en que esta tendencia en nutrición es un caramelo envenenado. Buscando mejorar la salud se puede formar una relación inadecuada con la comida y favorecer el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Por ello, en este artículo comentaremos los posibles riesgos o aspectos problemáticos que se derivan del movimiento real food.

¿Qué es el movimiento realfooding?

Como venimos comentando, el movimiento real food parte de la idea de que es necesario dejar a un lado los alimentos ultraprocesados para poder llevar una dieta saludable. Aunque la idea de mantener una alimentación natural puede parecer buena, lo cierto es que hoy en día es difícil llevar una dieta totalmente exenta de alimentos procesados. La presencia de este tipo de productos está ampliamente extendida y por ello son muchas las ocasiones en las que nos podemos topar con ellos.

En este sentido, tratar de apartar los ultraprocesados de nuestra vida puede conllevar problemas secundarios a nivel psicológico. Al adherirnos a este estilo de vida, es fácil que empecemos a sufrir cuando tengamos que salirnos de los márgenes que hemos marcado. Por ejemplo, si tenemos un evento social en un restaurante de comida rápida y consumimos una pizza o hamburguesa podemos sentir culpa por estar comiendo un producto que hemos demonizado hasta el extremo.

Aunque la intención es buena, se trata de una forma de vivir la alimentación muy poco realista y alejada del contexto social y cultural en el que comemos. Comer es un acto que va más allá de ingerir nutrientes para sobrevivir, por lo que ignorar sus aspectos sociales y emocionales puede brindarnos más problemas que beneficios en relación con la salud. Veamos los aspectos controvertidos del movimiento real food con más detenimiento.

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Real food y la connotación moral que se da a los alimentos

Uno de los grandes problemas del real food es que tiende a otorgar un valor moral a los alimentos. Desde esta tendencia se polariza la alimentación en las categorías bueno-malo. Así, cada producto es etiquetado como adecuado o indeseable. Vivir nuestra relación con la comida desde un prisma moral es peligroso. Al demonizar ciertos alimentos creamos normas alimentarias rígidas que, cuando son quebrantadas, producen un enorme sentimiento de culpa por no estar comiendo de manera “correcta”.

La comida es parte de nuestro día a día. Cuando la forma en la que comemos se convierte en objeto de análisis constante para revisar si estamos siguiendo las líneas marcadas, vivimos en un estado de alerta y vigilancia continuas. Algo que debería ser rutinario y natural pasa a ser calculado y medido al milímetro para lograr comer de manera “perfecta”.

De esta manera, lo que inicia como un planteamiento en pro de la salud, termina por volverse en nuestra contra. Lo que comienza como una forma de mejorar la calidad de lo que comemos acaba por desembocar en normas rígidas e infranqueables que nos agotan a nivel mental. En un mundo donde, como ya comentamos, existen aspectos sociales y culturales que influyen en la alimentación, el real food puede alimentar la lucha con uno mismo. En cierta manera se vive a menudo una continua toma de decisiones, decantarse por lo bueno o lo malo. Elegir la salud o el placer momentáneo. Este tira y afloja nos cansa, nos desconecta de nuestras señales fisiológicas y apetencias y favorece una relación con la comida poco saludable.

Detrás de todo esto existe un error esencial, que radica en considerar únicamente el plano físico de la salud. Lo cierto es que el concepto de salud es holístico y este también engloba nuestro bienestar psicológico. De esta forma, poco útil parece llevar la dieta más natural del mundo si esto implica desajustes sociales y malestar emocional por obligarnos a no consumir alimentos que nos gustan en ciertos momentos.

La salud no es física o mental, es simplemente salud. Ignorar esta realidad y reducir la alimentación a la ingesta de alimentos con mejor o peor calidad nutricional es obviar la complejidad del acto de comer. De forma paralela al movimiento real food se han propuesto alternativas para fomentar una relación más flexible con la comida, como es el caso de la alimentación intuitiva. Desde este punto de vista se descartan las etiquetas bueno-malo y se fomenta una conexión genuina con las propias señales del organismo, evitando que la culpa sea la que guíe qué se come y qué no.

Real food: rigidez y restricción camufladas

Al hilo de lo que venimos comentando, la tendencia real food puede convertirse en el pretexto perfecto para dar inicio a un TCA. Llevar una dieta libre de ultraprocesados implica hacer importantes restricciones que, comenzando de manera insidiosa, pueden generar una relación con la comida más que problemática. Si hay algo que caracteriza a los TCA es la presencia de creencias y normas rígidas en torno a la comida. Asimismo, la culpa es la eterna compañera de quienes lidian con este tipo de problemas de salud mental.

Es importante señalar que iniciarse en este estilo de vida no es nunca la causa que lleva a un TCA. Estos trastornos son de naturaleza multifactorial, lo que significa que resultan de la confluencia de diversas variables. Sin embargo, las personas con cierta predisposición o vulnerabilidad pueden encontrar en el real food la gota perfecta para colmar un vaso a punto de rebosar.

En definitiva, el real food trata de fomentar una dieta más natural a base de inculcar una visión polarizada y rígida de los alimentos, que suscita culpa y miedo ante la posibilidad de consumir alimentos calificados como inadecuados. Esto crea una narrativa peligrosa en la que se pueden refugiar personas vulnerables (baja autoestima, genética, perfeccionismo, obesidad, problemas familiares…).

Como ya adelantamos anteriormente, comer no es un acto puramente fisiológico. El hecho de comer también viene influido por dimensiones sociales y emocionales. La comida es un elemento relacional, un eje en torno al cual se socializa, se comparte y celebra. La comida nos vincula con otras personas, es símbolo de afecto, cuidado y amor. Cuando comemos disfrutamos y conectamos con recuerdos. En definitiva, comer no sólo tiene que ver con ingerir nutrientes. Alimentamos el cuerpo, pero también el alma.

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La clave está en el equilibrio, la flexibilidad y la diversificación

Viendo todo lo que hemos comentado, ¿Cómo es posible formar una relación saludable con la comida? Lo cierto es que la respuesta la encontramos en el equilibrio. Todos sabemos que los productos ultraprocesados son menos interesantes a nivel nutricional que aquellos naturales. Sin embargo, es importante no demonizarlos, pues ello conduce a restringirlos, sentir culpa cuando los comemos e incrementar el deseo hacia ellos.

Lo ideal es diversificar, llevar una dieta que en general sea equilibrada sin que ello esté reñido con consumir productos ultraprocesados de vez en cuando. Flexibilizar y ver la comida sin connotaciones morales o punitivas es la mejor alternativa para relacionarnos con ella de manera adecuada y cuidar nuestra salud. Debemos incluir todos los nutrientes necesarios en nuestra alimentación al mismo tiempo que admitimos comernos en ocasiones productos que no sean naturales y perfectos a nivel nutricional.

Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca del movimiento real food y los posibles aspectos problemáticos que esta tendencia entraña. Esta filosofía en nutrición se presenta como un estilo de vida en el que se fomenta el consumo de productos naturales y la exclusión de alimentos ultraprocesados. Aunque en principio esta premisa suena bien, lo cierto es que puede ser un arma de doble filo y un peligro para personas con cierta vulnerabilidad a desarrollar TCAs.

El hecho de que un propósito en principio positivo se vuelva en nuestra contra tiene que ver, esencialmente, con la ausencia de flexibilidad. Normalmente, se habla de la importancia de la calidad y cantidad de los productos que se ingieren para determinar si nos alimentamos correctamente. Sin embargo, el movimiento real food ignora la forma en la que nos relacionamos con los alimentos, así como los aspectos emocionales y sociales relacionados con el acto de comer.

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