Las 5 diferencias entre Depresión y Demencia (explicadas)

En pacientes geriátricos, la depresión y la demencia pueden cursar con unos signos clínicos similares. Debido a la importancia de diferenciarlas, vamos a indagar en las bases clínicas de ambas enfermedades.

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Para bien y para mal, nadie puede detener el paso del tiempo. Y tras toda una vida de momentos tanto buenos como malos, es normal que el cuerpo empiece a sufrir las consecuencias naturales del envejecimiento, con unos órganos que, tras años de regenerarse, comienzan a perder sus facultades. Y es así como entran en juego las enfermedades vinculadas a la vejez.

Así, hablamos de patologías geriátricas para referirnos a aquellas que presentan una especialmente elevada incidencia en la “tercera edad”, establecida a partir de los 65 años. Existen muchas enfermedades asociadas a la vejez, como por ejemplo la artrosis, la osteoporosis, la diabetes, el Parkinson, la hipertensión, la sordera, los problemas de visión…

Pero, sin duda, si hay dos enfermedades que, por su impacto en el paciente y en su entorno familiar, son especialmente relevantes a nivel clínico, esas son la depresión y la demencia. Dos trastornos que, si bien en la tercera edad pueden cursar con una sintomatología similar que puede hacer que se confundan hasta cierto punto, son muy distintos y requieren de un abordaje específico.

Por ello, y con el objetivo de que, en caso de que tengas dudas al respecto, puedas conocer las bases clínicas de ambas enfermedades, en el artículo de hoy y, como siempre, de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a indagar en la naturaleza de la depresión y la demencia y a presentar sus principales diferencias en forma de puntos clave.

¿Qué es la depresión? ¿Y la demencia?

Antes de entrar en profundidad en la diferenciación, es interesante (y también importante) que nos pongamos en contexto y comprendamos la naturaleza individual de ambas enfermedades. De este modo, tanto el porqué de su confusión como sus diferencias empezarán a quedar mucho más claras. Veamos, pues, qué es exactamente la depresión y la demencia.

Depresión: ¿qué es?

La depresión es un trastorno del estado de ánimo que tiene una incidencia mayor en la tercera edad. Se trata de una enfermedad mental grave en la que la persona experimenta unos profundos sentimientos de vacío emocional y de tristeza muy intensa que llegan a somatizarse con síntomas físicos y cognitivos.

No es una respuesta emocional. No es simplemente “estar triste” un tiempo. La depresión va mucho más allá. Es una patología mental que, por su impacto emocional y físico, es considerada una de las enfermedades más graves del mundo, interfiriendo profundamente en el día a día y pudiendo incluso derivar en ideas de suicidio.

Las causas exactas detrás de la depresión siguen sin estar, por desgracia, demasiado claras. De ahí que todo parezca indicar que su desarrollo se debería a una interacción compleja entre factores psicológicos, neurológicos, genéticos, hormonales, personales, de estilo de vida, sociales y bioquímicos. Ahora bien, está claro que la vivencia de experiencias dolorosas emocionalmente e impactantes anímicamente pueden ser desencadenantes.

Y, por desgracia, esto explica, en parte (entran también en juego factores asociados al envejecimiento neurológico) que las personas mayores sean las que presentan una mayor incidencia. Y es que es en el grupo de mayores de 65 años donde la depresión presenta una mayor prevalencia: del 5,82%. Porque el miedo a enfermedad, el miedo a la muerte,la soledad, ver como amigos próximos van muriendo, dejar de sentirse útil… Son claros desencadenantes de este trastorno anómico.

Un trastorno anímico que cursa con una sintomatología que consiste en tristeza constante, ansiedad, vacío emocional, desesperanza, culpa, problemas para dormir, comer más (o menos) de lo normal, fatiga, pérdida del interés por actividades placenteras, irritabilidad, problemas para concentrarse, dificultades para tomar decisiones, apatía, aislamiento social, dolor de cabeza, pérdida de agilidad, pensamientos sobre la muerte y, muchas veces, problemas para memorizar o pérdida de memoria. Este último signo clínico es el que explica más su confusión con la demencia, aunque todos contribuyen a ello.

Por su impacto en la vida social, en la salud física y en el estado emocional, es imprescindible, para prevenir en la medida de lo posible su desarrollo, hacer que nuestros seres queridos mayores se sientan valorados y, dentro de las posibilidades de cada familia, acompañados. Ahora bien, en caso de que aparezca el trastorno, es importante poner a la persona en manos de un profesional.

Porque la depresión, si bien jamás llega a curarse del todo, puede silenciarse gracias a los tratamientos actuales. La depresión puede (y debe) ser tratada mediante la combinación de terapia psicológica y la administración de fármacos antidepresivos recetados por un psiquiatra. De este modo, pese a que siempre será una sombra, puede mitigarse el impacto emocional y físico de la depresión.

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Demencia: ¿qué es?

La demencia es una pérdida de la función cerebral que ocurre como consecuencia del desarrollo de diversas enfermedades neurológicas. Se trata de una condición clínica muy asociada a la tercera edad, con una incidencia del 2% entre los 65-70 años y del 20% entre los mayores de 80 años, convirtiéndose así en la principal causa de discapacidad en la población geriátrica.

En este sentido, por demencia entendemos toda aquella sintomatología que emerge a causa de una patología neurodegenerativa que afecta a la fisiología del cerebro. No se trata, pues, de una enfermedad como tal, sino más bien de la manifestación de diversos trastornos neurológicos que hacen que el paciente vea afectada su memoria, su razonamiento, su comportamiento, su comprensión, el habla, la orientación, sus habilidades sociales, el control de las emociones, la coordinación, etc.

Paralelamente y más allá de estas alteraciones cognitivas, la demencia se manifiesta también con cambios psicológicos tales como alucinaciones, paranoias, ansiedad, agitación, comportamientos inapropiados, alteraciones de la personalidad y depresión, cosa que explica, de nuevo, la relación con la enfermedad que hemos visto antes.

Aun así, el impacto cognitivo y psicológico depende del área cerebral afectada, por lo que la naturaleza de la demencia depende de la enfermedad neurodegenerativa que haya de fondo. Sabemos que el Alzheimer es la principal causa de demencia, englobando entre el 50% y el 70% de los 50 millones de casos de demencia en el mundo, pero no es la única.

La demencia vascular, la demencia con cuerpos de Lewy, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, la demencia frontotemporal, la demencia vinculada al alcohol, la enfermedad de Huntington, la encefalopatía traumática crónica o la demencia por enfermedad de Parkinson son las principales causas de demencia, la cual, para poder ser diagnosticada, debe presentar unos síntomas progresivos e irreversibles.

El abordaje terapéutico dependerá de la patología en cuestión. Pero debemos tener en cuenta que, como siempre hay una enfermedad neurodegenerativa de fondo, no hay cura posible. En cuanto surge la demencia, el tratamiento “solo” puede mitigar los síntomas hasta cierto punto y, a veces, ralentizar el progreso de la enfermedad que está cursando con sintomatología de demencia.

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Demencia y depresión: ¿en qué se diferencian?

Tras analizar la naturaleza clínica de ambas patologías, seguro que las diferencias entre ellas han quedado más que claras. Aun así, por si necesitas (o simplemente quieres) disponer de la información con un carácter más visual y esquemático, hemos preparado la siguiente selección de las principales diferencias entre demencia y depresión en forma de puntos clave.

1. La depresión es una enfermedad mental; la demencia, una enfermedad neurológica

La depresión es un trastorno del estado de ánimo, una enfermedad mental grave en la que la persona experimenta unos profundos sentimientos de vacío emocional y de tristeza que derivan en una somatización con síntomas que hemos comentado.

En cambio, la demencia no es una enfermedad mental. De hecho, ni siquiera se considera una enfermedad como tal. Y es que más que un trastorno en sí mismo, es toda aquella sintomatología que emerge como consecuencia del desarrollo de una enfermedad neurodegenerativa, teniendo, en el Alzheimer, la principal causa en lo que a incidencia se refiere.

2. La depresión se desarrolla más rápido que la demencia

Una diferencia importante es que los síntomas de la depresión suelen aparecer de forma más súbita, con un inicio de los síntomas rápido y más identificable. En cambio, en la demencia, no solo es que los síntomas sean difícilmente identificables, sino que el desarrollo de los mismos, hasta ser evidentes, puede tardar meses e incluso años. No olvidemos que, mientras que la depresión es un trastorno anímico, la demencia se debe a una neurodegeneración lenta y progresiva.

3. La pérdida de memoria es más severa en la demencia

Gran parte de la razón de la confusión entre patologías es el impacto en la memoria. Aun así, es importante tener en cuenta que, en el caso de la depresión, esta será más leve, con algunos problemas de memoria en los que, muchas veces, la persona puede terminar recordando aquello que quiere. Con la demencia, además de que dicha pérdida de memoria es progresiva e irreversible, esta es más grave, llegando a un punto en el que hay un impacto tanto en la memoria a corto plazo como en la memoria a largo plazo.

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4. En la depresión vemos preocupación; en la demencia, apatía

Una diferencia importante es que en la depresión observamos un sufrimiento intenso por la patología en sí, autoestima baja y tendencia a culpabilizarse por no poder hacer lo que hacían antes. En cambio, en la demencia observamos apatía, como si nada le importara, no hay impacto en la autoestima y tienden a culpabilizar a los demás.

5. El deterioro cognitivo es más evidente y grave en la demencia

En lo que a impacto cognitivo se refiere, la demencia es más grave que la depresión. Y, de hecho, en la depresión, muchos de los problemas referentes a las alteraciones en el juicio se deben más a la falta de concentración que a la enfermedad en sí. Al mismo tiempo, la desorientación espacial, muy frecuente en la demencia, no se observa en la depresión. Además, mientras que en la demencia se observan fluctuaciones en el estado de ánimo, en la depresión este estado anímico es bajo de forma estable. En definitiva, el deterioro cognitivo es más claro y severo en la demencia que en la depresión.

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