Artritis reumatoide: causas, síntomas y tratamiento

La artritis reumatoide es un trastorno autoinmune crónico que cursa con inflamación de las articulaciones, dolor, deformidad y rigidez articular. Una descripción de sus bases clínicas.

Artritis reumatoide

El sistema inmunitario es una verdadera proeza de la evolución biológica. Aun así, este sistema que nos protege del ataque de patógenos no es una máquina perfecta. Debido a errores genéticos, es posible que determinadas células inmunes ataquen a regiones de nuestro cuerpo creyendo, de forma errónea, que son amenazas que deben ser combatidas.

En este contexto, surgen los conocidos como trastornos autoinmunes, enfermedades que se basan en un ataque hacia células sanas del organismo por parte de nuestras propias células inmunitarias. Existen muchas patologías de este tipo, pero una de las más comunes es aquella en la que el sistema inmune ataca a las articulaciones de nuestro cuerpo.

Estamos hablando, evidentemente, de la artritis reumatoide, un trastorno autoinmune y crónico en el que las células del sistema inmunitario atacan a las articulaciones, dañándolas y haciendo que haya un exceso de líquido sinovial, cosa que provoca inflamación, dolor, deformidad y dificultades en el movimiento de dichas articulaciones.

Y en el artículo de hoy, de la mano de las más prestigiosas revistas científicas especializadas en reumatología, veremos las causas, síntomas y tratamiento de la artritis reumatoide, una enfermedad que afecta a entre el 0,3% y el 1% de la población mundial.

¿Qué es la artritis reumatoide?

La artritis es un trastorno autoinmune crónico que consiste en una inflamación, dolor, deformidad y limitación del movimiento de las articulaciones debido a un ataque a las mismas por parte de las células inmunitarias, cuya actuación está desregulada por errores de carácter genético. En otras palabras, es una patología inflamatoria que afecta al revestimiento de las articulaciones.

Este daño a las articulaciones a causa del ataque del sistema inmunitario puede provocar no solo una hinchazón dolorosa, sino erosión ósea y deformidades en las articulaciones. Además, esta inflamación no solo afecta a estas zonas de contacto entre piezas óseas, sino que puede dañar a otras regiones del organismo.

La artritis reumatoide, pues, es un tipo de artritis en la que el desgaste del cartílago (y los daños en el sinovio, los ligamentos, los tendones y los huesos adjuntos) se debe a un trastorno autoinmune. Una articulación es la zona donde dos huesos se encuentran y un cartílago sano permite que esta se mueva con suavidad. Por ello, es normal que una pérdida de cartílago provoque no solo inflamación, sino que los huesos terminen rozando entre ellos.

Por lo tanto, a diferencia de la artrosis, la artritis reumatoide no está asociada al envejecimiento, sino a un desajuste del sistema inmunitario. Y es por esto mismo que, además del dolor y la rigidez articular típica, puedan observarse episodios de fiebre, cansancio, entumecimiento de extremidades, sequedad de boca, etc.

Afortunadamente, como veremos más adelante, la artritis, pese a ser una enfermedad crónica, puede tratarse con medicamentos antiinflamatorios, que reducen el exceso de inflamación para así aliviar la sintomatología de la enfermedad y reducir la velocidad de progresión de la misma.

Qué es artritis reumatoide

Causas de la artritis reumatoide

Existen más de 100 tipos distintos de artritis, pues todas aquellas patologías que provocan inflamación, dolor, deformidad y rigidez articular se engloban dentro de este cuadro. Por ejemplo, los traumatismos e incluso infecciones en las articulaciones pueden derivar en artritis.

Pero el tipo que nos interesa hoy, la artritis reumatoide, tiene una causa muy clara: un trastorno del sistema inmune en el que, debido a errores genéticos en su programación, las células inmunitarias atacan a la membrana sinovial, el tejido que envuelve toda la articulación, encerrándola en una especie de cápsula (llamada bursa) donde se vierte el conocido como líquido sinovial.

Este ataque a las articulaciones provoca un exceso de líquido inflamatorio y una pérdida progresiva de cartílago, estructuras resistentes sin irrigación sanguínea ni nervios pero ricas en fibras elásticas y de colágeno que se sitúan entre los huesos para evitar el roce y la fricción entre ellos. La artritis, por los daños en la articulación, hace que el movimiento termine por desgastar las piezas articulares y que surja el dolor y la rigidez características.

Paralelamente, los tendones y los ligamentos que unen los músculos a los huesos y los huesos entre sí, respectivamente, terminan estirándose y debilitándose, cosa que hace que, junto a los otros efectos, la articulación termine por deformarse.

La forma reumatoide es el tipo de artritis más común. Tiene un claro componente genético, aunque sus causas exactas siguen sin estar claras. De hecho, parece ser que ciertos factores ambientales (como una infección de las articulaciones) podrían ser factores desencadenantes de la misma.

Del mismo modo, ser mujer, ser de mediana edad (puede aparecer en cualquier edad, pero es más común que se exprese entre los 30 y los 50 años), tener antecedentes familiares, fumar, exponerse a ciertos contaminantes (como el sílice o el amianto) y sufrir obesidad son factores de riesgo para la expresión de esta patología autoinmune.

Sea como sea, la artritis afecta a entre el 0,3% y el 1% de la población mundial. Es decir, entre 100 y 200 millones de personas en el mundo están afectadas por esta patología que, si bien no conocemos sus causas exactas, se debe a un ataque a las articulaciones por parte de nuestro propio sistema inmune.

Causas artritis

Síntomas de la artritis reumatoide

La sintomatología exacta depende de cada persona y de en qué grado esté afectada la funcionalidad del sistema inmunitario. Aun así, de forma general, el ataque por parte del sistema inmune a una o varias articulaciones del cuerpo (es más habitual en las que tienen más movimiento) provoca los siguientes signos clínicos.

Inflamación de las articulaciones, sensibilidad a la palpación, hinchazón e incremento de temperatura de las articulaciones, un dolor articular que es mayor durante el reposo, rigidez de articulaciones (especialmente al despertar), cansancio, pérdida de apetito, fiebre…

Cabe destacar que, si bien la enfermedad empieza afectando a las articulaciones más pequeñas (como las de los dedos de las manos), al ser crónica y progresiva, va dañando a otras articulaciones, extendiéndose a las muñecas, rodillas, hombros, cadera, codos…

Paralelamente, 4 de cada 10 personas que sufren artritis reumatoide tienen también síntomas inflamatorios en otras regiones corporales más allá de las articulaciones. En este sentido, este trastorno autoinmune también puede afectar a los ojos, la piel, los pulmones, los riñones, el sistema nervioso, las glándulas salivales, la médula ósea, los vasos sanguíneos e incluso el corazón.

La enfermedad presenta brotes, es decir, periodos de mayor actividad que se complementan con épocas de más calma, pero no hay que olvidar que la artritis reumatoides puede, potencialmente, derivar en o aumentar el riesgo de desarrollar complicaciones graves tales como osteoporosis (pérdida de densidad ósea), linfomas (cánceres en sangre), enfermedades pulmonares, infecciones, problemas en el corazón… Por todo ello es importante conocer cómo puede tratarse la artritis reumatoide.

Síntomas artritis

Tratamiento de la artritis reumatoide

El diagnóstico de la artritis reumatoide será realizado por un reumatólogo, el médico especializado en el estudio de las enfermedades musculoesqueléticas y autoinmunes, que, en primer lugar, observará el tipo de inflamación que sufre el paciente. Para confirmar la detección, se realizan análisis de sangre y/o de líquido sinovial para inspeccionar la presencia de trastornos autoinmunes.

En caso de que el diagnóstico sea positivo y se confirme que la persona sufre artritis reumatoide, empezará el tratamiento. Es importante tener en cuenta que, a pesar de que sea una enfermedad sin cura, la artritis reumatoide es tratable. Es más, la remisión de la sintomatología es mucho más probable si el tratamiento empieza lo antes posible tras las primeras señales.

El tratamiento por excelencia es el farmacológico, con los antiinflamatorios no esteroides (AINE) como los principales medicamentos recetados. El ibuprofeno es uno de los más utilizados para aliviar la sintomatología de la artritis en los brotes, aunque hay otros de venta libre bastante comunes. En algunos casos, el reumatólogo puede recomendar el consumo de otros más potentes que se venden bajo receta médica.

En otras circunstancias, pueden recetarse medicamentos corticosteroides (para retardar el daño articular y reducir tanto la inflamación como el dolor), los medicamentos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (los DMARD, que retrasa el progreso de la artritis, aunque con efectos secundarios en hígado, pulmones y médula ósea) y medicamentos modificadores de la respuesta biológica (inhiben la actividad de las células inmunitarias que están atacando a las articulaciones, pero aumentan el riesgo de padecer infecciones).

Además de esta terapia farmacológica, el reumatólogo también puede derivar al paciente a un fisioterapeuta para hacer ejercicios que mejoren la movilidad articular y así mantener las articulaciones flexibles durante el mayor tiempo posible. Del mismo modo, hay herramientas del día a día diseñadas específicamente para personas con artritis, para facilitar así sus tareas diarias.

Por último, si la artritis reumatoide es grave y ni los medicamentos ni la fisioterapia consiguen reducir los síntomas de la patología, se puede considerar la cirugía. Una intervención quirúrgica puede ayudar a restaurar la funcionalidad de la articulación, mejorar las habilidad articulares y reducir el dolor.

Evidentemente, hay que valorar pros y contras, pero las principales cirugías para el tratamiento de la artritis reumatoide consisten en la sinovectomía (extirpar la membrana sinovial dañada), la reparación quirúrgica tendinosa (reparar los tendones dañados), la fusión articular (fusionar dos piezas óseas para estabilizar la articulación y aliviar el dolor) y el reemplazo articular (reemplazar totalmente una articulación e introducir una prótesis).

Antiinflamatorios
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