Los 5 tipos de Osteoporosis (causas, síntomas y tratamiento)

La osteoporosis es una enfermedad ósea en la que la masa de los huesos se va perdiendo más rápido de lo que se regenera, situación que provoca una reducción patológica de la densidad ósea. Un repaso de su clasificación.

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No solemos considerarlo como tal, pero los huesos son estructuras vivas y dinámicas que, estando compuestas tanto por fibras de colágeno y minerales de calcio y fósforo para otorgar rigidez como por células óseas, representan uno de los órganos más importantes del cuerpo humano. Y es que los huesos son los pilares del sistema esquelético.

Cada uno de los 206 huesos que tenemos en edad adulta puede entenderse como un órgano individual que, con el dinamismo del tejido óseo donde las células que componen estos huesos deben renovarse, va regenerándose continuamente. Los osteoclastos y los osteoblastos son células remodeladoras y productoras de hueso, respectivamente, que se renuevan cada entre 2 semanas y 3 meses. Las células óseas “viejas” son sustituidas por unas “jóvenes”.

Cuando somos jóvenes, la velocidad a la que perdemos y regeneramos hueso está igualada. Pero especialmente al entrar en edades avanzadas, los propios cambios fisiológicos del cuerpo y el hecho de que los huesos, como órganos que son, puedan enfermar, hacen que la masa de los huesos se pierda más rápido de lo que se regenera.

Y es en este contexto que entra en juego una de las enfermedades asociadas al envejecimiento más comunes: la osteoporosis. Así pues, en el artículo de hoy, de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas y con la voluntad de que encuentres respuesta a todas las preguntas que puedas tener acerca de esta patología, vamos a analizar las bases clínicas de la osteoporosis y a indagar en su clasificación, viendo de qué formas puede manifestarse.

¿Qué es la osteoporosis?

La osteoporosis es una enfermedad ósea que consiste en una pérdida patológica de la densidad de los huesos. Se trata de una patología que se desarrolla cuando la masa ósea se pierde más deprisa de lo que puede regenerarse, causando así una reducción de la densidad de los huesos que hace que estos sean cada vez más quebradizos.

Así pues, la osteoporosis aparece cuando la tasa de muerte de las células óseas es más elevada que la de renovación, situación que deriva en la progresiva y continuada disminución de la densidad de los huesos del cuerpo. Es, como bien sabemos, una enfermedad asociada al envejeciemiento, pues en edades avanzadas cada vez tenemos más problemas para mantener el ritmo de regeneración de la masa ósea.

Cuando somos jóvenes, el ritmo de regeneración de células óseas es mucho mayor que el ritmo de muerte, algo que explica no solo que la densidad ósea aumente con el tiempo, sino que los huesos crezcan. Pero a partir de los 20 años, este ritmo de regeneración empieza a ralentizarse para, se estima, alcancemos el máximo de densidad ósea a los 30 años. A partir de ahí, la tasa de muerte de células óseas va ganándole poco a poco la partida al ritmo de renovación.

Si llegamos a los 30 años con mucha densidad ósea, más tiempo tardará esta pérdida de densidad en dar señales de su presencia. Es decir, cuantas más reservas tengas de masa ósea, más tardará en aparecer la osteoporosis. La pérdida de densidad ósea, aparecer, aparecerá, pues es un “efecto secundario” normal del envejecimiento. El “cuándo” y “con qué gravedad” dependerá de estas reservas y de muchos otros factores.

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Y aunque sus causas estén desconocidas, ser mujer (especialmente después de la menopausia, las mujeres tienen mucho más riesgo de sufrir osteoporosis), tener antecedentes familiares, seguir una dieta pobre en calcio y vitamina D, llevar una vida sedentaria, realizar abusos con el alcohol y el tabaco, sufrir hipertiroidismo, tener niveles bajos de hormonas sexuales, etc, son los principales factores de riesgo.

Y en esta osteoporosis, que sufren 200 millones de personas en el mundo, cuando la pérdida de densidad ósea pasa cierto umbral y se convierte en una disminución patológica de la masa de los huesos, surgen síntomas como pérdida de estatura, dolor de espalda, rigidez o dolor en las articulaciones, dolor de espalda y, sobre todo, la tendencia a sufrir fracturas óseas incluso después de golpes poco contundentes o caídas leves.

Y es precisamente en este contexto que entran en juego las complicaciones, pues las fracturas de cadera y de columna vertebral, que son mucho más probables si la persona sufre osteoporosis, pueden ser muy peligrosas, tanto a nivel de discapacidad como incluso de defunción. De hecho, un estudio de 2010 realizado por la Unión Europea determinó que cerca de 43.000 muertes fueron debidas a fracturas óseas asociadas directamente con la osteoporosis.

De ahí que sea importante conocer tanto su prevención como su tratamiento. Para prevenir la aparición de la osteoporosis (o, al menos, retrasarla), es importante introducir unos 1.200 mg de calcio al día en la dieta a partir de los 50 años, controlar el peso corporal, consumir la suficiente proteína, ingerir productos ricos en vitamina D, hacer deporte, no fumar, no hacer excesos con el alcohol y evitar, en la medida de lo posible, las caídas.

Y en caso de que se diagnostique osteoporosis, algo que se hace cuando la pérdida de densidad ósea es suficiente como para que el riesgo de padecer fracturas en los próximos 10 años desde la inspección sea demasiado alto, el osteópata puede recomendar una opción de tratamiento u otra, que puede consistir en la administración de medicamentos que fortalecen los huesos, terapias de reemplazo hormonal, fármacos con anticuerpos monoclonales o bifosfonatos. De todos modos, si se diagnostica a tiempo y/o la pérdida de densidad ósea no es demasiado grave, el tratamiento puede consistir perfectamente en las mismas estrategias de prevención que hemos detallado.

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¿Qué clases de osteoporosis existen?

Tras esta extensa pero absolutamente necesaria introducción, hemos comprendido las bases clínicas de la osteoporosis. Pero como sucede con muchas patologías, esta no se manifiesta siempre de la misma manera. Por ello, especialmente en lo que a prescripción de tratamiento o implantación de medidas de prevención se refiere, es importante conocer qué tipo exacto de osteoporosis sufre el paciente. Veamos, pues, las características de las principales clases de osteoporosis.

1. Osteoporosis primarias

Por osteoporosis primarias entendemos todas aquellas formas de la enfermedad donde no se identifica ninguna patología que justifique esta pérdida patológica de densidad ósea. Se trata de la forma más común de osteoporosis y se engloban todos aquellos casos que no son la consecuencia de ninguna enfermedad de fondo, como sí ocurre, como veremos, en las secundarias. Estas osteoporosis primarias se dividen, a su vez, en distintos subtipos.

1.1. Osteoporosis senil

La osteoporosis senil es aquella forma de osteoporosis primaria que está asociada al envejecimiento. Es decir, la pérdida de densidad ósea ocurre como consecuencia natural de la vejez, pues, como hemos visto, la tasa de regeneración de las células óseas disminuye cada vez más deprisa a medida que nos hacemos mayores. Se empieza a diagnosticar generalmente a partir de los 70 años, especialmente en mujeres pero también en hombres. La osteoporosis aparece como consecuencia del déficit de función de los osteoblastos, las células que producen el hueso, vinculado al envejecimiento.

1.2. Osteoporosis postmenopáusica

La osteoporosis postmenopáusica es aquella forma de osteoporosis primaria que está asociada a los cambios hormonales después de la menopausia, afectando así a mujeres de entre 51 y 75 años. Se trata de una forma de osteoporosis en la que se produce una pérdida desproporcionada y acelerada del tejido esponjoso de los huesos, algo que explica que las fracturas del radio y de los cuerpos vertebrales sean las complicaciones más comunes. En este caso, el tratamiento suele consistir en una terapia antirreabsortiva para compensar la pérdida de densidad ósea.

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1.3. Osteoporosis idiopática juvenil

La osteoporosis idiopática juvenil o osteoporosis del adulto joven es aquella que, sin estar ligada a ninguna enfermedad, se presenta en niños, adolescentes o adultos jóvenes. Se trata de un trastorno óseo raro que empieza a manifestarse generalmente entre los 8 y los 14 años, afectando tanto a hombres y mujeres. así, es un tipo de osteoporosis no ligada ni al envejecimiento ni a la menopausia.

Esta forma de la patología se manifiesta con episodios bruscos de dolor óseo y con la tendencia a padecer fracturas de huesos ante traumatismos leves. De todas formas, en la mayoría de casos, la enfermedad remite por sí sola y el paciente se recupera de esta osteoporosis, recuperando la densidad ósea normal, en un plazo que suele ser inferior a los 5 años desde el inicio de los síntomas.

1.4. Osteogénesis imperfecta

La osteogénesis imperfecta es una forma de osteoporosis extraña asociada a un trastorno genético que hace que esta baja densidad ósea patológica esté presente desde el nacimiento debido a una alteración en el modo cómo el cuerpo sintetiza colágeno, un elemento clave para fortalecer los huesos. Hace que el niño, al nacer, tenga tendencia a fracturarse huesos con facilidad (e incluso sin motivo aparente), además de presentar debilidad muscular, dientes quebradizos, pérdida del sentido del oído y desviación de la columna vertebral.

2. Osteoporosis secundarias

Por último, por osteoporosis secundarias entendemos todas aquellas formas de la enfermedad donde sí existe una patología de fondo que justifique la pérdida de densidad ósea. Así, incluye aquellos casos en los que la osteoporosis sí que es la consecuencia de una enfermedad y, por tanto, el tratamiento de la osteoporosis pasa por abordar esta patología de fondo.

Existen muchas enfermedades distintas que pueden derivar en la pérdida patológica de densidad ósea, incluyendo patologías endocrinas (hipertiroidismo, déficits nutricionales, acromegalia, insuficiencia suprarrenal, síndrome de Turner…), sanguíneas (anemia, leucemia, mieloma múltiple…), reumáticas (como la artritis o la artrosis), gastrointestinales (enfermedad celíaca, cirrosis biliar, insuficiencia pancreática), así como trasplantes de órganos, consumo de drogas, fibrosis quística, anorexia, etc.

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