Edward Jenner: biografía y resumen de sus aportes a la ciencia

Edward Jenner se considera la persona que más vidas ha salvado en la historia de la humanidad. Y es que a este médico inglés le debemos el descubrimiento de las vacunas.

Edward Jenner

“Espero que algún día la práctica de contagiar la viruela bovina a los seres humanos se extienda por el mundo. Cuando llegue ese día, ya no habrá más viruela”.

Así se expresaba Edward Jenner, una de las figuras más importantes de la historia de la medicina, después de descubrir el principio en el cual se basan todas las vacunas de las que disponemos hoy en día.

Considerado como el padre de la inmunología y como una de las personas que ha salvado más vidas en toda la historia, Edward Jenner descubrió a finales del siglo XVIII la vacuna contra la viruela, una de las enfermedades que más muertes ha provocado en el mundo.

A él le debemos, pues, no solo la erradicación de esta enfermedad, sino el desarrollo de todas y cada una de las vacunas a las que tenemos acceso a día de hoy y que no solo incrementan nuestra esperanza de vida, sino que evitan a diario millones de muertes.

Sin embargo, la figura de Edward Jenner siempre ha sido controvertida. Y es que aunque sea considerado un médico, jamás llegó a estudiar medicina. Además, sus métodos poco ortodoxos a día de hoy serían indudablemente un delito. Pero gracias a ellos, a día de hoy la vacunación es posible.

Biografía de Edward Jenner (1749 - 1823)

Edward Jenner fue un “médico” inglés, aunque como hemos dicho, nunca estudió medicina. Pero eso sí, indiscutiblemente fue un gran científico que, pese a que sus procedimientos fueron muy polémicos, permitieron el descubrimiento de las vacunas.

Primeros años

Edward Jenner nació en Berkeley, una pequeña localidad en el sudoeste de Reino Unido, el 17 de mayo de 1749. Fue el octavo de nueve hermanos e hijo del reverendo del pueblo. A pesar de que su padre falleció cuando era pequeño, Edward Jenner fue a la escuela y recibió una buena educación.

Fue durante la niñez que demostró un especial interés por la biología, especialmente por los animales. Fruto de este interés y de los contactos de los que disponía la familia, a la temprana edad de 13 años, Edward pasaba sus tiempos libres con el médico cirujano del pueblo. Este le explicaba lo que hacía e hizo que en Edward naciera su verdadera vocación: la medicina.

Al terminar el colegio, sin embargo, Edward no fue a la universidad. Estuvo hasta los 21 años investigando y aprendiendo por cuenta propia mientras seguía viendo al cirujano. Sin necesidad de estudios superiores, Edward hizo investigaciones sobre la naturaleza de los animales, analizando el origen de las anguilas, el plumaje de las distintas especies de aves, la temperatura corporal de los erizos… Su pasión por la ciencia era evidente.

Fue con 21 años, en el año 1770, que Edward Jenner decide empezar a encarrilar su vida profesional hacia la vocación que había descubierto con el cirujano, uno de los pocos médicos de Berkeley. Por ello y, de nuevo, gracias a los contactos de su familia, Edward se mudó a Londres y se convirtió en discípulo personal de John Hunter, uno de los médicos y naturistas más reputados de la época.

Pese a no estudiar la carrera de medicina como tal, Edward recibió una formación de primer nivel. Y es que durante tres años estuvo aprendiendo de Hunter acerca de anatomía y cirugía. Después de esta instrucción y, repetimos, pese a no tener un título que lo avalara como tal, Edward se sintió preparado para regresar a Berkeley y empezar su vida profesional como médico del pueblo.

Vida profesional

El origen de la controversia acerca de Edward Jenner fue que ejerció como médico sin tener estudios universitarios en medicina. Pero fue quizás esta falta de formación académica estricta y el desarrollo del espíritu científico que cultivó con John Hunter lo que le permitió ir un paso más allá, arriesgarse y, a pesar de sus polémicos estudios, conseguir una de las vidas profesionales más prolíficas en el ámbito de la medicina.

Con 24 años, en 1773, Edward Jenner abrió una pequeña consulta en Berkeley. Gracias a los conocimientos que había adquirido en Londres, poco a poco fue ganando más reputación en el pueblo y se convirtió en uno de los “médicos” más reconocidos de la región.

Durante los siguientes años siguió ejerciendo de médico del pueblo y conoció a su esposa, con quien tendría tres hijos. Sin embargo, fue también en esta época en la que la epidemia de viruela golpeó con más fuerza, una enfermedad que hasta su erradicación en 1980 (gracias a, como veremos, Edward Jenner) se había saldado más de 300 millones de muertes.

Hasta ese momento, lo único que se sabía de la viruela es que era contagiosa y que las personas que desarrollaban la enfermedad y la superaban ya no volvían a padecerla. Esto es debido a la inmunidad que se genera, un concepto que en esa época todavía no se entendía. Por ello, el único tratamiento que había para la viruela era de carácter preventivo y consistía en poner en contacto una persona sana con una de enferma para que la sana desarrollara la enfermedad en un entorno controlado a la espera de que la superara y se volviera inmune.

De todos modos, esto es evidente que no funcionaba en la mayoría de casos. Mucha gente moría al seguir esta “terapia”. Cuando la viruela empezó a azotar a su pueblo natal, Edward Jenner empezó a investigar con el objetivo de entender el origen de esta enfermedad.

Fue en esta investigación que Edward se dio cuenta de un pequeño detalle que cambiaría para siempre la historia de la medicina: las mujeres que ordeñaban a las vacas eran increíblemente menos propensas a sufrir viruela. ¿Por qué? ¿Qué tenían que ver las vacas con la enfermedad? ¿Cómo es posible que fueran resistentes a la enfermedad? Estas preguntas obsesionaron a Edward durante un tiempo, hasta que hizo un descubrimiento asombroso.

Edward vio que algunas vacas tenían erupciones en las ubres, como si estuvieran enfermas. Y se dio cuenta, también, de que algunas mujeres que las ordeñaban tenían estas mismas pústulas en las manos, muy similares tanto a las que tenían las vacas como las que desarrollaban las personas enfermas de viruela. Estaba claro que había alguna relación, pero, ¿cuál?

Edward descubrió que las vacas también sufrían viruela, pero no la misma que la de los humanos. Y es que, a pesar de que en esos momentos no lo supieran, hay distintos virus causantes de la viruela; cada uno infectando a unas especies concretas. Esta enfermedad fue bautizada como “viruela bovina”, que en latín es “variola vaccina”. Con este nombre ya nos damos cuenta por dónde vamos.

Pese a que no hubiera conocimientos en inmunología, Edward dedujo que lo que fuera que causaba la viruela era muy parecido entre vacas y humanos. Y que las personas que se contagiaban por la enfermedad de las vacas ya estaban protegidos contra la de los humanos.

Pero esto tenía que demostrarlo de algún modo. Y llegó el año 1796, el año en el que cambiaría para siempre el mundo de la medicina. Convencido de que estaba en lo cierto, Edward se dispuso a emprender uno de los estudios más polémicos de la historia.

Con una jeringuilla extrajo el material que había en el interior de las pústulas de las ubres de las vacas e inoculó el contenido en el torrente sanguíneo de un niño, James Philipps, hijo de un jardinero del pueblo. Esto atenta contra todos los principios médicos y leyes actuales, pero en aquel momento sirvió para descubrir las vacunas.

Y es que el niño desarrolló, en efecto, una forma leve de la viruela, igual que las mujeres que ordeñaban las vacas. Después de esto, Edward volvió a violar todos los principios éticos. Cogió muestras de las pústulas de una persona enferma de viruela, es decir, que podía contagiar la enfermedad. Inyectó este material infectado en la sangre del niño y, ante el asombro de todo el mundo, el niño no enfermó.

Después, repitió lo mismo con 23 personas más, hasta que pudo confirmar que aquello servía para prevenir la viruela. Edward Jenner, con este experimento polémico en todos los sentidos, descubrió las vacunas. De hecho, fue él mismo quien, en un artículo que publicó en 1798 explicando sus descubrimientos, les dio este nombre.

Las críticas fueron muy duras, pero la práctica de la vacunación no tardó en extenderse por todo el país, Europa y a nivel mundial. En 1807 el Real Colegio de Médicos confirmó la eficacia de las vacunas, en cuyo momento Edward Jenner empezó a elevarse como uno de los grandes referentes en la medicina moderna.

Finalmente y después de fundar y formar parte de diversas organizaciones científicas, Edward Jenner se retiró en 1815. Tras unos años de disfrutar del éxito y mientras la vacunación se empezaba a extender como práctica habitual en el mundo, Edward murió en 1823 en su pueblo natal, dejando tras de sí un legado que ha permitido salvar millones de vidas.

Los 3 principales aportes de Edward Jenner a la ciencia

Edward Jenner es considerado el padre de la inmunología y, pese a la evidente polémica que envuelve a su figura, lo cierto es que sus descubrimientos han servido para salvar millones de vidas, erradicar enfermedades mortales, permitir el progreso de la medicina y aumentar nuestra esperanza de vida. Le debemos mucho a Edward Jenner.

1. Descubrimiento de las vacunas

La del sarampión, las paperas, la rubéola, la hepatitis, la poliomielitis, el VPH, la varicela, el tétanos, la difteria… Todas y cada una de las vacunas de las que disponemos hoy en día y que nos protegen a nosotros mismos y a nuestros seres queridos nacen de los descubrimientos de Edward Jenner. Él asentó las bases para que otros científicos perfeccionaran las técnicas y descubrieran no solo cómo prevenir la viruela, sino muchas otras enfermedades infecciosas.

2. Erradicación de enfermedades

La viruela ha matado a más de 300 millones de personas a lo largo de la historia. Y es gracias a Edward Jenner que desde 1980 se considera una enfermedad erradicada. E igual que sucede con la viruela, muchas otras enfermedades infecciosas han sido erradicadas gracias a las vacunas o su incidencia es tan baja que prácticamente pueden considerarse erradicadas.

3. Aumento de la esperanza de vida

No es casualidad que hayamos pasado de tener una esperanza de vida de 37 años (justo antes de que se descubrieran las vacunas) a una de más de 80 años. Junto a los otros avances en medicina, las vacunas han permitido que vivamos muchos más años y que estos años sean de mayor calidad de vida. Por ello, la moda antivacunas es una de las grandes amenazas para la salud pública mundial.

Referencias bibliográficas

  • Tuells, J. (2005) “Historias de la vacunología: los otros trabajos de Edward Jenner”. Vacunas.org.
  • Riedel, S. (2005) “Edward Jenner and the History of Smallpox and Vaccination”. Proceedings (Baylor University. Medical Center)
  • Wallington, T. (2011) “The Life and Legacy of Dr. Edward Jenner, pioneer of vaccination”. Jennermuseum.com
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