¿Cómo se alimentaba el ser humano en la prehistoria?

La evolución del ser humano ha implicado cambios profundos en la especie. La dieta no ha sido una excepción, ya que esta ha ido enriqueciéndose a lo largo de miles de años. Veamos cómo comían nuestros antepasados.

Cómo se alimentaba ser humano en la prehistoria

Todo lo referente a nuestros antepasados prehistóricos se presenta como una incógnita que, en ocasiones, resulta muy difícil de despejar. Esto no es de extrañar, ya que son miles de años los que nos separan de los primeros seres humanos que poblaron la tierra. No obstante, el trabajo de científicos e investigadores ha permitido conocer muchos detalles referentes a los homínidos y el estilo de vida que tenían. El análisis del ser humano y los cambios que ha vivido desde sus orígenes es materia de distintas áreas de conocimiento, como son la arqueología, paleontología o geología.

Los seres humanos hemos evolucionado de manera progresiva a lo largo del tiempo. Se han ido produciendo cambios biológicos que han permitido la transición desde el humano más primitivo, llamado Australopithecus, hasta llegar a la especie actual, llamada Homo Sapiens.

Un viaje a la prehistoria: nuestros orígenes

Este proceso de cambios se ha ido produciendo a lo largo de unos siete millones de años. El punto de partida fue el noroeste de África, lugar donde apareció un ancestro común al ser humano y los chimpancés. Esta población de primates comenzó a dividirse en dos grupos, uno que permaneció viviendo en los árboles y otro que se trasladó a la sabana.

El entorno llano de aquellos que abandonaron la vida entre las ramas les forzó a volverse seres bípedos. Esto es, a erguirse sobre sus dos patas anteriores. Esto permitió, a su vez, que las dos patas posteriores quedasen liberadas para realizar tareas, de forma que, posteriormente, se convirtieron en manos. Sobra decir que este grupo sería el que iniciaría una lenta transición a lo que conocemos como ser humano.

A medida que se iban sucediendo las diferentes especies hasta la aparición del Homo Sapiens, uno de los aspectos que experimentó cambios notorios fue la alimentación. Estos cambios en la dieta humana se han podido conocer gracias a potentes investigaciones. Los científicos han analizado con detalle la flora y fauna que los humanos de entonces podían encontrarse según el área geográfica. De igual forma, el análisis químico de los restos humanos ha dado mucha información en este sentido.

Por ejemplo, la forma de la mandíbula y los dientes refleja el tipo de dieta que el ser humano llevaba en cada época de la prehistoria. Así, una dentadura formada por piezas gruesas y planas es propia de una dieta vegetal, mientras que aquellas con incisivos marcados es característica de las dietas ricas en carne. En este artículo vamos a realizar un breve resumen de cómo era la dieta de nuestros antepasados históricos.

¿Cómo se alimentaba el ser humano de la prehistoria?

A menudo se ha asociado al hombre prehistórico con la alimentación estrictamente carnívora. Sin embargo, este producto no fue, en absoluto, una de las fuentes principales de energía en las especies más antiguas.

1. El carroñero

En sus más remotos orígenes, los seres humanos eran animales oportunistas. Pero, ¿qué significa esto? Pues bien, en los comienzos el ser humano aún no era hábil en el complejo arte de la caza. Por tanto, la única forma posible de conseguir el alimento necesario era recurrir a las sobras que dejaban otros animales. Es decir, comíamos carroña o animales de pequeño tamaño, como roedores, insectos, reptiles, etc.

También comíamos, si los encontrábamos, huevos. Sin embargo, estas fuentes de alimento no eran muy potentes, por lo que el grueso de la dieta estaba compuesto por tubérculos, semillas, frutos, brotes y raíces. De igual forma, en las áreas costeras, el ser humano recurría a comer moluscos y mariscos. El pescado, al igual que la carne, aún no era una opción, ya que no existía dominio alguno de la pesca.

En este momento el ser humano necesitaba recorrer largas distancias para encontrar algo que llevarse a la boca. Su dieta se basaba en proteínas y, sobre todo, en vegetales. Esto, unido al enorme esfuerzo físico que suponía la búsqueda de comida sin herramientas ni estrategias, hacía que el cuerpo de estos humanos se encontrara muy fibrado.

Carroñero

2. El cazador-recolector

Progresivamente, el ser humano dejó de actuar de forma improvisada y comenzó a organizarse. Como seres sociales que somos, nos volvimos más habilidosos y útiles al trabajar de manera conjunta. En el Paleolítico, con la unión y la creación de pequeñas comunas nómadas, el ser humano empezó a cazar y pescar. Gracias a ello, ya no tenía que conformarse con las sobras o las presas pequeñas. Comenzó a hacerse con grandes animales, como por ejemplo ciervos y bisontes. De igual forma, la pesca permitió acceder al consumo de pescado, como salmones o truchas.

Por supuesto, de los animales capturados todo era aprovechable. No sólo su carne, sino también sus huesos y sus pieles. Los huesos, junto a las piedras, fueron empleados para fabricar las primeras herramientas, que si bien eran muy rudimentarias, resultaron útiles en aquel momento. Por su parte, el uso de las pieles animales permitió a los humanos de entonces protegerse de las inclemencias del tiempo.

Aunque se desarrollaron la caza y la pesca, la recolección siguió siendo muy importante para la alimentación humana. Los frutos, las semillas… todo era comestible. Los frutos secos cumplieron un papel muy importante a la hora de brindar aporte energético en las épocas más frías del año, en las que salir a recolectar resultaba misión imposible.

Tanto el humano carroñero como el cazador-recolector se exponían a bastantes riesgos a la hora de alimentarse. Aún no poseían conocimiento suficiente sobre los vegetales, por lo que resultaba fácil el envenenamiento al consumir frutos desconocidos o la aparición de malestar al comer carne de animales enfermos.

No obstante, el descubrimiento del fuego en el paleolítico supuso un avance crucial para la progresión de nuestra especie. Esta sería una diferencia fundamental entre el humano carroñero y el cazador, ya que el primero consumía los alimentos sin que estos fueran cocinados. El descubrimiento del fuego tuvo múltiples implicaciones. Al empezar a preparar los alimentos crudos, la asimilación de los nutrientes se volvió más sencilla, por lo que la energía gastada en el proceso de digestión se redujo y se puedo aprovechar para otras actividades.

3. El ganadero y agricultor

En el momento en que el ser humano descubre la agricultura y la ganadería, esto supone un salto cualitativo en su evolución. Este hito es el que caracteriza la etapa posterior al paleolítico, conocida como neolítico. La agricultura supuso un paso esencial para la creación de las civilizaciones humanas. De esta forma, el humano agricultor y ganadero adquirió control sobre su entorno en lugar de vivir esclavo ante él.

El humano comenzó a aprender tareas como el cultivo o el regadío, que le permitieron explotar las tierras y aumentar su capacidad productiva de manera exponencial. Todo ello fue lo que contribuyó a que los humanos se volvieran animales sedentarios, ya que no dependían de las variaciones del entorno para sobrevivir.

A diferencia de lo que ocurría en etapas anteriores, comenzaron a darse excedentes, de forma que había alimento más que suficiente y no solo el justo para la supervivencia. Esto permitiría un aumento de la población, pues las sobras se almacenaban como reservas para sobrellevar las malas épocas, esas que previamente acababan con parte de la población. Estos excedentes también favorecerían, posteriormente, la aparición del comercio.

La cuestión es… ¿qué cultivaban estos humanos? Las primeras especies que se cultivaron fueron el trigo, el maíz y la cebada. Tiempo después, se empezarían a añadir a estos las leguminosas, como lentejas, guisantes y garbanzos. En lo referente a la ganadería, las primeras especies domesticadas fueron los gatos y perros, así como el ganado ovino, caprino y bovino. La alimentación fue un elemento central para el desarrollo de la economía. La agricultura y la ganadería eran actividades productivas, por lo que empieza a existir división del trabajo y una tendencia a la especialización.

Ganadería prehistoria

En definitiva, podemos ver de qué forma algo aparentemente banal como es la alimentación es, en realidad, el motor del resto de áreas del desarrollo humano. La alimentación es, en primer lugar, nuestra fuente de energía. Cuando esta es deficiente o pobre, el desarrollo físico y mental se ve perjudicado. A medida que el ser humano ha ido aprendiendo a alimentarse de forma más completa, su cuerpo y su cerebro han adquirido mayor complejidad.

Por otro lado, en los inicios de nuestra especie la alimentación era, sin dudas, la única motivación. Todo lo que los humanos hacían era por y para lograr alimento y poder sobrevivir. Cuando avanza la tecnología empleada y los conocimientos, ya no es preciso recorrer largos kilómetros para conseguir algo de comida. Todo el tiempo que queda libre empieza entonces a ser ocupado con otras tareas de mayor complejidad, como por ejemplo las actividades artísticas y la religión. La alfarería y la pintura fueron, entre otras, actividades que nuestros antepasados cultivaron al empezar a asentarse en una zona concreta. De hecho, a día de hoy podemos encontrar restos cerámicos y esculturas de esta época.

Es cierto que, al igual que el resto de animales, los seres humanos necesitamos alimento y sin él no somos nada. Sin embargo, el ser humano se diferencia de otros seres vivos en que ha creado todo un sistema organizativo en torno a la comida. Cuando se inició la ganadería, la protección de las tierras y los cultivos fue el primer aliciente para crear una clase social guerrera y defensora. Es decir, que los cultivos fueron la motivación para que aparecieran las primeras jerarquías sociales.

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