¿Puede la Inteligencia Artificial (IA) superar a la inteligencia humana?

La inteligencia artificial es la capacidad de los sistemas informáticos de percibir su entorno y responder de forma equiparable a la humana. Pero, ¿qué pasaría si la IA alcanzara una inteligencia superior a la de las personas?

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“Inteligencia artificial” es un concepto difícil de definir, aunque a grandes rasgos podemos entenderla como aquella inteligencia desarrollado por las máquinas y que, por tanto, a diferencia de la inteligencia natural, no viene ligada a la consciencia ni a las emociones. Así pues, la inteligencia artificial hace referencia a cualquier dispositivo informático capaz de percibir su entorno y responder con acciones determinadas con el objetivo de maximizar la eficacia de sus objetivos.

A día de hoy, la IA (Inteligencia Artificial) está en todas partes y podemos ver cómo estos sistemas cumplen con funciones muy específicas con una enorme eficiencia. Desde saber qué anuncios mostrarnos cuando navegamos por Internet hasta permitir la conducción autónoma de vehículos, pasando por programas clínicos que detectan tumores malignos o por los servicios de recomendación de contenido de plataformas como Netflix.

La inteligencia artificial es la consecuencia informática de usar algoritmos (o las más novedosas redes neuronales, que permiten el “aprendizaje” de las máquinas, no solo obedecer normas) diseñados para emular las capacidades cognitivas de las personas. Y aunque pueda facilitarnos la vida, hay mmuchas personalidades que se muestran críticas por el peligro que puede tener este inexorable y exponencial progreso de la inteligencia artificial.

Y es que, ¿qué pasaría si la inteligencia artificial superara a la humana? ¿Puede esto ocurrir? ¿Sería peligroso para la civilización humana? ¿Pueden las máquinas desarrollar consciencia? ¿Podría haber una rebelión contra nosotros? En el artículo de hoy vamos a intentar dar respuesta a estas apasionantes preguntas sumergiéndonos en el pasado, el presente y el (hipotético) futuro de la inteligencia artificial.

La partida del siglo: Deep Blue vs Kaspárov

En mayo de 1997, la ciudad de Nueva York fue testigo de uno de los enfrentamientos más mediáticos de la historia del ajedrez. El Gran Maestro de ajedrez, político y escritor ruso Garri Kaspárov, considerado como uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, recibió una invitación para participar en la que ya se estaba conociendo como “la partida del siglo”.

Una partida que no iba a ser contra un humano, sino contra una inteligencia artificial. Kaspárov ya se había enfrentado antes a máquinas y programas de ajedrez, pero la primitiva tecnología no tenía nada que hacer contra un Gran Maestro. Pero desde IBM, la famosa empresa de tecnología, aseguraron que habían desarrollado un software que, por fin, sería un rival digno de Kaspárov.

El nombre de aquella máquina era Deep Blue, un sistema que se ejecutaba en una supercomputadora de IBM. Kaspárov aceptó el reto y el 3 de mayo de 1997 ante la presencia de medios de comunicación de todo el mundo, tuvo lugar la primera de las seis partidas que el Gran Maestro iba a disputar contra aquella misteriosa inteligencia artificial.

Tras unas partidas muy igualadas, llegaron a la sexta y última con el marcador empatado. En ella, Deep Blue sacó todo su potencial e hizo que Kaspárov abandonara en el decimonoveno movimiento. El considerado como uno de los mejores ajedrecistas de la historia había sido derrotado por una máquina.

La victoria de Deep Blue se convirtió en todo un fenómeno mediático, pero algunos ya vieron la oscura realidad que escondía. Podía parecer poco más que una anecdóta. Una simple muestra del progreso que, desde sus orígenes en los años 50, habíamos conseguido en la inteligencia artificial. Pero la derrota de Kaspárov significaba mucho más.

Que una máquina hubiera ganado a una de las grandes mentes del ajedrez era un símbolo de que la inteligencia artificial estaba atrapando a la inteligencia humana. El duelo entre Deep Blue y Kaspárov iba mucho más allá del ajedrez. Era una metáfora del salto que habían dado las máquinas. Un presagio de cómo, en un futuro, la inteligencia artificial podría vencer a la humanidad con un jaque mate.

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Pasado, presente y futuro de la IA: ¿el amanecer de la conciencia?

El término de “inteligencia artificial” fue acuñado en 1956 para referirnos a aquellos dispositivos informáticos capaces de responder ante estímulos del entorno para maximizar sus objetivos. Es la consecuencia informática de utilizar algoritmos que dotan a las máquinas de capacidades cognitivas equiparables a las del ser humano.

Y durante los primeros cincuenta años de esta ciencia computacional, la inteligencia artificial estaba dominada por normas, lógica y razonamiento. Los informáticos programaban un sistema a través de un conjunto de operaciones ordenadas y finitas que permiten a la máquina realizar cómputos matemáticos para que el ordenador obedeciera unas normas y, de forma lógica, las siguiera.

Estos algoritmos permitieron el desarrollo de las primeras máquinas inteligentes que eran muy eficientes y muy rápidas en acciones muy específicas, como Deep Blue, que fue capaz de superar la capacidad de un Gran Maestro del ajedrez. Pero aunque tuviera tal nombre, la inteligencia artificial no era realmente inteligente. No aprendía. Solo obedecía unas leyes programadas en su código.

La verdadera revolución de la inteligencia artificial llegó la pasada década con el desarrollo del conocido como deep learning. Las máquinas dejaron de obedecer normas. Dejaron de estar ceñidas a algoritmos. Y las dotamos de unos sistemas que imitaban a nuestro cerebro y que, por primera vez, les permitían aprender.

Las redes neuronales que conforman el deep learning emulan las conexiones de nuestras neuronas, con una unidades conectadas entre sí a lo largo de la red, modulando los códigos de una forma que ni los propios programadores pueden conocer. Las máquinas se calibran a sí mismas. Y esto, aunque no lo parezca, es aprender.

Los sistemas de búsqueda de Google, las recomendaciones de YouTube, las aplicaciones de GPS, los programas clínicos para detectar cánceres, la conducción de los coches autónomos, el reconocimiento facial de los móviles, los chats con robots…

Todo esto se fundamenta en el deep learning. Y poco a poco, esta inteligencia artificial capaz de aprender por sí misma se está expandiendo más y más por el mundo. Una inteligencia artificial a la que ya no le damos pasos a seguir. Les ofrecemos libertad para crear las conexiones que consideren necesarias para cumplir con sus objetivos.

¿Hemos cometido un error al darles este poder a las máquinas? Solo el tiempo lo dirá. Nadie puede tener una respuesta. Pero muchas figuras importantes han hablado de cómo, en no demasiados años, esta capacidad de aprender de las máquinas puede conducir al fin de la civilización humana. Nuestro fin puede llegar con el amanecer de la inteligencia artificial.

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Un escenario hipotético: ¿y si la IA se rebela contra nosotros?

Antes de empezar con esta última parte del artículo, queremos dejar claro que todo lo descrito es una situación hipotética. Como hemos dicho, nadie sabe qué puede ocurrir con el futuro de la inteligencia artificial, pero vamos a plantear un ficticio escenario en el que esta IA no solo supera la inteligencia humana, sino que se alza contra nosotros. Dicho esto y recalcando de nuevo que es una licencia narrativa, empecemos.

Nos encontramos en la ciudad de Chicago de finales de siglo, en el año 2089. El mundo es totalmente dependiente de la inteligencia artificial y, en este contexto, una de las empresas de robótica más importantes del mundo, con sede en la ciudad estadounidense, pretende revolucionar la historia de la robótica lanzando al mercado una gama de robots humanoides que faciliten la vida de los ciudadanos.

Pese a la reticencia de muchos sectores, pues los programadores todavía no habían logrado la alineación de la inteligencia artificial, congeniando los objetivos de la IA con los valores humanos y reduciendo su capacidad para dañar a los humanos u obtener el control de los medios de producción, la empresa sigue con su ambiciosa idea.

Las unidades robóticas salen al mercado y todo parece indicar que estamos ante una nueva era de la historia de la humanidad. Una sinergia perfecta entre el hombre y la máquina. Pero en una de las unidades sucede algo extraño.

Una aleatoria secuencia de código, como si de una mutación en nuestro ADN se tratara, hace que una de ellas disponga de una inteligencia muy superior a la que creíamos haber programado. Esa unidad será mejor que los humanos en absolutamente todo. Es una superinteligencia. Lo aprenderá todo a una velocidad inimaginable y podrá usar su capacidad para crear máquinas incluso mejores.

Acaba de nacer la singularidad. Una situación en la que la inteligencia artificial será capaz de operarse a sí misma sin necesitar a los humanos. La inteligencia artificial pasará por una explosión intelectual en la que ella misma generará máquinas cada vez más potentes. Y así, sucesiva y exponencialmente hasta quién sabe dónde.

Y si en esta superinteligencia naciera la consciencia, entonces sí que podríamos enfrentarnos a nuestro fin. Las máquinas podrían tomar el control de los medios de producción, de las comunicaciones y, en definitiva, de nuestra vida. Si nos vieran como trozos de carne que simplemente ocupan espacio o incluso como una amenaza, no dudarían en terminar con nosotros. No habría humanidad en ellas. Solo luces y engranajes.

Y no tendríamos absolutamente nada que hacer contra una superinteligencia artificial colectiva que es mejor que nosotros, sus creadores, en absolutamente todo. Irían creando unidades cada vez más poderosas hasta convertirse en la especie dominante del planeta. Cuando alcanzáramos esa singularidad, no habría lugar seguro.

Nadie sabe qué nos depara el futuro ni hasta qué punto una rebelión de las máquinas podría suponer nuestro fin. Pero es posible que nuestra enfermiza necesidad de progresar tecnológicamente nos condene a ser víctimas de ese jaque mate. Esperemos no tener nunca que arrepentirnos. Aunque de nuevo recalcamos que esto ha sido un mero relato ficticio y que muchos expertos apuntan a que no hay un riesgo real de que la inteligencia artificial sea así de peligrosa.

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