¿Qué le pasa a la piel cuando nos tatuamos?

Los tatuajes son cada vez más comunes, pero hay que tener en cuenta que estás inyectando tinta en la segunda capa de la piel, la dermis, por lo que esto no sale gratis para el tejido. Cuando nos tatuamos, la piel pasa por una serie de alteraciones.

Piel tatuajes

Los tatuajes son toda una manifestación artística. Requiere de mucho talento por parte del tatuador pero también de compromiso por parte del que se tatúa, sabiendo que aquello que plasme en su piel quedará ahí para siempre.

Cada uno le da a los tatuajes un significado muy personal, por lo que los lucimos con orgullo. Pero hay que tener en cuenta que esto no le sale gratis al cuerpo y que perforar la epidermis para inyectar pigmentos de tinta en las capas más internas de la piel tiene efectos en este tejido.

Por ello, cuando nos tatuamos, es importante tener en cuenta que estamos expuestos a distintos riesgos: infecciones, reacciones alérgicas, dolor, sangrado, inflamaciones… De ahí que debamos acudir siempre a estudios de tatuajes en los que se respeten las normas higiénicas, es decir, se esterilicen las herramientas, el tatuador lleve guantes, se desinfecten los equipos, etc.

Pero, ¿qué le pasa exactamente a la piel cuando nos tatuamos? ¿En qué cambia? ¿Es cierto que hay células de nuestra piel que se “comen” la tinta? ¿Por qué no se borran? ¿Por qué a veces pierden el color original? En el artículo de hoy daremos respuestas a todas (o casi todas) las preguntas que te has hecho acerca de la relación entre los tatuajes y la piel.

¿Qué es exactamente un tatuaje?

Un tatuaje es un diseño permanente que se realiza en la piel al insertar, mediante herramientas que funcionan como una máquina de coser, pigmentos en la dermis, la segunda capa de la piel, es decir, la que está por debajo de la epidermis pero por encima de la hipodermis.

Esta herramienta consiste en una o dos agujas que perforan la capa más externa de la piel (la epidermis) y llegan hasta la dermis, donde liberan la tinta, que se queda encapsulada en esta capa de la piel. Con cada pinchazo, se inserta una pequeña cantidad de tinta.

Las agujas perforan la piel a una velocidad de hasta 50.000 pinchazos por minuto. Con cada una de estas perforaciones, se forma un canal que conecta el exterior con la dermis. Después, este canal cicatriza (se cierra) pero la tinta permanece en la segunda capa de la piel. Si la tinta se depositara en la epidermis, el tatuaje se borraría rápidamente, pues es una capa que constantemente se está renovando.

El problema es que esta dermis tiene una gran cantidad de vasos sanguíneos y de terminaciones nerviosas, lo que explica el sangrado y el dolor, respectivamente. Pero lo más interesante de todo es por qué la tinta no se borra cuando llega a esta capa de la piel. Y esta y otras cuestiones son las que analizaremos a continuación.

Los 9 cambios por los que pasa la piel cuando nos tatuamos

Ahora que ya sabemos qué es un tatuaje y en qué región de la piel se localiza la tinta, podemos pasar a analizar aspectos interesantes sobre qué pasa en nuestra piel (y nuestro cuerpo) cuando nos hacemos un tatuaje. Lo hemos intentado analizar de forma cronológica, es decir, de los primeros cambios hasta los últimos.

1. La epidermis se perfora unas 50 mil veces por minuto

La epidermis es la capa más externa de la piel y también la más fina, pues en la mayoría de regiones del cuerpo suele tener un espesor de 0’1 milímetros. Esta zona de la piel consiste en unas veinte capas de queratinocitos muertos, una células que se van generando y desprendiendo constantemente y que sirven para separarnos del exterior al juntarse con los lípidos epidérmicos, unas grasas que, en unión con estas células, dan integridad a la piel.

Cuando nos tatuamos, lo primero que debe hacer la aguja es perforar la epidermis, pues hay que llegar a la capa de abajo, que es la dermis. La epidermis no tiene ni vasos sanguíneos ni terminaciones nerviosas, por lo que esta perforación no provoca dolor ni sangrado. Este ocurre cuando llegamos a la capa de abajo: la dermis. Pero para hacerlo, las agujas deben perforar a una velocidad de hasta 50 mil veces por minuto, pues con cada perforación se introduce una pequeña cantidad de tinta.

2. Se rompen vasos sanguíneos y nervios

Una vez atravesada la epidermis, la aguja llega cargada de tinta a la dermis, que es la segunda capa de la piel. Es también la capa intermedia y la más gruesa. Esta ya no está formada por queratinocitos muertos, sino por colágeno y elastina, unas moléculas que forman fibras que, impregnadas de ácido hialurónico (una sustancia que retiene el agua), permiten que la piel mantenga su volumen y consistencia.

Aquí es donde se liberan las gotas de tinta para que al final se forma el tatuaje, el problema es que es también la capa de la piel con más irrigación tanto de vasos sanguíneos como de terminaciones nerviosas. Esto hace que, con cada perforación de la aguja, cuando esta llega a la dermis, se rompan vasos sanguíneos y nervios, lo que provoca sangrado y dolor, respectivamente.

Tatuando

3. Se forma un canal en la dermis

Una vez se ha perforado la dermis y se han roto los vasos sanguíneos y nervios, en la dermis se acaba formando una especie de canal. Imaginemos una máquina excavadora que avanza por nuestra piel formando un túnel, pues sería algo parecido.

Una vez se ha formado este canal, la aguja libera pequeñas gotas de tinta, que llenan este canal. Por lo tanto, al final tenemos distintos túneles en la dermis que se han llenado de pigmentos de distintos colores. En ese momento, nuestra piel ya tiene un dibujo. Pero la cosa no termina aquí.

4. Liberas adrenalina

Esto no es exactamente un cambio de la piel, pero sí un cambio que se produce en nuestro cuerpo a nivel fisiológico. Y es que cuando nos tatuamos, debido al dolor que nos provoca, nuestras glándulas suprarrenales (por orden del cerebro), empiezan a sintetizar adrenalina, un neurotransmisor que hace que, durante el tiempo que nos estamos tatuando, nuestro ritmo cardíaco se acelere, las pupilas se dilaten, la presión sanguínea aumente, la frecuencia respiratoria se incremente, se agudicen nuestros sentidos, sudemos, se estimule la memoria… Y todo esto debido a la perforación de la dermis.

4. Liberas analgésicos naturales

Además de esta primera síntesis de adrenalina, el cuerpo necesita calmar la experimentación de dolor. De ahí que empiecen a producirse analgésicos naturales, es decir, neurotransmisores y hormonas de distintas familias (endorfinas, dopamina, péptidos opioides, etc) que nuestro propio cuerpo sintetiza para limitar la transmisión de impulsos nerviosos entre las neuronas. Así es como se consigue un gran estado de relajación cuando el proceso de tatuarse termina y lo que explica que tatuarse tenga un componente adictivo fuerte.

5. Las células de la dermis encapsulan la tinta

Volvemos a la piel. Y ahora entenderemos por qué los tatuajes son imborrables. Como sucede ante cualquier sustancia química del exterior que se considera como una amenaza, la piel quiere protegerse de la tinta. Y dadas las enormes cantidades que recibe, la mejor manera de protegerse de su toxicidad (y de impedir que llegue a la circulación sanguínea) es aislarla.

Pero, ¿cómo la aisla? Fabricando una especie de muros alrededor del canal que se ha formado. Distintos tipos de células de la piel forman una cobertura alrededor del canal, encapsulando la tinta de forma permanente. Esto explica no solo que el dibujo mantenga su forma (ya que cada canal está bien aislado), sino que sea imborrable, pues la piel, para protegerse, deja la tinta perfectamente “encerrada”.

6. Las heridas cicatrizan

Paralelamente, las heridas empiezan a cicatrizar. Y por heridas entendemos los canales que se han formado por la perforación de las agujas, pero no los de la dermis donde está encapsulada la tinta, sino los que se han formado en la epidermis. Una vez los canales se han cerrado, la tinta ya está perfectamente aislada no solo del resto de la piel, sino del exterior.

Pero el proceso de cerrado de los canales lleva unos días, de ahí que las personas que tatúen deben llevar el tatuaje tapado durante un tiempo, pues de lo contrario, estas perforaciones pueden infectarse.

7. Los fibroblastos absorben la tinta

Los fibroblastos son un tipo de células de la dermis que contribuyen a encapsular la tinta. Pero además de aislarla, empiezan a fagocitar determinados pigmentos de la tinta. En otras palabras, se “comen” la tinta del tatuaje y la almacenan. Al principio, esto no tiene ninguna consecuencia, pues siguen en su sitio. El problema es que, si bien no lo hacen a una velocidad tan alta como las de la epidermis, las células de la dermis también tienen que renovarse.

Y cuando se renuevan los fibroblastos y tienen que llegar de nuevos, los que estaban en el momento del tatuaje suben hasta la zona de la epidermis para ser expulsados como células muertas. Cuando esto sucede, se llevan tras de sí también las moléculas de tinta que habían absorbido. Esto explica que, con el tiempo, el tatuaje vaya perdiendo calidad y también que tengan tendencia a quedarse de color verdoso, pues los pigmentos verdes son los que menos absorben y, por lo tanto, los que no se llevan al exterior y permanecen en su sitio, encapsulados.

8. Los macrófagos empiezan a “comerse” la tinta

Los macrófagos son células del sistema inmunitario que siempre que el cuerpo recibe el ataque de alguna sustancia potencialmente peligrosa, se desplazan al lugar para combatir la amenaza. Para el cuerpo, la tinta es, evidentemente, una amenaza. De ahí que la encapsulen.

Estos macrófagos están programados para fagocitar gérmenes, es decir, bacterias, virus u hongos patógenos, pero también sustancias químicas tóxicas. Por lo tanto, con la tinta de los tatuajes hacen lo mismo. Fagocitan la tinta y la degradan para que sea eliminada del organismo, haciendo que cada vez haya menos pigmentos en el canal de la dermis.

Este proceso de “comer” y “digerir” es lento ya que hay mucha tinta, pero se hace de forma continua. Esto, junto con el hecho de que se pierden fibroblastos que habían absorbido la tinta, explica que los tatuajes vayan perdiendo detalles, color y su contorno original con el paso del tiempo.

9. La piel puede enfermar

Otro cambio importante (e indeseado) por el que puede pasar la piel es el desarrollo de enfermedades dermatológicas. Siempre que nos hacemos un tatuaje, ya sea por la reacción natural del cuerpo ante la presencia de la tinta o por la llegada de patógenos que aprovechan las lesiones en la piel para infectarnos, hay riesgos.

Las reacciones alérgicas son muy comunes y se deben a la acción del sistema inmunitario ante la presencia de una sustancia tóxica como es la tinta. Los tatuajes, pues, especialmente cuando se utilizan pigmentos rojos, azules, verdes y amarillos suelen provocar sarpullidos, picazón, enrojecimiento e inflamación. No suelen ser reacciones graves, pero sí molestas. Y es un riesgo que, a no ser que nos echemos atrás en lo de tatuarnos, no puede prevenirse.

De igual modo, las infecciones en la piel, la formación de queloides (crecimiento excesivo de tejido cutáneo), la aparición de granulomas (regiones de inflamación), los problemas en las resonancias magnéticas (aunque sea muy poco frecuente) e incluso las infecciones sanguíneas son riesgos a los que nos exponemos cuando nos hacemos un tatuaje.

Referencias bibliográficas

  • Bassi, A., Campolmi, P., Cannarozzo, G. et al (2014) “Tattoo-Associated Skin Reaction: The Importance of an Early Diagnosis and Proper Treatment”. Journal of Biomedicine and Biotechnology.
  • Eberhard, I. (2018) “Tattoo. What do people really know about medical risks of body ink?”. Journal of Clinical and Aesthetic Dermatology.
  • Rosas Delgadillo, N., Cordero Martínez, F.C., González Ruíz, V., Domínguez Cherit, J. (2019) “Tatuajes: de lo cosmético a lo médico”. Dermatología Revista Mexicana.
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