Las 7 diferencias entre alergia e intolerancia

Las alergias e intolerancias alimentarias son comunes en la sociedad. Pero ambos trastornos, pese a ser confundidos, tienen desencadenantes muy distintos. Veamos sus diferencias.

Diferencias alergia intolerancia

De acuerdo a cifras oficiales, cerca de 520 millones de personas en el mundo sufren alguna alergia alimentaria. Es decir, 1 de cada 14 personas tiene alergia a algún alimento. Y, paralelamente, casi 2.000 millones de personas tienen alguna intolerancia alimentaria más o menos grave.

Está claro que el cuerpo humano es una asombrosa obra de ingeniería biológica y un triunfo de la evolución, pero estamos muy lejos de ser perfectos a nivel físico. Y tanto las alergias como las intolerancias son una prueba de ello.

Las reacciones adversas que surgen en nuestro cuerpo tras la ingesta de determinados alimentos se deben a alteraciones en nuestro organismo, pero nada tiene que ver una alergia con una intolerancia. A pesar de ser dos términos generalmente confundidos, son muy diferentes.

Y en el artículo de hoy, además de definir exactamente qué es una alergia y qué es una intolerancia alimentaria, veremos las principales diferencias entre ellas. Y es que una alergia se debe a una reacción inmune desmedida tras entrar en contacto con un alérgeno, mientras que la intolerancia surge por la incapacidad más o menos grave de digerir un determinado alimento.

¿Qué es una alergia alimentaria? ¿Y una intolerancia alimentaria?

Antes de entrar a detallar sus diferencias, es muy importante definir ambos conceptos. Y es que viendo sus características individualmente, podemos ya dilucidar sus semejanzas pero también sus diferencias. Vamos allá.

Alergia alimentaria: ¿qué es?

Una alergia es un trastorno inmunológico. Se trata de una reacción inmunitaria desmedida ante la exposición a una sustancia que no tiene por qué ser dañina para el cuerpo y que se conoce como alérgeno. Cuando la persona alérgica está expuesta a este alérgeno (en este caso, un alimento), su sistema inmunitario cree que la partícula en cuestión es peligrosa, por lo que actúa de acuerdo a ello.

En este sentido, una alergia es un trastorno de hipersensibilidad de origen inmunitario ante una sustancia que no es peligrosa para el cuerpo. Esta reacción tras el contacto con el alérgeno cursa con inflamación de la región del cuerpo donde el sistema inmune ha reconocido la sustancia, que, en este caso, es el sistema digestivo.

La gravedad de la reacción de hipersensibilidad depende de la persona, pues lo que la determina es cómo el sistema inmune actúa ante el alérgeno. Normalmente, la respuesta inmunitaria se limita a una inflamación que, pese a ser molesta, no tiene por qué ser grave, pero en ocasiones puede desajustarse tanto el sistema inmune que la reacción es tan desmedida que puede derivar en un choque anafiláctico. Cuando esto sucede, la vida de la persona corre peligro. Por lo tanto, para evitar esta anafilaxia potencialmente mortal, la persona alérgica debe evitar constantemente la exposición al alérgeno.

Además, existen muchos tipos de alergias. Al polen (la más frecuente), a los ácaros, a la caspa de los animales, a las picaduras de insectos, al moho, a los cosméticos, a los fármacos, al látex, al níquel y, evidentemente, a los alimentos.

Las alergias alimentarias se pueden desarrollar frente a cualquier alimento, pero los más comunes son los frutos secos, el marisco, las frutas, el pescado, los huevos, los cacahuetes, la soja y el trigo. Ante la ingesta de estos alérgenos alimentarios, la persona suele experimentar síntomas como picazón en la boca, hinchazón de labios, garganta, lengua o cara, congestión nasal, dolor abdominal, mareos, dificultad para respirar, desmayos, náuseas y vómitos. Todo ello debido a la reacción inmune.

Las alergias alimentarias (y todas las demás) aparecen durante la infancia o la edad adulta, pero en cuanto lo hacen, la persona seguirá siendo alérgica el resto de su vida. No hay cura para las alergias, más allá de tratamientos que ayudan a controlar los síntomas. Para pacientes graves, sí que hay una inmunoterapia que consiste en administrar alérgenos purificados para que la reacción ante los alérgenos en la comida sea cada vez menos intensa. Pero por regla general, las alergias son incurables.

Alergia

Intolerancia alimentaria: ¿qué es?

Una intolerancia alimentaria es un trastorno no inmunológico. Y es muy importante tener claro esto. Se trata de la incapacidad más o menos grave de digerir un determinado alimento. Es decir, el daño provocado por la ingesta de un determinado alimento viene causada por una reacción del sistema inmune frente a dicho alimento (no se comporta como un alérgeno), sino que por distintas causas, tenemos problemas para procesarlo a nivel digestivo.

Al no haber una reacción de hipersensibilidad, la persona puede ingerir dicho alimento sin que haya una respuesta inmune peligrosa. El problema (que se hace relevante al ingerir cantidades más o menos grandes del alimento) es que no podemos digerirlo bien.

En este sentido, hay distintas causas detrás de una intolerancia alimentaria. La más frecuente de todas es que, debido a la ausencia de una enzima concreta, no somos capaces de completar la ruta metabólica de degradación de un nutriente determinado (la causa es de origen metabólico). La intolerancia a la lactosa es el más claro ejemplo (por la falta de la enzima lactasa), pero también la intolerancia a la fructosa, a la sacarosa o al sorbitol.

Otras causas más allá de las de origen enzimático son la sensibilidad a determinados aditivos alimentarios (que no significa que sea una sensibilidad inmunitaria), la celiaquía (sí que hay una reacción inmune pero no es una alergia como tal ya que no hay riesgo de anafilaxia por exposición al gluten), estrés (el factor psicológico puede afectar a la digestión) o el síndrome de intestino irritable (una afección crónica).

Sea como sea, una intolerancia alimentaria nunca supone un peligro grave para la persona pues no hay una reacción inmune desmedida (a excepción de la celiaquía, que rompe un poco con la regla), sino que los síntomas se reducen al sistema digestivo ya que ese alimento no se está digiriendo como es debido: náuseas, vómitos, cólicos (dolores agudos en el abdomen), hinchazón abdominal, diarrea y gases.

No hay cura para las intolerancias alimentarias, pero simplemente no comiendo esos productos (o haciéndolo en cantidades pequeñas) se resuelve el problema. Además, disponemos de sustitutos para esos productos (leche sin lactosa) e incluso de pastillas que, en caso de que lo que falle sea una enzima, sustituyen la función de la enzima que nos falta para así poder digerir el alimento.

Intolerancia alimentaria

¿En qué se diferencian las alergias de las intolerancias?

Seguro que después de definirlas individualmente, han quedado ya muy claras sus diferencias. Aun así, para condensar toda la información y que puedas verlas de forma más sintetizada, hemos preparado esta selección de los principales puntos que hacen que las alergias e intolerancias alimentarias, pese a poder ser confundidas, sean dos trastornos totalmente distintos.

1. Las alergias son trastornos inmunes; las intolerancias, no

Como hemos visto, las alergias son trastornos de origen inmunológico. Es decir, una persona sufre una alergia alimentaria porque hay algo en su sistema inmune que no funciona bien. En cambio, el sistema inmune de una persona con intolerancia a un alimento está perfectamente. Las intolerancias no son trastornos inmunitarios.

2. En las alergias, el alimento nos hace daño; en las intolerancias, no

Cuando una persona es alérgica a un alimento, ese alimento en cuestión actúa como alérgeno, lo que significa que su presencia en el sistema digestivo dispara reacciones de hipersensibilidad. En las intolerancias, el alimento no nos provoca daños, simplemente no podemos digerirlo con normalidad.

3. Las intolerancias pueden tener causas variadas; las alergias, siempre son por hipersensibilidad

Una intolerancia alimentaria suele aparecer porque no disponemos de una enzima concreta necesaria para digerir un alimento en concreto (causa metabólica), pero también puede deberse a sensibilidad a aditivos alimentarios, celiaquía, estrés u otros factores psicológicos o el síndrome del intestino irritable. Las alergias, en cambio, siempre se deben a un único suceso: hipersensibilidad inmunológica a un alérgeno alimentario.

4. Los síntomas de las intolerancias son solo digestivos; los de las alergias, no

Como hemos visto, las intolerancias alimentarias tienen únicamente manifestaciones gastrointestinales (náuseas, hinchazón, dolor abdominal, vómitos, cólicos, diarrea y gases. Las alergias, en cambio, además de estos síntomas digestivos, presentan otros como por ejemplo dificultad para respirar, mareos, desmayos, hinchazón del rostro, picazón en la boca y congestión nasal.

5. Una alergia puede provocar anafilaxia; una intolerancia, no

Una alergia aparece por una reacción de hipersensibilidad a un alérgeno, algo que, en casos concretos, puede provocar un choque anafiláctico potencialmente mortal. Esto no sucede con las intolerancias, pues no hay una reacción inmune (a excepción de la celiaquía), por lo que nunca hay riesgo de anafilaxia. Es decir, una alergia alimentaria puede matarte; una intolerancia, no.

6. Las intolerancias son más frecuentes que las alergias

Se estima que la frecuencia de las intolerancias alimentarias es entre 5 y 10 veces mayor que la de las alergias. Y si la prevalencia de las alergias alimentarias se ha establecido entre el 1,4% y el 3,6% en la población adulta y de entre el 5% y el 8% en la población infantil, con las intolerancias hablamos de cifras más altas.

7. Un alérgico debe evitar siempre ese alimento; un intolerante, no

Una persona alérgica tiene riesgo de que la exposición al alérgeno alimentario provoque una reacción anafiláctica, por lo que debe evitar, a toda costa, la exposición al alimento. Un intolerante puede comer pequeñas cantidades del alimento sin que dicha intolerancia cause manifestaciones relevantes. Y, además, un intolerante puede tomar sustitutos de ese alimento. Un alérgeno, no.

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