Enfermedad de Lyme: causas, síntomas y tratamiento

La enfermedad de Lyme es una infección bacteriana transmitida por la mordedura de una garrapata que, si bien al principio cursa con un sarpullido y fiebre, de no ser tratada, puede extenderse al corazón y al sistema nervioso.

Enfermedad Lyme

Es bien sabido por todos que los animales son un importante vehículo de transmisión de enfermedades. La rabia, la tiña, la campilobacteriosis, la leishamaniasis, la malaria… Hay muchos animales capaces de propagarnos bacterias, virus o parásitos, los cuales llegan a nuestro interior por distintas vías y nos hacen enfermar.

Una de estas patologías más importantes para la salud pública mundial debido al incremento en su incidencia es la enfermedad de Lyme, una infección causada por distintas especies de bacterias que se transmiten al ser humano a través de la mordedura de una garrapata.

Esta patología, que algunos ya califican como “La nueva epidemia del siglo XXI”, está expandiéndose por todo el mundo debido a los efectos del cambio climático. Estados Unidos, uno de los países con mayor incidencia, ha pasado de registrar en 2010 unos 28.000 casos anuales a, en 2020, cerca de 300.000.

En el artículo de hoy analizaremos la naturaleza de esta enfermedad, estudiando tanto sus causas como sus síntomas, así como las formas de tratar esta patología que ha dejado ser una enfermedad rara para convertirse en una gran amenaza para la salud pública mundial.

¿Qué es la enfermedad de Lyme?

La enfermedad de Lyme es una zoonosis, es decir, una patología cuyo contagio se produce por el contacto directo o indirecto con un animal que lleva un patógeno de los humanos en su interior. Esta patología en concreto se desarrolla después de una infección por parte de una bacteria (hay cuatro especies bacterianas que pueden causarla) que se transmite por la mordedura de una garrapata de patas negras, que se conoce como “la garrapata de los ciervos”.

Se trata de una enfermedad con la que convivimos desde hace miles de años. De hecho, se descubrió una momia de hace 5.200 años que ya sufría la enfermedad. Sea como sea, tradicionalmente ha sido una patología con una incidencia muy baja y exclusiva de regiones muy concretas.

De todos modos, el cambio climático y en concreto el aumento de las altas temperaturas están favoreciendo todos los factores de riesgo relativos a la enfermedad. Estados Unidos, el país que siempre ha tenido una mayor incidencia, en 10 años ha pasado de notificar unos 28.000 casos anuales a más de 300.000.

Y Europa, un continente en el que prácticamente no había incidencia, ya ha reportado cerca de 400.000 casos en los últimos 20 años. Y en Asia su incidencia también está aumentando. No es de extrañar, pues, que esta enfermedad esté recibiendo el título de “La nueva epidemia del siglo XXI”, sin quitarle ningún puesto al Covid-19, pues este es responsable de una pandemia, una condición mucho más grave.

Esta enfermedad de Lyme es una patología seria en la que, si bien se empieza con síntomas de sarpullido y fiebre, de no ser tratada a tiempo, la infección puede diseminarse al corazón o al sistema nervioso, dejando secuelas de por vida e incluso poniendo en peligro la vida. Afortunadamente, existe tratamiento, pero es importante conocer en qué zonas hay una mayor incidencia.

Causa

La enfermedad de Lyme está causada por una bacteria que se transmite a los humanos a través de la mordedura de una garrapata. Existen cuatro especies bacterianas capaces de desarrollar este proceso infectivo. Y que sea una u otra dependerá de la región. En Europa y Asia, las responsables suelen ser “Borrelia afzelii” y “Borrelia garinii”; mientras que en el continente americano suelen ser “Borrelia mayonii” y “Borrelia burgdorferi”.

Sea como sea, las cuatro desarrollan un cuadro clínico prácticamente idéntico y se propagan a través de la mordedura de la “garrapata de los ciervos”. Una persona desarrolla la enfermedad cuando una de estas garrapatas portadora de la bacteria le muerde. De todos modos, para que la bacteria atraviese la piel y llegue al torrente sanguíneo, la garrapata debe permanecer adherida durante 36-48 horas. Normalmente, si la persona ve la garrapata demasiado tarde y cuando ya está hinchada, es posible que ya haya transmitido la enfermedad. Si tenía la bacteria, claro. Lo más probable es que no la tenga y que más allá de las molestias de la picadura, no ocurra nada grave.

Como hemos dicho, la mayoría de casos se reportan en los Estados Unidos. La mayor incidencia se da en los estados del noreste (desde Virginia hasta Maine), en la costa oeste y en los estados del centro norte, especialmente Wisconsin y Minnesota. De todos modos, la tendencia es que la enfermedad se presente en lugares donde antes no se notificaban casos, incluyendo Europa y el continente asiático.

Cualquier persona está en riesgo de que le muerda una garrapata, pero es cierto que existen algunos factores de riesgo que aumentan las probabilidades. Hacer muchas excursiones por bosques, acampar al aire libre, trabajar en zonas boscosas, tener la piel expuesta… En definitiva, el principal factor de riesgo es estar expuesto en las zonas boscosas con mayor incidencia, especialmente durante los meses de verano. Recuerda que si te quitas la garrapata en menos de 48 horas, el riesgo de desarrollar la enfermedad es bajo.

Síntomas

La sintomatología depende mucho de la persona, con signos que pueden variar mucho en naturaleza, intensidad y duración. De todos modos, esta patología suele presentarse en dos formas: una inicial y una avanzada. Veamos los síntomas en cada una de ellas.

1. Etapa inicial

La etapa inicial es la que empieza a desarrollarse entre 3 y 30 días después de la picadura de la garrapata. Es en este momento cuando debe diagnosticarse rápidamente e iniciar el tratamiento para evitar que progrese a la etapa avanzada, que es cuando surgen las complicaciones realmente graves.

Los signos clínicos tempranos de la enfermedad de Lyme incluyen:

  • Fiebre
  • Inflamación de los ganglios linfáticos
  • Dolor de cabeza
  • Escalofríos
  • Dolor muscular
  • Molestias en las articulaciones
  • Debilidad y fatiga
  • Sarpullido en el lugar de la mordedura

Este sarpullido es el síntoma más importante, pues aparece en el 80% de los pacientes y, por sus características, es lo que demuestra que, especialmente si se ha estado en una zona de riesgo, hemos desarrollado la enfermedad de Lyme. El sarpullido empieza en el lugar de la picadura pero rápidamente se va extendiendo hasta tener un diámetro de más de 30 centímetros. Puede estar caliente al tocarlo, pero raramente provoca picazón o dolor.

Estos síntomas son molestos, pero si se quedaran aquí, no habría demasiado riesgo para la salud. El problema es que de no tratar la infección cuando estamos en esta fase, la enfermedad puede derivar en las siguientes complicaciones.

2. Etapa avanzada

El momento en el que se entra en esta fase avanzada y más grave depende de la persona. Puede ser cuestión de días o de meses (incluso años), pero si no se trata, es bastante seguro que la enfermedad derivará en esta sintomatología más grave.

Y es que la bacteria es capaz de diseminar a otras partes del cuerpo (ya no solo está en la piel), llegando así a las articulaciones, al corazón e incluso al sistema nervioso. Evidentemente, este escenario es mucho más grave y la patología cursa con los siguientes signos clínicos:

  • Dolores de cabeza muy intensos
  • Rigidez de cuello
  • Parálisis facial
  • Meningitis
  • Dolor punzante en extremidades
  • Entumecimiento de manos y pies
  • Problemas de memoria a corto plazo
  • Episodios de mareo
  • Dificultad para respirar
  • Sarpullidos en otras partes del cuerpo (donde la garrapata no mordió)
  • Parálisis cerebral
  • Alteraciones del ritmo cardíaco
  • Hinchazón de las rodillas
  • Inflamación de otras articulaciones
  • Dolor en músculos, tendones, articulaciones, huesos…
  • Dolor torácico
  • Dificultades para pensar con claridad
  • Problemas de habla

Evidentemente, los daños cardíacos y neurológicos constituyen un escenario grave que puede dejar secuelas de por vida e incluso poner en riesgo de muerte a la persona. Por ello, es importante tanto prevenir la enfermedad como tratarla cuando todavía no se han desarrollado estas complicaciones.

Prevención

La mejor manera de prevenir la enfermedad de Lyme, además de no visitar las zonas con una mayor incidencia, es evitar las zonas boscosas y con muchos arbustos o césped sin cortar, que es donde es más probable que se encuentren las garrapatas portadoras de la enfermedad.

Además, es importante cubrirse todo el cuerpo cuando vayamos de excursión. Aunque haga mucho calor, deberíamos llevar pantalones largos, camisetas de manga larga, zapatos cerrados y calcetines por encima de los pantalones. De este modo reducimos el área en la que puede mordernos la garrapata.

De igual modo, hay otros consejos útiles: llevar siempre atado a nuestro perro (las garrapatas pueden engancharse en su pelo y después llegar a nosotros), evitar salirnos de los senderos, llevar siempre repelente para los insectos, intentar no hacer excursiones los meses más calurosos del año, cortar bien el césped del jardín y, sobre todo, revisar todo nuestro cuerpo después de ir por el bosque para ver si hay alguna garrapata (si te encuentras alguna y la quitas, aplica antiséptico en el lugar de la mordedura). Recuerda que si la quitas rápido, no contraerás la enfermedad.

Tratamiento

Desafortunadamente, la prevención no siempre es útil. Y prueba de ello son los 300.000 casos que se notifican cada año en Estados Unidos. De todos modos y a pesar de haber visto las complicaciones en las que puede derivar la enfermedad, hay que mantener la calma. Y es que por suerte, existe un tratamiento efectivo para curar la patología antes de que derive en las complicaciones peligrosas.

Los antibióticos son muy eficaces para combatir la enfermedad de Lyme. Dependiendo del estado de la enfermedad, el médico (al que debemos acudir ante los primeros síntomas de la etapa inicial) nos recetará antibióticos orales o bien los administrará por vía intravenosa.

Los antibióticos orales seleccionados suelen ser la doxiciclina (para menores de 8 años) o la amoxicilina (para jóvenes y adultos), siguiendo un tratamiento de entre 14 y 21 días. Pasado este tiempo, se habrá curado la enfermedad. Es importante tener en cuenta que la enfermedad de Lyme no deja inmunidad, así que puedes volver a sufrirla.

Los antibióticos administrados por vía intravenosa suelen reservarse para casos en los que se ha entrado en la fase avanzada, con los síntomas más graves. El tratamiento también es efectivo para eliminar la infección, aunque hay que tener en cuenta que puede alargarse hasta casi 30 días y que la mejoría en la salud puede tardar meses en llegar. De todos modos, es importante evitar llegar a este punto ya que a pesar de que se cure la enfermedad, algunas personas (si bien son casos puntuales) pueden presentar secuelas.

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