Los 7 tipos de calmantes (y sus efectos)

Los calmantes son un tipo de fármaco que se utiliza para aliviar el dolor causado por alguna enfermedad, lesión u operación. Veamos los tipos que existen y cuáles son sus efectos sobre el cuerpo.

Tipos calmantes

La mayoría de nosotros hemos utilizado los analgésicos, o calmantes del dolor, alguna vez para tratarnos dolores puntuales como el de cabeza, el de algún golpe o el que sufrimos tras una operación, pero pocas veces nos preguntamos qué hace eso en el nuestro organismo y cuántos tipos de calmante existen.

El dolor se define como una experiencia sensorial y/o emocional desagradable que sufre nuestro organismo que aparece en innumerables patologías de diverso origen y gravedad. Además este dolor puede ser algo puntual y pasajero, o puede convertirse en un problema para toda la vida, como el dolor crónico. Este último es el más complicado de tratar, puesto que el cuerpo poco a poco va perdiendo sensibilidad a los calmantes y se debe ir cambiando la dosis y el tipo de fármaco para que puedan ser eficaces.

El dolor llega al cerebro en forma de impulso eléctrico que se envía desde las terminaciones nerviosas libres de nuestro organismo, y aunque sea algo desagradable, no podemos vivir sin dolor. Esta sensación que llega al cerebro en forma de impulso doloroso, sirve para informarle de que algo no va bien en su organismo y que tiene que actuar. Por ejemplo, cuando nos quemamos, se manda la información inmediatamente para que retiremos la mano del fuego y no seguir quemándonos. El dolor nos protege, ya que si no tenemos la sensación de dolor, podemos perder la vida sin darnos cuenta.

A pesar de ser necesario, cuando ya sabemos cuál es el problema, el dolor debe ser tratado para aliviar el sufrimiento y para ello se emplean los calmantes que hoy vamos a describir en este artículo, conociendo su función y los efectos que producen.

¿Qué es un calmante y cómo actúa?

Los calmantes son aquellos fármacos capaces de aliviar o eliminar la sensación de dolor causado por una enfermedad, lesión o tras una operación. Sin embargo, es importante recordar, que ante dolores persistentes en el tiempo es fundamental no tomar calmantes hasta que no se conozca el origen del dolor, ya que estos pueden ocultar una patología al eliminar los síntomas.

En función de la intensidad, el origen del dolor o el motivo por el que se produzca existen varios tipos de calmantes que pueden ayudar a aliviarlo e incluso eliminarlo. La mayoría de ellos deben ser prescritos por un profesional, y por lo tanto, sin receta médica no se pueden obtener. Sin embargo, hay fármacos como el ibuprofeno o el paracetamol, que sí podemos adquirir en las farmacias sin necesidad de una receta médica, y se utilizan para aliviar el dolor leve de pequeñas afecciones.

Muchos piensan que los analgésicos, una vez entran en nuestro cuerpo, van a la zona del dolor y allí actúan, pero nada más lejos de la realidad. Estos fármacos actúan en el cerebro, impidiendo que el mensaje de dolor se transmita entre las neuronas y llegue a este, es decir, el dolor existe, pero el cerebro no lo sabe. Por ello, un mismo fármaco lo podemos utilizar para dolores de distintas partes de nuestro cuerpo o por distintas causas. No solucionan el problema que provoca el dolor, como por ejemplo, un hueso roto, pero sí que ayudan a sobrellevar mejor todo el proceso de recuperación y que la persona no sufra.

A pesar de que, a primera vista, puedan parecer inofensivos, los calmantes hay que utilizarlos adecuadamente puesto que, al igual que nos alivian el dolor, también pueden tener un efecto negativo sobre nuestro organismo si abusamos de ellos. La mayoría de los analgésicos actúan sobre nuestro sistema nervioso, por lo que debemos tener cuidado con la automedicación y el empleo de estos fármacos sin consejo de profesionales.

Según los datos de la Agencia Española del Medicamento en su último informe sobre el uso de analgésicos, la población española cada vez se medica más con estos fármacos, aumentando en los últimos 10 años hasta un 37% su uso. El analgésico más utilizado, con diferencia, es el paracetamol, y cada vez de forma más extendida en toda la población.

Dolor nervios

¿Cómo se clasifican los calmantes?

Los analgésicos o calmantes del dolor se clasifican en función del mecanismo que llevan a cabo para aliviar el dolor, y se ordenan según su indicación para dolores más leves o más intensos, respectivamente:

1. Analgésicos periféricos

En este grupo encontramos una familia heterogénea de fármacos que normalmente tienen varias funciones a la vez: reducir el dolor, rebajar la fiebre y disminuir la inflamación. Normalmente, en función del medicamento que se utilice, realizará alguna de estas tres funciones en mayor grado que las demás, y por ello empleamos, por ejemplo, el paracetamol principalmente para disminuir la fiebre, y el ibuprofeno para reducir la inflamación.

Estos calmantes alivian sobre todo el dolor de tipo somático, el que proviene de nuestros tejidos estructurales como músculos, huesos y articulaciones, y de intensidad leve o moderada. Además, no suelen tener efectos secundarios importantes sobre nuestro cerebro ya que actúan a nivel periférico, es decir, sobre los nervios que tenemos en nuestros tejidos bloqueando el mensaje de dolor o reduciendo la inflamación. Estos fármacos también son conocidos como AINEs (antiinflamatorios no esteroides) y se clasifican, a su vez, por su composición:

1.2. Paraaminofenoles

En este grupo encontramos fármacos cuya función es disminuir la fiebre y aliviar el dolor, pero no tienen actividad antiinflamatoria, como por ejemplo, el paracetamol. La ventaja más importante de estos calmantes es que no tienen efectos negativos sobre nuestro estómago como ocurre con otros, pero sí que puede ocasionar problemas hepáticos si lo utilizamos durante mucho tiempo a dosis altas. Otra ventaja es que también se pueden utilizar junto a otros analgésicos sin ocasionar problemas de interacciones entre sí.

Paracetamol calmante

1.3. Derivados del ácido propiónico

Quizás nunca hayas escuchado esa palabra, pero dentro de este grupo se encuentra el ibuprofeno, uno de los antiinflamatorios más utilizados en todo el mundo por su capacidad de disminuir la fiebre, eliminar el dolor y reducir la inflamación sin apenas generar efectos secundarios cuando se utiliza de manera puntual. Aunque cabe destacar, que si abusamos de su uso, puede ocasionar problemas gástricos graves.

En este grupo también encontramos el dexketoprofeno, utilizado para tratamiento de dolores crónicos con origen inflamatorio. Se utiliza para tratamientos crónicos debido a que no afecta de forma tan negativa a la mucosa gástrica, y por lo tanto, el tratamiento se puede extender en el tiempo.

1.4. Pirazolonas

Estos fármacos tienen propiedades analgésicas y antipiréticas (disminuyen la fiebre) y se suelen utilizar para el tratamiento del dolor causado por algunos de nuestros órganos internos, como por ejemplo, un cólico nefrítico. A pesar de ser unos calmantes que se han utilizado de forma muy generalizada en todo el mundo para tratar el dolor, en algunos países se han retirado del mercado por dos de sus posibles efectos secundarios: disminuir las células del sistema inmunitario circulantes en sangre, y provocar anemia. No suele ocurrir de forma común, pero son aspectos que se deben de tener en cuenta cuando tratamos con algún fármaco.

1.5. Salicilatos

Seguro que has escuchado hablar del ácido acetilsalicílico, conocido popularmente como la aspirina, ampliamente utilizada como calmante del dolor de cabeza o musculares. También se suele utilizar para bajar la fiebre e incluso como antiinflamatorio. Es uno de los analgésicos más completos y con menos efectos secundarios, e incluso su uso se ha extendido al área de la hematología, debido a que actúa como antitrombótico, evitando que las plaquetas de la sangre se agreguen y se queden pegadas a las paredes de nuestras arterias provocando un trombo.

Aspirina calmante

2. Opiáceos y opioides

Son un grupo de fármacos que se utilizan principalmente para el tratamiento de dolores muy intensos y persistentes, como los que sufrimos tras una operación o los provocados por enfermedades como el cáncer y sus tratamientos. Lo que diferencia a los opiáceos de los opioides es su procedencia, siendo los primeros de origen natural, como la morfina, y los segundos sintéticos, como el fentanilo. Ambos actúan emulando los opioides naturales que nuestro organismo fábrica para soportar el dolor y equilibrar en nuestro cerebro esa sensación tan desagradable.

Uno de los problemas más comunes de estos analgésicos, es la dependencia que se puede llegar a desarrollar si se utilizan a largo plazo, puesto que para el cerebro, el alivio del dolor es una recompensa y siempre buscará obtenerla.

Opioides

3. Opioides menores

En este grupo encontramos los opiáceos de baja potencia, y se les denomina así porque tienen menor capacidad de eliminar el dolor, pero sin embargo, la mayoría no actúan a nivel del sistema nervioso central y por lo tanto no crean prácticamente dependencia.

Uno de los más famosos es la codeína, que se suele utilizar junto al paracetamol o al ibuprofeno, cuando alguno de estos no son suficientes para aliviar el dolor. Combinando ambos fármacos se consigue aumentar el efecto calmante, pero, inevitablemente, también se potencian algunos de los efectos secundarios.

Existe otro grupo de fármacos adyuvantes que, a pesar de no ser analgésicos como tal, potencian la acción de estos disminuyendo el dolor, como por ejemplo los antidepresivos, corticoides, ansiolíticos o relajantes musculares. Estos medicamentos actúan activando áreas del cerebro relacionadas con el alivio del dolor, por lo que el efecto final es el mismo que el de los calmantes propiamente dichos.

Codeína
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