Sentido del olfato: características y funcionamiento

La nariz es el órgano donde reside el sentido del olfato, el cual, pese a no estar tan desarrollado como en otros animales, sigue permitiéndonos experimentar más de 10.000 olores distintos.

Sentido olfato

Los seres humanos somos seres vivos y, como tal, debemos cumplir con tres funciones básicas: nutrición, relación y reproducción. Y en lo que se refiere a relación, la evolución nos ha dotado a nosotros (y a otros animales) con los cinco sentidos.

Estos sentidos son componentes del sistema nervioso y nos permiten captar estímulos del medio para responder adecuadamente a lo que sucede a nuestro alrededor. Y, como bien sabemos, estos sentidos son el gusto, la vista, el tacto, el oído y, evidentemente, el olfato. Y hoy nos detendremos en este último.

Se estima que los seres humanos somos capaces de detectar unos 10.000 olores distintos, pero hay estudios que indican que este valor podría ser mucho más alto. Sea como sea y teniendo en cuenta que nuestro sentido del olfato no está tan desarrollado como en otros animales, sigue siendo una increíble proeza de la evolución.

En el artículo de hoy, pues, analizaremos las bases biológicas del olfato. ¿Qué papel juega la nariz? ¿Cómo capta los olores? ¿Cómo convierte la información química en una señal nerviosa asimilable para el cerebro? ¿Qué estructuras atrapan las moléculas volátiles? ¿Qué función evolutiva tiene? A continuación responderemos a estas y muchas otras preguntas.

¿Qué es el sentido del olfato?

Los sentidos son el conjunto de procesos neurológicos que nos permiten percibir estímulos del medio externo, es decir, captar información de lo que sucede a nuestro alrededor para desarrollar respuestas fisiológicas acordes a ello.

Estos sentidos, pues, nacen de la interconexión de neuronas, estableciendo un puente entre los órganos sensoriales y el cerebro, que recibirá la información nerviosa y la procesará para dar lugar a la experimentación de la sensación en sí.

Por lo tanto, cada órgano sensorial está especializado en el desarrollo de un sentido, pues cada uno de ellos es capaz de convertir una información del medio en un impulso eléctrico que pueda viajar a través del sistema nervioso.

En este sentido (nunca mejor dicho), el sentido del olfato es aquel que, estando albergado en la nariz, nos permite transformar la información química de los compuestos volátiles en una señal nerviosa que llegará al cerebro, donde se transformará en la experimentación de un olor concreto.

Estos compuestos volátiles son sustancias químicas que son transportadas por el aire y que, además de ser liberadas por todas aquellos productores odorantes, pueden llegar a la nariz y ser atrapadas por las estructuras que, como veremos, se encargan de desarrollar el sentido del olfato.

Esto es posible gracias a la presencia, en la mucosa de la nariz, de entre 20 y 30 millones de células olfativas, las cuales nos permiten percibir infinidad de olores y matices aromáticos. Se trata, pues, de un sentido muy útil a nivel evolutivo, pues nos permite detectar peligros (como por ejemplo una fuga de gas), analizar la calidad de un alimento, relacionar olores con recuerdos, analizar el nivel de humedad y, a pesar de que sigue habiendo mucha controversia en cuanto a su extrapolación al ser humano, detectar feromonas.

Sea como sea, lo cierto es que estamos ante un sentido que nos permite detectar sustancias volátiles en el aire y convertir esta información en olores, algo que forma parte por completo de nuestra vida y que, además, está estrechamente relacionado con el sentido del gusto en lo que a experimentación de sabores se refiere.

Olfato estructura

¿Cómo funciona el sentido del olfato?

El resumen de su funcionamiento es muy sencillo: las células olfativas de la nariz convierten la información química de las sustancias volátiles en unas señales nerviosas que viajan al cerebro, el órgano que descodificará estos impulsos eléctricos y los procesará con el fin de hacernos experimentar el olor en cuestión.

Ahora bien, como sucede con todos aquellos campos de estudio de la neurología, las bases biológicas son bastante más complicadas. Por ello, a continuación explicaremos el funcionamiento del sentido del olfato de una forma clara y sencilla sin, evidentemente, dejarnos información importante por el camino.

Por lo tanto, dividiremos su funcionamiento en dos fases. La primera, que tiene lugar en la nariz, se basa en cómo este órgano convierte la información química en una señal nerviosa. Y la segunda, en cómo estas señales eléctricas viajan al cerebro y son procesadas en el sistema nervioso central. Vamos allá.

1. La información química de las sustancias volátiles se convierte en señales eléctricas

Lo que nosotros interpretamos como olores no son más que sustancias químicas volátiles que determinados objetos liberan a la atmósfera y que introducimos en nuestras fosas nasales al inspirar aire. Es después el cerebro quien experimenta la sensación.

Pero para llegar a esto, primero debemos codificar la información química de estas sustancias en unos impulsos nerviosos que, por fin, lleguen al cerebro. Pero vayamos paso a paso. Y es que para entender cómo funciona el olfato, hay que emprender un viaje a través de la nariz.

La nariz es un órgano más complejo a nivel anatómico y fisiológico de lo que parece, pues está formada por distintas estructuras. Nosotros nos centraremos solo en aquellas directamente implicadas en la experimentación de olores.

Cuando un objeto odorante libera al aire moléculas volátiles y solubles en agua (como veremos, esto es importante) es posible que nosotros las inhalemos. Cuando esto sucede, estamos introduciendo en nuestras fosas nasales sustancias químicas mezcladas en el aire.

Pero, ¿cómo captamos estas moléculas volátiles? En la parte superior de la cavidad nasal tenemos lo que se conoce como pituitaria amarilla, una membrana mucosa que actúa como área olfativa. De hecho, la acción mecánica de olfatear conduce el aire hacia esa región, pues en condiciones normales circula por la parte inferior (la pituitaria roja), que tiene la función de calentar, filtrar y humedecer el aire antes de que pase a la faringe.

Pero volvamos a esta pituitaria amarilla. Como hemos dicho, es la única región del organismo involucrada en el sentido del olfato y se encuentra en la parte superior de las fosas nasales. Y si está involucrada en el olfato es porque, en esta mucosa, se encuentran las células olfativas.

Estas células olfativas son unas neuronas especializadas en el sentido del olfato. Disponen de unos receptores a los que estas moléculas volátiles se unen y, dependiendo de la estructura química de estas sustancias, estos receptores neuronales se excitarán de una manera u otra.

Es decir, en función de cómo encaje la sustancia y de cuál sea su naturaleza química, generarán una señal nerviosa concreta donde estará codificada la información química. Gracias a estas células olfativas, de las que disponemos de entre 20 y 30 millones en nuestra nariz, transformamos la información química en eléctrica.

Sentido olfato partes

Lo que mencionábamos antes de que es importante que las sustancias químicas detectadas sean, además de volátiles, solubles en agua, es porque deben poder diluirse en la mucosa de la pituitaria, pues a través de ella y por acción de los cilios (unas prolongaciones microscópicas de las células sensoriales olfativas), serán presentadas a los receptores neuronales.

En resumen, las sustancias químicas volátiles llegan a la pituitaria amarilla, una región presente en la parte superior de las fosas nasales donde se encuentran las células olfativas. Estas disponen de unos receptores que, gracias a la acción mecánica de los cilios, captan las moléculas y traducen su información química en una señal nerviosa que ya puede ser procesada por el cerebro para experimentar el olor en cuestión.

2. La información nerviosa es descodificada en el cerebro para experimentar el olor

De nada sirve que las células olfativas de la pituitaria amarilla hayan captado las moléculas volátiles y hayan convertido la información de su estructura química en una señal nerviosa sin un mecanismo neurológico que permita la llegada de este impulso eléctrico al cerebro.

Y aquí es donde entra en juego la sinapsis. La sinapsis es un proceso neuronal que permite a las neuronas comunicarse entre ellas a través de las “autopistas” del sistema nervioso. A su manera, claro. En este sentido, la primera célula olfativa que se ha activado tras la conversión de la información química en una señal nerviosa, tiene que conseguir que la siguiente neurona de la red se active. Y así millones de veces hasta llegar al cerebro.

Para conseguir que el impulso eléctrico vaya saltando de neurona en neurona sin perder absolutamente nada de información, tiene lugar la sinapsis, que se basa, de forma resumida, en la liberación de neurotransmisores por parte de una neurona para que la siguiente de la red, al absorberlos, sepa exactamente cómo tiene que cargarse eléctricamente.

De este modo, cada neurona de la red genera una señal eléctrica que es igual a la que tenía la anterior. Gracias a este complejo proceso, los impulsos nerviosos se mantienen inalterables desde que se generan en los órganos sensoriales hasta que llegan al cerebro y, además, permite que las señales eléctricas viajen a través del sistema nervioso a más de 360 km/h.

Sinapsis olfato

Por lo tanto, igual que sucede con el resto de sentidos del cuerpo, la información eléctrica del sentido del olfato llega al cerebro gracias a un proceso de sinapsis. De todos modos, este olfato tiene, evidentemente, sus particularidades.

La información eléctrica de las millones de células olfativas converge en lo que se conoce como nervio olfatorio. Hay uno en cada fosa nasal. Por ello, ambos nervios olfatorios también convergen en lo que se conoce como bulbo olfatorio.

Este bulbo olfatorio es uno de los 12 pares craneales, lo que significa que es un conjunto de neuronas que conduce la información eléctrica directamente hacia el cerebro, sin necesidad de pasar primero por la médula espinal.

Por lo tanto, este bulbo olfatorio recoge la información eléctrica de todas las células olfativas y, gracias a un proceso de sinapsis, esta avanza por la autopista neuronal hasta llegar al cerebro. Una vez ahí, por procesos que todavía no terminamos de comprender, este órgano es capaz de descodificar la información eléctrica y permitirnos la experimentación del olor en sí.

Como todos los sentidos, el olfato nace en el cerebro. Los prácticamente infinitos matices de olores que podemos sentir se deben a la acción de este órgano. Y es que los olores solo existen en nuestro cerebro.

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