Cáncer de riñón: causas, síntomas y tratamiento

Con 403.000 nuevos casos diagnosticados anualmente en el mundo, el cáncer que se desarrolla en las células renales, aquellas diseñadas para filtrar y purificar la sangre, es uno de los más comunes.

Cáncer riñón

El cáncer es la enfermedad más temida del mundo. Y no es de extrañar, pues además de que se diagnostican anualmente 18 millones de casos, tiene un impacto enorme en la vida tanto del paciente como de sus seres queridos y, por desgracia, sigue sin tener cura.

Pero que sea incurable no significa que sea intratable. De hecho, gracias a los increíbles progresos en el mundo de la oncología, la mayoría de cánceres tienen un muy buen pronóstico. Quizás tiempo atrás lo era, pero hoy en día, “cáncer” no es sinónimo de “muerte”.

Y uno de los que, afortunadamente, tiene mejor pronóstico es el cáncer de riñón. Con 403.000 nuevos casos diagnosticados anualmente en el mundo, es el décimo quinto más frecuente. Pero si se detecta a tiempo, los tratamientos permiten que tenga una tasa de supervivencia del 93%.

Pero para diagnosticarlo precozmente, es imprescindible conocer cómo se manifiesta. Saber sus síntomas iniciales es vital para solicitar atención médica cuando los tratamientos todavía pueden garantizar un buen pronóstico. Y en el artículo de hoy tendrás toda la información importante para ello.

¿Qué es el cáncer renal?

El cáncer de riñón es una enfermedad oncológica que consiste en el desarrollo de un tumor maligno en los tejidos compuestos por células renales. Los riñones son dos órganos que forman parte del sistema urinario y cuya función es la de filtrar la sangre, retirando de la circulación sanguínea las sustancias tóxicas y sintetizando la orina, el líquido que será expulsado mediante la micción.

Estamos ante dos órganos con, aproximadamente, el tamaño de un puño y localizados por debajo de las costillas, uno a cada lado de la columna vertebral. Son estructuras vitales para vivir, ya que se encargan ni más ni menos que de depurar nuestra sangre.

De hecho, gracias a las células renales que los constituyen, tardan apenas 30 minutos en filtrar toda la sangre de nuestro sistema circulatorio. Estos riñones están formados por cerca de un millón de nefronas (las células renales funcionales) a través de las cuales fluye la sangre y van retirando de la circulación sanguínea todas aquellas moléculas tóxicas y productos de desecho que deben ser expulsados del cuerpo.

Gracias a ello, los riñones permiten no solo que eliminemos las sustancias tóxicas dañinas de la sangre a través de la orina, sino que ayudan a mantener un correcto balance de líquidos en el organismo, a regular la presión arterial, a producir hormonas, a que los huesos se mantengan fuertes, a equilibrar las concentraciones de sales y minerales en el cuerpo, a estimular la producción de glóbulos rojos…

Por lo tanto, todas aquellas patologías que surjan en ellos y que dificulten su funcionamiento tendrán manifestaciones en la salud general de todo el organismo. Y como órganos que son, son susceptibles también de sufrir cáncer. Además, dada su continua actividad y exposición constante a sustancias tóxicas, el cáncer de riñón es uno de los más comunes. Concretamente, con sus 403.000 nuevos casos diagnosticados anualmente en el mundo, es el décimo quinto más frecuente.

Como cáncer que es, consiste en el crecimiento anómalo de células de nuestro propio cuerpo (en este caso, de las células renales que constituyen los riñones), las cuales, debido a mutaciones en su material genético (cuantas más veces tengan que regenerarse las células, más errores genéticos acumularán), pierden tanto la capacidad de controlar su ritmo de división como su funcionalidad.

Por lo tanto, en ese momento empieza a desarrollarse una masa de células de crecimiento descontrolado y con una morfología y fisiología distinta a la del resto de células del tejido en el que se encuentran. Si esta masa no afecta a la salud del órgano ni pone en peligro la integridad de la persona, estamos ante un tumor benigno. Si, por el contrario, supone un riesgo para la vida y/o hay riesgo de que disemine a otras regiones del cuerpo, hablamos de un tumor maligno o cáncer.

Por lo tanto, el cáncer de riñón es una enfermedad que consiste en el crecimiento de un tumor maligno en los tejidos compuestos por las células renales encargadas de filtrar la sangre de sustancias tóxicas. Y debido a la importancia de estos órganos (el tumor suele aparecer solo en uno de ellos, aunque la diseminación es posible), el impacto sobre la salud es notorio. Aunque esto es, en parte, positivo, pues da señales de su presencia en etapas tempranas.

Cáncer riñón qué es

Causas

Por desgracia y como suele suceder con la mayoría de cánceres, las causas de su desarrollo no están demasiado claras. No es como, por ejemplo, el cáncer de pulmón, que sabemos perfectamente que hay una relación directa de causalidad entre fumar y sufrirlo. En este caso (y en muchos otros), no sabemos bien por qué algunas personas lo desarrollan y otras no.

Todo parece indicar, pues, que su aparición sería debida a una compleja combinación de factores tanto genéticos (lo que tenemos codificado en nuestro ADN determina nuestra predisposición) como ambientales (lo que hacemos con nuestra vida puede activar o no estos genes).

Por lo tanto, pese a no saber cuál es la causa exacta (seguramente no existe), lo que sí sabemos es que existen distintos factores de riesgo. Es decir, determinadas situaciones o desencadenantes que, pese a no ser directamente causantes del cáncer, sí que han demostrado, a nivel estadístico, estar vinculadas con su desarrollo.

En este sentido, el tabaquismo, la obesidad (puede inducir cambios hormonales que aumentan la predisposición de desarrollarlo), sufrir hipertensión (presión arterial alta), tener antecedentes familiares de esta enfermedad (el factor hereditario no es una condena, pero sí aumenta el riesgo), ser hombre (la incidencia en el sexo masculino es el doble que en el femenino), exposición a tricloroetileno en el trabajo, ser de raza negra (la incidencia para ser ligeramente más alta), padecer una enfermedad renal no cancerígena en etapas avanzadas, estar pasando por una terapia de larga duración con acetaminofeno (un medicamento contra el dolor) y sufrir determinadas enfermedades genéticas (para más información, consultar con el médico de familia) son los principales factores de riesgo.

Como vemos, es difícil establecer medidas de prevención. Al no conocerse las causas exactas, el cáncer de riñón no es una enfermedad prevenible. Pero habría que evitar todos aquellos factores de riesgo que sí que podemos controlar.

Cáncer renal causas

Síntomas

Como pasa siempre, los cánceres no dan señales de presencia en sus primeras etapas de desarrollo. Es en estadíos más avanzados y/o cuando el tumor maligno es bastante grande que empieza a dar señales de su presencia. “Afortunadamente”, estos signos clínicos surgen cuando el cáncer todavía es muy tratable.

En este sentido y pese a que hay que tener en cuenta que las manifestaciones y su intensidad variarán en cada persona, los principales síntomas del cáncer de riñón son los siguientes:

  • Hematuria: La presencia de sangre en la orina es un signo clínico muy común. Ver la orina de color rojizo debería encender todas las alarmas.

  • Dolor en la espalda: Muchas veces, el cáncer de riñón se expresa con un dolor que irradia hacia el lado de la espalda donde se encuentra el riñón afectado por el tumor. Si notamos dolor constante en esa parte de la espalda y no nos hemos sufrido ningún traumatismo, habría que acudir al médico.

  • Fatiga: Como la mayoría de cánceres, ya en etapas tempranas se manifiesta con un cansancio, debilidad y fatiga que pueden llegar a ser extremos y que no desaparecen por mucho que descansemos y durmamos las horas necesarias.

  • Pérdida de peso: Como ocurre con muchos cánceres, el de riñón suele expresarse con una pérdida repentina y pronunciada de peso (más de 5 kg) sin proponérselo.

  • Fiebre: No todos los cánceres se manifiestan con fiebre. Pero el de riñón suele hacerlo. Si sufrimos fiebre persistente y no estamos pasando por ninguna infección, habría que acudir al médico.

  • Bulto en la espalda: No siempre, pero determinados cánceres de riñón, dependiendo de la localización y tamaño del tumor, pueden provocar la aparición de una masa o protuberancia en la espalda. Es una señal no del todo frecuente pero sí muy reveladora.

  • Anemia: Los riñones se encargan de sintetizar eritropoyetina, una hormona que estimula la producción de glóbulos rojos. Si estos sufren cáncer, es normal que haya un recuento bajo de estos eritrocitos.

  • Falta de apetito: Otro de las manifestaciones más comunes es la pérdida de apetito. Sin saber por qué, simplemente no tenemos ganas de comer y nada nos apetece.

Hay que estar muy atento o atenta a estos síntomas clínicos, pues a pesar de que algunos puedan estar vinculados a enfermedades más benignas, experimentarlos todos, de forma continua y/o con intensidad alta puede ser señal de alarma. Ante el menor atisbo de duda, la visita al médico se hace obligada. Y es que un diagnóstico precoz puede salvar la vida.

Cáncer renal síntomas

Diagnóstico

Tras haber experimentado los síntomas anteriormente nombrados, debemos ir al médico. Una vez ahí y en caso de que este sospeche de la presencia de un tumor maligno en uno de los riñones, se iniciará todo el proceso de diagnóstico.

Normalmente, este consiste primero en un análisis de sangre (para encontrar tanto marcadores tumorales como indicios de la anemia que hemos comentado) y de orina (da mucha información acerca del estado de salud de los riñones ya que es donde se sintetiza).

En caso de que los resultados parezcan indicar (o simplemente haya que asegurarse de que no hay cáncer) que, en efecto, hay un tumor maligno, se realizarán las pruebas de diagnóstico, que consistirán en ecografías, rayos X, resonancia magnética, tomografía computarizada o, normalmente, una combinación de varias. Esto permite ver la presencia de una masa tumoral de células.

Si estas pruebas de diagnóstico son negativas, no hace falta continuar con el diagnóstico. No hay cáncer. Pero si parecen indicar que sí lo hay, habrá que realizar la última prueba: una biopsia. Esto consiste en extraer una muestra del tejido sospechoso para su análisis en laboratorio. Si, por desgracia, la biopsia confirma la presencia de cáncer, habrá que iniciar cuanto antes el tratamiento.

Resonancia magnética

Tratamiento

La elección de un tratamiento u otro dependerá de muchos factores: etapa del cáncer, localización, grado de diseminación, edad del paciente, estado de salud general, etc. Afortunadamente, como el diagnóstico suele llegar en estadíos tempranos, la mayoría de cánceres de riñón pueden tratarse con cirugía.

El tratamiento quirúrgico del cáncer de riñón consiste en una extirpación del tumor (la opción predilecta) o, en caso de que no pueda realizarse, una extirpación de parte del riñón o de su totalidad. Dentro de las intrínsecas complicaciones inevitables de la intervención, se puede vivir con un solo riñón. Por lo tanto, el pronóstico es muy bueno y no hay que recurrir (a no ser que se hayan extirpado los dos riñones) a un trasplante.

Paralelamente y aunque solo en casos excepcionales en los que el tumor es muy pequeño y está perfectamente localizado en una región, se puede abordar de forma no quirúrgica mediante congelación (crioablación) o calentamiento (ablación por radiofrecuencia) de las células cancerosas.

Si ni la extirpación ni los tratamientos quirúrgicos no sirven ya que el tumor ha diseminado a otras regiones o no podemos estar seguros de que la cirugía haya eliminado todas las células cancerosas, habrá que recurrir a terapias más agresivas. En este contexto, tenemos la quimioterapia (administración de medicamentos que matan a las células de crecimiento rápido), la radioterapia (exposición a rayos X), la inmunoterapia (administración de fármacos que estimulan la actividad del sistema inmunitario) o, lo que es más habitual, una combinación de varios.

Sea como sea, el de riñón es un cáncer muy tratable con un pronóstico muy bueno comparado con otros. La tasa de supervivencia cuando se diagnostica en etapas tempranas es del 93%. Es decir, 93 de cada 100 personas siguen vivas cinco años después del diagnóstico. Si ha diseminado a regiones cercanas, esta tasa baja hasta el 70%. Si ha hecho metástasis a órganos vitales, por desgracia, la supervivencia es de solo el 12%.

Cirugía riñón
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