Las 3 diferencias entre Anemia y Leucemia (explicadas)

La anemia y la leucemia son dos enfermedades sanguíneas que, más allá de desarrollarse en la sangre, tienen unas características clínicas muy distintas. Una descripción clara y concisa de las diferencias entre ambos conceptos.

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Generalmente, su naturaleza líquida hace que tengamos tendencia a olvidar que la sangre no solo es un tejido más de nuestro cuerpo, sino que es un tejido vivo que, además, nos hace estar vivos. Y es que la sangre es el principal medio de transporte dentro del cuerpo humano, siendo un medio líquido que, fluyendo a través de los vasos sanguíneos, tiene una gran complejidad morfológica y fisiológica.

La sangre está constituida tanto por una parte líquida, que es el conocido como plasma sanguíneo, como por una parte sólida, formada por las famosas células sanguíneas (glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas). Pero, como sucede siempre, una elevada complejidad viene asociada a una mayor susceptibilidad de desarrollar patologías.

Y es en este contexto que entran en juego las enfermedades sanguíneas, todos aquellos trastornos hematológicos que afectan a alguno de los componentes de la sangre, impidiendo que esta desarrolle de forma óptima sus funciones. Y de todas, hay dos especialmente relevantes a nivel clínico: la anemia y la leucemia.

Dos patologías sanguíneas que, pese a que solemos confundirlas debido al desconocimiento y que formen parte del grupo de enfermedades hematológicas, son muy distintas en lo que a naturaleza clínica se refiere. Por ello, en el artículo de hoy y de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a indagar en las principales diferencias entre la anemia y la leucemia.

¿Qué es la anemia? ¿Y la leucemia?

Antes de entrar en profundidad y presentar las diferencias entre ambas enfermedades en forma de puntos clave, es interesante (e importante) que nos pongamos en contexto y definamos ambas patologías. De este modo, entenderemos individualmente su naturaleza y veremos cómo, en efecto, son trastornos totalmente distintos. Veamos, pues, qué es la anemia y qué es la leucemia.

Anemia: ¿qué es?

La anemia es una enfermedad sanguínea asociada a una escasez patológica de glóbulos rojos, las células encargadas de hacer llegar el oxígeno a todos los rincones del cuerpo y de recoger las sustancias de desecho en forma de dióxido de carbono para su eliminación a través de la espiración. Esto hace que la sangre no transporte el suficiente oxígeno por el cuerpo como para cubrir las demandas de las células del organismo.

La sintomatología de esta enfermedad emerge como consecuencia de la falta de oxigenación del cuerpo, por lo que son habituales signos clínicos tales como palidez, fatiga, debilidad, dolor en el pecho, sensación de aturdimiento, mareos, dolor de cabeza, pies y manos fríos, dificultades respiratorias, irregularidades en el ritmo cardíaco, cansancio… Aun así, con el tiempo, las formas más graves pueden, si no se da tratamiento, derivar en complicaciones severas que incluyen insuficiencia cardíaca y, por tanto, la muerte.

De todos modos, la mayoría de casos de anemia son leves y, de hecho, 1 de cada 3 mujeres en el mundo sufre esta enfermedad. Su gravedad, pues, depende del tipo exacto de anemia. Y es que existen muchos factores que pueden derivar en esta falta patológica de glóbulos rojos sanos y, por tanto, desencadenar la sintomatología que define la anemia.

En este sentido, la anemia puede aparecer porque el cuerpo no dispone de la suficiente cantidad de hierro, un mineral esencial para la producción de hemoglobina (anemia ferropénica); porque la persona tiene una deficiencia de vitamina B12, aquella que estimula la producción de glóbulos rojos (anemia perniciosa); porque, por causas genéticas, la anatomía de los glóbulos rojos es anómala, con demasiada rigidez y una forma incorrecta, por lo que no transportan el oxígeno con normalidad (anemia falciforme); porque la médula ósea no produce suficientes células sanguíneas (anemia aplásica); porque la esperanza de vida de los glóbulos rojos es inferior a la normal (anemia hemolítica); porque la persona sufre una enfermedad inflamatoria aguda o crónica que interfiere en la producción de glóbulos rojos (anemia inflamatoria); porque la persona tiene una deficiencia de ácido fólico o vitamina B9 (anemia megaloblástica) o porque la persona produce una cantidad insuficiente de hemoglobina, la proteína que transporta el oxígeno (talasemia).

La gravedad y, evidentemente, el tratamiento dependerá del tipo exacto de anemia que presente la persona. Pero con lo que debemos quedarnos es que la anemia se trata de una enfermedad hematológica o sanguínea que se desarrolla porque, sea por el motivo que sea, la persona presenta una escasez patológica de glóbulos rojos sanos y funcionales, por lo que surgen problemas en la oxigenación del organismo.

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Leucemia: ¿qué es?

La leucemia es una enfermedad oncológica que consiste en un tipo de cáncer que afecta a la sangre, aunque empieza a desarrollarse en la médula ósea, un tipo de tejido blando ubicado en el interior de los huesos y donde tiene lugar la hematopoyesis, el proceso fisiológico basado en la diferenciación, formación y maduración de las células sanguíneas a partir de células madre.

Y con 437.000 nuevos casos diagnosticados anualmente en el mundo, es el decimocuarto tipo de cáncer más común y, además, el tipo de cáncer infantil más frecuente, pues hasta el 30% de los casos de tumores malignos que se diagnostican en menores de 16 años corresponden a la leucemia (aunque sigue siendo más frecuente en adultos), con una incidencia especialmente elevada entre los 2 y 5 años.

La leucemia se desarrolla cuando, debido a factores principalmente genéticos, estas células sanguíneas se dividen de forma descontrolada y pierden su funcionalidad, una situación que derive en una disminución de células sanguíneas saludables. Es decir, el resultado de la leucemia es un recuento bajo de células sanguíneas funcionales.

Por tanto, el paciente tendrá menos glóbulos rojos (que derivará en la sintomatología propia de la anemia por falta de oxigenación), menos glóbulos blancos (por lo que el sistema inmunológico perderá eficacia y será más sensible a sufrir infecciones) y menos plaquetas (por lo que verá afectada su capacidad para coagular correctamente la sangre). Además, estas células cancerosas (que son tumores malignos) que se han desarrollado en la médula ósea, pueden diseminarse libremente por la sangre.

Así, las células cancerosas usan la propia circulación sanguínea para propagarse por el cuerpo, pudiendo derivar así en metástasis en órganos vitales. Todo esto hace que sea uno de los cánceres menos previsibles, con un índice de supervivencia que, al venir determinado por tantos factores, puede ir desde un 35% a un 90%. Pero, por suerte, a día de hoy es un tipo de cáncer muy tratable.

Ahora bien, uno de los principales problemas es que las manifestaciones dependen de cada paciente y, además, muchas veces no surgen síntomas hasta que el cáncer está en etapas avanzadas donde la probabilidad de éxito de los tratamientos es inferior. Sea como sea, los signos clínicos más comunes son la fiebre (es uno de los pocos cánceres que se manifiesta con fiebre ya en etapas tempranas), sangrados, pérdida inexplicable de peso, infecciones recurrentes, fatiga, sudoraciones, inflamación de los ganglios linfáticos, dolor en los huesos y la petequia, es decir, aparición de pequeñas manchas rojas en la piel.

El tratamiento depende de muchos factores (tipo de leucemia exacto, edad del paciente, grado de diseminación, localización, estado de salud general…), cosa que hace que sea más complejo que en otros cánceres, con la dificultad añadida de que, al tratarse de un cáncer que se ha desarrollado en la sangre, la cirugía, el tratamiento predilecto para la mayoría de tumores malignos, no es viable.

Pero, gracias a los avances en Medicina oncológica, la leucemia es un cáncer muy tratable que puede abordarse a través de quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia, trasplante de médula ósea o una combinación de varios. Y si se diagnostica precozmente (y no sufrimos una forma demasiado agresiva), si bien las recaídas son comunes, el índice de supervivencia puede ser el 90%.

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¿En qué se diferencian la leucemia y la anemia?

Tras analizar las bases clínicas de ambas enfermedades sanguíneas, seguro que ha quedado más que claro que la anemia y la leucemia son muy distintas. Aun así, por si necesitas (o simplemente quieres) disponer de la información con un carácter más resumido y visual, hemos preparado la siguiente selección de las principales diferencias entre leucemia y anemia en forma de puntos clave.

1. La leucemia es un tipo de cáncer; la anemia, no

La diferencia clave y, sin duda, aquella con la que debemos quedarnos. La anemia es una enfermedad sanguínea en la que, por distintas causas (que ya hemos comentado), la persona presenta una escasez patológica de glóbulos rojos sanos, por lo que aparece una sintomatología y posibles complicaciones asociadas a una mala oxigenación del cuerpo. Pero no tiene nada que ver con el cáncer.

En cambio, la leucemia es un tipo de cáncer sanguíneo. Un tipo de tumor que, si bien empieza a desarrollarse en la médula ósea, afecta a la sangre, consistiendo en la división descontrolada y pérdida de funcionalidad de las células sanguíneas. Así, la leucemia es una enfermedad oncológica; mientras que la anemia podríamos entenderlo como una patología enteramente hematológica no asociada al cáncer.

2. La anemia solo afecta a glóbulos rojos; la leucemia, a todas las células sanguíneas

Otra diferencia muy importante. En la anemia, la afectación se da únicamente sobre los glóbulos rojos, los cuales, por distintas causas, pueden no encontrarse en las cantidades suficientes o tener alteraciones fisiológicas o morfológicas que hacen que existan problemas de oxigenación en el cuerpo. Pero, en un caso de anemia, no hay ninguna afectación sobre las otras células sanguíneas, es decir, glóbulos blancos y plaquetas.

La leucemia, en cambio, es un tipo de cáncer en la sangre donde, al desarrollarse en la médula ósea interfiriendo en la hematopoyesis, se da una afectación sobre todas las células sanguíneas. Por tanto, no solo hay síntomas similares a la anemia (por el daño sobre los glóbulos rojos y, por tanto, sobre la oxigenación del cuerpo), sino que surgen otras complicaciones asociadas a la falta de glóbulos blancos sanos (que deriva en una debilitación del sistema inmune) y de plaquetas sanas (que deriva en problemas de coagulación sanguínea).

3. El tratamiento de la leucemia es más complejo

Es cierto que hay algunos casos especialmente agresivos de anemia que pueden acarrear complicaciones graves, pero lo cierto es que la mayoría de ellos son leves y, además, con un tratamiento que, si bien depende del tipo de anemia exacta, suele ser sencillo (aunque en los de origen genético solo se puedan aliviar los síntomas), como por ejemplo suplementos de B12 o incremento en la ingesta de alimentos ricos en hierro.

Pero en el caso de la leucemia esto no es así por desgracia. Ya no solo es que se trate de un cáncer, con todas las repercusiones de sufrir una enfermedad oncológica, sino de un tipo de tumor maligno que, al encontrarse en la sangre, puede diseminar fácilmente a través de la circulación sanguínea, teniendo así un especial riesgo de metástasis.

Si a esto le sumamos que muchas veces no da señales hasta que no se encuentra en estadíos avanzados donde la probabilidad de éxito del tratamiento es más baja y que la cirugía, al tratarse de un cáncer en la sangre, no es viable, nos encontramos con una enfermedad que, si bien hoy en día y gracias a los avances (puede tratarse con quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia, trasplante de médula ósea o una combinación de varias) es muy tratable, su tratamiento es muy complejo.

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