Cáncer de vesícula biliar: causas, síntomas y tratamiento

Con 219.000 nuevos casos diagnosticados anualmente en el mundo, el cáncer que se desarrolla en la vesícula biliar, el órgano que almacena la bilis, es el vigésimo más frecuente.

Cáncer vesícula biliar

El cáncer es la enfermedad más temida del mundo. Y es que a la espantosa cifra de 18 millones de nuevos casos diagnosticados cada año en el mundo, hay que añadirle que, por desgracia, sigue sin tener cura y todo el impacto emocional que tiene tanto en la persona como en sus seres queridos.

Aun así, hay que tener en cuenta que, gracias a los increíbles progresos que se han conseguido (y que se siguen consiguiendo) en el ámbito de la Oncología, “cáncer” ya no es sinónimo de “muerte”. Que no tenga cura no significa que no sea tratable. Siempre que se diagnostique a tiempo, hay probabilidades de sobrevivir.

Unas probabilidades que, a menudo son altas y otras veces, desafortunadamente, son más bajas. En el artículo de hoy daremos toda la información importante acerca de uno de los cánceres más frecuentes que, por desgracia, presenta un índice de supervivencia más bajo que otro tipos de cáncer.

Sea como sea, lo que está claro es que para incrementar las opciones de que los tratamientos ofrezcan un pronóstico lo más favorable posible, es imprescindible detectarlo a tiempo. Y para que este diagnóstico llegue precozmente, hay que conocer cómo se manifiesta. Por ello, de la mano de artículos científicos especializados en la temática, te ofreceremos una selección de toda la información importante acerca del cáncer que se desarrolla en la vesícula biliar.

¿Qué es el cáncer de vesícula biliar?

La vesícula biliar es un órgano que forma parte del sistema digestivo humano. Se trata de una víscera hueca ubicada por debajo del hígado, con una forma de pera y una longitud de unos 10 centímetros. Tiene funciones importantes en la digestión.

En este sentido, la vesícula biliar es un órgano hueco cuya función es la de almacenar y acumular la bilis, una sustancia digestiva sintetizada por los hepatocitos (que son las células funciones del hígado, el órgano con el que está en contacto), hasta que su presencia es requerida en el intestino delgado.

Por lo tanto, el papel fisiológico de la vesícula biliar es almacenar la bilis producida por el hígado y retenerla hasta que, cuando comemos y tenemos que digerir los alimentos, es el momento de liberarla al duodeno, que es la parte inicial del intestino delgado.

Una vez ahí, la bilis, que es un líquido rico en ácidos biliares, bilirrubina y enzimas digestivas, ayuda a degradar las grasas de los alimentos para convertirlas en lípidos más sencillos que puedan ser asimilados por nuestras células.

El problema es que, debido a la composición de esta bilis, las paredes internas de la vesícula biliar están siempre en contacto con jugos digestivos. Y, pese a que están diseñadas para ello, es normal que puedan sufrir daños.

Si las células glandulares que recubren la superficie interna de la vesícula tienen que regenerarse mucho debido a los daños de la bilis, aumentan las probabilidades de que sufran unas mutaciones que, a la larga y por azar genético, pueden estimular que estas células pierdan tanto la capacidad de regular su ritmo de división como su funcionalidad.

Es en este momento que puede empezar a desarrollarse un tumor, que consiste básicamente en un crecimiento anómalo de células que se dividen más deprisa de lo que deberían y que no se comportan como el resto de células del tejido (en este caso, como las otras células glandulares de la superficie interna de la vesícula).

Si esta masa de células no pone en peligro la salud de la persona, hablamos de un tumor benigno. Pero, si por el contrario, supone un riesgo para la vida y/o hay opciones de que disemine a un órgano vital (haga metástasis), estamos ante un tumor maligno o cáncer.

En resumen, el cáncer de vesícula biliar es una enfermedad que consiste en el desarrollo de un tumor maligno en las paredes internas de este órgano que almacena la bilis. Por desgracia y por los motivos que comentaremos más adelante, es un tipo de cáncer con una tasa de supervivencia baja, del 61%.

Vesícula biliar cáncer

Causas

Como sucede con la mayoría de cánceres, las causas del desarrollo de cáncer de vesícula biliar no están demasiado claras. Es decir, no sabemos con exactitud por qué algunas personas lo sufren y otras no. Esto es una evidencia de que su aparición se debe a una compleja combinación de factores tanto genéticos como ambientales.

Esto es un problema, pues impide que puedan establecerse medidas de prevención claras. Es decir, no es como el cáncer de pulmón, cuya prevención se basa básicamente en no fumar. En el caso del cáncer de vesícula, las cosas no son tan sencillas.

Además, hay pocos factores de riesgo conocidos. Hay pocas situaciones que sepamos que, de cumplirlas, a nivel estadístico hacen más propensa a una persona a desarrollar este cáncer. Además, hay que tener en cuenta que la predisposición genética (que no significa hereditaria) es muy importante, por lo que no significa que estar dentro de la población que cumple estos factores sea una condena. Ni mucho menos. No guardan una relación de causalidad. Simplemente es por estadística.

Los principales factores de riesgo son los siguientes: ser mujer (la incidencia es casi dos veces mayor en el sexo femenino), ser de edad avanzada (la edad promedio de desarrollo son los 72 años), haber tenido cálculos biliares, haber sufrido quistes coledocales, padecer anomalías congénitas en los conductos biliares u otras enfermedades en la vesícula, tener antecedentes familiares (poco influyente) y padecer una infección crónica de Salmonella. Que el tabaquismo sea o no factor de riesgo sigue en estudio, pero todo hace suponer que puede aumentar las probabilidades de sufrirlo.

Vesícula biliar

Síntomas

La principal explicación a por qué el cáncer de vesícula biliar tiene un índice de supervivencia bajo radica exactamente en este punto. Y es que a diferencia de otros, el cáncer de vesícula prácticamente no da síntomas (por no decir ninguno) hasta que el tumor no ha diseminado a otros órganos o bien ya es muy grande.

Por lo tanto, al no manifestarse clínicamente en etapas tempranas hace que sea difícil conseguir un diagnóstico precoz. Aun así, es importante conocer cuáles son sus principales síntomas. Cuanto antes solicitemos atención, más probable será que el pronóstico sea favorable. En este sentido, los principales signos clínicos del cáncer de vesícula biliar son los siguientes:

  • Dolor abdominal (especialmente en la parte derecha superior de la cavidad abdominal)
  • Náuseas
  • Vómitos
  • Ictericia (amarillamiento de la piel ya que la bilis no puede drenar y la bilirrubina se acumula en sangre)
  • Pérdida de apetito
  • Pérdida de deseo sexual
  • Heces blanquecinas (porque no podemos digerir bien las grasas)
  • Orina de color oscuro
  • Fiebre (no todos los cánceres se manifiestan con fiebre, pero este sí)
  • Picazón en la piel
  • Hinchazón abdominal
  • Aparición de protuberancias en el abdomen

Es importante recalcar que no debe esperarse a que aparezcan todos estos síntomas y que lo hagan con una gravedad notoria. Cada persona experimentará unos determinados y es posible que se confundan con manifestaciones de enfermedades menos graves e incluso que pasen inadvertidos. Por ello, ante el menor atisbo de duda, hay que ir al médico. La diferencia entre la vida y la muerte puede radicar en detectar o no los síntomas.

Dolor abdominal

Diagnóstico

Una vez hayamos experimentado los anteriores síntomas y sospechemos de la presencia de un tumor maligno en este órgano, acudimos al médico. Y una vez ahí, lo más posible es que este inicie las pruebas de diagnóstico correspondientes.

En el caso del cáncer de vesícula biliar, la detección consiste de dos fases. La primera va enfocada a ver si hay o no cáncer. Para ello, se realizará un análisis de sangre para estudiar la función hepática, pues esto da mucha información acerca de si a la vesícula biliar le sucede algo extraño. Paralelamente, se realizará una ecografía, una tomografía o una resonancia para obtener imágenes de la vesícula y ver así si hay indicios de tumor.

Si todo parece indicar que no hay cáncer, el diagnóstico se detendrá aquí. Si, por desgracia, lo más probable es que haya un tumor maligno (o ya estamos seguros y tenemos que ver en qué fase se encuentra), se entrará en la segunda fase. Esta consistirá en una cirugía exploratoria por laparoscopia (se introduce un pequeño tubo con una cámara a través de una incisión en el estómago) y/o pruebas de imagen de vías biliares (tomamos un líquido de contraste y realizamos una resonancia).

En caso de que, desafortunadamente, se confirme la presencia de un tumor maligno en la vesícula biliar, el tratamiento debe iniciarse lo antes posible.

Resonancia vesícula

Tratamiento

La elección de un tratamiento u otro dependerá de muchos factores (edad, estado de salud general, grado de diseminación, localización exacta del tumor, tamaño…) y solo un médico puede, después de realizar el diagnóstico, elegir uno. Nosotros presentamos las opciones.

Como siempre, la opción predilecta es la cirugía. En este sentido, siempre que el cáncer se detecta en estadíos tempranos y esté localizado exclusivamente en la vesícula, puede realizarse una terapia de extirpación quirúrgica.

Dependiendo de las circunstancias, la cirugía consistirá en una colecistectomía abierta (extirpar la vesícula biliar a través de una incisión grande en el abdomen) o, lo que es más común, una colecistectomía radical (extirpar tanto la vesícula como parte del hígado u otras estructuras cercanas donde haya podido diseminar, como el páncreas o el duodeno).

Sea como sea, la cirugía es un procedimiento muy invasivo donde extirpamos no solo la vesícula biliar, sino normalmente parte de otros órganos. Además de los evidentes riesgos de la intervención, la capacidad digestiva después de someterse a ella se verá afectada, por lo que el médico determinará qué nuevo estilo de alimentación habrá que adoptar.

De todos modos, la mayoría de diagnósticos llegan, por desgracia, cuando el cáncer ha diseminado a órganos más lejanos. En estos casos, la cirugía ya no se contempla, por lo que habrá que recurrir a tratamientos no quirúrgicos.

En este contexto, quizás haya que recurrir a quimioterapia (administración de medicamentos que matan a las células de crecimiento rápido, incluidas las cancerosas), radioterapia (exposición a rayos X para matar a las células cancerosas), inmunoterapia (administración de fármacos que estimulan la actividad del sistema inmunitario) o, lo que es más común, una combinación de varios.

En resumen, el cáncer de vesícula biliar, por los motivos expuestos, tiene un índice de supervivencia bajo. Se estima que la tasa de supervivencia general a 5 años vista es del 61%. Si ha diseminado a órganos lejanos, este índice se reduce hasta el 26%. Y si ha hecho metástasis, la tasa de supervivencia es de solo el 2%. Por eso es tan importante solicitar atención ante el menor atisbo de duda.

Colecistectomía
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