¿Qué es la Ambivalencia Afectiva? Definición y principios

La ambivalencia afectiva aparece cuando experimentamos varias emociones contradictorias de forma simultánea. Esta puede producir tensión y confusión, aunque el malestar que genera nos impulsa a tomar decisiones.

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Se conoce como ambivalencia afectiva a la condición por la que una persona experimenta estados emocionales contradictorios u opuestos. Todas nuestras emociones son importantes y cumplen una función. Algunas son más desagradables que otras, pero siempre deben ser identificadas y escuchadas, algo que muchas veces puede hacerse difícil si no estamos habituados a ello. Esto se hace especialmente complejo cuando sentimos estados emocionales diferentes de forma simultánea.

Sentir varias emociones a la vez es más frecuente de lo que parece. De hecho, la ambivalencia afectiva es una prueba de la enorme complejidad que entraña el mundo interior de las personas. En este artículo hablaremos acerca de qué es la ambivalencia afectiva y cómo puede afectarnos.

¿Qué es la ambivalencia afectiva?

Como ya adelantamos, la ambivalencia afectiva es un complejo de varias emociones que se producen simultáneamente en una persona en un momento determinado. Se trata de un estado difícil de comprender, que muchas veces ocasiona contradicciones y mucha tensión. Lejos de lo que puede parecer, la ambivalencia afectiva no constituye un trastorno mental o un problema fuera de lo considerado normal. Se trata de un fenómeno psicológico muy común y natural, que muestra lo compleja que puede llegar a ser la dimensión afectiva de las personas.

Este choque de emociones es importante no sólo por cómo nos hace sentir, sino también por la influencia que ejerce sobre nuestras acciones. Así, la ambivalencia afectiva puede hacernos adoptar comportamientos incoherentes y poco comprensibles desde una mirada externa. La primera descripción del concepto de ambivalencia afectiva fue llevada a cabo en 1911 por Eugen Bleuler, un psiquiatra suizo al que también se le atribuye la introducción de términos como “autismo” o “esquizofrenia”.

Bleuler consideraba la ambivalencia afectiva como un estado en el que varias emociones entraban en conflicto, lo que llevaba al individuo a experimentar pensamientos y sentimientos opuestos, como por ejemplo el amor y el odio. Desde esta primera definición de la ambivalencia han pasado muchos años y se han llevado a cabo diversas investigaciones, especialmente en el ámbito de la psicología social. Esto se debe a que la ambivalencia suele tener lugar en el marco de relaciones interpersonales significativas (familiares, parejas, amigos…).

No obstante, la ambivalencia suele acompañarnos en numerosos momentos de la vida cotidiana. Continuamente, nos sentimos atrapados entre dos alternativas contrarias: seguir con nuestra pareja o romper la relación, seguir en un trabajo que odiamos o buscar un nuevo empleo, comprar una casa o seguir ahorrando dinero… son ejemplos habituales que nos ponen en una tesitura ambivalente.

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El desgaste emocional de la ambivalencia afectiva

Tal y como vemos, la ambivalencia nos hace sentirnos en una posición difícil, lo que nos conduce a sentir muchas veces malestar. Esto es especialmente cierto cuando sentimos emociones opuestas hacia personas con las que mantenemos vínculos muy estrechos.

Sentir ambivalencia afectiva puede llegar a ocasionar bloqueo, hasta el punto de sentirnos incapaces de tomar una decisión. En general, nuestro cerebro no lleva bien este tipo de contrastes y suele ser amigo de la información clara y lineal. Sin embargo, como vemos la realidad emocional de las personas suele ser bastante más enrevesada.

El grado de ambivalencia puede variar dependiendo de cada persona. A veces, la contradicción entre nuestras emociones es tan acentuada que podemos ver comprometida nuestra salud mental. Esto es muy frecuente cuando la ambivalencia emocional se presenta en referencia a los progenitores. Cuando nuestros padres, las figuras de apego principales, no nos han cuidado como debían a nivel físico y emocional, es fácil que sintamos hacia ellos mucho rechazo, aunque este se entremezcla con la búsqueda de afecto y cercanía que instintivamente tenemos hacia ellos por el hecho de que son nuestros padres.

Estar debatiéndose continuamente entre la proximidad y la distancia hace que se consuma mucha energía, hasta el punto de sentirnos bloqueados por el cóctel de amor y odio que abruma nuestra mente. Nos sentimos confusos y perdidos e incluso podemos llegar a pensar que hay algo mal en nosotros. Sin embargo, en ciertas circunstancias la ambivalencia es algo esperable y natural.

La ambivalencia afectiva como motor de cambio

Si bien es cierto que la ambivalencia puede llevarnos a sentir tensión y confusión, a veces esta puede servir como un impulso para tomar decisiones y actuar ante determinadas situaciones que nos encontramos en la vida. Sentirnos dudosos entre dos polos es el paso previo antes de elegir e inclinarnos hacia un lado o el otro. Así, la toma de decisiones viene muchas veces motivada por el deseo de reducir el malestar que la ambivalencia nos provoca.

De esta forma, la contradicción que sentimos a nivel emocional es clave para empezar a buscar maneras de cambiar la disonancia y volver a un estado de homeostasis emocional. Por ello, la ambivalencia emocional puede a veces ser un fenómeno que contribuye a nuestra adaptación. Gracias a ella podemos desactivar el piloto automático y empezar a plantearnos de manera firma qué buscamos, qué queremos, qué tenemos que soltar, etc.

Salvador Minuchin es uno de los autores de referencia en la terapia familiar. De acuerdo con este psiquiatra, la familia es un complejo sistema compuesto por una red de múltiples relaciones. Esto hace que, a su vez, la unidad familiar pueda desglosarse en subsistemas más pequeños. En este sentido, podríamos decir que la familia es mucho más que la simple suma de sus partes, pues las interacciones entre los miembros son las que dictan su dinámica de funcionamiento.

Todos nacemos en una familia, y esto hace que dicho grupo social sea uno de los más importantes de todos de los que vamos a formar parte en nuestra vida. Es en el hogar familiar donde adquirimos nuestra visión del mundo, aprendemos reglas, normas y también jerarquías. Cada persona adquiere un rol dentro de ella, funcionando como una sociedad en miniatura.

Tener una familia y sentir que pertenecemos a ella es necesario para desarrollarnos adecuadamente a todos los niveles. Sin embargo, la familia puede ser una de nuestras mayores fuentes de ambivalencia, especialmente cuando alcanzamos la etapa adulta y comenzamos a tomar distancia de ella. Es en este punto cuando empezamos a construir nuestras propias ideas y valores, pudiendo hallar un fuerte contraste entre lo que nuestra familia nos ha inculcado y nuestra propia manera de ver y entender el mundo.

A veces, la ambivalencia también puede surgir porque nuestros padres o figuras de cuidado más relevantes no han sabido amarnos o atender correctamente nuestras necesidades. En esta tesitura, podemos experimentar intensos sentimientos opuestos hacia ellos. Por un lado, les rechazamos por el daño que nos han provocado. Por otro lado, sentimos una necesidad de proximidad y afecto por su parte, pues son personas altamente significativas para nosotros.

En cualquier caso, la ambivalencia emocional relacionada con la familia es especialmente difícil. Esta hace que nuestros cimientos tiemblen, poniendo en duda todo aquello que nos han enseñado desde la infancia: aquello que pensábamos que era normal/anormal deja de serlo, nuestras prioridades u objetivos vitales se reorganizan, ponemos en tela de juicio esas creencias que parecían tan firmes, etc.

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Qué hacer ante una situación de ambivalencia afectiva

Como venimos comentando, estar en una situación de ambivalencia no es fácil, especialmente si nuestros sentimientos contrarios se presentan en referencia a nuestra propia familia. Sin embargo, hay algunas orientaciones que pueden ayudar a gestionar esta dificultad.

  • Identifica tus emociones y trata de reconocerlas en lugar de reprimirlas o negarlas. Recuerda que todas las emociones son necesarias aunque a veces sean desagradables. Mirar hacia adentro y ser capaces de averiguar lo que nos pasa es un primer paso para empezar. No te fustigues por sentir rabia hacia alguien a quien al mismo tiempo aprecias. Recuerda que es natural experimentar varias emociones diferentes simultáneamente, incluso cuando son opuestas.

  • Trata de reflexionar sobre tu realidad y piensa en qué es lo que quieres para tu vida. A veces, romper la ambivalencia emocional hacia ciertas personas requiere hacer una reorganización en los valores que guían nuestra vida. Puede que ames a tu pareja y, sin embargo, sientas que no podéis haceros felices el uno al otro porque véis la vida de forma diferente.

  • Apóyate en tu entorno y personas de confianza: En momentos difíciles apoyarse en el entorno cercano siempre es una buena decisión. Las personas qué más te quieren y mejor te conocen podrán ayudarte a sostener la angustia que te produce sentir un cóctel complicado de emociones.

Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de la ambivalencia afectiva y cómo esta puede afectar a nuestro bienestar psicológico. La ambivalencia se produce cuando experimentamos varios estados emocionales simultáneos que se contradicen. Esto nos puede llevar a sentir confusión y tensión por no entender lo que nos pasa. Sin embargo, lejos de constituir un trastorno psicopatológico, la ambivalencia emocional es un fenómeno natural y muy común. Cuando nuestras emociones son desbordantes esto puede generar bloqueo y sufrimiento. Sin embargo, esta también puede llegar a ser adaptativa, al ayudarnos a tomar decisiones en nuestra vida que nos ayudan a rebajar el malestar.

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