¿Qué son los Estilos Atribucionales? Y su relación con las emociones

El estilo atribucional hace referencia a la forma en la que cada persona interpreta los eventos que le ocurren. Este tiene gran repercusión en nuestras emociones y en ocasiones es preciso modificarlo.

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Ante un mismo evento, dos personas pueden responder de forma claramente distinta. Esto se debe a que no todos interpretamos los sucesos que nos ocurren de manera idéntica. Las explicaciones que damos para justificar la realidad que nos rodea tienen mucho que ver, pues ello condiciona las emociones que sentimos y el comportamiento que adoptamos ante las cosas que nos pasan.

Desde nuestros primeros años de vida aprendemos cómo funciona nuestro entorno. Desarrollamos aprendizajes y explicaciones que nos permiten establecer relaciones causales entre los eventos que suceden. En función de distintos aspectos, cada uno de nosotros configuramos un estilo atribucional particular, una manera de justificar los hechos que vivimos. Qué estilo adoptamos es algo muy relevante, pues las explicaciones que damos a los fenómenos determinan nuestra respuesta emocional.

Aunque el estilo atribucional de una persona no es el único factor que explica sus emociones, sí que constituye una variable que debe ser contemplada y modificada cuando resulte pertinente. En este artículo vamos a hablar acerca de qué son los estilos atribucionales y cómo estos influyen en nuestras emociones.

¿Qué son los estilos atribucionales?

Weiner (1958) fue el primer autor que formuló una teoría acerca del estilo atribucional de las personas. Mediante ella, trató de explicar cómo las personas damos sentido a los acontecimientos que nos ocurren. Según Weiner, las personas explicamos los eventos que ocurren en base a tres dimensiones: locus de control, estabilidad y elemento situacional.

Así, las personas podemos explicar los hechos en base a causas externas o internas (locus de control). Además, podemos considerar estas causas como agentes más o menos permanentes en el tiempo (estabilidad). Finalmente, percibimos un mayor o menor grado de control sobre el fenómeno en cuestión (controlabilidad). Más en detalle, podemos considerar estas dimensiones de la siguiente manera:

  • Locus de control: El locus de control refiere al lugar en el que cada persona coloca las causas de lo que sucede. Puede achacar el evento a sí misma o, por el contrario, a agentes externos. Por ejemplo, ante un examen suspenso podemos considerar que el resultado se debe a nuestra incapacidad para memorizar (locus de control interno) o que ello ha sido consecuencia de la mala suerte o la dificultad de la prueba.

  • Estabilidad: Cuando un hecho tiene lugar, podemos considerar que este ha sido un acontecimiento puntual (inestabilidad) o, por el contrario, asumir que este se repetirá en el futuro con toda seguridad (estabilidad). Siguiendo el ejemplo del examen, podemos asumir que el suspenso se repetirá en los siguientes exámenes o considerar que este ha sido un fracaso puntual que no tiene por qué producirse de nuevo.

  • Situación: Cuando un evento tiene lugar podemos pensar que este se limita a un único escenario (específico) o generalizarlo (global) a otro tipo de situaciones diferentes. Cuando se suspende un examen esto se puede considerar un problema localizado (me cuesta esa asignatura) o concebirlo como un problema global (me va mal en los estudios).

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¿Cómo afecta el estilo atribucional a las emociones?

De acuerdo con lo que venimos comentando, parece lógico que el estilo atribucional tenga repercusión sobre las emociones. Evidentemente, no sufriremos lo mismo si concebimos un suspenso como un fracaso total fruto de nuestra incapacidad en lugar de verlo como un resultado puntual debido a la mala suerte. La realidad es que no existe un estilo atributivo correcto, ya que la idoneidad de cada uno dependerá de la situación particular. No obstante, por norma general suele suceder lo siguiente.

Ante un evento positivo es preferible un estilo atribucional interno, global y estable, pues ello contribuye a una autoestima fuerte y un sentimiento de autoeficacia. Los logros se viven como el resultado del mérito propio, de forma que se siente control sobre lo que sucede alrededor y se confía en que estos se repitan en el futuro. Por el contrario, un estilo específico, inestable y externo nos hará sentir que aquello que conseguimos es fruto del azar, que no tenemos control sobre lo que sucede y es improbable que ese resultado positivo se vuelva a repetir.

Ante un evento negativo, es preferible un estilo inestable y específico, pues ello permite vivir los sucesos desagradables como un aprendizaje que, en el futuro, puede ser de ayuda para no repetir esa vivencia. Por el contrario, un estilo interno, global y estable genera culpa por la situación vivida, pues se acepta que el resultado negativo es debido a un fallo personal que condena al fracaso permanente en el futuro. Se ha planteado el papel relevante de los estilos atribucionales en el desarrollo de ciertos trastornos psicopatológicos, especialmente la ansiedad y la depresión.

Con frecuencia, los pacientes con ansiedad viven creyendo que todos los eventos, tanto positivos como negativos, son responsabilidad suya. Esto lleva a una imperiosa necesidad de control de prácticamente todo lo que ocurre alrededor. En cambio, las personas que sufren depresión tienden a percibir un control nulo sobre las circunstancias, por lo que tienden a desarrollar lo que se conoce como indefensión aprendida.

Así, asumen que no pueden ejercer influencia sobre nada de lo que sucede alrededor y caen en la pasividad y la desesperanza. Por ello, uno de los aspectos que se trabajan en terapia psicológica tiene que ver con la modificación de estilos atribucionales desadaptativos. Así, la persona puede progresivamente aprender a interpretar su realidad de una manera más flexible y saludable.

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Cómo identificar tu estilo atribucional

Como venimos comentando, cada persona desarrolla su propio estilo atribucional en función de sus aprendizajes y experiencias. No existe un estilo universalmente mejor que el resto, pues como ya vimos esto depende de las características de cada situación. La idoneidad del estilo se puede calibrar acorde al estado emocional de la persona. Cuando prima el malestar, es posible que la manera de percibir e interpretar los acontecimientos no esté siendo la mejor.

Un ejercicio que puede ayudar a identificar qué estilo estamos empleando consiste en realizar una tabla. En ella podemos representar en columnas las dimensiones mencionadas (temporalidad, situacional y locus de control). Así, podemos analizar eventos cotidianos que nos sucedan (positivos y negativos) y reflexionar en base a qué dimensiones los estamos interpretando.

Modificar el estilo atribucional

Aunque sea un proceso lento y costoso, desaprender los viejos estilos atribucionales para adquirir otros nuevos sí es posible. Es importante aceptar que no podemos percibir aquello que nos sucede de forma totalmente distinta de la noche a la mañana, pues configuramos nuestro estilo desde los primeros años de la vida.

No obstante, con una buena dosis de implicación es posible aprender a interpretar los acontecimientos desde una mirada más flexible, menos dicotómica y, sobre todo, más adecuada para nuestra salud mental. Un primer paso es identificar, como ya vimos, el tipo de estilo atribucional que solemos emplear. Una vez hemos comprendido nuestra tendencia a interpretar los eventos acorde a un patrón, es momento de descubrir nuevas formas alternativas de comprender y explicar aquello que nos sucede.

Modificar el estilo atribucional requiere poner en tela de juicio nuestras creencias y teorías acerca del mundo, de nosotros mismos y la vida en general. Por ello, cambiar las atribuciones que hacemos se puede hacer difícil, pues implica romper con la concepción de la realidad que hemos mantenido durante mucho tiempo.

Si, por ejemplo, siempre hemos asumido que no podemos hacer nada por cambiar las circunstancias, es altamente probable que estemos “cómodos” en nuestro rol pasivo. Salir de esa indefensión y empezar a ver los éxitos como fruto de nuestro esfuerzo puede ser costoso al principio, pues no es la zona en la que hemos vivido siempre.

Sin embargo, a medio y largo plazo este cambio en la manera de interpretar los eventos nos ayudará a sentirnos más seguros y conscientes de nuestras capacidades. El objetivo último es conseguir una visión más realista y moderada de las cosas. No se trata de aplicar el mismo estilo continuamente, sino de saber adaptarlo a cada situación para aprender a relativizar y vivir desde una actitud más calmada y compasiva.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de los estilos atribucionales y cómo estos afectan a las emociones. Un estilo atribucional es la forma en la que cada persona interpreta los eventos que le ocurren. Cada uno de nosotros configuramos un estilo determinado en función de nuestras vivencias y aprendizajes, aunque a veces este no sea el más adaptativo. Generalmente, un estilo atribucional se define acorde a tres dimensiones: locus de control, estabilidad y situación.

No existe un estilo atribucional universalmente superior, pues la idoneidad de cada uno depende de las características del evento en particular. La forma en la que interpretamos las cosas que nos pasan es muy relevante, pues esto condiciona nuestras emociones. De hecho, se ha resaltado el papel que los estilos atribucionales tienen en el desarrollo de problemas psicológicos como la ansiedad o la depresión. Aunque modificar la forma en la que explicamos los eventos de la vida no es un proceso sencillo, eso no significa que sea imposible. Se puede trabajar esta cuestión en terapia, con el fin de adquirir un estilo más flexible y objetivo que sea adecuado para cuidar nuestra salud mental.

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