El Árbol de las Preocupaciones: ¿qué es y qué beneficios tiene?

Las preocupaciones forman parte de la vida de todas las personas. Sin embargo, dejar que éstas invadan todo nuestro tiempo y energía es perjudicial para la salud mental.

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Las preocupaciones forman parte de la vida. Es inevitable experimentar ciertos miedos o dudas en la vida diaria, pues nuestra mente suele estar siempre funcionando, pensando en todas esas cosas que hicimos o haremos en el futuro. Para algunas personas esto supone un auténtico problema, ya que sus pensamientos ocupan tal espacio en la mente que producen un intenso desgaste y malestar.

Lo cierto es que nuestras preocupaciones se encuentran claramente vinculadas a nuestras necesidades. Siguiendo el modelo de la pirámide de Maslow, podemos ver que no podemos preocuparnos de cuestiones superiores a no ser que nuestras necesidades más esenciales estén bien cubiertas. Por ejemplo, no vamos a preocuparnos sobre nuestra realización personal si no tenemos comida disponible para sobrevivir.

Si hay algo que caracteriza a las preocupaciones es que implican acción y preparación. Como su propio nombre indica, nos llevan a pre-ocuparnos de cuestiones pendientes. Cuando nos preocupamos por algo estamos, en definitiva, anticipándonos. Esta anticipación continua puede resultar agotadora y generar gran sufrimiento. En este artículo hablaremos acerca de un relato conocido como el árbol de las pre-ocupaciones, que ilustra bastante bien la importancia de saber dar a nuestras preocupaciones su lugar.

El orden de las preocupaciones: la pirámide de Maslow inversa

Como ya adelantamos, nuestras preocupaciones y necesidades guardan una estrecha relación. Sin embargo, el orden que determina qué necesitamos es diferente a aquel que guía nuestras preocupaciones. De acuerdo con la pirámide de Maslow, los seres humanos necesitamos ver cubiertas nuestras necesidades fisiológicas más básicas para poder centrarnos en otras más complejas y superiores. Sin embargo, el orden que seguimos en lo que respecta a las preocupaciones podríamos decir que es inverso.

Durante nuestra niñez sólo nos planteamos necesidades relacionadas con la realización y la socialización: crecer, explorar el entorno, sentirnos amados, etc. Sin embargo, aspectos tan básicos como la alimentación no son objeto de preocupación, ya que son los adultos los que se encargan de esto. Cuando entramos en la etapa adolescente, empezamos a poner el foco en necesidades de tipo social, nos preocupa encajar en el grupo y ser aceptados por los iguales. Queremos ser reconocidos y respetados.

Al alcanzar la madurez de la etapa adulta, nuestras preocupaciones se concentran, paradójicamente, en esas cuestiones más esenciales para sobrevivir: comer, pagar las facturas para tener luz, agua y hogar, etc. Empezamos a ser conscientes de que las condiciones básicas de vida no deben darse por sentado. Este orden de preocupaciones es normal y adecuado. Si tuviésemos que vivir nuestra infancia preocupándonos de algo más que nuestra exploración y aprendizaje, desde luego esta no sería una época feliz, ya que no nos encontramos preparados para nada más.

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La historia del árbol de las preocupaciones

Todos, niños y adultos, podemos tener preocupaciones. Es natural que por nuestra mente ronden pensamientos que nos hacen plantearnos infinidad de cosas. Sin embargo, cuando las preocupaciones son numerosas y constantes pueden suponer un gran desgaste, ya que pasan a abarcar todo nuestro espacio y tiempo. Para entender la importancia de dar a las preocupaciones su lugar, vamos a comentar la historia del árbol de las preocupaciones.

Érase una vez un comerciante adinerado, que solicitó a un carpintero restaurar una vieja casa colonial. El comerciante era una persona que deseaba tener todo bajo control, por lo que se mostraba especialmente preocupado por que la obra no quedase como él quería. Esto le hizo tomar la decisión de pasar un día en la casa para revisar el trabajo que en ella se estaba haciendo. Al final de la jornada, se dio cuenta de que el carpintero había trabajado, aunque había tenido que lidiar con muchos contratiempos.

Cuando el día llegaba a su fin, el coche del carpintero se estropeó, por lo que el comerciante se ofreció para llevarle hasta su casa. En ese trayecto, reinó el silencio. El carpintero estaba preocupado por todos los baches que había estado sorteando a lo largo de esa jornada. Sorprendentemente, cuando llegaron este ofreció al comerciante quedarse a cenar y conocer a su familia. Antes de entrar en la casa, se detuvieron ante un árbol de pequeño tamaño. El carpintero tocó sus ramas durante unos segundos. Luego, entraron al interior del domicilio.

Cuando lo hicieron, el carpintero cambió su disposición de forma radical. Estaba aparentemente feliz y animado, nada que ver con el hombre preocupado de hacía unos instantes. Cuando la cena acabó, el carpintero acompañó al comerciante al coche. Frente al árbol, éste preguntó al carpintero qué tenía de especial aquel conjunto de tronco y ramas para haberle cambiado tan bruscamente.

El carpintero le dijo que aquel era su árbol de los problemas. Aunque no podía evitar tener contratiempos en su vida, entendía que era necesario dejar todas esas preocupaciones fuera de su hogar. Al tocar las ramas, es como si dejara en ellas todos esos pensamientos, que recoge a la mañana siguiente antes de volver al trabajo. Además, este le dijo que algo curioso era que cada día encontraba menos preocupaciones en su árbol en comparación con el día anterior.

¿Por qué deberíamos parecernos al carpintero?

Lo cierto es que esta historia nos transmite una gran enseñanza. Dejar a un lado nuestras preocupaciones cotidianas y saber limitar el espacio que ocupan en la mente no es fácil, pero ayuda a vivir nuestra vida de forma más plena y serena, ya que estas no eclipsan el disfrute de cosas tan importantes como nuestro tiempo en familia.

Dejarnos llevar por un bucle de pensamientos es algo que consume una gran energía sin ofrecer resultados productivos. De hecho, vivir atosigados por pensamientos negativos constantes puede favorecer el desarrollo de problemas de salud mental. Siguiendo la pauta del carpintero de este cuento, todos podemos poner en práctica el ejercicio del árbol de las preocupaciones. No es necesario disponer de un árbol como tal, a veces nuestra forma de dejar a un lado los pensamientos puede ser realizar algún deporte, practicar mindfulness o pasar tiempo con personas que nos quieren. Incluso, es posible que nos sirva acudir a terapia con un profesional.

En algunas personas, es útil trabajar las preocupaciones constantes mediante la técnica de “la hora de las preocupaciones”. Esta consiste en fijar un lapso de tiempo al día en el que nos permitimos pensar acerca de aquello que nos preocupa. Sin embargo, no podemos darle vueltas a estas cuestiones fuera de ese ratito diario. Gracias a esta estrategia, podemos apartar nuestros pensamientos durante el día (haciendo, por ejemplo, otras cosas) y esperar a que llegue el tiempo de las preocupaciones para pensar.

El efecto que esto produce es que, progresivamente, vamos olvidando muchos pensamientos que tendíamos a rumiar una y otra vez, de manera que dejamos de alimentar y prestar atención a los contenidos mentales que nos consumen y desgastan. Esta técnica permite también ver las preocupaciones con cierta perspectiva, de manera que dejamos de vivirlas como hechos reales y tomamos distancia de ellas.

Ver lo que nos preocupa desde un prisma más lejano nos ayuda a no fusionarnos con nuestros pensamientos y verlos como simples eventos pasajeros que vienen y van, sin dejar que invadan toda nuestra vida. Desde luego, conseguir relacionarnos con nuestras preocupaciones de esta manera no es fácil. A menudo, podemos frustrarnos por no conseguirlo al inicio. Sin embargo, con tiempo y práctica podemos empezar a vivir dando a las preocupaciones su lugar, ni más ni menos.

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Conclusiones

Muchas veces, las preocupaciones continuas y atosigantes aparecen como resultado de un gran deseo de control. Dar vueltas a una cuestión una y otra vez nos puede dar la falsa sensación de que estamos reduciendo la incertidumbre que tanto nos agobia. Sin embargo, este mecanismo no es adaptativo, pues produce un profundo desgaste mental y no conduce a soluciones efectivas. En este sentido, es recomendable acudir a un profesional para poder trabajar, entre otras cuestiones, la tolerancia a la incertidumbre y la capacidad para soltar esos aspectos de la vida que, nos guste o no, no podemos controlar.

En este artículo hemos hablado sobre el árbol de las preocupaciones, un cuento en el que se plasma la importancia de saber dar a las preocupaciones su lugar, sin dejar que éstas invadan todo nuestro tiempo y energía. Todos los seres humanos podemos atravesar momentos en los que sentimos preocupación por algún tema. Sin embargo, cuando las preocupaciones pasan a ser numerosas y constantes esto puede suponer una importante amenaza para la salud mental.

Las preocupaciones se caracterizan por ser anticipatorias, es decir, aparecen con antelación para ponernos en alerta ante una situación en la que debemos cubrir alguna necesidad. Aunque estas cumplen una función, es fácil que se enreden formando una bola de nieve cada vez más grande en la que la preocupación nos impide vivir la vida de forma plena y satisfactoria. En el árbol de las pre-ocupaciones, un hombre explica cómo antes de llegar a casa deja sus preocupaciones del trabajo en el árbol de su jardín. De esta manera, no deja que todos sus obstáculos de la jornada se vayan con él a casa y empañen la cena con su familia.

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