¿Cómo gestionar el fracaso? En 9 claves (y consejos)

Saber gestionar el fracaso implica aceptar que este es parte de la vida. Fracasar nos ayuda a obtener aprendizajes y crecer como personas, aunque a veces podemos sufrir por basar nuestro valor como personas únicamente en los logros conseguidos.

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Vivimos en una sociedad extremadamente competitiva, donde las apariencias y la demostración del logro se ensalzan por encima de todas las cosas. En este contexto, equivocarse puede vivirse como un auténtico fracaso personal, lo que dificulta tolerar la frustración y extraer aprendizajes constructivos de nuestras experiencias.

Todos hemos sufrido en alguna ocasión por miedo a fallar en diversos ámbitos de la vida. Tanto a nivel personal como profesional podemos sentir temor ante la posibilidad de obtener resultados negativos. Sin embargo, cometer errores y tropezar forma parte de la vida. La perfección es un concepto utópico que sólo favorece la frustración y la ansiedad cuando no se logran los objetivos propuestos a la primera. Por ello, es necesario estar psicológicamente preparados para tolerar los reveses y levantarnos tras las caídas.

Todos nos exponemos a experiencias de fracaso, pero la diferencia radica en la manera en la que estas situaciones se gestionan. Las personas más resilientes son las que adoptan una perspectiva más positiva y constructiva, lo que les ayuda a perseverar y encontrar nuevos caminos cuando se comete un error. En este artículo hablaremos acerca del temor al fracaso y cómo podemos gestionar experiencias de este tipo.

¿Por qué tememos al fracaso?

A pesar de su mala fama, el miedo es una emoción natural y necesaria en los seres humanos. Se trata de un estado que nos ayuda a afrontar el peligro, pues nos prepara para la acción. El problema del miedo es que a veces puede ser tan intenso o desproporcionado que deja de ser una herramienta de ayuda y se convierte en un obstáculo. Muchas personas sienten un gran temor ante la posibilidad de fracasar, lo que les hace entrar en un estado de bloqueo que les impide afrontar nuevas experiencias y desafíos estimulantes, así como tomar decisiones.

Normalmente, las personas que muestran un gran miedo a fracasar realizan una interpretación de la realidad algo desajustada. Tienden a valorar los resultados negativos de manera catastrofista, lo que hace que se eviten situaciones en las que pueda existir cierto riesgo de salir perdiendo. Esto lleva a perder oportunidades de crecimiento, permaneciendo en una reducida área “cómoda” que resulta poco estimulante.

En ocasiones, ni siquiera es necesario que se hayan obtenido resultados negativos reales para que aparezca esta evitación. Muchas personas desarrollan una marcada anticipación de las consecuencias, lo que genera ansiedad por el simple hecho de pensar en la posibilidad de fracasar. La autoestima guarda muchas veces relación con el temor a fracasar.

Las personas con una autoestima débil dependen en gran medida de la gratificación externa para sentirse bien consigo mismas. Por ello, viven los fracasos como una experiencia que atenta directamente contra su valor como individuos. Dado que no existen cimientos firmes, los resultados negativos se viven con mucha angustia porque desestabilizan el falso bienestar con uno mismo.

En ciertos momentos las expectativas también pueden jugarnos malas pasadas. Podemos llegar a marcarnos objetivos y metas difíciles de materializar, lo que conduce a mucha frustración cuando no se logran los resultados deseados. En estos casos, es importante hacer un trabajo de ajuste con nuestras aspiraciones, trabajando con metas más asequibles y cortoplacistas que nos permitan conseguir grandes cosas pasito a pasito, sin agobios ni deseos irrealizables.

La tolerancia al fracaso también es menor cuando ponemos el foco únicamente en el resultado, ignorando el valor del proceso. Lograr objetivos requiere llevar a cabo una carrera de fondo, en la que podemos adquirir numerosos aprendizajes que tienen valor en sí mismos más allá del resultado final. A nivel cognitivo también influyen algunos sesgos que nos llevan a interpretar la realidad de manera distorsionada. Ejemplo de ello es el pensamiento dicotómico, por el que todo se vive desde la noción del todo/nada, sin lugar a medias tintas. Esto hace que no lograr lo que esperábamos se viva como un fracaso total, en el que no se valoran posibles aspectos positivos derivados de la experiencia.

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9 claves para gestionar el fracaso

A continuación, vamos a comentar algunas claves que pueden ser de ayuda para gestionar mejor el fracaso.

1. Aceptación

El temor a fracasar puede llevarnos a no ser capaces de aceptarlo. Ver el fracaso como una parte del proceso para conseguir metas y aprender es clave para tolerarlo y utilizarlo a nuestro favor. Negar que el fracaso es una posibilidad y huir de él sólo favorecerá que, cuando suceda, lo vivamos con una ansiedad intensa. Hasta las personas más brillantes y destacadas han lidiado con momentos de fracaso, por lo que en tú caso particular tampoco un resultado negativo tampoco tiene que ser el fin del mundo.

2. Maneja el miedo

Como ya comentamos al inicio, el miedo es una emoción natural y necesaria, pues nos ayuda a responder a los peligros de forma eficiente. Sin embargo, el miedo también puede jugar en nuestra contra y llevarnos a un estado de bloqueo cuando se vuelve demasiado intenso o frecuente. Recuerda que es clave tolerar la presencia de miedo sin que esta emoción sirva de pretexto para lidiar con cualquier experiencia o desafío.

Superar retos es esencial para mantener nuestra motivación y crecimiento como personas. Seguir siempre en nuestro reducto conocido es cómodo, pero ello no es sinónimo de satisfacción. Si sufres mucha dificultad para enfrentarte a situaciones nuevas, puedes empezar por pequeños retos: apuntarte a alguna actividad, aprender un idioma, hacer una escapada en solitario, etc.

3. Apóyate en tu entorno

Aceptar los propios errores y lidiar con el fracaso se hace más fácil cuando contamos con el apoyo de las personas que más nos quieren. La familia y los amigos nos brindan afecto y aceptación incondicional, ayudando así a recordar que los logros conseguidos no son los que nos dan valor como personas. Somos más que nuestras metas y objetivos, por lo que un resultado negativo no nos resta valía como individuos.

4. Evita generalizar

Uno de los problemas derivados de la baja tolerancia al fracaso tiene que ver con la sobregeneralización. Este sesgo cognitivo nos hace asumir que un resultado negativo implica que siempre vamos a fracasar en todo aquello que intentemos. Es decir, extraemos generalizaciones a partir de hechos concretos. En este sentido, es importante dar a nuestros resultados negativos su lugar, sin por ello asumir que fracasar es automáticamente sinónimo de ser un fracasado.

5. Extrae un aprendizaje

Los fracasos son una inmensa fuente de aprendizaje. Una vez que aceptamos con naturalidad estas experiencias, podemos reflexionar acerca de lo que ha sucedido. ¿En qué podemos mejorar? ¿Qué ha salido mal en el proceso? De esta manera, podemos identificar puntos a mejorar y trabajar para volver a intentarlo en el futuro.

6. Cuidado con tu lenguaje interno

Muchas personas tienden a convertirse en los más críticos jueces cuando se trata de valorar sus errores. Así, cuando obtienen un resultado negativo tienden a hablarse con desprecio en lugar de adoptar una postura compasiva. No ignores el poder que tienen las palabras y cuida la manera en la que te hablas. Cometer errores es algo humano y no mereces recibir palabras hirientes por ello. Piensa en si te dirigirías así a un ser querido…no, ¿verdad?. Tratarte con cariño y respeto siempre hace las cosas más fáciles.

7. Confía en ti

Puede que esta frase suene un poco cursi, pero la autoconfianza es un ingrediente clave para poder gestionar adecuadamente el fracaso. Confía en ti y en tu capacidad, porque ello te protegerá cuando obtengas resultados negativos. Creer que podemos hacerlo nos ayuda a no tirar la toalla a la primera de cambio y perseverar a pesar de las caídas.

8. Evita el victimismo

Cuando fracasamos en algo podemos caer en el error de asumir el rol de víctima, lamentando constantemente lo sucedido sin tomar medidas para hacer de esa experiencia un aprendizaje. Regodearse en el malestar sólo sirve para sufrir más por los resultados obtenidos, es algo así como agitarse en medio de arenas movedizas. En lugar de hundirte, trata de salir a flote reflexionando sobre lo que ha pasado desde la compasión y tomando partido.

9. Flexibiliza

A veces, el fracaso también se relaciona con una excesiva rigidez. Aunque la meta inicial puede estar muy bien definida, hay factores que no podemos controlar y pueden condicionar su viabilidad. Si en el proceso necesitas girar un poco el rumbo, trata de ser flexible y aborte a nuevas opciones si la inicial deja de ser posible. Insistir en un objetivo que no es materializable sólo favorecerá tu frustración por no lograr lo que te has planteado. Alcanzar el éxito requiere amoldarse a las circunstancias, saber reinventarse y hacer ajustes en el camino cuando sea preciso.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca del temor al fracaso y algunas claves para poder gestionarlo. Es importante aceptar el fracaso como parte de la vida y el aprendizaje, cuidando la forma en la que nos tratamos cuando nos equivocamos. Es importante adoptar una actitud compasiva sin caer en el victimismo y ser flexibles para amoldarnos a las circunstancias. De la misma manera, es útil apoyarse en el entorno, aceptar el miedo y evitar la sobregeneralización.

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