Cómo trabajar psicológicamente la autoestima (paso a paso)

La autoestima es un pilar fundamental para el bienestar de un individuo. Por desgracia, son muchas las personas que cuentan con problemas para aceptarse. Por eso, en terapia suele ser necesario intervenir para mejorarla.

Cómo trabajar psicológicamente autoestima

La autoestima de una persona guarda relación con la forma en la que esta se valora a sí misma. Quienes poseen una autoestima adecuada conocen bien sus características, tanto sus puntos fuertes como débiles. Así, el conjunto de su persona es valorado de una forma positiva a pesar de que no exista perfección. Es decir, que existe una aceptación de esos aspectos menos buenos o que a la persona le gustaría que fueran diferentes.

En la misma línea, alguien con una autoestima saludable se trata de manera respetuosa, dedica tiempo a su autocuidado y cubre sus necesidades, sin anteponer las ajenas a las propias. Además, la autoestima que es realmente sana no depende de factores externos, como los logros conseguidos o la opinión de otras personas, sino que se mantiene ante las diferentes condiciones que vive el individuo.

Por ejemplo, hay personas que solo se sienten bien consigo mismas si las cosas les van bien. En cambio, si experimentan algún fracaso, se menosprecian y culpan. Esto nos indica que la autoestima está dañada y por ello varía bruscamente dependiendo del curso de los acontecimientos.

¿Qué provoca una baja autoestima?

Las personas que sufren baja autoestima ven afectadas todas las áreas de su vida por este motivo (personal, social, laboral…). Por ello, nos encontramos ante un problema de carácter global que ha de ser abordado de forma integral. Dependiendo del caso, detectar una baja autoestima será más o menos sencillo. Hay personas en las que su lenguaje ya da cuenta del desprecio que sienten hacia sí mismas (“me odio”, “soy lo peor”).

No obstante, otras muchas personas con problemas de autoestima darán señales mucho menos evidentes y, por ello, más complejas de detectar. Algunas de estas señales pueden ser: compararse todo el tiempo con los demás, tener dificultad para tomar decisiones, priorizar otras cosas antes que uno mismo, no saber marcar límites, necesidad de continua valoración externa, etc.

La forma en la que nos valoramos es el resultado de múltiples factores, entre ellos nuestra historia personal, el entorno donde hemos crecido y la calidad de nuestros primeros vínculos de apego. Sin embargo, una vez que somos adultos, la buena noticia es que la autoestima se puede trabajar acudiendo a terapia con un profesional. En este artículo vamos a recopilar aquellos pasos que los profesionales de la psicología suelen seguir a la hora de abordar este tipo de problema en sus pacientes.

¿Cómo puedo mejorar mi autoestima a través de la Psicología?

Como ya adelantamos anteriormente, la autoestima tiene un carácter global, por lo que afecta a todas las áreas de la persona. Por esta razón, el trabajo terapéutico debe tocar todos estos aspectos para que no quede nada en el tintero.

1. Área cognitiva

Las personas con baja autoestima suelen mostrar un pensamiento rígido, con creencias basadas en los “debería” o “tengo que”. También es frecuente que muestren un pensamiento dicotómico, basado en los “todo o nada”. Las abstracciones selectivas son, de igual forma, una constante. De esta manera, la persona extrae conclusiones globales a partir de hechos aislados.

Por ejemplo, suspender un examen es sinónimo de no servir para nada, ser un fracasado o un inútil. La persona vive en un estado de continua frustración, ya que no es capaz de cumplir con las distintas normas rígidas que tiene interiorizadas. Esto, por supuesto, implica un auto fustigamiento continuo que genera gran sufrimiento. Estos pensamientos son, en muchas ocasiones, automáticos.

Por esta razón, muchas personas con baja autoestima ni siquiera son conscientes de que los tienen. También es importante señalar la tendencia de estas personas a realizar atribuciones externas de sus problemas. Esto implica que todo suceso negativo es vivido como algo incontrolable, por lo que la persona no actúa y vive dejándose arrastrar por ellos sin asumir responsabilidades, lo que merma aún más la autoestima.

El abordaje que realice el psicólogo va a depender de su enfoque terapéutico. Desde la terapia cognitivo-conductual, se suele apostar por utilizar la técnica de la reestructuración cognitiva. Esta busca lograr la identificación y modificación de los pensamientos disfuncionales y su sustitución por otros que sí lo sean.

Hay profesionales que, además de esta técnica, aplican algunos ejercicios propios de las terapias de tercera generación. Estos tratan de ayudar al paciente a hacerse consciente de sus pensamientos, ya que como decimos, muchas veces están automatizados y el paciente nunca se ha detenido a analizarlos. El terapeuta puede iniciar algunas frases y pedir a su paciente que las complete de acuerdo a lo que diría su “voz interna”. Por ejemplo, se le pide completar la frase “soy un…” o “me odio cuando…”.

De esta forma se puede explorar la severidad de sus pensamientos a la vez que la propia persona se hace consciente de hasta qué punto esos pensamientos le condicionan en su vida. Con este ejercicio el paciente también puede tomar distancia de estos pensamientos, de forma que no los viva como una parte de sí mismo sino como un ruido de fondo al que puede responder o no. Como vemos, dependiendo de la perspectiva del profesional el trabajo será de una u otra forma, pero siempre será necesario trabajar el aspecto cognitivo de la autoestima.

Autoestima cognitiva

2. Área conductual

En este área se fomentará el trabajo de diferentes aspectos importantes que suelen estar bastante dañados cuando la autoestima es baja. En primer lugar, la persona debe recibir un entrenamiento en asertividad. Como mencionamos al principio, estos pacientes tienden a no poner límites, no saben decir que no ni reclamar sus derechos. Por ello, deberán aprender formas de manifestar sus necesidades y deseos a los demás de forma respetuosa, pero también firme.

En segundo lugar, resulta crucial el trabajo de las habilidades sociales. La baja autoestima hace que la persona se sienta muy insegura al relacionarse con otras personas, por lo que debe adquirir estrategias para poder establecer relaciones saludables con los demás. Cuestiones que en una situación normal nos parecen sencillas (iniciar una conversación, hacer una crítica o cumplido, presentarse…) pueden ser todo un reto para las personas con una autoestima pobre. En este sentido, el terapeuta puede servirse de técnicas como el role-playing, que permiten poner en práctica estas habilidades en sesión.

En tercer lugar, es fundamental que la persona pueda realizar actividades agradables. Esto es una parte importante para el autocuidado y, además, puede contribuir a que la persona se sienta útil y pueda percibir que tiene habilidades y talentos. El terapeuta puede ayudar al paciente a buscar aquellas actividades en las que destaque o que le hagan sentir bien.

Autoestima conductual

3. Área emocional

Este es otro aspecto fundamental a la hora de trabajar la autoestima en terapia. Una emoción muy frecuente en estas personas es la culpa, ya que continuamente sienten que están haciendo las cosas de manera errónea. Estas personas muestran elevados niveles de autoexigencia y perfeccionismo, por lo que será necesario trabajar la autocompasión, de forma que la persona pueda tratarse con aprecio.

El trabajo con las expectativas también puede contribuir a mejorar el estado emocional de la persona con baja autoestima. Generalmente, se observa una enorme distancia entre yo real (cómo me veo) y el yo ideal (cómo me gustaría verme). Debido a todas las reglas rígidas que tienen integradas y su inseguridad, estas personas esperan alcanzar un estado de perfección ya que creen que solo así lograrán ser valoradas. Sin embargo, es labor del terapeuta ajustar esas expectativas y ayudar a la persona a aceptarse con sus más y sus menos.

Autoestima emoción

Conclusiones

El trabajo de la autoestima implica mayor complejidad de lo que aparentemente puede parecer. La autoestima es multicomponente, por lo que los cambios en cada una de las áreas que hemos comentado repercutirán en todas las demás. Por esta razón, es imprescindible que se realice un abordaje terapéutico que tenga en cuenta todas ellas.

Cabe señalar la importancia que cobra el vínculo terapéutico en el trabajo de la autoestima. Las personas que acuden a terapia con una autoestima dañada no sienten aprecio por sí mismas, no se valoran y no confían en sus capacidades. Pueden existir múltiples motivos que hayan llevado a una persona a despreciarse de esta forma. Una familia maltratante, una pareja tóxica, una experiencia laboral traumática, etc.

Con independencia de la raíz que tenga esa baja autoestima, el terapeuta tiene en sus manos la oportunidad de restaurar la valoración que su paciente hace de sí mismo. Aunque las técnicas y los ejercicios son de mucha ayuda para mejorar la autoestima, la relación que establecen ambos y la actitud que adopta el terapeuta serán decisivas. En este sentido, el psicólogo debe acoger a su paciente desde la empatía y la aceptación incondicional, esto es, sin emitir juicios sobre su persona y tratando de validar sus sentimientos.

La relación terapéutica se convierte, en muchas ocasiones, en una de las mejores herramientas para que la persona pueda reconstruir su visión de sí mismo y del mundo. A través de la terapia, no solo se puede restaurar una autoestima dañada, sino que se puede iniciar un viaje de autoconocimiento en el que la persona explora aspectos que nunca antes se había planteado.

Lo que hace la profesión del psicólogo una muy bonita y sobre todo necesaria, es que como profesionales estos pueden acompañar a la persona en un proceso de cambio en el que el paciente, progresivamente, empieza a recuperar su bienestar y su calidad de vida.

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