Las 5 diferencias entre actitud y aptitud

La actitud y la aptitud son dos conceptos esenciales en nuestra vida personal y profesional que se diferencian en muchos más aspectos además de esa letra distinta. Veamos en qué consisten.

Diferencias actitud aptitud

Vivimos en un mundo que nos obliga, para bien y para mal, a dar lo máximo de nosotros en todos los ámbitos de nuestra vida. Tanto en lo personal como en lo profesional, debemos ser capaces no solo de disponer de unas habilidades que nos permitan desarrollarnos de acuerdo a nuestros objetivos, sino de adoptar unas posturas positivas ante la vida.

En otras palabras, necesitamos actitud y aptitudes. Dos conceptos bastante ambiguos que cuentan con definiciones muy distintas y que, aunque gramaticalmente se diferencien solo en una letra, esconden más diferencias de lo que a simple vista puede parecer.

No es lo mismo la postura que adoptamos ante la vida o las respuestas que damos ante la realidad que nuestras habilidades, talentos o capacidades para realizar unas tareas específicas. Y, por ende, actitud y aptitud no son lo mismo. La actitud es nuestro temperamento; la aptitud, nuestro talento.

Aun así, evidentemente hay muchos más matices que se esconden dentro de esta sencilla diferenciación. Y precisamente por ello, en el artículo de hoy y de la mano de prestigiosas publicación científicas en materia de Psicología que han abordado este tema, veremos las principales diferencias entre la actitud y la aptitud.

¿Qué es la actitud? ¿Y la aptitud?

Más adelante presentaremos las principales diferencias en forma de punto clave, pero creemos que es interesante (e importante) ponernos, primero, en contexto y definir ambos conceptos de forma clara y concisa. Veamos, pues, la definición tanto de actitud como de aptitud.

Actitud: ¿qué es?

La actitud es un rasgo de la personalidad de un individuo que consiste en su predisposición para responder ante situaciones de su vida de forma consistente. En otras palabras, es el temperamento que adopta ante contextos profesionales, personales, sociales, familiares, deportivos, etc.

De forma más técnica, la actitud puede definirse, desde el prisma de la Psicología, como la disposición mental y neurológica que, estando organizada a partir de la experiencia y de la neurofisiología, nos hace reaccionar de forma específica ante unos estímulos o situaciones externas.

En este sentido, nuestra actitud es el conjunto de rasgos, sentimientos, emociones, experiencias, ideologías, motivaciones, opiniones, creencias y estereotipos que nos hacen actuar de una forma determinada ante vivencias o circunstancias que despiertan, en nuestra mente, unas reacciones psicológicas concretas.

La actitud, pues, tiene su origen en tendencias innatas (reguladas por la neurofisiología de nuestro cerebro) pero también adquiridas (la experiencia de situaciones moldea nuestra forma de responder a circunstancias futuras) que, en conjunto, determinan nuestro temperamento y las posturas que adoptamos ante la vida.

Por ello, existen muchas actitudes que podemos adoptar en nuestra vida: positiva (buscar los mejores resultados en las peores situaciones), derrotista (falta de creencia en uno mismo), pasiva (gran facilidad para ser manipulado), altruista (sacrificarse para el beneficio de los otros), neutra (ver la vida con un prisma muy objetivo), agresiva (afrontar las cosas de forma impulsiva), empática (ponerse en la piel de los demás), flexible (adaptarse a situaciones ajenas), inflexible (necesitar tenerlo todo bajo control), etc.

Nuestra personalidad, pues, puede entenderse como la suma de actitudes que desarrollamos ante las experiencias que vivimos. La actitud, pues, es, en resumen, el modo en el que estamos dispuestos a comportarnos ante la vivencia de las situaciones que constituyen nuestra vida. Es nuestro temperamento. Nuestro comportamiento habitual ante las experiencias. Las reacciones repetidas que realizamos ante unos estímulos concretos. Nuestra postura ante la vida.

Actitud

Aptitud: ¿qué es?

La aptitud es el conjunto talentos o destrezas que un individuo posee para realizar una tarea específica. En otras palabras, las aptitudes son las habilidades que nos permiten conseguir buenos resultados en un dominio, tanto personal como profesional, específico.

No tiene que ver con nuestro temperamento ni con la postura que adoptamos para con la vida, sino con las destrezas que, de forma más o menos objetiva, nos permiten tener unas condiciones que nos hacen poder cumplir nuestras metas.

En este sentido, la aptitud está relacionada con los conocimientos teóricos y/o prácticos y habilidades que, de forma tanto innata como adquirida, conforman nuestro catálogo de destrezas. Es decir, las aptitudes son las habilidades que tenemos y que nos permiten lograr algo.

Cada uno de nosotros tenemos unas aptitudes específicas y en cada puesto de trabajo se requieren de unas u otras. De este modo, un comunicador debe tener aptitudes verbales; un músico, aptitudes artísticas; un futbolista, aptitudes deportivas; un matemático, aptitudes de pensamiento lógico y numéricas. Y así con cualquier profesión que se nos ocurra.

Las aptitudes pueden ser innatas (lo que conocemos como talento) o adquiridas (que se van perfeccionando y trabajando con el tiempo), aunque cualquier persona que consigue grandes cosas en la vida sabe que una buena aptitud es aquella que nace de la sinergia entre ambos elementos. Talento y trabajo.

En resumen, la aptitud es el conjunto de habilidades que dominamos y de los conocimientos que hemos adquirido. Es aquello que sabemos. Todo aquello que tiene que ver con las destrezas que, innatas o adquiridas, utilizamos en un ambiente tanto profesional como personal para realizar funciones específicas.

Aptitud

¿En qué se diferencian la actitud y las aptitudes?

Después de definir ambos conceptos, seguro que las diferencias entre actitud y aptitud han quedado más que claras. De todos modos, por si quieres o necesitas tener la información con un carácter más visual, hemos preparado la siguiente selección de sus diferencias en forma de puntos clave. Vamos allá.

1. La actitud es el temperamento; la aptitud, la habilidad

Como hemos visto, la actitud es el temperamento que adoptamos ante contextos profesionales o personales. Es decir, nuestra actitud es la postura que adoptamos ante diferentes escenarios y la forma específica en la que reaccionamos ante situaciones externas. La actitud es el modo en el que estamos dispuestos a comportarnos ante la vivencia de todas aquellas situaciones que constituyen nuestra vida.

La aptitud, en cambio, no tiene nada que ver con la postura que adoptamos ante la vida ni con nuestra forma de reaccionar ante las experiencias, sino que es el conjunto de talentos (innatos y/o adquiridos) que poseemos para realizar una tarea específica. Las aptitudes no son los temperamentos, sino las habilidades que nos permiten conseguir buenos resultados en un dominio, personal o profesional, concreto. Las aptitudes, pues, son las destrezas que dominamos y los conocimientos tanto teóricos como prácticos que vamos cultivando a lo largo del tiempo.

2. La actitud es el “cómo”; la aptitud, el “qué”

En relación con el anterior punto, es interesante ver cómo la actitud no tiene que ver con lo que sabemos hacer, sino en cómo estamos dispuestos a hacerlo. Puedes tener muchas aptitudes (habilidades) pero si no las enfocas de forma correcta y tu temperamento te pierde, entonces estas no sirven para nada.

Somos la suma de actitudes y aptitudes. Las aptitudes es “qué sabemos hacer”, mientras que la actitud es “con qué postura estamos dispuestos a hacerlo”. Por ello, los resultados óptimos se logran cuando combinamos unas buenas aptitudes con una actitud positiva y de proactividad ante la vida. Con solo actitud no vale, pero con solo aptitudes, tampoco. La actitud y la aptitud se retroalimentan.

3. La actitud es un rasgo de la personalidad; la aptitud, no

Como hemos visto, la actitud es un rasgo de la personalidad de cada individuo. Es el resultado psicológico y conductual de las vivencias que hemos experimentado y de la neurofisiología de nuestro cerebro. Las experiencias, emociones, sentimientos, ideologías, motivaciones, opiniones, creencias… Todo esto determina cómo nuestra mente nos hace actuar ante situaciones concretas. La actitud, pues, constituye un rasgo fundamental de nuestra forma de ser.

La aptitud, en cambio, no es un rasgo de la personalidad. La aptitud no determina nuestra forma de ser o de comportarnos. En este sentido, las aptitudes no son el resultado psicológico ni conductual de lo que hemos vivido, sino el conjunto de las habilidades, talentos, destrezas y conocimientos tanto teóricos como prácticos que hemos ido adquiriendo y perfeccionando a lo largo de la vida. Tus aptitudes no determinan tu personalidad. No te hacen ser quien eres. Te hacen saber hacer cosas.

4. Cada trabajo busca unas aptitudes distintas, pero generalmente las mismas actitudes

En cada trabajo, el personal de recursos humanos va en búsqueda de unas aptitudes específicas para el puesto a ocupar. Cada una de las aptitudes que existen es buena para un puesto laboral concreto. En cada uno se necesitan unas habilidades específicas. Por ello, todas las aptitudes (abstractas, sociales, verbales, artísticas, espaciales, mecánicas, deportivas, numéricas, lógicas, comunicativas…) son útiles siempre y cuando busques trabajo en el sitio adecuado. En el puesto hecho a la medida para tus aptitudes.

Con las actitudes, las cosas cambian. Las actitudes no son específicas del trabajo. Y no todas las actitudes pueden servir. En este sentido, el personalidad de contratación siempre busca las mismas actitudes, que suelen ser la positiva, la altruista, la empática, la flexible, la moralista, etc. En cambio, actitudes como la derrotista, la inflexible, la negativa, la agresiva o la pasiva no son buenas para ningún trabajo del mundo.

Actitud trabajo

5. La actitud es subjetiva; la aptitud, objetiva

La actitud es un rasgo de la personalidad y, como tal, es un concepto muy subjetivo que, además, presenta límites muy difusos y una misma persona, dependiendo del contexto que viva en un momento concreto de su vida, puede ir variando sus actitudes. En otras palabras, reconocer exactamente la actitud o postura que una persona adopta ante la vida es muy complicado. No es objetivo.

En cambio, las aptitudes son, hasta cierto punto, objetivas. Si alguien es bueno con las matemáticas, no es subjetivo afirmar que tiene aptitudes numéricas. Si alguien es bueno con un instrumento, no es subjetivo afirmar que tiene aptitudes artísticas. Si alguien es buen comunicador, no es subjetivo afirmar que tiene aptitudes verbales. Las aptitudes son mucho más fáciles de medir y delimitar que las actitudes.

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