Miedo a los extraños en niños: ¿qué es y cómo debe abordarse?

El miedo a los extraños es un malestar intenso en el bebé que se desencadena cuando aparecen en su entorno personas desconocidas para él. Este constituye un mecanismo innato que indica la adecuada vinculación del niño con sus figuras de apego.

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El miedo es una emoción natural y necesaria, pues posee un enorme valor adaptativo relacionado con la supervivencia. Gracias a ella, somos capaces de evitar situaciones de riesgo y podemos reaccionar ante el peligro de manera eficaz. Durante la infancia, es común que aparezcan miedos de todo tipo. Aunque estos suelen generar preocupación en los padres, lo cierto es que estos temores constituyen un fenómeno normal dentro del desarrollo infantil.

Estos permiten a los más pequeños detectar potenciales amenazas a su alrededor, actuando como un mecanismo que permite a los niños alejarse de los peligros existentes en un mundo que aún les es desconocido. Este tipo de miedos evolutivos se caracterizan por ser transitorios, por lo que son superados de forma espontánea a medida que el niño avanza en su desarrollo. Por tanto, estos solo constituyen un problema cuando no llegan a superarse de forma natural y persisten en el tiempo.

Uno de los miedos evolutivos más comunes es aquel que se activa cuando se produce la separación de las figuras de apego, donde el niño entra en contacto con personas que le resultan desconocidas. Este rechazo a quienes no son familiares suele aparecer alrededor de los ocho meses de edad, manifestándose en forma de llanto y protestas del bebé cuando alguien distinto a los padres se aproxima a él.

En este artículo vamos a hablar acerca de este curioso miedo y cómo puede abordarse para que el bebé y sus padres transiten por esta etapa de la mejor forma posible.

¿Qué es el miedo a los extraños?

El miedo a los extraños se define como un malestar intenso en el bebé que se desencadena cuando aparecen en su entorno personas desconocidas para él. Así, este puede mostrar llanto, disgusto y diversas reacciones de miedo, así como una clara preferencia por permanecer cerca de sus figuras de referencia, que suelen ser sus padres y otros cuidadores habituales.

Aunque esta reacción pueda parecer negativa, lo cierto es que es un mecanismo innato que resulta adaptativo para nuestra supervivencia. Gracias a él, los bebés mantienen la proximidad con sus cuidadores y evitan exponerse a potenciales riesgos fuera de su zona segura.

El hecho de que un bebé muestre este miedo alrededor de los ocho meses es una señal de que su desarrollo está siendo adecuado y de que ha forjado vínculos afectivos seguros con sus adultos de referencia. Tal y como sucede con otros miedos evolutivos, el temor a los extraños se diluye progresivamente de forma espontánea sin que sea necesario intervenir, siendo común que desaparezca definitivamente alrededor de los dos años.

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¿Por qué aparece el miedo a los extraños?

Los padres suelen preocuparse mucho cuando perciben un cambio en el comportamiento de su bebé. Este deja de mostrarse cómodo con cualquier persona y comienza a ser mucho más selectivo, de manera que sólo acepta la proximidad de unas pocas personas.

Tal y como venimos comentando, el miedo a los extraños no es, en absoluto, un problema por el que preocuparse. Se trata de una fase normal en el desarrollo que, de hecho, señala la adecuada vinculación del bebé con sus figuras de apego. Entre las causas que explican este fenómeno se encuentran las siguientes:

  • El bebé comienza a separarse por momentos de su madre, a la que se ha encontrado estrechamente unido meses atrás, lo que le hace sentir más desprotegido y vulnerable. El vínculo de apego ya se ha establecido de manera sólida, por lo que de forma innata el bebé reacciona cuando sus adultos de referencia se alejan, ya que estos se han convertido en su base segura.

  • El bebé comienza a explorar su entorno, algo que resulta positivo y fomenta su correcto desarrollo. Sin embargo, abrirse al mundo también implica percibir nuevos riesgos y peligros.

Cómo abordar el miedo a los extraños

Como venimos comentando, el temor a los extraños constituye un miedo evolutivo que se resuelve por sí solo de manera espontánea. Es por ello por lo que, en principio, no es necesario intervenir, pues lejos de constituir un trastorno este es un símbolo de que el desarrollo emocional del bebé es correcto.

No obstante, existen algunas pautas interesantes que pueden ser de ayuda para que el bebé avance por esta etapa del desarrollo de una forma saludable. Así, con tiempo y paciencia, este podrá empezar a abrirse a cada vez más personas de su entorno, empezando por los familiares más cercanos, cuidadores y personas a las que ve de manera diaria.

Es importante que cuando el bebé manifieste reacciones de miedo y rechazo hacia una persona determinada se le proporcione consuelo y tranquilidad. Abrazarle, acariciarle y hablarle le ayudará a rebajar la ansiedad. Podemos continuar hablando con esa persona para que él vea que no supone un peligro, pero en ningún caso debemos poner al pequeño en sus brazos ni forzarle a que le dé un beso u otras muestras de cariño.

Es esencial que no dejes a tu bebé solo con esas personas que le resultan extrañas. Aunque haya desconocidos cerca, tener a sus figuras de apego cerca de él le dará una base de seguridad para empezar a aceptar a quienes son menos familiares. Dejarle sin ese apoyo solo servirá para crearle elevados niveles de ansiedad y dificultar su adaptación a personas nuevas.

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Cuando se trata de aproximar al bebé a personas nuevas, es crucial que esto no se haga de manera brusca. Por el contrario, es recomendable que se acerquen a él de manera progresiva, calmada y poniéndose a su altura, de manera que el acercamiento sea lo menos invasivo posible. El adulto desconocido puede empezar por muestras de afecto discretas hacia el bebé, como por ejemplo sonreír. Poco a poco, podrá avanzar y empezar a hablarle, darle objetos y finalmente cogerle en brazos o darle un beso.

Es recomendable que sea el bebé quien tome la iniciativa a la hora de contactar con otras personas. Así, lo mejor es que observe a sus padres interactuar con esos extraños, de forma que pueda ganar confianza hasta que sea él quien de el paso de aproximarse. Cuando el bebé se decida a iniciar la interacción, su adulto de confianza puede aprovechar este momento para hablarle y presentarle al desconocido, de forma que pueda crearse un entorno cálido donde él se sienta arropado.

Como venimos comentando, este miedo es evolutivo y suele aparecer en torno a los ocho meses, desapareciendo por lo general alrededor de los dos años. Sin embargo, estos tiempos son orientativos y es esencial que se respeten los ritmos de cada bebé. Forzarle a interactuar con desconocidos cuando no se encuentra preparado solo servirá para generarle una intensa ansiedad y hacerle más reacio a interactuar con personas diferentes.

Lo ideal es que el bebé comience relacionándose con un puñado de personas cercanas a él, como sus padres, abuelos o cuidadores habituales. Bombardearle con presentaciones de numerosas personas desconocidas puede ser demasiado en esta etapa y por eso es recomendable no forzar situaciones incómodas para el pequeño. Lo ideal es abrir su círculo de personas poco a poco, respetando los tiempos del pequeño y creando espacios de interacción calmados donde siempre esté presente una figura de apego para brindarle esa base de tranquilidad que necesita.

Normalmente, este miedo suele resolverse alrededor de los dos años. Sólo sería necesario consultar con un profesional esta cuestión cuando se trata de niños más mayores que no han superado este temor y se han quedado atascados en esta fase. En ese caso sí podemos estar hablando de un problema que puede dificultar el bienestar del niño y su correcto desarrollo emocional.

Aunque este miedo es normal en las edades que hemos comentado, las pautas que hemos indicado en este artículo pueden ser útiles para hacer más fácil ese proceso de apertura y socialización.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de un miedo común en la infancia: El temor a los extraños. En general, el miedo es una emoción necesaria que resulta adaptativa, pues nos permite reaccionar ante los posibles peligros que tenemos alrededor. En la infancia es común que aparezcan los llamados miedos evolutivos, que son temores pasajeros normales que favorecen la seguridad y protección de los más pequeños.

El miedo a los desconocidos es uno de esos temores pasajeros que parecen ser un problema. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Este miedo hace a los bebés de alrededor de ocho meses rechazar el contacto con personas desconocidas, lo que indica que este ha vinculado adecuadamente con sus figuras de apego. Aunque de manera natural este temor va desapareciendo en torno a los dos años, hay algunas pautas que pueden ser de ayuda para favorecer la apertura del bebé a otras personas.

Ante todo, es esencial respetar los ritmos y necesidades del pequeño. Obligar a relacionarse con desconocidos contra su voluntad solo servirá para aumentar sus niveles de ansiedad y hacerle reacio a las interacciones con otras personas. Por ello, es crucial dejar que sea él quien tome la iniciativa, dejando que progresivamente se acerque a personas poco familiares teniendo siempre cerca a sus adultos de referencia como base segura. Respetar sus ritmos y no saturar con demasiados adultos nuevos es clave para que esta etapa sea superada de manera saludable.

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