Ventana de Tolerancia en Psicología: ¿qué es y cómo ampliarla?

Todas las personas poseemos lo que en psicología se conoce como ventana de tolerancia, es decir, unos límites de calma que marcan la zona de activación óptima en la que funcionamos con normalidad.

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Las personas afrontamos con frecuencia situaciones estresantes que nos ponen en alerta. La mayoría son eventos que forman parte de la vida cotidiana, de manera que la respuesta de activación es puntual y no conlleva mayor trascendencia en nuestro funcionamiento y salud mental. Al contrario de lo que se suele creer, este tipo de estrés es necesario en dosis moderadas, ya que nos permite responder eficazmente ante las demandas del entorno.

Sin embargo, hay veces en las que podemos afrontar escenarios extraordinarios que impactan de manera muy intensa en nosotros. A veces nos topamos con acontecimientos bruscos, inesperados e incontrolables, que hacen peligrar nuestra integridad física y/o psicológica. Esto puede hacer que nos sintamos desbordados por nuestras emociones, hasta el punto de ser incapaces de responder ante la situación de forma adaptativa.

En estos casos, es posible que podamos llegar a sufrir un trauma psíquico. Cuando una persona ha vivido una experiencia traumática en el pasado, es posible que ciertos estímulos y recuerdos le perturben hasta el punto de paralizarla o, por el contrario, hacerle entrar en un estado de intensa agitación.

Todas las personas poseemos lo que en psicología se conoce como ventana de tolerancia, es decir, unos límites de calma que marcan la zona de activación óptima en la que funcionamos con normalidad. Esta constituye el equilibrio entre la hiperexcitación y la hipoactivación, un equilibrio que puede verse mermado en las personas con historias de trauma a sus espaldas. En este artículo vamos a hablar acerca del concepto de ventana de tolerancia en profundidad y cómo se relaciona con los procesos de trauma y la regulación emocional.

¿Qué es la ventana de tolerancia?

Para entender el concepto de ventana de tolerancia debemos comprender el marco de la Teoría Polivagal. Así, podremos entender de qué manera se produce la regulación de nuestro sistema nervioso autónomo y cómo esto influye en nuestra respuesta a posibles estímulos estresantes. En términos generales, nuestro sistema nervioso autónomo se conforma por dos ramas: el sistema nervioso simpático, que se relaciona con el estado de alerta; y el parasimpático, que se asocia con la relajación y la calma.

Ante un evento emocionalmente desbordante, la persona puede llevar a cabo una respuesta de movilización para tratar de sobrevivir al peligro, la cual genera un estado de hiperexcitación. Gracias a ello, el individuo puede huir o luchar porque está activado a nivel general. Sin embargo, en algunas situaciones de peligro esta respuesta no surte efecto, por lo cual el sistema parasimpático se activa con el fin de generar un estado de inmovilización.

Esta medida desesperada permite que la persona no entre en colapso por el intenso sufrimiento que produce el evento en cuestión. Cuando la activación del sistema autónomo se va hacia los extremos en momentos de riesgo esto resulta adaptativo, ya que nos ayuda a sobrevivir a un peligro. Sin embargo, cuando esta tendencia se mantiene en situaciones no amenazantes resulta desadaptativa, pudiendo ocasionar múltiples problemas psicológicos. Por lo tanto, podemos considerar que existen tres niveles de activación diferenciados, siendo dos de ellos patológicos cuando se mantienen en el tiempo más allá del peligro objetivo: hiperactivación, hipoactivación y zona de activación óptima.

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1. Zona de hiperactivación

Esta zona hace referencia al estado por el cual la persona se encuentra activada por encima de su nivel máximo de tolerancia, de forma que es el sistema nervioso simpático el que se encuentra funcionando. En este nivel, el individuo puede mostrar hipervigilancia, recuerdos intrusivos y desorganización cognitiva, así como problemas de sueño y apetito.

2. Zona de activación óptima

Esta zona es la que viene delimitada por los límites de tolerancia de la persona. En este caso, el individuo se encuentra en un estado de calma, lo que le permite integrar la información adecuadamente, conectar con sus emociones y funcionar de manera adaptativa.

3. Zona de hipoactivación

En esta zona de activación la persona se encuentra por debajo de su nivel mínimo tolerable de activación, ya que está actuando el sistema nervioso parasimpático. Esto se traduce en un estado de enlentecimiento cognitivo, ausencia de conexión emocional, cansancio, confusión, etc.

¿Qué determina la amplitud de la ventana de tolerancia?

Siguiendo con lo que venimos comentando, cuanto menor sea la amplitud de nuestra ventana de tolerancia, más fácil es que salgamos de nuestra zona óptima y aparezcan problemas. El mayor o menor tamaño de nuestra ventana viene configurado por algunas variables, entre las que destacan las siguientes.

1. Trauma

Las personas que cargan a sus espaldas con historias traumáticas, especialmente si estas no han sido bien elaboradas, suelen ver reducida su ventana de tolerancia. En este sentido, influye notablemente la resiliencia particular de cada individuo así como el hecho de si ha recibido psicoterapia o no para elaborar el trauma vivido.

2. Apego infantil

El tipo de apego que hayamos desarrollado durante la infancia así como el entorno de crianza pueden influir en nuestros márgenes de tolerancia y capacidad para regularse y comprender nuestras emociones.

3. Distorsiones cognitivas

Muchas veces nuestra respuesta emocional no resulta de los eventos que nos pasan, sino de la interpretación que hacemos de ellos. En este sentido, tener creencias irracionales sobre el mundo puede contribuir a que los márgenes de tolerancia se estrechen.

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¿Cómo ampliar el margen de nuestra ventana de tolerancia?

Con todo lo que hemos dicho, seguramente te estés preguntando si es posible aumentar los márgenes de la ventana de tolerancia. La respuesta a ello es que sí. Para lograrlo es fundamental aprender a entender y manejar nuestras emociones, conectar con nuestro cuerpo y las sensaciones que se producen en él, etc. Conseguir esto no es en absoluto sencillo y requiere del acompañamiento de un profesional.

Gracias a la psicoterapia es posible conseguir un nivel de activación más moderado y recogido dentro de nuestros límites de tolerancia, lo que resulta clave para poder funcionar de forma adaptativa y hacer frente a la adversidad de la vida. Este trabajo terapéutico es especialmente clave en personas que han vivido traumas, pues como ya comentamos estas experiencias favorecen la reducción de la ventana de tolerancia y, por ello, el estado de hiper o hipoactivación.

Las personas traumatizadas suelen vivir las fluctuaciones en su activación fisiológica como algo incontrolable y desregulador. Por ello, uno de los focos de la intervención va orientado a ayudar a la persona a transitar de un polo a otro hasta lograr el equilibrio. En estados de enorme activación, estrategias como el mindfulness o la relajación pueden ayudar. En cambio, ante la hipoactivación puede servir el consumo de una bebida con cafeína, salir afuera a pasear o darse una ducha con agua fría.

Estas estrategias pueden aplicarse con la supervisión del profesional para ir ajustando ese vaivén emocional intenso y alcanzar un equilibrio óptimo. Cuando una persona con historia traumática logra establecerse en la zona óptima, es posible elaborar la experiencia y dejarla en el pasado. El hecho de mantenernos dentro de la ventana de tolerancia no significa que dejemos de experimentar cambios, pues entre ambos límites es posible experimentar diversos niveles de activación.

Sencillamente, logramos que esas subidas y bajadas sean más ajustadas y moderadas, lo que favorece la integración de la información a nivel cognitivo, emocional y sensoriomotriz. De esta manera, la persona deja de vivir a merced de la desregulación de la activación fisiológica y reconecta con sus emociones y sensaciones de forma más saludable. A nivel más general, es posible ampliar la ventana de tolerancia con algunas estrategias como las siguientes:

  • Mantener un estilo de vida activo en el que haya movimiento físico de cualquier tipo.
  • Identificar posibles pensamientos negativos y reformularlos para que sean más ajustados a la realidad.
  • Contar con apoyo social de calidad.
  • Practicar relajación o meditación de manera habitual.

Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca del concepto de ventana de tolerancia y su relación con el trauma y la desregulación emocional. Todas las personas poseen una ventana de tolerancia, es decir, unos límites que delimitan su nivel óptimo de activación. Fuera de él, el individuo puede experimentar niveles demasiado elevados (hiperactivación) o demasiado bajos (hipoactivación).

En las personas que han vivido experiencias traumáticas suele suceder que la ventana de tolerancia se reduce y hace más estrecha, lo que favorece que el individuo experimente estados de hiperactivación (hipervigilancia, recuerdos intrusivos, desorganización cognitiva…) o hipoactivación (desconexión emocional, enlentecimiento cognitivo, cansancio…). En momentos críticos donde hay peligros al acecho activarse a estos niveles extremos puede ser adaptativo, pues nos ayudan a huir, pelear o paralizarnos para evitar colapsar por el estrés.

Sin embargo, cuando estos niveles fuera de la ventana de tolerancia se mantienen una vez que el peligro ha pasado, pueden provocar problemas psicológicos. Por esta razón, el acompañamiento terapéutico por parte de un profesional muchas veces se hace imprescindible, ya que esto permite que la persona recupere progresivamente unos niveles de activación dentro de lo tolerable. Cuando la persona logra conectar consigo misma y activarse sin salir de su ventana de tolerancia, es capaz de integrar mejor la información a nivel cognitivo, emocional y sensoriomotriz, permitiendo que el trauma quede elaborado correctamente.

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