Victimismo: ¿qué es y cómo detectarlo?

Hay quienes adoptan continuamente el papel de víctima. Esta actitud les ayuda a lograr atención y desplazar la responsabilidad de sus actos, evitando conectar con emociones desagradables.

victimismo

Todos conocemos a alguien en nuestro entorno cercano que suele adoptar el papel de víctima con frecuencia. Esta actitud, conocida popularmente como victimismo, implica una mentalidad por la que la persona siempre se sitúa como la desgraciada y vulnerable en diversas situaciones. Aunque hay quienes se comportan como víctimas de forma constante, lo cierto es que todos podemos adoptar este papel en algunos momentos sin ser conscientes de ello. En cualquier caso, relacionarse con alguien que siempre recuerda a los demás todo lo malo que le sucede puede resultar agotador. En este artículo hablaremos acerca de qué es el victimismo, qué caracteriza a una persona con esta tendencia y por qué puede aparecer.

¿Qué es el victimismo?

Las relaciones sociales son complejas. A veces, tenemos que hacer interpretaciones y sacar conclusiones a partir del comportamiento de los demás. En ocasiones, estas conductas son un poco más ambiguas de lo normal. Por ejemplo, puede que recibamos una mirada o gesto más desagradable de otra persona, aunque dependiendo de nuestro contexto y nuestra personalidad sabremos darle la importancia justa o simplemente justificarlo por razones que no tienen nada que ver con nosotros.

Esto nos permite desenvolvernos en muchas situaciones sociales de manera adaptativa, regular nuestras emociones y evitar interpretar todo lo que sucede alrededor como una amenaza personal. Las personas que se comportan de manera victimista suelen hacer todo lo contrario. Son muy susceptibles a cualquier pequeño gesto de los demás, que enseguida interpretan como un ataque a sí mismas.

Esto les hace actuar como si fuesen siempre individuos desgraciados con un locus de control externo, atribuyendo lo que les sucede a variables externas e incontrolables como la mala suerte, el destino o los actos de otras personas. Quienes se relacionan con los demás desde el victimismo suelen mostrar una marcada actitud de superioridad moral, además de una escasa empatía y sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno. En definitiva, la persona vive tan enfocada en su papel de víctima que no es capaz de mirar más allá.

Cuando alguien adopta el papel de víctima continuamente, lo curioso es que no suele ser consciente de ello. De hecho, si alguien trata de hacérselo saber, lo más probable es que reaccione de manera muy negativa. En este sentido, es como si fuese incapaz de tener autocrítica y habilidad para valorar sus propias acciones. Sólo juzga aquello que los demás hacen.

También es importante señalar que las personas que adoptan el papel de víctima no suelen hacerlo de forma voluntaria. Esta forma de comportarse suele ser resultado de sus propias experiencias, educación, cultura, etc. Rara vez una persona se hace la víctima por gusto. Realmente, actúa como tal porque lo siente así. Su historia de vida le ha llevado a interpretar la realidad desde ese punto.

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Características de una persona victimista

Las personas que adoptan continuamente el papel de víctimas suelen reunir una serie de características:

  • Búsqueda de atención: En lugar de conectar con los demás de forma genuina a través de la empatía, tratan de lograrlo mediante las llamadas de atención. Busca mostrarse vulnerable para generar pena o lástima. Muchas veces, esta tendencia encuentra su origen en la infancia. Las personas que recurren a ella han sido, normalmente, niños sobreprotegidos que no han podido desarrollar recursos internos para gestionar sus propias emociones.

  • Incapacidad para asumir responsabilidades: La persona es incapaz de lidiar con situaciones de conflicto o que requieren madurez emocional. El papel de víctima permite rehuir el conflicto y desconecta al individuo de emociones como la culpa. Así, evita tener responsabilidad sobre las consecuencias de sus acciones. Esta incapacidad para ser responsable lleva a la persona a desplazar la culpa hacia otras personas. Por ello, acaba señalando a todo el mundo como responsable de sus propios problemas.

  • Quejas constantes: Las personas con actitud de víctima suelen quejarse de manera continua. Todo se exagera hasta el extremo, pero se trata de comentarios improductivos. Es decir, la persona no hace nada por cambiar esa situación que le provoca malestar porque asume que son los demás quienes tienen esa responsabilidad. Incluso cuando el entorno les brinda posibles soluciones, parece que ninguna les resulta válida. En realidad, la persona no desea resolver sus problemas porque su papel de víctima es cómodo y le otorga ventajas secundarias.

  • Rencor: El rencor es otra de las características centrales de quien se hace la víctima. Todo lo que le produce daño se magnifica y se convierte en un arma para chantajear y manipular a quienes están alrededor. La persona recuerda cosas que sucedieron hace mucho tiempo de forma reiterada para asegurarse de llamar la atención y conseguir lo que desea de los otros.

  • Escasa asertividad: La asertividad es la capacidad que permite expresar las propias necesidades sin menospreciar las de los demás. Cuando una persona ocupa todo el tiempo el papel de víctima no es capaz de tener presentes las necesidades ajenas, pues sólo está enfocada en las suyas propias.

  • Desconfianza: La persona vive creyendo que todo el mundo le hace daño y está en su contra. Por lo tanto, esto le lleva a desconfiar enormemente de los demás.

  • Pesimismo: Las personas que siempre se hacen las víctimas suelen adoptar una visión del mundo muy negativa y pesimista, creando un clima tenso a su alrededor. Viven creyendo que son desgraciadas, que todo lo malo les ocurre a ellas y que no tienen ningún control sobre los eventos que les suceden. Por ello, acaban ensalzando permanentemente esa parte negativa de la vida, dejando lo positivo en un segundo plano.

¿Por qué aparece el victimismo?

Lo cierto es que no existe una causa por la que una persona adopte un comportamiento victimista. Hay diversas variables que entran en juego y lo pueden favorecer:

  • Indefensión aprendida: Muchas personas que adoptan esta actitud de víctima suelen haber vivido experiencias en las que se han sentido indefensas, sin posibilidad de hacer nada por cambiar su realidad. Han aprendido que carecen de control sobre las experiencias que tienen y por ello depositan la responsabilidad en los demás.

  • Escasa educación emocional: En la educación y la crianza, las emociones rara vez encuentran un espacio (aunque esto está empezando a cambiar). Esto hace que muchas personas carezcan de herramientas para identificar y gestionar sus emociones difíciles. Por ello, optan por utilizar la evitación como estrategia para no conectar con ellas. De esta forma, la persona desvía la responsabilidad de lo que ocurre a los demás para evitar hacer autocrítica y conectar con lo que siente en su interior.

  • Inseguridad: Las personas que poseen mucha inseguridad en sí mismas suelen tener dificultad para afrontar la vida con todos sus obstáculos. Se perciben como incapaces de tomar las riendas de la situación, por lo que deciden depositar esta responsabilidad en los demás. Así, el papel de víctima da una falsa sensación de seguridad, pues la persona se sitúa como alguien vulnerable que necesita la protección y la atención de los demás.

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¿Qué hacer si convivimos con alguien victimista?

Relacionarse con una persona que siempre está ocupando el papel de víctima puede ser muy frustrante y desgastante. Nuestra salud mental puede verse afectada y se hace necesario tomar cartas en el asunto. Lo cierto es que no podemos actuar como si fuese nuestra responsabilidad cambiar la actitud de esa persona (esto sólo acentuaría el problema). En su lugar, podemos adoptar dos posibles medidas:

  • Convencer a esa persona para que acuda a terapia: Si crees que esa persona se comporta de manera victimista todo el tiempo y requiere atención psicológica, puede que sea interesante que converses con ella acerca de esta posibilidad. No se trata de que le señales explícitamente su problema, pues se sentirá atacada. En su lugar, puedes plantearle la opción de ir a terapia para que pueda manejar el sufrimiento que siente por las cosas que le suceden.

  • Establecer límites: Si esa persona rechaza la posibilidad de ir a terapia, no podrás hacer mucho más. Siendo adulta es inviable que le obligues a dar este paso, por lo que te tocará poner límites. Es decir, tendrás que establecer líneas rojas que esa persona no debe cruzar. Si sientes que demanda tu atención todo el tiempo, evita retroalimentar sus llamadas y toma cierta distancia. Si te sientes atacado por ella, recurre a la asertividad para responder y defender tus derechos.

Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca del victimismo, qué es y por qué aparece. Son muchas las personas que se hacen las víctimas continuamente. Lo cierto es que se trata, habitualmente, de una tendencia que la persona realiza inconscientemente. Así, no actúa como víctima por gusto, sino porque realmente se siente desgraciada y vulnerable a raíz de sus experiencias, educación, cultura, etc. Todo ello le hace ver la realidad de manera sesgada, ignorando los sentimientos de los demás.

Las personas victimistas suelen haber tenido gran sobreprotección en la infancia, de manera que no han logrado adquirir estrategias internas para regularse emocionalmente. Esto hace que traten de desplazar el locus de control y la responsabilidad a otras personas, pues así evitan conectar con sus emociones más difíciles. En estos casos, la ayuda psicológica puede ser muy útil. Si la persona rechaza pedirla, quienes están alrededor tendrán que poner límites.

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