8 mitos sobre el abuso sexual infantil, desmentidos

El abuso sexual infantil constituye una cruda realidad que ha permanecido mucho tiempo en la sombra. Desmentir creencias erróneas sobre él es clave para prevenir y actuar adecuadamente cuando sucede.

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El abuso sexual infantil (ASI) constituye un serio problema en nuestra sociedad. Este ha existido desde hace siglos e incluso ha llegado a constituir un fenómeno normalizado en ciertas culturas y momentos de la historia. Aunque en la actualidad hay una clara condena social hacia este tipo de violencia hacia la infancia, se trata de un asunto tabú que muchos adultos siguen viendo como algo infrecuente y casi anecdótico. No obstante, cada vez son más las víctimas que alzan su voz para denunciar esta dolorosa realidad y reclamar medidas más eficaces que permitan prevenirla y sostener a quienes ya la han vivido.

Lejos de ser un fenómeno puntual, cada vez se hace más evidente que los abusos a menores afectan a un número de personas muy superior de lo que se creía. Es decir, los casos reportados a las autoridades serían algo así como la punta de un enorme iceberg, de manera que la mayoría de afectados siguen ocultos bajo las sombras del secreto, la culpa y la vergüenza.

Hablar del ASI con rotundidad es fundamental para concienciar y educar a la población. Sólo entendiendo de verdad en qué consiste esta forma de violencia es posible actuar y luchar contra ella. Por desgracia, todavía son demasiados los mitos que circulan en la población acerca de esta cuestión. Esto lleva a ideas falsas que no hacen más que dificultar la correcta respuesta de los adultos a la hora de proteger a la infancia. Por todo ello, en este artículo vamos a desmentir algunos de los mitos más comunes acerca del ASI.

¿Qué es el abuso sexual infantil?

Como venimos diciendo, el abuso sexual está reconocido como un tipo de maltrato hacia la infancia al igual que el maltrato físico y psicológico, la negligencia física y emocional, o la violencia de género. Sin embargo, el abuso sexual posee unas características muy específicas que lo diferencian del resto de malos tratos que se pueden producir hacia los menores.

Aunque no existe una única definición correcta de lo que es el abuso sexual infantil, este puede definirse como el conjunto de actos de tipo sexual que son impuestos por un adulto a un menor. El menor no posee un suficiente desarrollo madurativo, emocional y cognitivo que le permita consentir estas acciones, y se ve envuelto en ellas debido a que el agresor se beneficia de una postura de poder sobre él. Es decir, aprovecha la vulnerabilidad y dependencia del niño o niña para perpetrar el abuso.

Siempre que hablamos de abuso sexual infantil debemos tener muy presente el concepto de asimetría entre víctima y agresor. De esta forma, Ochotorena y Arruabarrena (1996) plantean que hay tres tipos de asimetría presentes en todo acto sexualmente abusivo:

  • Asimetría de poder: La asimetría de poder que se observa en todo abuso sexual a un menor puede venir dada por la diferencia etaria, la diferencia de roles e incluso la fuerza física. Esta diferencia de poder está igualmente determinada por la madurez psicológica, que hace al agresor capaz de manipular a la víctima a su antojo. La asimetría de poder expone al menor a una gran vulnerabilidad y dependencia del adulto que abusa de él. En la mayoría de casos el agresor es un miembro del entorno familiar o cercano al menor. Por ello, este tipo de asimetría se forja de acuerdo a los roles que cada uno ocupa en la familia. En estos casos, el adulto agresor también se sirve de las conexiones emocionales y afectivas que unen al menor con él y los emplea como mecanismo de acceso al niño o niña, situando a este en una situación repleta de confusión. Todo ello hace que el agresor ofrezca dos facetas, la del adulto de confianza que le cuida y quiere y la del abusador que le daña.

  • Asimetría de conocimientos: Además de una asimetría de poder, es indudable que hay una asimetría de conocimientos, pues el agresor posee muchos más conocimientos que la víctima en relación con la sexualidad. Como es de esperar, este tipo de diferencia será más acentuada cuanto menor sea la víctima. Esto no significa que las víctimas más mayores, en la etapa de la adolescencia, tengan una conciencia plena de las acciones en las que se están viendo involucradas. En este sentido, es de vital importancia comprender que, incluso cuando el menor ya ha mantenido relaciones sexuales con otros iguales, esto no resta ni un ápice de gravedad al abuso que ha tenido lugar. Aunque la víctima ya sea sexualmente activa, nunca se debe perder de vista el contexto relacional en el que se cuece el abuso, donde un adulto ha empleado su poder para utilizar a la víctima.

  • Asimetría de gratificación: Cuando un adulto perpetra un abuso sexual hacia un menor, su fin último es obtener su propia gratificación sexual. Es decir, incluso en aquellos casos en los que el agresor procura excitar a la víctima, todo ello está estrechamente vinculado con sus propias necesidades y deseos.

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8 mitos sobre el abuso sexual infantil (ASI)

A continuación, vamos a comentar algunos de los mitos más extendidos acerca del ASI.

1. El ASI no es tan común como se dice

Muchos adultos siguen creyendo que el ASI es un fenómeno puntual que sólo afecta a unos pocos niños. Sin embargo, los datos indican que se trata de un problema de gran envergadura. De acuerdo con la Fundación ANAR (2021), la tasa de crecimiento de los casos de abuso fue de un 300,4%, lo que indica que se han multiplicado por 4 entre 2008 y 2020.

En los últimos años, el aumento de casos se ha intensificado por la influencia de las nuevas tecnologías, ya que estas favorecen fenómenos como el grooming y el sexting. Estos datos deben analizarse teniendo en cuenta, además, que muchas víctimas nunca llegan a revelar los abusos vividos a las autoridades. Por lo tanto, podríamos estar ante datos probablemente infraestimados.

2. Sólo las niñas sufren ASI

Siguiendo con los datos proporcionados por la Fundación ANAR (2021), los datos señalan que las víctimas son en su mayoría mujeres (78,3%). No obstante, muchos profesionales consideran que estos resultados pueden estar sesgados. Así, los varones podrían encontrar más dificultad para revelar el abuso debido a la influencia de estereotipos culturales ligados con la masculinidad.

3. El agresor es siempre un desconocido

Es extremadamente frecuente la idea de que el ASI es perpetrado por un extraño. Sin embargo, las investigaciones apuntan lo contrario: Alrededor del 85% de los casos son ejercidos por un agresor conocido para la víctima, muchas veces perteneciente a su entorno familiar más cercano.

4. El ASI sólo ocurre en determinadas familias disfuncionales o de clase social baja.

Lejos de ser un fenómeno limitado a las familias más desfavorecidas y disfuncionales, el ASI es un problema transversal que aparece en todas las culturas y clases sociales. Se trata de una idea peligrosa, ya que con ello se baja la guardia ante posibles casos presentes en familias bien posicionadas socialmente. Estas familias suelen, además, tener un escaso o nulo contacto con los Servicios Sociales, lo que favorece el hermetismo y la perpetuación de la violencia.

5. Los abusadores siempre son hombres

Aunque es cierto que los hombres constituyen un porcentaje mayor de los agresores, se estima que alrededor del 25% de casos son perpetrados por mujeres. La creencia de que ellas son menos agresivas y más tendentes a los cuidados hace que se asuma la imposibilidad de que una mujer pueda abusar de un menor.

6. Los niños saben que el abuso está mal

La naturaleza del abuso hace que las víctimas se sientan absolutamente confusas y ambivalentes respecto al agresor. El adulto se encarga de manipular al menor, alternando una faceta agradable y cercana con otra violenta. Esto hace que el niño o niña no sepa con certeza lo que sucede y tenga dudas sobre si ese “secreto” que comparten está bien.

A veces, si el niño o niña se encuentra en una situación de vulnerabilidad, puede incluso buscar al agresor porque este constituye una figura de apego que en ciertos momentos le protege. Aunque internamente pueden sentirse incómodos, no saben con seguridad si eso que están viviendo es adecuado o les sucede también a otros niños. Todo ello puede perpetuar su silencio, especialmente si el agresor ha emitido amenazadas explícitas que incrementan más, si cabe, su inseguridad.

7. El abuso sexual siempre incluye contacto físico

El abuso sexual puede cobrar formas muy variopintas. En ocasiones, ni siquiera se produce contacto físico como tal. Este es el caso de los agresores que exponen a la víctima a pornografía, a situaciones de exhibicionismo / voyerismo e incluso insinuaciones. El hecho de que no exista este contacto no resta en absoluto gravedad a la situación, ya que el adulto sigue utilizando su poder y capacidad de persuasión para utilizar al niño o niña para su beneficio sexual.

8. Los niños pueden inventarse el abuso

Otro mito muy dañino en torno al abuso sexual es aquel que señala que los niños pueden inventarse el abuso. Sencillamente, un niño no puede ser capaz de mentir sobre actos de sexualidad donde hay un adulto involucrado porque desconoce dichas prácticas. Por lo tanto, el relato de este tipo por parte de un niño siempre debe ser creído.

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