Ideación Suicida Infantil: ¿qué es y cómo proceder?

El sucidio es una cruda realidad que no debemos ignorar. Los adultos no son los únicos afectados, pues los menores también pueden buscar en la muerte el escape a un intenso dolor emocional.

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Denominamos suicidio al acto por el que una persona se provoca la muerte de forma intencional. El motor de esta conducta es un intenso dolor psicológico que puede venir provocado por diversas circunstancias. El suicidio es un fenómeno frecuente y, aún así, sigue siendo un asunto tabú. Se trata de una importante tarea pendiente para la sociedad actual. Esconder el sufrimiento no hace que este desaparezca. Por el contrario, evitar destapar esta dolorosa realidad sólo favorece la perpetuación del dolor de quienes están en esta tesitura, impidiendo que puedan pedir y recibir la ayuda que necesitan.

Parece que en los tiempos que vivimos hay una intensa intolerancia hacia las emociones negativas, las cuales son abiertamente demonizadas. Así, experimentar estados como la tristeza, la culpa o la rabia es visto como algo anormal y casi anecdótico. Clasificar las emociones como buenas o malas conduce a que muchos individuos repriman su malestar interno por creer que lo que les ocurre es extraño o inadecuado.

Si la ideación suicida es un asunto peliagudo cuando hablamos de adultos, esto es aún más evidente cuando afecta a los más pequeños. Habitualmente se concibe la infancia como una etapa que debe ser necesariamente feliz y carente de preocupaciones. Siempre se asume por sistema que un niño no puede sufrir por el simple hecho de que es niño, pero nada más lejos de la realidad. Los niños pueden sentir tanto dolor emocional como los adultos, con el agravante de que muchas veces su sufrimiento no es tomado en serio.

Si eres profesional o familiar de un menor que ha verbalizado ideas suicidas, en este artículo recopilaremos claves para saber qué hacer. Ante todo, recuerda que si te ha comunicado esto es porque, en medio de tanto dolor, hay un hilo de esperanza del que tendremos que tirar para que esas ideas vayan desapareciendo y no se materialicen en acciones.

Mitos sobre el suicidio

Cuando un tema es tratado como un tabú, esto favorece la desinformación. A su vez, la desinformación suele dar pie a la difusión de ideas o creencias erróneas, también conocidas como mitos. Son muchos los mitos acerca del suicidio que se sostienen entre la población. Desmentirlos es importante, pues asumirlos como verdades puede dificultar la ayuda a los niños y adultos que tienen ideas suicidas.

1. El niño que se quiere matar no lo dice.

Está muy extendida la idea de que aquellas personas que desean quitarse la vida lo hacen sin haber compartido sus intenciones con nadie más. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La mayoría de los niños que se suicidan habían planteado a personas de su entorno sus ideas o planes suicidas en los días previos. Es por ello que resulta importante no descuidar esas pequeñas señales, ya que pueden suponer la pista definitiva para prevenir que un joven se quite la vida. Debemos estar atentos a las palabras, señales o acciones. Por ejemplo, ver si el pequeño escribe una carta o verbaliza expresiones como “nadie me entiende/ayuda”, “no puedo más”, “ojalá no existiera”...

2. Preguntar a un niño acerca del suicidio puede incitarle a cometerlo.

Este mito es otro de los más comunes, aunque es totalmente falso. La creencia de que hablar sobre el suicidio contribuye a un “efecto llamada” que incita a las personas a quitarse la vida no tiene ningún fundamento. Más bien, esta idea contribuye a aumentar el tabú en torno a esta cuestión. En realidad, se conoce que hablar sobre el suicidio y preguntar a los pequeños sobre si tienen ideas suicidas es de gran ayuda para aquellos que, efectivamente, sí las tienen. En caso de que nunca hayan pensado en suicidarse, preguntar no llevará en ningún caso a que se hagan daño. Hablar de manera abierta y natural sobre esta posibilidad puede ser el salvavidas de muchos menores que se encuentran al límite y, además, se sienten avergonzados de tener este tipo de pensamientos.

3. Los niños que se suicidan tienen una enfermedad mental.

Siempre se ha creído que el suicidio es algo exclusivo de aquellas personas que sufren algún trastorno mental. Sin embargo, esto no es exactamente así. Aunque padecer una enfermedad mental es un factor de riesgo para la conducta suicida, lo cierto es que el suicidio también es posible en aquellos niños sin problemas mentales. Muchas veces, el suicidio aparece como respuesta ante una situación que genera una enorme desesperanza, pues no se ve otra salida posible al malestar que no sea la muerte. En otras palabras, los niños no desean morir, sino dejar de sufrir.

4. Los niños que se intentan suicidar sólo quieren llamar la atención de los adultos.

De nuevo, esta creencia tan común es errónea tal y como se difunde. Un intento de suicidio no es una simple llamada de atención, pero sí todo un grito de auxilio fruto de la desesperación. Quienes tratan de quitarse la vida lo hacen porque realmente están sufriendo y necesitan ayuda. Por ello, banalizar esto implica no atender una dolorosa realidad. Ante una idea o intento de suicidio, ese niño no necesita reproches, sino escucha, afecto y comprensión.

5. El suicidio de un niño no se puede prevenir

Siempre se ha creído que el suicidio es un acontecimiento inevitable. Sin embargo, esto no es en absoluto así. Afortunadamente, el suicidio es prevenible, y en esa tarea de prevención el entorno del niño juega un papel esencial. La familia, los profesores, los iguales… deben perder el miedo a hablar abiertamente del suicidio y comenzar a tomar medidas ante la más mínima sospecha. Por supuesto, hay eventos que pueden influir mucho en el estado emocional del niño y su riesgo de sufrir ideas suicidas.

Ejemplo de ello es el acoso escolar o la violencia en la familia. En estos casos, se hace urgente que el entorno actúe para revertir dichas situaciones que están ocasionando dolor y desajuste en el pequeño. El suicidio guarda gran relación con la desesperanza, por lo que los niños que viven la llamada “indefensión aprendida” están en riesgo de experimentar pensamientos suicidas. Al fin y al cabo, han aprendido que la situación dolorosa que viven no se revierte de ninguna forma, por lo que acabar con la vida se convierte en la última alternativa para dejar de sufrir.

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Qué hacer si un menor comunica ideas suicidas: 6 claves

Cuando un menor comunica sus ideas o intenciones suicidas, es lógico que el entorno se sienta impactado. No estamos habituados a hablar de suicidio y mucho menos de suicidio infantil, nadie nos prepara para afrontar esta situación de forma adecuada. Por ello, en este artículo vamos a recopilar algunas pautas clave para poder gestionar este evento correctamente.

1. Agradecer que haya compartido contigo esos pensamientos

Comunicar estos pensamientos no es fácil, mucho menos en una sociedad donde no está de moda hablar de emociones desagradables. Cuando un niño se abre de esta forma está haciendo un gran esfuerzo. Darle las gracias por pedir ayuda es fundamental para reforzar que busque en sus personas de confianza el apoyo que tanto necesita.

2. Psicoeducar en emociones

Es importante educar a los niños en el plano emocional. Explicar que todas las emociones son válidas y útiles es fundamental, ya que de esta manera fomentamos la expresión de estados desagradables. En entornos donde se condenan emociones como la tristeza o la rabia, los niños aprenden a reprimirlas y esto alimenta su sufrimiento y bloquea su capacidad para pedir ayuda si lo necesitan.

Una vez que el pequeño comunica sus pensamientos suicidas, podemos señalar que esa enorme tristeza que siente es una emoción importante y muy útil, pues gracias a ella ha percibido que algo no va bien y ha podido hablar con nosotros sobre lo que le pasa. De la misma manera, podemos indicar que las emociones son estados pasajeros, es decir, igual que aparecen también se van. Con los más pequeños podemos utilizar la metáfora de las nubes: “Ahora sientes una tristeza muy grande, como una gran nube negra…sin embargo, esta nube acabará yéndose con el viento y esto permitirá que salga el sol”.

3. Reforzar su red social

Cuando un niño manifiesta ideas suicidas, es clave que pueda estar arropado por una red social sólida. Debemos identificar qué personas son sus pilares y tratar de involucrar a familiares y amigos con naturalidad. En estos momentos es importante que no permanezca solo, ya que esto podría disparar el riesgo de que se haga daño. Puede ser buena idea realizar planes que le gusten o que le hagan sentir útil y le mantengan activo.

4. Comunicar a los padres

Cuando el menor comunica sus ideas suicidas a personas que no son sus padres, es importante que los progenitores sean informados de ello. Si, por ejemplo, el menor comenta a su psicóloga esta situación, ésta deberá romper su confidencialidad para comunicarlo a los adultos responsables.

5. Encuadrar el futuro

La ideación suicida se relaciona, como ya comentamos, con un profundo sentimiento de desesperanza. En este sentido, podemos ayudar al niño enfocando nuestra mirada al futuro y encontrando motivaciones que le brinden ganas de vivir. Podemos fijar metas a corto y largo plazo, hablar de sus sueños y aspiraciones, etc. Se trata de encontrar anclajes que nos ayuden a ampliar la mirada, ver luz al final del túnel oscuro en el que el niño se siente atrapado.

6. Explicar que la muerte es irreversible

El concepto de muerte es complejo y en la infancia no siempre se comprende del todo. Por ello, ante un inmenso dolor los pequeños pueden pensar en la muerte de manera idealizada, como una forma de huir, dejar de sufrir o descansar. Esto hace que se pierda cierta perspectiva de lo que es la muerte y lo que implica. Debemos indicar que la muerte es algo irreversible, mientras que el sufrimiento que está viviendo es, aunque muy intenso, algo temporal.

Con los más pequeños podemos utilizar la metáfora del huevo. Tomamos un huevo y le indicamos que él es como un huevito. A continuación, lo cascamos. Le indicamos que esto es lo que sucedería si se quitase la vida. Seguidamente, reflexionamos acerca de la irreversibilidad de esta acción: ¿Podríamos reconstruir el huevito? No, ¿verdad?

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