¿Cómo prevenir el abuso sexual infantil? En 8 pautas

El abuso sexual infantil constituye un grave problema en la sociedad que atenta contra el bienestar de la infancia. Depositar esfuerzos en prevenirlo es clave para proteger a los menores.

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El abuso sexual infantil (ASI) constituye un serio problema en nuestra sociedad, aunque no ha sido hasta hace unos pocos años que este ha comenzado a salir a la luz. Cada vez parece más evidente que los abusos a menores conocidos hasta la fecha sólo representan la punta del iceberg, quedando la mayoría de ellos ocultos entre las sombras del secreto, la culpa y la vergüenza.

Aunque hablar de abusos sexuales en la infancia sigue siendo un asunto tabú para una gran parte de la población, afortunadamente la conciencia social al respecto cada vez es mayor. Las voces silenciadas tiempo atrás están empezando a ser oídas, y cada vez cobran más fuerza al denunciar de manera pública una lacra que ha destrozado la vida de muchas víctimas.

Aunque queda mucho por hacer, las intervenciones de los organismos y profesionales ante un caso de este tipo de abusos cada vez son más eficaces y sensibles a las necesidades de los niños y niñas. Sin embargo, más allá de la actuación inmediata ante una situación de este tipo, es esencial depositar esfuerzos en la tarea de prevención. Así, tanto o más importante que saber reparar el daño es contribuir a que este nunca se llegue a producir.

Prevenir el ASI es posible, aunque una barrera importante para lograrlo es la disposición de los propios padres y madres. Muchas veces, las familias prefieren ignorar la existencia de un problema antes que reconocerlo y afrontarlo, porque ignorar que está ahí es el camino más fácil, duele menos y da una falsa sensación de seguridad. Sin embargo, es responsabilidad de los adultos proteger a los menores de un daño que, por desgracia, existe y es frecuente en el mundo.

Así, negar que existe o pensar que eso sólo le sucede a otras personas no rebaja el riesgo. Lo que sí previene el ASI son una serie de medidas que las personas cercanas a los niños y niñas pueden adoptar en el día a día. Debido a la urgente necesidad de trabajar en esta cuestión y no fallar una vez más a una infancia muchas veces desprotegida, en este artículo vamos a hablar sobre cómo prevenir el ASI.

¿Qué es el abuso sexual infantil?

Antes de hablar acerca de la prevención del ASI, parece pertinente definir qué entendemos cuando hablamos de este concepto y todo lo que de él se deriva. El abuso sexual infantil está reconocido como un tipo de maltrato hacia a la infancia. Este engloba todos los actos de naturaleza sexual impuestos por un adulto sobre un niño, que por su condición de tal no posee un desarrollo madurativo, emocional y cognitivo que le permita dar consentimiento para dicha acción en la que se encuentra involucrado. El agresor se beneficia de una posición dominante para persuadir y arrastrar al menor, que se sitúa en una posición de absoluta vulnerabilidad y dependencia del adulto.

El abuso sexual infantil posee algunas características distintivas que lo diferencian de otras formas de maltrato hacia la infancia. Mientras que el maltrato físico y verbal puede tener una tolerancia relativa dependiendo de la sociedad y es más o menos visible, el abuso posee una tolerancia social nula y por ello se desarrolla en el más absoluto secreto.

El agresor suele iniciar el abuso con una fase de preparación, en la que allana el terreno ganándose la confianza y el afecto de la víctima con halagos, regalos y otros medios para hacerle sentir querida, única, diferente al resto. En el momento en que logra crear un vínculo “especial”, es cuando perpetra el abuso propiamente dicho y silencia a la víctima de múltiples formas. El agresor puede, por ejemplo, utilizar amenazas (“si lo cuentas, le pasará algo malo a tu familia”, “si lo cuentas, te haré más daño”, “si lo cuentas, nadie te creerá”).

Estos mensajes, que pueden ser más o menos explícitos, generan un intenso temor en el menor, que se siente bloqueado e incapaz de hablar de lo que sucede con otras personas, lo que puede complicar la detección del ASI. Añadido a esto, a menudo el agresor suele pertenecer al entorno de confianza del niño o niña, lo que reduce notablemente el riesgo de sospechas. De cara al exterior, el adulto que perpetra el abuso se comporta con aparente normalidad e incluso puede mostrarse cercano y cariñoso con la víctima. Todo ello, sumado al hecho de que rara vez se observan marcas físicas evidentes (algo que sí sucede con el maltrato físico), puede ayudarnos a entender cómo es posible que muchos menores sufran abusos durante años sin que nadie repare en ello.

Además de un acto deleznable, el abuso sexual hacia un menor de edad constituye, desde los primeros momentos, un delito. Cuando se produce una situación de abuso sexual hacia un niño o niña y esta es notificada a organismos como los Servicios Sociales o la Policía, la prioridad será siempre la de proteger al menor, activando los mecanismos pertinentes para conseguirlo.

En primer lugar, se procede a separar al niño o niña de su presunto agresor, intentando, en la medida de lo posible, preservar el derecho del menor a vivir en familia y mantener la máxima normalidad en los distintos ámbitos de su vida (escolar, sanitario, ocio…). De forma paralela, la justicia despliega acciones que tienen como fin último determinar la responsabilidad penal del presunto agresor. Esto permitirá, entre otras cosas, que la víctima pueda comenzar su proceso de reparación para aliviar las secuelas que el abuso ha dejado.

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La triple asimetría en el ASI

Como venimos diciendo, el abuso sexual está reconocido como un tipo de maltrato hacia la infancia, al igual que el maltrato físico y psicológico, la negligencia física y emocional, o la violencia de género. Sin embargo, el abuso sexual posee unas particularidades que lo diferencian del resto de malos tratos que se pueden producir hacia los menores.

No cabe duda de que un menor no posee un suficiente desarrollo madurativo, emocional y cognitivo que le permita consentir ningún tipo de situación sexual, por lo que es evidente que si se ve envuelto en ellas es debido a que el agresor se beneficia de una postura de poder sobre él. Es decir, quien perpetra el abuso aprovecha la vulnerabilidad y dependencia del niño o niña para llevarlo a cabo.

Cabe señalar que, aunque el abuso suele llevarse a cabo por parte de un adulto hacia un menor, también puede suceder que un menor abuse sexualmente de otro menor. En este caso, igualmente se observa esta asimetría de poder, pues quien ejerce el abuso supera en madurez y conocimientos sexuales a la víctima. Siempre que hablamos de abuso sexual infantil debemos tener muy presente este concepto de asimetría entre víctima y agresor. De esta forma, Ochotorena y Arruabarrena (1996) plantean que hay tres tipos de asimetría en todo acto sexualmente abusivo:

  • Asimetría de poder: La asimetría de poder que se observa en todo abuso sexual a un menor puede venir dada por la diferencia etaria, la diferencia de roles e incluso la fuerza física. Esta diferencia de poder está igualmente determinada por la madurez psicológica, que hace al agresor capaz de manipular a la víctima a su antojo. La asimetría de poder expone al menor a una gran vulnerabilidad y dependencia de la persona que abusa de él. Como ya hemos mencionado, en la mayoría de casos el agresor es un miembro del entorno familiar o cercano al menor. Por ello, este tipo de asimetría se forja de acuerdo a los roles que cada uno ocupa en la familia. En estos casos, el adulto agresor también se sirve de las conexiones emocionales y afectivas que unen al menor con él y los emplea como mecanismo de acceso al niño o niña, situando a este en una situación repleta de confusión. Todo ello hace que el agresor ofrezca dos facetas, la del adulto de confianza que le cuida y quiere y la del abusador que le daña.

  • Asimetría de conocimientos: Además de una asimetría de poder, es indudable que hay una asimetría de conocimientos, pues el agresor posee muchos más conocimientos que la víctima en relación con la sexualidad. Como es de esperar, este tipo de diferencia será más acentuada cuanto menor sea la víctima. Esto no significa que las víctimas más mayores, en la etapa de la adolescencia, tengan una conciencia plena de las acciones en las que se están viendo involucradas. En este sentido, es de vital importancia comprender que, incluso cuando el menor ya ha mantenido relaciones sexuales con otros iguales, esto no resta ni un ápice de gravedad al abuso que ha tenido lugar. Aunque la víctima ya sea sexualmente activa, nunca se debe perder de vista el contexto relacional en el que se cuece el abuso, donde un adulto ha empleado su poder para utilizar a la víctima.

  • Asimetría de gratificación: Cuando un adulto perpetra un abuso sexual hacia un menor, su fin último es obtener su propia gratificación sexual. Es decir, incluso en aquellos casos en los que el agresor procura excitar a la víctima, todo ello está estrechamente vinculado con sus propias necesidades y deseos.

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Cómo prevenir el abuso sexual infantil: 8 pautas

Ahora que ya hemos definido qué entendemos por ASI, es momento de comentar algunas medidas que pueden ser útiles para prevenirlo. Es cierto que el ASI comienza habitualmente de forma insidiosa y no siempre es fácil para un niño identificar cuando algo se sale de la normalidad. En los primeros momentos, el adulto se sirve de juegos y medios aparentemente inofensivos para invadir al menor, todo ello utilizando muchas veces una postura de confianza por ser alguien del entorno del niño o niña. No obstante, aún con todo es posible preparar a los menores para que, en caso de que se vean en una situación así, puedan reaccionar y protegerse.

1. No a los pactos de silencio

Es fundamental hablar con los menores acerca de los pactos de silencio. Las muestras de afecto no deberían esconderse si estas son simplemente eso. Abrazar, besar o acariciar son muestras de amor y estas no deberían ser un problema si se hacen delante de los demás. En caso de que otra persona quiera dar esas “muestras de afecto” en un lugar apartado para luego mantenerlo en secreto, eso no está bien y el niño o niña debe tenerlo totalmente claro y saber que tiene que contarlo a un adulto.

2. Tipos de secretos

Es de gran ayuda jugar a diferenciar los tipos de secretos que existen. Hay secretos buenos y secretos malos. Los buenos son, por ejemplo, los que guardamos cuando queremos darle una sorpresa a un amigo. Los malos son aquellos que nos hacen sentir mal, por los que un adulto nos obliga a no decir aquello que nos dice o hace.

3. Aprender a identificar emociones

Es igualmente clave que los más pequeños puedan identificar y nombrar las emociones que sienten cuando alguien les hace sentir incómodos. Fundamental que aprendan a fiarse de cómo se sienten, a entender que si algo les hace sentir mal, es que está mal.

4. Conocer el propio cuerpo

Conocer el propio cuerpo es un aspecto esencial, pues esto ayuda a que los niños y niñas sepan identificar esas partes que los demás pueden o no tocar.

5. Respetar el cuerpo de los demás

Los niños deben saber que su cuerpo debe ser respetado, pero también el de los demás. Es esencial que aprendan a respetar plenamente los límites que otros les ponen. Si, por ejemplo, a un amigo no le gusta que le den besos, es tán fácil como no dárselos, ya que así no le haremos sentir incómodo de forma innecesaria.

6. Brindar confianza absoluta

Los niños y niñas deben tener la total certeza de que sus adultos de confianza les van a escuchar y comprender sin juzgar o castigar si cuentan que un adulto ha abusado de ellos. Es crucial que tengan esta base segura, pues de lo contrario es altamente probable que no cuenten lo que sucede y el abuso se prolongue en el tiempo sin que nadie repare en ello.

7. Aprender a decir NO

Desde siempre los niños y niñas han sido educados para complacer y no rechistar ante lo que los adultos dicen. Sin embargo, los menores tienen derecho a expresar cuando se sienten mal y a decir que no a sus iguales y a los mayores. Enseñarles que pueden expresarse con naturalidad es crucial para que se desarrollen plenamente a nivel emocional y, además, puedan protegerse de potenciales abusos.

8. Cuidado con las redes e internet

En el mundo en el que vivimos la tecnología lo domina todo y los menores son uno de los grupos diana. Pasan largas horas frente a las pantallas y los adultos que abusan de menores lo saben, así que aprovechan diversas plataformas para perpetrar el ASI. Juegos en línea o redes sociales como TikTok son sólo algunos ejemplos. Es fundamental que sepan los límites a la hora de utilizarlos, que nunca hablen con desconocidos a través de su dispositivo y jamás faciliten fotografías u otro tipo de información personal.

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