¿Qué hacer cuando un niño revela que ha sido abusado sexualmente? 7 pautas

La revelación de un abuso sexual por parte de un menor es un momento delicado y resulta especialmente importante que la persona reaccione a su relato de manera adecuada.

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El abuso sexual a menores representa un grave peligro para la infancia, generando una enorme alarma social cada vez que un caso sale a la luz. A pesar de ser abiertamente repudiada por la población general, es paradójico cómo esta realidad permanece al mismo tiempo silenciada, ya que continúa siendo un tema tabú para la sociedad.

Hablar de abusos sexuales a menores es un asunto que incomoda y remueve por dentro y nos planta de frente una realidad que duele asimilar. Por eso, una gran parte de la población opta por permanecer en la ignorancia y mirar hacia otro lado, autoconvenciéndose de que los abusos son algo anecdótico. Sin embargo, cada vez queda más claro que nos encontramos ante un problema social de enorme envergadura.

La oscura realidad del abuso

En los últimos años, el número de adultos que han comenzado a alzar la voz para hablar públicamente de los abusos que sufrieron en su infancia ha aumentado notablemente. El coraje de las víctimas para denunciar su pesadilla ha favorecido una creciente sensibilización social, así como una mayor concienciación respecto a la importancia de intervenir para cuidar y proteger a las víctimas.

Aunque el abuso sexual infantil está empezando a salir de su burbuja de secreto y vergüenza, el camino por recorrer es aún muy largo, pues los adultos y los organismos responsables siguen fallando muchas veces a los niños y niñas que han sufrido abusos. Muchas veces, el desconocimiento de padres y profesionales lleva a que la manera de abordar esta situación sea perjudicial para la víctima.

Así, una mala respuesta del entorno puede implicar gravísimas consecuencias, que van desde la perpetuación de los abusos hasta el fenómeno de la victimización secundaria. Esta última se produce cuando el propio sistema que debería proteger al niño contribuye a que el menor reviva el evento traumático y experimente un doble sufrimiento, materializado en daños económicos, sociales y psicológicos. Lejos de ser refugio para la víctima, muchas veces los profesionales intervienen de manera que amplifican el dolor generado por el abuso.

Uno de los aspectos clave para evitar hacer daño sobre el daño implica cuidar la forma en la que se reacciona a la revelación del menor que ha sido abusado. La manera en la que los adultos responden al relato de la víctima es mucho más importante de lo que puede parecer. Por eso, en este artículo vamos a hablar acerca de algunas pautas interesantes que todo adulto, ya sea padre/madre o profesional, debería seguir si se encuentra en una situación como esta.

¿Qué entendemos por abuso sexual infantil?

El abuso sexual infantil está reconocido como un tipo de maltrato hacia a la infancia. Este engloba todos los actos de naturaleza sexual impuestos por un adulto sobre un niño, que por su condición de tal no posee un desarrollo madurativo, emocional y cognitivo que le permita dar consentimiento para dicha acción en la que se encuentra involucrado. El agresor se beneficia de una posición dominante para persuadir y arrastrar al menor, que se sitúa en una posición de absoluta vulnerabilidad y dependencia del adulto.

El abuso sexual infantil posee algunas características distintivas que lo diferencian de otras formas de maltrato hacia la infancia. Mientras que el maltrato físico y verbal puede tener una tolerancia relativa dependiendo de la sociedad y es más o menos visible, el abuso posee una tolerancia social nula y por ello se desarrolla en el más absoluto secreto.

El agresor inicia el abuso con una fase de preparación, en la que marca el terreno ganándose la confianza y el afecto de la víctima con estratagemas como halagos o regalos. Cuando ya ha logrado crear un vínculo “especial”, es cuando perpetra el abuso propiamente dicho y silencia a la víctima de múltiples formas. El agresor puede, por ejemplo, utilizar amenazas (“si lo cuentas, le pasará algo malo a tu familia”, “si lo cuentas, te haré más daño”, “si lo cuentas, nadie te creerá”). Estos mensajes, que pueden ser más o menos explícitos, generan un temor en el menor que le bloquea y le impide hablar de lo que sucede con otras personas.

La detección del abuso sexual infantil es una tarea particularmente difícil, pues el agresor suele pertenecer al entorno de confianza del niño o niña. Esto reduce la probabilidad de que puedan surgir sospechas, ya que de cara al exterior el adulto se comporta con normalidad e incluso puede ser cercano y cariñoso con su víctima. Todo ello, sumado al hecho de que rara vez se observan marcas físicas evidentes (algo que sí sucede con el maltrato físico), puede ayudarnos a entender cómo es posible que muchos menores sufran abusos durante años sin que nadie repare en ello.

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Además de un acto deleznable, el abuso sexual hacia un menor de edad constituye, desde los primeros momentos, un delito. Cuando se produce una situación de abuso sexual hacia un niño o niña y esta es notificada a alguno de los organismos competentes (Servicios Sociales, Policía…), la prioridad será siempre la de proteger al menor, activando los mecanismos pertinentes para conseguirlo.

En primer lugar, se procede a separar al niño o niña de su presunto agresor, intentando, en la medida de lo posible, preservar el derecho del menor a vivir en familia y mantener la máxima normalidad en los distintos ámbitos de su vida (escolar, sanitario, ocio…). De forma paralela, la justicia despliega acciones que tienen como fin último determinar la responsabilidad penal del presunto agresor. Esto permitirá, entre otras cosas, que la víctima pueda comenzar su proceso de reparación para aliviar las secuelas que el abuso ha dejado.

La manera en la que se descubre el abuso sexual hacia un menor puede variar dependiendo del caso. Aunque es posible que otros adultos descubran al agresor directamente, la cautela con la que este actúa reduce la probabilidad de que esto ocurra. Por eso, son muchas veces las propias víctimas las que verbalizan el abuso de forma más o menos explícita.

¿Qué es la revelación de un abuso sexual infantil?

Entendemos por revelación o desvelamiento el momento en el cual un niño informa a otra persona de que ha sido abusado sexualmente. Con frecuencia, una víctima de abuso no relata su sufrimiento en una única vez con todos los detalles. Por el contrario, es habitual que un niño que ha pasado por esto necesite semanas, meses e incluso años para poder expresar un relato más o menos completo de lo sucedido.

En algunos casos, es posible que el niño nunca llegue a desvelar su sufrimiento. Además, los niños que han sufrido abusos no siempre recurren a sus familiares más cercanos para hablar de ello. Muchas veces el propio agresor está en casa, por lo que las figuras de confianza para dar este paso se pueden encontrar en cuidadores y profesores ajenos a la familia. En los adolescentes, el papel de los iguales tiene mucho peso, por lo que esta revelación se puede hacer a algún amigo cercano.

Son muchos los frenos que pueden impedir a un menor víctima de abuso sexual manifestar lo que ocurre. Muchas veces aparece miedo a que el adulto agresor les haga más daño a ellos o a su familia, así como temor a la reacción del entorno o a perder a su familia. En los niños más pequeños, el desarrollo madurativo aún no es suficiente como para comprender lo que sucede. Por ello, la revelación es muchas veces accidental o inexacta.

En algunos casos el niño puede no encontrar un significado negativo en lo que ese adulto le está haciendo, por lo que asume como normal el abuso y perpetúa el secreto. En estos casos, puede que con el paso de los años se produzca un proceso de significación tardía, de manera que la víctima comprende a posteriori aquello que vivió.

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Pautas para reaccionar ante la revelación de abuso sexual de un menor

El papel de la persona que recibe la primera revelación de la víctima es, como vemos, crucial. Uno de los temores que impiden a los niños hablar sobre los abusos tiene que ver con la reacción del entorno, por lo que alzar la voz es vivido por ellos como una especie de salto al vacío. Por ello, es importante no fallarles en este primer instante y responder de manera adecuada para protegerlos.

1. Transmitir calma sin sobrerreaccionar

Cuando un menor revela los abusos a alguien, estará muy atento a la reacción emocional de esa persona. Si percibe que el otro se muestra muy nervioso, agitado, alarmado…automáticamente el niño asumirá que ha hecho mal en contarlo y experimentará un enorme malestar y temor a que todos sus miedos se cumplan.

Una reacción negativa por parte del adulto puede llegar a disuadirlo de seguir hablando e incluso puede llevarle a retractarse. Por ello, es esencial que la reacción sea de calma y tranquilidad. Escuchar atentamente al niño sin mostrarnos nerviosos le ayudará a relatar los hechos sin miedo al rechazo y evitaremos que se sienta mal por haber hablado.

2. Creerle

A priori, siempre debemos creer el relato que el menor nos expone. Asumir automáticamente que este es falso puede ser devastador para él. Está haciendo un enorme esfuerzo para expresarnos lo sucedido y por ello debemos mantener una disposición de escucha abierta.

Si hay inconsistencias o detalles confusos podemos pedirle que nos lo repita si es capaz, pero sin presionar ni caer en el interrogatorio. El adulto no es un juez y por ello no puede afirmar rotundamente que los hechos hayan sucedido. Sin embargo, esta postura de escucha empática es crucial para que, en caso de que el abuso haya tenido lugar, no dañemos más si cabe al menor.

Añadido a esto, debemos tener presente que la probabilidad de que un niño o niña invente ciertos relatos es nula. Cuando el contenido es claramente sexual y supera el nivel de desarrollo y conocimientos del menor, nuestras alarmas deben estar muy activadas. Sencillamente, un menor no puede inventar historias acerca de contenidos que no debería conocer a no ser que un adulto se los muestre.

3. Insistir en que el abuso no es su culpa

Este aspecto es clave, y es que nunca debemos culpar al niño de lo que ha sucedido. El abuso es única y exclusivamente responsabilidad del agresor. Por ello, ante la revelación es fundamental dejar claro de manera explícita que lo que ha pasado no es culpa suya.

4. No presionar

Muchos adultos en esta tesitura caen en el error de hacer numerosas preguntas al niño, presionando para que cuente todo lo posible rápidamente. Aunque es normal que deseemos saber todo lo antes posible, es crucial respetar los tiempos del menor. El niño está relatando un suceso traumático y por ello puede no estar preparado para hablar sobre todos los detalles desde el principio. Por ello, siempre debemos escuchar desde la cama sin interrogar.

5. Agradece que te lo haya contado

No podemos ignorar el hecho de que revelar el abuso es algo extremadamente difícil para un niño. Por ello, debemos ser amables con él y darle las gracias por haber confiado en nosotros para hablar de ello. Debemos dejar claro que ha hecho lo correcto y que es muy valiente por haberse atrevido a contarlo. Muéstrate cercano con él y hazle saber que le apoyas incondicionalmente.

6. Cuidado con las expectativas

Es posible que el adulto caiga en el error de prometer algo que no se va a cumplir. Es importante que este sepa hasta dónde puede llegar su ayuda y hablar con el menor acerca de qué espera él. Hacer promesas falsas puede reconfortar en el momento, pero luego generará inseguridad y temor en el menor al ver que estas no se cumplen.

7. Notificar el abuso

Es crucial que, si el menor desvela el abuso, eso no se quede ahí. La persona que conoce su situación por primera vez debe notificarlo a organismos como la policía o los servicios sociales, de manera que los profesionales puedan intervenir para protegerlo.

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