Soledad en las personas mayores: ¿cómo afecta a la salud?

La vejez es una etapa del ciclo vital en la que muchas personas sufren la soledad no elegida. El envejecimiento activo es una de las claves para abordar este problema social.

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Los mayores suelen ser los grandes olvidados de la sociedad. A menudo son el grupo etario menos tenido en cuenta y, paradójicamente, en muchos países occidentales constituyen una mayoría dentro del conjunto de la población. La tercera edad es una fase de la vida que se caracteriza por diversos cambios a todos los niveles. La salud puede verse resentida y conlleva el desarrollo de patologías diversas. Además, la familia no siempre se muestra disponible para brindar compañía.

A todo esto, hay que añadir la gran cantidad de tiempo libre del que se dispone, de forma que la jubilación supone para algunas personas una transición difícil. En cierta forma, el individuo puede dejar de sentirse útil y productivo para la sociedad, lo que favorece el aislamiento. Tampoco podemos olvidar la reducción del poder adquisitivo que muchas personas jubiladas experimentan, lo que se traduce en un estado de precariedad y menor tendencia a salir, hacer planes, etc.

Todo ello conduce en muchos casos a una situación de intensa soledad, una soledad no elegida que pesa y duele. Esta constituye uno de los problemas más relevantes de las personas mayores, que ante la ausencia de un tejido social que les sostenga ven perjudicado su bienestar físico y emocional. Los seres humanos somos seres sociales, por lo que necesitamos mantener contacto con los demás para sentirnos bien.

Este aspecto no varía cuando se llega a la vejez. De hecho, se convierte en una necesidad central debido a que, por lo general, como vemos hay mayor dependencia y vulnerabilidad. Combatir la soledad en la vejez es una tarea pendiente y un problema social de gran envergadura. En este artículo hablaremos en profundidad sobre este fenómeno y si es posible atajarlo de alguna forma.

Cómo afecta la soledad no deseada a la salud

Como venimos comentando, la soledad de las personas mayores es un problema serio que no debe minimizarse. Cuando nos encontramos solos de manera impuesta, esta situación no sólo puede impactar en nuestra salud mental sino también en la física. Las personas aisladas suelen desarrollar un comportamiento hostil y resentido, por no hablar de sus elevados niveles de tristeza y ansiedad. Es frecuente que la autoestima se vea mermada, pues el concepto que la persona tiene de sí misma se vuelve negativo.

También es posible que se produzca una tendencia al consumo de sustancias como refugio, que el sueño se vea perjudicado e incluso que se desarrolle un proceso de deterioro cognitivo. Añadido a todo lo dicho, a veces se observa una relación inadecuada con la comida que puede favorecer la obesidad. En algunos casos, la soledad es tan devastadora y prolongada que puede dar pie a ideas e intentos de suicidio, pudiendo incluso incrementar el riesgo de muerte prematura.

A nivel fisiológico, las investigaciones parecen indicar que la soledad es un factor de riesgo para desarrollar enfermedades coronarias, además de resfriados, gripes y neumonías. En el plano social, como es esperable suele producirse un aislamiento importante del exterior. La persona se siente sola porque no establece interacciones sociales con nadie y carece del apoyo de otras personas.

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Factores de riesgo para sufrir soledad en la tercera edad

Son muchas las personas que viven sumergidas en una soledad no elegida. A veces surge la pregunta de cómo alguien puede llegar a encontrarse en esta situación tan crítica. En este sentido, podríamos decir que son varios los factores de riesgo que contribuyen a un aislamiento cada vez mayor.

  • Síndrome del nido vacío: Este fenómeno hace referencia al momento por el que los padres quedan solos en el hogar una vez que los hijos han crecido y se han independizado. Aunque la manera en la que se vive este cambio varía dependiendo de la familia, suele ser una etapa triste donde aumenta el riesgo de soledad. Este momento se hace particularmente duro cuando la vida ha ido muy orientada a la crianza de los hijos, dejando a un lado las propias necesidades personales. Así, cuando estos abandonan el nido la persona puede sentirse vacía, inútil y poco importante.

  • Relaciones malas con la familia: No todas las familias poseen dinámicas y relaciones adecuadas. A veces, existen vínculos dañinos que obligan a poner distancia con los allegados. En estos casos, la vejez también se hará probablemente más solitaria.

  • Duelo: En la vejez la muerte se encuentra muy presente. Empiezan a fallecer conocidos, amigos y familiares, pero también el cónyuge. La viudedad es un importante factor de riesgo para sufrir soledad, especialmente si se trataba de una relación muy estrecha y consolidada.

  • Exclusión social: Tal y como indicamos al principio, la sociedad actual suele ir muy enfocada a la población joven, de manera que los mayores se convierten en los grandes olvidados. Esto hace que los ancianos se perciban a sí mismos como una carga que molesta a los otros y no puede aportar aspectos positivos a su comunidad.

  • Presencia de patologías: La vejez es una etapa en la que pueden aparecer distintas patologías. La enfermedad produce molestias, síntomas y desgana que pueden hacer que la persona se aísle cada vez más. Por ello, enfermar también es un factor de riesgo para experimentar soledad.

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Envejecimiento activo como antídoto para la soledad

En una sociedad individualista que rechaza tanto la vejez parece difícil encontrar soluciones para paliar este problema en la tercera edad. Sin embargo, las investigaciones parecen indicar que el llamado envejecimiento activo es un buen camino para prevenir el aislamiento en los ancianos. El envejecimiento activo es un concepto definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen.

Cuando alguien logra envejecer en esta dirección, puede exprimir todo su potencial físico, mental y social a lo largo de todo el ciclo vital. De esta manera, el individuo puede seguir participando en la sociedad acorde a sus necesidades, deseos y capacidades, a la vez que recibe cuidados y protección en caso de que fuera necesario. Dado que la discapacidad y la dependencia aumentan en la vejez, aplicar políticas públicas que fomenten el envejecimiento activo puede ser clave para maximizar el tiempo de vida útil de las personas. El envejecimiento activo se puede lograr con acciones en diversos niveles:

  • Nivel físico: La persona mayor debe recibir los cuidados médicos necesarios, pero también practicas ejercicio físico diario del tipo que sea: nadar, hacer gimnasia, bailar, pasear, etc. Se recomienda que el deporte tenga una intensidad ligera o moderada, siempre adaptado a la situación física de cada persona particular. Esto debe ir acompañado de una dieta equilibrada y un descanso de calidad. Cuidar la salud física es esencial, ya que con la edad existe una clara tendencia a moverse menos, reduciendo la autonomía, la masa muscular, la fuerza y la motricidad. Todo ello contribuye a la aparición de enfermedades y reduce la esperanza de vida.

  • Nivel psíquico: En el plano afectivo y emocional es clave que la persona mayor se sienta querida y aceptada por los demás, ya que esto contribuirá a su bienestar consigo misma. Es importante brindar educación emocional, de manera que la persona sepa gestionar sus estados internos y reducir el estrés. Un estado de ánimo adecuado es clave para lidiar con posibles patologías y manejarse mejor ante la adversidad. En el caso de que se tengan nietos, es recomendable que estos mantengan contacto fluido, ya que se trata de una relación intergeneracional muy enriquecedora.

  • Nivel social: La persona mayor debe tejer una red de personas que le brinde apoyo y compañía. Mantener contacto habitual con familiares, amigos y vecinos contribuye indiscutiblemente al bienestar y la felicidad, especialmente en este momento del ciclo vital. Para fomentar el desarrollo a nivel social puede ser de ayuda que la persona forme parte de proyectos de voluntariado o actividades comunitarias de todo tipo. Así, el funcionamiento social permite que la persona mayor se sienta más capaz a nivel físico y mental, aumentando su autoestima, confianza, compromiso y sentimiento de competencia.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de la soledad en la vejez. Las personas mayores son las grandes olvidadas en nuestra sociedad. Su situación no es fácil, ya que se encuentran vulnerables y a menudo excluidas. La tercera edad es una etapa del ciclo vital en la que hay muchos cambios: llega la jubilación, los hijos se van del nido, fallece el cónyuge y las personas cercanas, aparecen enfermedades, etc.

Todos estos cambios favorecen el progresivo aislamiento de la persona, que hace mella en su salud física y mental. Abordar este fenómeno es esencial para garantizar que los mayores disponen de una buena calidad de vida. Se ha propuesto el envejecimiento activo como la mejor estrategia para optimizar el funcionamiento de los mayores y maximizar su tiempo de vida útil. Esta nueva concepción del envejecimiento implica fomentar el desarrollo de la persona a nivel físico, emocional y social. Cuando se trabaja en esta dirección, las personas mayores disfrutan más de su vida y gozan de un mayor bienestar.

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